"Esta es la verdad que Jesús nos invita a descubrir, que Jesús quiere revelar a todos, a esta tierra de Mongolia: para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos. Sólo el amor apaga la sed de nuestro corazón, sólo el amor cura nuestras heridas, sólo el amor nos da la verdadera alegría. Y este es el camino que Jesús nos ha enseñado y ha abierto para nosotros"

El Papa llama a los católicos de Mongolia a "luchar contra los egoísmos personales y mundanos, atreverse a vivir fraternalmente"

"No estamos solos (...); el grito de nuestra sed no permanece sin respuesta"

"Si pensamos que para apagar la sed de la aridez de nuestra vida sean suficientes el éxito, el poder, las cosas materiales, esta es una mentalidad mundana, que no lleva a nada bueno, sino que además nos deja más secos que antes"

Eucaristía en el Steppe Arena de Ulán-Bator, ante la práctica totalidad de la Iglesia de Mongolia. No es usual poder dirigirte a 'todos, todos, todos', como pretende, desde hace más de una década, el Papa Francisco. Pero este domingo pudo hacerlo, casi literalmente. En una vibrante homilía, Francisco quiso dejar claro desde el principio que, pese a la pobreza numérica, "en nuestro camino no estamos solos (...); el grito de nuestra sed no permanece sin respuesta".

Una lectora, en la misa de Ulán-Bator
Una lectora, en la misa de Ulán-Bator captura de pantalla

"La sed que nos habita y el amor que apaga la sed", fueron los ejes de las palabras del Papa, partiendo de las lecturas del día. "Ante todo, estamos llamados a reconocer la sed que nos habita", algo que suena de modo particular en Mongolia, "un territorio inmenso, rico de historia y de cultura, pero marcado también por la aridez de la estepa y del desierto".

Una sed inextingible de felicidad

"Todos somos nómadas de Dios, peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor", proclamó Francisco. Y es que el desierto del salmista es "nuestra vida; somos nosotros esa tierra árida que tiene sed de un agua límpida, un agua que apaga la sed profundamente".

Católicos chinos, con el Papa
Católicos chinos, con el Papa captura de pantalla

"Es nuestro corazón el que desea descubrir el secreto de la verdadera alegría, la que incluso en medio de las sequedades existenciales, puede acompañarnos y sostenernos", clamó el Papa, quien invitó a reconocer que "arrastramos una sed inextinguible de felicidad, buscamos un significado y un sentido para nuestra vida, una motivación para las actividades que llevamos a cabo cada día; y sobre todo estamos sedientos de amor, porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed, nos hace estar bien, nos abre a la confianza haciéndonos saborear la belleza de la vida".

"Queridos hermanos y hermanas, la fe cristiana responde a esta sed; la toma en serio; no la descarta, no intenta aplacarla con paliativos o sustitutos. Porque en esta sed está nuestro gran misterio; esta sed nos abre al Dios vivo, al Dios amor que viene a nuestro encuentro para hacernos hijos suyos y hermanos y hermanas entre nosotros", incidió.

Francisco, en la misa
Francisco, en la misa captura de pantalla

Y, tras la sed, el amor que la apaga. "Este es el contenido de la fe cristiana: Dios, que es amor, en su Hijo Jesús se ha hecho cercano a ti, desea compartir tu vida, tus trabajos, tus sueños, tu sed de felicidad", explicó Bergoglio. Aunque, admitió Francisco, "a veces nos sentimos como una tierra sedienta, reseca y sin agua, pero también es verdad que Dios se hace cargo de nosotros y nos ofrece el agua límpida que apaga la sed, el agua viva del Espíritu que, brotando en nosotros, nos renueva y nos libra del peligro de la sequedad. Esta agua nos la da Jesús".

"Si tantas veces en nuestra vida experimentamos el desierto, la soledad, el cansancio, la esterilidad, no debemos olvidar (que) Dios se ha compadecido de nosotros, y nos ha abierto un camino en el desierto"

"Si tantas veces en nuestra vida experimentamos el desierto, la soledad, el cansancio, la esterilidad, no debemos olvidar (que) Dios se ha compadecido de nosotros, y nos ha abierto un camino en el desierto", auguró el pontífice.

"En el desierto de la vida, en el trabajo de ser una comunidad pequeña, el Señor no nos hace faltar el agua de su Palabra, especialmente a través de los predicadores y los misioneros que, ungidos por el Espíritu Santo, siembran su belleza", apuntó, recordando el trabajo de tantos evangelizadores en esta y otras tierras. "Y la Palabra siempre nos lleva a lo esencial de la fe: dejarnos amar por Dios para hacer de nuestra vida una ofrenda de amor. Porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed".

Católicos mongoles en la misa con el Papa
Católicos mongoles en la misa con el Papa captura de pantalla

Pedro reacciona, los riesgos del poder

Cualquier pueda tener miedo, negarse, como hizo el mismo Pedro en el Evangelio de hoy. "Él no acepta el hecho de que Jesús tenga que sufrir, ser acusado por los jefes del pueblo, pasar por la pasión para después morir en la cruz", evocó Francisco. "Pedro reacciona, protesta, quisiera convencer a Jesús de que se equivoca, porque según él —y a menudo también nosotros pensamos así— el Mesías no puede acabar derrotado, y de ningún modo puede morir crucificado, como un delincuente abandonado por Dios", explicó.

"Pero el Señor reprende a Pedro, porque su modo de pensar es “el de los hombres” y no el de Dios". Y es que, añadió, "si pensamos que para apagar la sed de la aridez de nuestra vida sean suficientes el éxito, el poder, las cosas materiales, esta es una mentalidad mundana, que no lleva a nada bueno, sino que además nos deja más secos que antes".

La pequeña comunidad católica de Mongolia
La pequeña comunidad católica de Mongolia captura de pantalla

Jesús, en cambio, nos enseña el camino: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará". Porque, concluyó Francisco, "este es el mejor camino de todos: abrazar la cruz de Cristo".

Perder y ganar la vida

"En el corazón del cristianismo se encuentra esta noticia desconcertante y extraordinaria: cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces generosamente, cuando la arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente, derrama dentro de ti una alegría que no pasa, una paz en el corazón, una fuerza interior que te sostiene", incidió.

Altar de la misa en Ulán-Bator
Altar de la misa en Ulán-Bator captura de pantalla

"Esta es la verdad que Jesús nos invita a descubrir, que Jesús quiere revelar a todos, a esta tierra de Mongolia: para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos. Sólo el amor apaga la sed de nuestro corazón, sólo el amor cura nuestras heridas, sólo el amor nos da la verdadera alegría. Y este es el camino que Jesús nos ha enseñado y ha abierto para nosotros", recalcó, invitando a "transitar por el camino del amor".

"Incluso cuando amar conlleve negarse a sí mismos, luchar contra los egoísmos personales y mundanos, atreverse a vivir fraternalmente. Porque si es verdad que todo esto cuesta esfuerzo y sacrificio, y a veces implique tener que subir a la cruz, no es menos cierto que cuando perdemos la vida por el Evangelio, el Señor nos la da en abundancia, llena de amor y alegría, para la eternidad", finalizó.

Volver arriba