Francisco preside una multitudinaria misa en el aeropuerto N'dolo de Kinshasa El Papa, ante casi dos millones de fieles, aboga por "una gran amnistía del corazón": "No hay cristianismo sin comunidad, no hay paz sin fraternidad"

Una muchedumbre rodea al Papa a la entrada a la misa en Kinshasa
Una muchedumbre rodea al Papa a la entrada a la misa en Kinshasa Vatican Media

"Hermanos, hermanas, estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz. Es una decisión; es hacer sitio en nuestros corazones para todos, es creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas"

"Los cristianos, enviados por Cristo, están llamados, por definición, a ser conciencia de paz en el mundo; no sólo conciencias críticas, sino sobre todo testigos del amor; no pretendientes de sus propios derechos, sino de los del Evangelio, que son la fraternidad, el amor y el perdón; no buscadores de sus propios intereses, sino misioneros del amor apasionado que Dios tiene por cada ser humano"

"El camino es compartir con los pobres. Este es el mejor antídoto contra la tentación de dividirnos y mundanizarnos. Tener el valor de mirar a los pobres y escucharlos, porque son miembros de nuestra comunidad y no extraños a los que hay que eliminar de la vista y de la conciencia"

"No tengan miedo de quitarse el Crucifijo del cuello y de los bolsillos, de tomarlo entre las manos y llevarlo junto al corazón para compartir sus llagas con las de Jesús. Cuando regresen a casa, tomen el Crucifijo que tienen y abrácenlo"

"Para nosotros también existe este riesgo; estar juntos, pero caminar por cuenta propia, buscando en la sociedad, y también en la Iglesia, el poder, la carrera, las ambiciones"

Perdón, comunidad y misión, ejes de la homilía del Papa

Una riada de gente. Hombres, mujeres, niños... Más de un millón, según las autoridades (algunas fuentes hablan de casi dos millones de fieles), se dieron cita en el aeropuerto de Ndolo para la que, seguramente, sea la misa más multitudinaria de este pontificado. El segundo día del Papa Francisco en Congo arrancó con un nuevo baño de multitudes. Porque nadie discute la figura de este Papa que, en su primera homilía en este difícil viaje a África vinculó la fe con la unidad, la paz con el Evnagelio: "No hay cristianismo sin comunidad, no hay paz sin fraternidad".

Decenas de miles de jóvenes rezaron durante toda la noche en el recinto, en una vigilia de oración con tintes festivos. Y es que estuvieron cantando durante horas. Cada vez más, mientras pasaban unos exhaustivos controles de seguridad que buscan impedir un atentado que, a todas luces, sería una masacre. Esta mañana, todo fueron cantos, alegría, escucha, y un claro llamamiento a la paz y la justicia en un país que ha sufrido, y sufre, guerras intestinas desde hace décadas.

"Bandeko, bobóto [Hermanos y hermanas, paz] R/Bondeko [FraternidadBondéko [Fraternidad] R/ Esengo [Alegría] Esengo, alegría: la alegría de verlos y encontrarlos es grande; he anhelado mucho este momento, ¡gracias por estar aquí!", arrancó Francisco su homilía, visiblemente emocionado, después de un traslado en papamóvil por las calles una Kinshasa que estaba despierta para acompañar al 'hombre vestido de blanco'.

El rito zaireño, marcado por las danzas y la música (incluidas las guitarras eléctricas, fusionadas con los tambores tradicionales), y tan alejado de los rigores estéticos de Occidente, hizo de una ceremonia larga algo emocionante. Casi se hizo corta. En primera fila, el presidente, bautizado católico pero converso al protestantismo, junto a su mujer, aplaudía, cantaba y celebraba como uno más. Ese ecumenismo real que puede más que los ritos.

En su homiía, Bergoglio reflexionó por la paz, esa paz "anunciada por los angeles en la noche de belén", que Jesús prometió a los suyos y que, al fin, entregó como saludo ya resucitado. Porque "la paz de Jesús llega con la resurrección, porque antes el Señor tenía que vencer a nuestros enemigos, el pecado y la muerte, y reconciliar al mundo con el Padre; tenía que experimentar nuestra soledad y nuestro abandono, nuestros infiernos, abrazar y salvar las distancias que nos separaban de la vida y de la esperanza. Ahora, terminadas las distancias entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre, la paz de Jesús se da a los discípulos".

