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El Papa recuerda a Doctrina de la Fe que "su misión no sólo es defender sino también promover la fe"
"Dignidad, discernimiento y fe". Estas fueron las palabras claves del discurso que el Papa Francisco dirigió a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ante un dicasterio que algunos consideran en descomposición, y con posibles cambios a corto plazo, Bergoglio reivindicó las reformas llevadas a cabo en materia de nulidades matrimoniales y en la lucha contra el flagelo de la pederastia.
Y un aviso a los que todavía creen que la Doctrina de la Fe sigue siendo el Santo Oficio: "Su Congregación está llamada no sólo a defender sino también a promover la fe", subrayó el Papa.
Evocando el primero de los términos, dignidad, Francisco sostuvo, echando mano de Fratelli Tutti, que "si la fraternidad es el destino que el Creador ha diseñado para el viaje de la humanidad, el camino principal sigue siendo el del reconocimiento de la dignidad de cada persona humana".
Algo no siempre fácil de llevar a cabo "en nuestra época, marcada por tantas tensiones sociales, políticas e incluso sanitarias", donde "crece la tentación de considerar al otro como un extraño o un enemigo, negándole su verdadera dignidad".
Por eso, subrayó el Papa, "especialmente en este momento, estamos llamados a recordar, "en toda ocasión oportuna y propicia" (2 Tim 4,2), y siguiendo fielmente una enseñanza eclesial bimilenaria, que la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y es válida desde el momento de su concepción hasta su muerte natural". Una dignidad, "requisito inalienable para la protección de la existencia personal y social, y también la condición necesaria para que se realice la fraternidad y la amistad social entre todos los pueblos de la tierra".
En segundo lugar, "discernimiento". "En los tiempos cambiantes que atravesamos -apuntó Francisco-, mientras que por un lado los creyentes se enfrentan a cuestiones nuevas y complejas, por otro lado hay una necesidad creciente de espiritualidad que no siempre encuentra su punto de referencia en el Evangelio", no resulta "infrecuente que se trate de supuestos fenómenos sobrenaturales, de los que hay que dar al pueblo de Dios indicaciones seguras y sólidas".
Para Francisco, "el ejercicio del discernimiento encuentra entonces una aplicación necesaria en la lucha contra los abusos de todo tipo". En este sentido, reivindicó que "la Iglesia, con la ayuda de Dios, prosigue con determinación su compromiso de hacer justicia a las víctimas de abusos por parte de sus miembros, aplicando con especial cuidado y rigor la legislación canónica prevista".
Así, recordó que "he actualizado recientemente las Normas sobre los delitos reservados a la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el deseo de hacer más incisiva la acción judicial". Porque, recordó, "la acción judicial no puede bastar por sí sola para frenar el fenómeno, pero es un paso necesario para restablecer la justicia, reparar el escándalo y enmendar al delincuente".
El Papa también quiso subrayar las nuevas normas que abogan por "la disolución del vínculo matrimonial in favorem fidei". Y lo explicó: "Cuando, en virtud de la potestad petrina, la Iglesia concede la disolución de un vínculo matrimonial no sacramental, no se trata sólo de poner fin canónicamente a un matrimonio, que ya ha fracasado de hecho, sino que, en realidad, mediante este acto eminentemente pastoral pretendo siempre fomentar la fe católica -¡in favorem fidei! - en la nueva unión y en la familia, de la que este nuevo matrimonio será el núcleo". Quien tenga oídos...
Finalmente, la fe. "Su Congregación está llamada no sólo a defender sino también a promover la fe. Sin la fe, la presencia de los creyentes en el mundo se reduciría a la de una agencia humanitaria. La fe debe estar en el centro de la vida y la acción de todo bautizado".
"Y no una fe genérica o vaga, como el vino aguado que pierde su valor; sino genuina, directa", recordó, instando a no olvidar que "una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos cuestiona es una fe sobre la que debemos cuestionarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe ser animada; una fe que no nos conmociona es una fe que debe ser conmocionada".
"No nos conformemos con una fe tibia y habitual. Cooperemos con el Espíritu Santo y entre nosotros para que el fuego que Jesús vino a traer al mundo siga ardiendo e inflamando los corazones de todos", finalizó.
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