"Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca" El Papa apuesta por una Cuaresma para "cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia"

Viernes Santo: Solo el amor da sentido al sufrimiento
Viernes Santo: Solo el amor da sentido al sufrimiento

"Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19”

"La fe nos llama a acoger la verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas"

"La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle ‘poner su morada’ en nosotros"

"La historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e  injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor"

"La caridad es el  impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la  cooperación y de la comunión"

"Un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad”. Este es el leit motiv con el que el Papa Francisco quiere motivar a la Iglesia de cara a esta extraña Cuaresma, la primera que viviremos, por completo, atrapados por el coronavirus. El año pasado, cuando los vientos de la pandemia avanzaban sin que quisiéramos darnos cuenta, la covid-19 apareció como un monstruo de muerte sin esperanzas de Resurrección.

Hoy, metidos de lleno en el comienzo del final del túnel, el Papa invita a ofrecer "una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo”. “Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19”, explica el Pontífice.

Bergoglio arranca su mensaje reivindicando el camino de la Cuaresma, que avanza desde el Bautismo y “está bajo la luz de la  Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo”, y que tiene en las tres virtudes teologales sus ejes.

Este año esta Cuaresma se ve acompañada por una cuarentena real
Este año esta Cuaresma se ve acompañada por una cuarentena real

En primer lugar, la fe, que “nos llama a acoger la verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas”, recalca el Papa, quien invita a “dejarse alcanzar por la Palabra de Dios”. Una verdad que “no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón”.

Hacerse pobre con los pobres

“Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida”, recuerda el Santo Padre.  Sólo así se entiende, explica el Papa, el ayuno “vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón”, y que “lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas”. “Haciendo la experiencia de una  pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor  recibido y compartido”, recuerda Bergoglio, quien insiste en que “así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al  prójimo”. 

Para Francisco, “la Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle ‘poner su morada’ en nosotros”. A ello contribuye el ayuno, que supone “liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad»”.

fotos de jesus ayuno y silencio
fotos de jesus ayuno y silencio Alfonso J. OLAZ

Agua viva de la esperanza

En segundo lugar, Francisco coloca la esperanza, como “agua viva que nos permite continuar nuestro camino”, poniendo el ejemplo de la samaritana, y que se completa en la Semana Santa de Cristo. “Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitaré»”.

Porque “la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e  injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor”, explica el Pontífice, quien admite que “en el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación”.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación

Pero es que la Cuaresma “está hecha para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos”. Es “esperanza en la reconciliación”, sostiene Bergoglio, quien añade que “también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y  adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido”.

Ética del cuidado
Ética del cuidado

Aliento, amabilidad y oración

En esta Cuaresma, especialmente, el Papa pide a los fieles que “estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan»”, con amabilidad, recogimiento y silencio en la oración, para iluminar “los desafíos y las decisiones de nuestra misión. 

En tercer lugar, la caridad, que “vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza”. Una caridad, reflexiona el Papa, que “se alegra de ver que el otro crece” y, por el contrario, “sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad”. Porque “la caridad es el  impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la  cooperación y de la comunión”. 

COmpartiendo el pan
COmpartiendo el pan

Una caridad que “es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano”, y que nos invita a compartir. “Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad (…). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande  o pequeña, si la damos con gozo y sencillez”.  

Una Cuaresma de caridad

“Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19”, incide Bergoglio. En un contexto tan incierto sobre el futuro, apunta, “ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo”. 

“Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre”, concluye el Papa.

Un corazón puro
Un corazón puro

Mensaje del Papa para Cuaresma

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad

Queridos hermanos y hermanas:  

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la  voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para  la salvación del mundo. 

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales,  recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de  cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el  “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte  en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro  Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin  embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la  Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a  Cristo. 

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1- 18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación  (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con  el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad  operante. 

1.- La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y  hermanas

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa  ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en  generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas,  superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la  inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos  seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra  humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.  

Francisco recibe la ceniza
Francisco recibe la ceniza

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de  corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una  pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor  recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al  prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra  la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93). 

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y  permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia  de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y  productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre  de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador. 

2.- La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino 

La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando  Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en  el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en  el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y  muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús  nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias  a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e  injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su  Corazón abierto. 

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e  incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho  para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su  Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 32-33;43-44).  Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os  reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de  nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al  haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y  adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad. 

Recomendaciones para esta Cuaresma especial
Recomendaciones para esta Cuaresma especial

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que  fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que  irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es  suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar  atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio  de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224). 

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz  interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental  recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura. 

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del  tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la  esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos  siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).  

3.- La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada  persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza 

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está  angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el  impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la  cooperación y de la comunión. 

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos  podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo  nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de  desarrollo para todos» (FT, 183). 

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve  privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que  tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de  vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al  profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para  que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande  o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.  

Sororidad y solidaridad en pandemia
Sororidad y solidaridad en pandemia

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones  de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan  incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he  redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro  sienta que Dios lo ama como a un hijo. 

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a  percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad,  respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la  sociedad» (FT, 187). 

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y  amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir  nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que  viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente  inagotable es el corazón misericordioso del Padre.  

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos  sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino  hacia la luz pascual.  

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours. Francisco 

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