Anunciar la Vida entre tanta muerte

Los discípulos del relato estaban "completamente aturdidos por el escándalo de la cruz", heridos "por haber abandonado a Jesús, escapando", decepcionados, temerosos. "En ellos había sentimientos de culpa, frustración, tristeza, miedo. Sin embargo, Jesús anuncia la paz mientras el corazón de los discípulos está lleno de escombros; anuncia la vida mientras ellos sienten dentro la muerte".

Esto mismo ocurre, también hoy, también en Congo. "El Señor nos asombra, nos tiende la mano cuando estamos a punto de hundirnos, nos levanta cuando tocamos fondo", explicó, llamando a los cristianos a la responsabilidad. "Con Jesús el mal nunca prevalece, nunca tiene la última palabra", aseguró, porque "Cristo es nuestra paz y su paz triunfa".

Perdón, comunidad y misión

"Por eso, los que pertenecemos a Jesús no podemos dejar que prevalezca en nosotros la tristeza, no podemos permitir que crezca la resignación y el fatalismo. Si a nuestro alrededor se respira este clima, que no sea así para nosotros. En un mundo abatido por la violencia y la guerra, los cristianos hacen como Jesús. Él, casi insistiendo, repitió a los discípulos: ¡La paz esté con ustedes! (cf. Jn 20,19.21); y nosotros estamos llamados a hacer nuestro y proclamar al mundo este anuncio profético e inesperado de la paz", clamó Francisco, quien se preguntó "¿cómo conservar y cultivar la paz de Jesús?". Con tres claves: el perdón, la comunidad y la misión.

Respecto al perdón, Francisco aclaró: "Antes de dar a los apóstoles el poder de perdonar, los perdona; no con palabras, sino con un gesto, el primero que el Resucitado realiza ante ellos". Esto es: "les muestra las llagas, se las ofrece, porque el perdón nace de las heridas. Nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus debilidades".

Entonces, "las fragilidades se convierten en oportunidades y el perdón en el camino hacia la paz". Una paz que no está reñida con la justicia, porque "no se trata de dejarlo todo atrás como si nada hubiera sucedido, sino de abrir a los demás con amor el corazón. Esto es lo que hace Jesús (...). No usa muchas palabras, sino que abre de par en par su corazón herido, para decirnos que Él está siempre herido de amor por nosotros".

"Cuando la culpa y la tristeza nos oprimen, cuando las cosas no van bien, sabemos dónde mirar: a las llagas de Jesús, dispuesto a perdonarnos con su amor herido e infinito", insistió Bergoglio. Porque "Él conoce tus heridas, conoce las heridas de tu país, de tu gente, de tu tierra. Son heridas que queman, continuamente infectadas por el odio y la violencia, mientras que la medicina de la justicia y el bálsamo de la esperanza parecen no llegar nunca".

Perdón para darnos la paz

"Hermano, hermana, Jesús sufre contigo, ve las heridas que llevas dentro y desea consolarte y sanarte, ofreciéndote su Corazón herido", proclamó el Papa. "Juntos, hoy creemos que con Jesús siempre tenemos la posibilidad de ser perdonados y volver a empezar, y también la fuerza para perdonarnos a nosotros mismos, a los demás y a la historia".

"Esto es lo que Cristo desea: ungirnos con su perdón para darnos la paz y el valor de poder también nosotros perdonar; el valor de realizar una gran amnistía del corazón", insistió. "¡Cuánto bien nos hace limpiar nuestros corazones de la ira, de los remordimientos, de todo resentimiento y envidia!", clamó.

