Emocionante encuentro del Papa con los "hijos de Abraham" en Ur "Nosotros, creyentes, no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión"

"Hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión. Y  nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión"

"Quiero recordar en particular a la  comunidad yazidí, que ha llorado la muerte de muchos hombres y ha visto a miles de mujeres, jóvenes y  niños raptados, vendidos como esclavos y sometidos a violencias físicas y a conversiones forzadas"

"No habrá paz sin pueblos que tiendan la mano a otros pueblos. No habrá paz mientras los demás sean ellos y no parte de un nosotros. No habrá paz mientras las alianzas sean contra alguno, porque las alianzas de unos contra otros  sólo aumentan las divisiones"

"El que sigue los caminos de Dios no puede estar en contra de nadie, sino en favor de todos. No puede justificar ninguna forma de imposición, opresión o prevaricación, no  puede actuar de manera agresiva"

"Hoy rezamos por todos los que han padecido semejantes sufrimientos y por los que todavía se encuentran desaparecidos y secuestrados, para que pronto regresen a sus hogares. Y rezamos para que en todas partes  se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa"

"La paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a  pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad"

"Nos toca a nosotros exhortar con fuerza a los responsables de las naciones para que la creciente proliferación de armas ceda el paso a la distribución  de alimentos para todos"

Tras el histórico encuentro con el ayatolá Al Sistani en Nayaf, Francisco se dirigió a la llanura de Ur, el lugar donde, según la tradición, nació Abraham y donde recibió la promesa de Dios. Un lugar que, como recordó en su discurso a los líderes de las distintas religiones del país, "nos remite a los orígenes, a las fuentes de la obra de Dios, al nacimiento de  nuestras religiones".

"Aquí, donde vivió nuestro padre Abrahán, nos parece que volvemos a casa", explicó el Papa, cerrando un viaje que partió de ahí y que "iba a cambiar la historia".

"Nosotros  somos el fruto de esa llamada y de ese viaje. Dios le pidió a Abrahán que mirara el cielo y contara las  estrellas. En esas estrellas vio la promesa de su descendencia, nos vio a nosotros. Y hoy  nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, junto con los hermanos y las hermanas de otras religiones,  honramos al padre Abrahán del mismo modo que él: miramos al cielo y caminamos en la tierra", explicó.

¿Qué supone ese 'mirar al cielo'? Comprender, afirmó el Papa, "un mensaje de unidad: el Altísimo que está por encima de nosotros nos invita a no separarnos nunca del hermano que  está junto a nosotros". Y es que "el más allá de Dios nos remite al más acá del hermano".

"El hombre no es omnipotente"

Por eso, añadió, "si queremos mantener la fraternidad, no podemos perder de vista el Cielo". Dirigiéndose a los representantes de las distintas religiones, "sentimos que tenemos sobre todo la función de ayudar a nuestros hermanos y  hermanas a elevar la mirada y la oración al Cielo. Todos lo necesitamos, porque no nos bastamos a  nosotros mismos".

El Papa, con los líderes religiosos en Ur
El Papa, con los líderes religiosos en Ur

"El hombre no es omnipotente, por sí solo no puede hacer nada", recalcó Bergoglio, quien advirtió que "si elimina a Dios,  acaba adorando a las cosas mundanas". "Alzamos los ojos al Cielo para  elevarnos de la bajeza de la vanidad; servimos a Dios para salir de la esclavitud del yo, porque Dios nos  impulsa a amar. La verdadera religiosidad es adorar a Dios y amar al prójimo".

Desde Ur, "afirmamos que  Dios es misericordioso y que la ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano", clamó Francisco, quien volvió a reiterar que "hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión. Y  nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión".

Recuerdo emocionado a los yazidís

Más aún: "nos corresponde  a nosotros resolver con claridad los malentendidos. No permitamos que la luz del Cielo se ofusque con las nubes del odio", algo de lo que sabe mucho este país, masacrado por las guerras y el terrorismo del Estado Islámico. En este punto, el Papa quiso "recordar en particular a la  comunidad yazidí, que ha llorado la muerte de muchos hombres y ha visto a miles de mujeres, jóvenes y  niños raptados, vendidos como esclavos y sometidos a violencias físicas y a conversiones forzadas".

"Hoy rezamos por todos los que han padecido semejantes sufrimientos y por los que todavía se encuentran desaparecidos y secuestrados, para que pronto regresen a sus hogares. Y rezamos para que en todas partes  se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa; que son derechos fundamentales, porque hacen  al hombre libre de contemplar el Cielo para el que ha sido creado"

"Hoy rezamos por todos los que han padecido semejantes sufrimientos y por los que todavía se encuentran desaparecidos y secuestrados, para que pronto regresen a sus hogares. Y rezamos para que en todas partes  se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa; que son derechos fundamentales, porque hacen  al hombre libre de contemplar el Cielo para el que ha sido creado", clamó.  

En los lugares que sufrieron de forma más directa la opresión del Estado Islámico, Francisco recordó que "cuando el terrorismo invadió el norte de este querido país, destruyó de manera brutal parte de su  maravilloso patrimonio religioso, incluyendo iglesias, monasterios y lugares de culto de diversas  comunidades". Sin embargo, "incluso en ese momento oscuro brillaron las estrellas", añadió, pensando en "los jóvenes  voluntarios musulmanes de Mosul, que ayudaron a reconstruir iglesias y monasterios, construyendo  amistades fraternas sobre los escombros del odio, y a cristianos y musulmanes que hoy restauran juntos  mezquitas e iglesias".

