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Francisco continúa el ciclo de encuentros con el clero de su diócesis
(Vatican News).- Francisco continúa el ciclo de encuentros con el clero de su diócesis: después de los de 40 años de ordenación, hoy, en la Casa de las Pías Discípulas del Divino Maestro, en la zona portuense, el Pontífice se encontró con sacerdotes de hasta diez años de ordenación. Acogida afectuosa de las religiosas, entre saludos, regalos y bendiciones. A continuación, el diálogo a puerta cerrada con los sacerdotes sobre temas pastorales, que comenzó con una oración a Pablo VI
«¡Bienvenido a nuestra casa, Papa Francisco!». Casi una agresión, pero de las que demuestran afecto sincero al Papa, la de las Hermanas Discípulas del Divino Maestro esta tarde a Francisco, que acababa de bajarse del Fiat 500 L.
En el gran complejo de la congregación, en la zona portuense de Roma, dividido entre zonas de versículos y estructuras diferentes para las cinco comunidades residentes, el Papa llegó esta tarde, hacia las 16.10 horas, para encontrarse con 90 sacerdotes de la diócesis de Roma de hasta diez años de ordenación. Una segunda cita después de la del 14 de mayo con sacerdotes a partir de 40 años de ministerio. La próxima, ya ha sido anunciada por el Vicariato de Roma, será el 11 de junio con el clero «medio» capitolino.
«Gracias, gracias, ¿cuántas novicias tenéis?». Francisco entabló inmediatamente un diálogo con las cinco monjas, italianas y extranjeras (una se encargaba de las fotografías), que le esperaban fuera de la cripta, junto con el vicegerente monseñor Baldo Reina. Fue difícil escuchar el intercambio porque desde dentro ya habían empezado los aplausos atronadores a la vista de la sotana blanca. Todas las monjas, las de la comunidad de más edad en primera fila, muchas en silla de ruedas, junto con las colaboradoras de la estructura, incluidas las de la pequeña redacción interna de la revista bimestral La vita in Cristo e nella Chiesa, algunas acompañadas por sus hijos, estaban alineadas en los bancos dispuestas a saludar al Papa.
Francisco hizo una doble ronda para estrechar la mano de todos, y luego recibió como regalo un globo blanco -como los que estaban colgados fuera, a la entrada de la Casa- de un niño al que luego dio su bendición. Junto con un caramelo. Entregando una cesta, el Pontífice obsequió también a las monjas con dulces. Entre ellas, una que gritó: «Santidad, hoy cumplo 84 años. ¿Me da la bendición?». A una monja anciana que le susurró algo al oído mientras le estrechaba la mano, el Papa le puso la mano en la cabeza.
«Gracias por vuestras palabras», dijo entonces el Papa, mirando al numeroso grupo que se encontraba en la capilla. «Os doy mi saludo y mi bendición. No os canséis de hacer el bien». De las Pías Discípulas, que en febrero celebraron el centenario de la fundación, el Pontífice recibió como regalo una casulla cosida por ellas con el libro sobre la historia de la fundadora.
Subiendo a la iglesia dedicada a Jesús Divino Maestro, el Papa fue recibido por los jóvenes sacerdotes (también con fuertes aplausos), algunos -explicó monseñor Michele Di Tolve, delegado para el cuidado del diaconado, el clero y la vida religiosa- recién ordenados en 2024. Francisco abrió el encuentro con una oración y la lectura del Evangelio del día, luego «viendo que nos ha convocado en el día de la memoria de San Pablo VI», dijo Di Tolve, rezó junto a los sacerdotes con la oración que él, el Papa Montini, «nos entregó». A partir de ahí, el ir y venir a puerta cerrada -como en ocasiones anteriores- sobre temas principalmente pastorales.
El de hoy, como se ha dicho, es el segundo encuentro del Papa con su clero dividido por año de ordenación. En cambio, desde septiembre de 2023 hasta principios de mayo, Jorge Mario Bergoglio ha realizado un recorrido por las distintas prefecturas de Roma para encontrarse con párrocos y prefectos y que le cuenten los desafíos, las dificultades, pero también las bellezas, las gratificaciones y las obras en una diócesis que, como tantas veces ha dicho el Pontífice argentino, se ha convertido también en «territorio de misión». Algo que -y siempre es el Papa quien lo ha repetido en varias ocasiones- a un obispo «siempre le hace mucho bien».
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