"Que sea el momento oportuno para ti, que en este país te dices cristiano, pero cometes actos de violencia; a ti el Señor te dice: “Deja las armas, abraza la misericordia”

"Que sea el momento oportuno para ti, que en este país te dices cristiano, pero cometes actos de violencia; a ti el Señor te dice: “Deja las armas, abraza la misericordia”. Y a todos los lastimados y oprimidos de este pueblo les dice: “No teman poner sus heridas en las mías, sus llagas en mis llagas”. Hagámoslo, hermanos y hermanas. No tengan miedo de quitarse el Crucifijo del cuello y de los bolsillos, de tomarlo entre las manos y llevarlo junto al corazón para compartir sus llagas con las de Jesús", pidió el Papa. "Cuando regresen a casa, tomen el Crucifijo que tienen y abrácenlo. Démosle a Cristo la oportunidad de sanar nuestros corazones; pongamos en Él el pasado, todos los miedos y ansiedades".

La segunda palabra es "comunidad". Y es que "Jesús resucitado no se dirige a los discípulos individualmente, sino que se reúne con ellos; les habla en plural, y a la primera comunidad le entrega su paz". Porque, aclaró, "no hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad".

Los cristianos, enviados por Cristo, están llamados, por definición, a ser conciencia de paz en el mundo; no sólo conciencias críticas, sino sobre todo testigos del amor; no pretendientes de sus propios derechos, sino de los del Evangelio, que son la fraternidad, el amor y el perdón; no buscadores de sus propios intereses, sino misioneros del amor apasionado que Dios tiene por cada ser humano

"¿Hacia dónde ir para encontrar la paz?", se preguntó. "Volvamos a mirar a los discípulos. Antes de la Pascua, seguían a Jesús, pero pensaban de forma demasiado humana: esperaban un Mesías conquistador que expulsara a sus enemigos, que hiciera prodigios y milagros, que aumentara su prestigio y su éxito. Pero estos deseos mundanos los dejaron con las manos vacías; es más, le quitaron paz a la comunidad, suscitando discusiones y oposición".

Francisco advirtió de este riesgo: "estar juntos, pero caminar por cuenta propia, buscando en la sociedad, y también en la Iglesia, el poder, la carrera, las ambiciones", y, así, "en vez de seguir al Dios verdadero, seguimos al propio yo, y terminamos como aquellos discípulos: encerrados en casa, vacíos de esperanza y llenos de miedo y decepción".

"Hermanos, hermanas, el peligro que tenemos es seguir el espíritu del mundo en lugar del espíritu de Cristo", señaló. "¿Y cuál es el camino para no caer en las trampas del poder y del dinero, para no ceder a las divisiones, a las seducciones del carrerismo que corroen a la comunidad; a las falsas ilusiones del placer y de la brujería que llevan a encerrarse en sí mismos?", se preguntó.

Decidamos ser testigos de perdón, protagonistas en la comunidad, personas en misión de paz en el mundo

Compartir con los pobres

"El camino es compartir con los pobres. Este es el mejor antídoto contra la tentación de dividirnos y mundanizarnos", insistió. "Tener el valor de mirar a los pobres y escucharlos, porque son miembros de nuestra comunidad y no extraños a los que hay que eliminar de la vista y de la conciencia. Abrir el corazón a los demás, en lugar de concentrarlo en los propios problemas o vanidades personales".

"Recomencemos desde los pobres y descubriremos que todos compartimos la pobreza interior; que todos necesitamos el Espíritu de Dios para liberarnos del espíritu del mundo; que la humildad es la grandeza del cristiano y la fraternidad su verdadera riqueza", incidió.

Perdón, comunidad y misión, ejes de la homilía del Papa
Perdón, comunidad y misión, ejes de la homilía del Papa

Finalmente, "la misión". "Hermanos, hermanas, estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz. Es una decisión; es hacer sitio en nuestros corazones para todos, es creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo", recalcó.

"Es creer que los cristianos estamos llamados a colaborar con todos, a romper el ciclo de la violencia, a desmantelar las tramas del odio", apuntó. "Sí, los cristianos, enviados por Cristo, están llamados, por definición, a ser conciencia de paz en el mundo; no sólo conciencias críticas, sino sobre todo testigos del amor; no pretendientes de sus propios derechos, sino de los del Evangelio, que son la fraternidad, el amor y el perdón; no buscadores de sus propios intereses, sino misioneros del amor apasionado que Dios tiene por cada ser humano", finalizó Francisco, clamando por que "decidamos ser testigos de perdón, protagonistas en la comunidad, personas en misión de paz en el mundo".

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