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"Nos centramos en los obstáculos de la civilización poscristiana y no vemos su potencial”
“El día de Pascua fue extraordinario, casi como si lo sintiera. Su último acto como pontífice fue dar gracias al pueblo de Dios y bajar entre la gente a la Plaza de San Pedro antes de volver a casa y morir, una parábola espectacular. El Papa Francisco siempre decía que el pastor debe tener olor a oveja. Hay una expresión que dice que alguien muere ‘en olor de santidad’. He aquí que murió con olor a oveja. Como si necesitara escuchar al pueblo de Dios una vez más antes de irse”.
El cardenal Michael Czerny, de 78 años y que dirigió dirigió el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, creado por su hermano jesuita Francisco, mantiene muy vivas las imágenes de esa última vuelta a la plaza, del esfuerzo del Papa por saludar a los fieles, de las últimas caricias a los bebés que, como en tantas otras ocasiones en miles de esos trayectos cuadriculados por la icónica plaza, deslizó Jorge Mario Bergoglio.
Un magisterio que, en su opinión, se mantendrá, tal y como reconoce en entrevista con el Corriere della Sera. “Los Papas no se suceden como cambian los presidentes de los Estados. El magisterio de cada Papa es irreversible y al mismo tiempo hay un desarrollo continuo en la sucesión de pontífices. La enseñanza de Francisco permanece”.
Cuando ya los medios recogen las posturas encontradas que surgen entre los 134 cardenales electores de cara al cónclave que podría empezar en torno al 5 o 6 de mayo, el purpurado canadiense de origen checo da el contrapunto. “¿Será un Cónclave dividido?”, le pregunta el periodista. “No”, responde tajante.
“Si mantenemos la mirada fija en Cristo y la misión, no hay peligro de división. Puede haber diferencias de opinión, diferentes puntos de vista, pero estaremos unidos. Somos diferentes, la variedad es una riqueza”, apostilla.
Frente a los profetas de calamidades ante la secularización galopante, el cardenal no teme estar en minoría. Se diría que antes al contrario. “Los europeos estamos confundidos porque llevamos mucho tiempo hablando de la civilización cristiana y ahora vemos que Europa está descristianizada, etc. Nos centramos en los obstáculos de la civilización poscristiana y no vemos su potencial”, afirma.
La tarea, pues es -como ha hecho Francisco- “dar testimonio como samaritanos, responder al clamor de los pobres, al clamor de la tierra. Y seguir las Bienaventuranzas y las palabras de Jesús en vista del juicio final: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo...”. Y sobre eso le gustaría que se hablase en las congregaciones generales de los cardenales.
“El error es precisamente el desánimo, la depresión. Esta cultura debe ser evangelizada pero primero debemos reconocer que tiene hambre y sed del Evangelio. Después de todo, pensar que existe una cultura intrínsecamente cristiana es un error, no es verdad. Todas las culturas necesitan ser evangelizadas”.
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