"La profecía que nos pide Jesús es precisamente ir contra esa corriente, buscar el silencio" El Papa denuncia el "ruido" de una sociedad que vive "al reclamo de un grito más impactante todavía"

El Papa, con las terciarias capuchinas
El Papa, con las terciarias capuchinas

"Muchas veces nuestros propios modos de vida, están “llenos de ruido”, como nos decía  san Pablo VI en su conocida alocución en Nazaret. Parece que lo más importante es encontrar ese estímulo que consiga llamar la atención del otro, que produzca una respuesta lo más inmediata posible"

"Queridas hermanas, sean profetas de esa escucha, en primer lugar, sintiendo la voz de  Dios, que las llama a amar a todos sin distinción, a amar lo creado como don suyo, a ver en todo  su grandeza, como nos enseña san Francisco en su 'Cántico de las criaturas'"

El día después de la victoria de la ultraderecha italiana, y en un discurso en español, durante la recepción a las terciarias capuchinas con motivo de la celebración de su capítulo general, el Papa "sean profetas de esa escucha, en primer lugar, sintiendo la voz de Dios, que las llama a amar a todos sin distinción, a amar lo creado como don suyo, a ver en todo  su grandeza, como nos enseña san Francisco en su Cántico de las criaturas".

Religiosas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia
Religiosas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia

"Es esa la melodía -prosiguió Francisco- que se impone naturalmente, por ser la esencia propia de todas las cosas. En ella, incluso el dolor, la oscuridad, la muerte, encuentran su sentido, y, también, lo encuentra el hermano en dificultad, el necesitado de perdón, de redención, de una segunda oportunidad, podemos entender las razones del que opina distinto a mí, del que me lleva la contra, e, incluso, de nuestra propia limitación".

Discurso del Santo Padre 

Reverenda Madre General, 

queridas hermanas capitulares: 

Es para mí una alegría poder acogerlas hoy aquí, con motivo de la celebración de su  Capítulo general, el número 23. Agradezco las amables palabras de la Madre General, Blanca  Nidia Bedoya Salazar, que expresan la benevolencia de todas las hermanas terciarias  capuchinas.  

Veo con satisfacción que proceden ustedes de distintos rincones del mundo, es algo  hermoso porque indica que viven realmente un espíritu de acogida y de fraternidad universal,  acorde con su especial relación con la “Sagrada Familia”. Esta actitud, propia del entorno de  familia, han querido expresarla en el lema del capítulo general que gira en torno a dos ideas:  escucha humilde y sinodalidad. Son palabras inspiradoras, que tienen una profunda raíz en la  vida religiosa. Para escuchar hace falta en primer lugar silencio, silencio profundo, silencio  interior.  

Religiosas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia con Francisco
Religiosas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia con Francisco

Muchas veces nuestros propios modos de vida, están “llenos de ruido”, como nos decía  san Pablo VI en su conocida alocución en Nazaret. Parece que lo más importante es encontrar ese estímulo que consiga llamar la atención del otro, que produzca una respuesta lo más inmediata posible. Para muchos, alzar la voz, física o moralmente, se presenta como la solución  para conseguir que la masa ensordecida se decante por su idea u opinión, buscando siempre el  modo de que su señal se oiga más, sea más atractiva o más sorprendente. Con desazón, se suele descubrir que los que así habían sido convocados casi inmediatamente se alejan para acudir al  reclamo de un grito más impactante todavía. Esto embrutece al hombre, coarta su libertad hasta  hacerlo esclavo de aquellos que tienen la capacidad de condicionar esas señales, a través de los  medios de comunicación, la educación, la opinión pública o la política, imponiendo así sus  agendas.  

La profecía que nos pide Jesús es precisamente ir contra esa corriente, buscar el silencio,  apartarnos del mundo, del ruido. Esto nos permitirá poder prestar atención y con paciencia  artesana individuar los distintos sonidos, sopesarlos y distinguirlos

De ese modo, esa algarabía  inicial empezará a tener cuerpo, lo que parecía discordante podrá ser comprendido y ubicado,  tendrá nombre, tendrá rostro. Ninguna nota será demasiado alta o demasiado baja, y ningún  sonido será estridente a nuestros oídos si encuentra la armonía que sólo nuestro silencio puede  darle. Y digo que sólo nuestro silencio puede darle, porque la armonía se encuentra, no se impone.  

La tentación es tener una bella melodía en la cabeza, y rechazar o tratar de acallar lo que  no sea acorde con ella. Pero eso es juzgar al otro, ponerse en lugar de Dios, decidir quién  merece y quién no merece estar ahí. Es una gran soberbia, a la que hay que combatir con la  humildad de nuestro silencio profético. Si soy capaz de escuchar así, podré oír con claridad  todas las voces, comprender su orden, a qué responden, qué quieren decir, y por qué lo dicen de  esa manera, a veces tan desgarrada.  

Queridas hermanas, sean profetas de esa escucha, en primer lugar, sintiendo la voz de  Dios, que las llama a amar a todos sin distinción, a amar lo creado como don suyo, a ver en todo  su grandeza, como nos enseña san Francisco en su Cántico de las criaturas

Queridas hermanas, sean profetas de esa escucha, en primer lugar, sintiendo la voz de  Dios, que las llama a amar a todos sin distinción, a amar lo creado como don suyo, a ver en todo  su grandeza, como nos enseña san Francisco en su Cántico de las criaturas. Es esa la melodía  que se impone naturalmente, por ser la esencia propia de todas las cosas. En ella, incluso el dolor, la oscuridad, la muerte, encuentran su sentido, y, también, lo encuentra el hermano en  dificultad, el necesitado de perdón, de redención, de una segunda oportunidad, podemos  entender las razones del que opina distinto a mí, del que me lleva la contra, e, incluso, de  nuestra propia limitación. 

Y es desde esta silente escucha de Dios y del hombre, que de lo cacofónico podemos  llegar a lo sinfónico. Al “sin” (συν-) de la sinodalidad, o lo que es lo mismo, del caminar juntos  (συν -ὁδος), a ser un coro con un solo corazón y una sola alma, por más que estemos en tiempos  y tesituras distintas. No es una utopía, si realmente nos convencemos de que alzar la voz no es el camino, que el único camino es Jesús. No les escondo que es el camino de la cruz, de la  humildad, de la pobreza, del servicio. Es el camino elegido por san Francisco, y por su venerable fundador, Luis Amigó, que meditaba todos los días la Pasión, invitándolas a abrazar  el estilo de la pequeñez y la mortificación como camino al cielo.  

No es una utopía, si realmente nos convencemos de que alzar la voz no es el camino, que el único camino es Jesús

Si ante ese estruendoso silencio de la Pasión, el mundo viene interpelado como Pilatos, y  puesto delante de la Verdad desnuda, pidamos, con las palabras de san Pablo VI, que el silencio de Nazaret, que cultivó la Sagrada Familia, les enseñe, en su especifica vocación como  religiosas, “el recogimiento y la interioridad, el estar siempre dispuestas a escuchar las buenas  inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros, la necesidad y el valor de una  conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración  personal que sólo Dios ve” (cf. SAN PABLO VI, Alocución en Nazaret, 5.1.1964), de modo que  sean siempre profecía de esa escuela del Evangelio que es para el mundo camino de salvación.  Muchas gracias. 

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