Dios ama a cada pueblo, a cada uno de sus hijos

"Que el gran patriarca nos ayude a convertir los lugares sagrados de cada uno en oasis de paz  y de encuentro para todos", proclamó el Papa, quien insistió en que "el cielo no se ha cansado de la tierra,  Dios ama a cada pueblo, a cada una de sus hijas y a cada uno de sus hijos. No nos cansemos nunca de  mirar al cielo, de contemplar estas estrellas, las mismas que, en su época, miró nuestro padre Abrahán".

Pero, además de mirar al cielo, hay que caminar sobre la tierra. Como hizo Abraham al salir de Ur. "El suyo fue un camino en salida que comportó sacrificios; tuvo que dejar tierra,  casa y parientes. Pero, renunciando a su familia, se convirtió en padre de una familia de pueblos".

Hoy, sucede algo parecido. "Necesitamos salir de nosotros mismos, porque nos necesitamos unos a otros", apuntó el Santo Padre, recordando que "la pandemia nos ha hecho comprender que «nadie se salva solo»" ese a la "tentación de distanciarnos de los demás", el "sálvese quien pueda", que tan fácil puede transformarse en "todos contra todos".

"En las  tempestades que estamos atravesando no nos salvará el aislamiento, no nos salvará la carrera para reforzar  los armamentos y para construir muros, al contrario, nos hará cada vez más distantes e irritados. No nos  salvará la idolatría del dinero, que encierra a la gente en sí misma y provoca abismos de desigualdad que  hunden a la humanidad. No nos salvará el consumismo, que anestesia la mente y paraliza el corazón"

"En las  tempestades que estamos atravesando no nos salvará el aislamiento, no nos salvará la carrera para reforzar  los armamentos y para construir muros, al contrario, nos hará cada vez más distantes e irritados. No nos  salvará la idolatría del dinero, que encierra a la gente en sí misma y provoca abismos de desigualdad que  hunden a la humanidad. No nos salvará el consumismo, que anestesia la mente y paraliza el corazón", recordó.  

Por ello, es preciso que "rememos juntos en la misma dirección". Por eso, "no es digno que, mientras todos  estamos sufriendo por la crisis pandémica, y especialmente aquí donde los conflictos han causado tanta  miseria, alguno piense ávidamente en su beneficio personal", denunció el Papa, quien recordó que "no habrá paz sin compartir y acoger, sin una  justicia que asegure equidad y promoción para todos, comenzando por los más débiles".

Paz entre todos, sin vencedores ni vencidos

"No habrá paz sin  pueblos que tiendan la mano a otros pueblos. No habrá paz mientras los demás sean ellos y no parte de un nosotros. No habrá paz mientras las alianzas sean contra alguno, porque las alianzas de unos contra otros  sólo aumentan las divisiones", subrayó.

Porque "la paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a  pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad" clamó, instando a la oración "para todo Oriente Medio, pienso en particular en la vecina y martirizada Siria".  

"¿Dónde puede comenzar el camino de la paz?", se preguntó Francisco. "En la renuncia a tener enemigos", porque "quien cree en Dios, no tiene enemigos que combatir". "Mientras algunos buscan más tener  enemigos que ser amigos, mientras tantos buscan el propio beneficio en detrimento de los demás, el que  mira las estrellas de las promesas, el que sigue los caminos de Dios no puede estar en contra de nadie, sino en favor de todos. No puede justificar ninguna forma de imposición, opresión o prevaricación, no  puede actuar de manera agresiva".

¿Es esto posible?, concluyó Bergoglio. "Depende de nosotros, humanidad de hoy, y sobre todo de nosotros, creyentes de cada religión, transformar los instrumentos de odio en instrumentos de paz". "Nos toca a nosotros exhortar con fuerza a  los responsables de las naciones para que la creciente proliferación de armas ceda el paso a la distribución  de alimentos para todos", insistió.

Dar voz al grito de los oprimidos

"Nos corresponde a nosotros acallar los reproches mutuos para dar voz al grito de  los oprimidos y de los descartados del planeta; demasiados carecen de pan, medicinas, educación,  derechos y dignidad", añadió, reclamando "proteger la casa común de nuestras intenciones depredadoras".

"Nos toca a nosotros recordarle al mundo que la vida humana vale por lo que es y no por lo que tiene, y  que la vida de los niños por nacer, ancianos, migrantes, hombres y mujeres de todo color y nacionalidad  siempre son sagradas y cuentan como las de todos los demás", así como "tener la valentía  de levantar los ojos y mirar a las estrellas, las estrellas que vio nuestro padre Abrahán, las estrellas de la  promesa".  

Encuentro interreligioso en Ur

Testimonios del encuentro

Refiriéndose a las testimonios escuchados durante el encuentro, Francisco destacó las palabras de Dawood y Hasan, un cristiano  y un musulmán que, sin dejarse desalentar por las diferencias, estudiaron y trabajaron juntos. "Juntos  construyeron el futuro y se descubrieron hermanos. También nosotros, para seguir adelante, necesitamos  hacer juntos algo bueno y concreto. Este es el camino, sobre todo para los jóvenes, que no pueden ver sus  sueños destruidos por los conflictos del pasado".  

"Las heridas del pasado sólo se pueden sanar con los demás", añadió, señalando el testimonio de la señora Rafah, quien había relatado el ejemplo  heroico de Najy, de la comunidad sabea mandea, que perdió la vida intentando salvar a la familia de su  vecino musulmán. "¡Cuántas personas aquí, en el silencio y la indiferencia del mundo, han emprendido  caminos de fraternidad!", agradeció el Papa, reivindicando la hospitalidad, "rasgo distintivo de estas tierras".

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