Carta del Papa con motivo de la I Jornada Mundial de los niños, 25 y 26 de mayo "Queridas niñas y queridos niños (...): sois la alegría de la humanidad y de la Iglesia"

Francisco, rodeado de los niños del campamento de verano
Francisco, rodeado de los niños del campamento de verano Vatican Media

"Ustedes nos recuerdan que todos somos hijos y hermanos, y que nadie  puede existir sin alguien que lo traiga al mundo, ni crecer sin tener otras personas para amar y sentirse  amado"

"Les aconsejo que escuchen siempre con atención los relatos de los mayores: de sus mamás y de sus papás, de sus  abuelos y de sus bisabuelos. Y al mismo tiempo no olviden a cuántos de entre ustedes que, aun siendo  tan pequeños, ya están luchando contra enfermedades y dificultades, en el hospital o en su casa, a  quienes son víctimas de la guerra y de la violencia, a quienes sufren el hambre y la sed, a quienes  viven en la calle, a quienes se ven obligados a ser soldados o a huir como refugiados, separados de  sus padres, a quienes no pueden ir a la escuela, a quienes son víctimas de bandas criminales, de las  drogas o de otras formas de esclavitud y de abusos"

"Quiero confiarles un secreto importante: para ser realmente felices es necesario rezar,  rezar mucho, todos los días, porque la oración nos conecta directamente con Dios, nos llena el corazón  de luz y de calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad"

Queridas niñas y queridos niños: 

Se acerca su primera Jornada Mundial, que será en Roma los días 25 y 26 del próximo mes  de mayo. Por eso me pareció bien enviarles un mensaje. Me alegra que puedan recibirlo y agradezco  a todos los que trabajarán para que esto sea posible. 

Lo dirijo ante todo a cada uno de ustedes personalmente, a ti querida niña, a ti querido niño,  porque «eres valioso» a los ojos de Dios (Is 43,4), como nos lo enseña la Biblia y como Jesús lo  demostró tantas veces. 

Campaña en defensa del Papa: Yo con Francisco

Al mismo tiempo este mensaje lo envío a todos, porque todos ustedes son importantes, y  porque juntos —los que están cerca y los que están lejos— manifiestan el deseo de cada uno de  nosotros de crecer y renovarse. Ustedes nos recuerdan que todos somos hijos y hermanos, y que nadie  puede existir sin alguien que lo traiga al mundo, ni crecer sin tener otras personas para amar y sentirse  amado (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 95).  

Jesús y los niños
Jesús y los niños

De este modo, todos ustedes, niñas y niños, que son la alegría de sus padres y de sus familias,  son también la alegría de la humanidad y de la Iglesia, donde cada uno es como un eslabón de una larguísima cadena, que se extiende del pasado al futuro y que cubre toda la tierra. Por eso les aconsejo que escuchen siempre con atención los relatos de los mayores: de sus mamás y de sus papás, de sus  abuelos y de sus bisabuelos. Y al mismo tiempo no olviden a cuántos de entre ustedes que, aun siendo  tan pequeños, ya están luchando contra enfermedades y dificultades, en el hospital o en su casa, a  quienes son víctimas de la guerra y de la violencia, a quienes sufren el hambre y la sed, a quienes  viven en la calle, a quienes se ven obligados a ser soldados o a huir como refugiados, separados de  sus padres, a quienes no pueden ir a la escuela, a quienes son víctimas de bandas criminales, de las  drogas o de otras formas de esclavitud y de abusos.

Niños a los que se les roba la infancia cruelmente

En definitiva, a todos esos niños a los que todavía  hoy se les roba la infancia cruelmente. Escúchenlos, o mejor aún, escuchémoslos, porque con su  sufrimiento, con los ojos purificados por las lágrimas y con el constante deseo de bien que nace del  corazón de quien ha visto verdaderamente qué terrible es el mal, nos hablan de la realidad.  

Los menores, principales víctimas de los abusos
Los menores, principales víctimas de los abusos Kostiantyn Li

Mis pequeños amigos, para renovarnos a nosotros mismos y al mundo, no es suficiente con  que estemos unidos entre nosotros: es necesario que estemos unidos con Jesús. Él nos infunde mucho  valor, porque está siempre a nuestro lado, su Espíritu nos precede y nos acompaña en los caminos del  mundo. Jesús nos dice: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5); estas son las palabras que elegí  como tema para la primera Jornada Mundial. Estas palabras nos invitan a ser ágiles como niños para  comprender las novedades que el Espíritu suscita en nosotros y a nuestro alrededor. Con Jesús  podemos soñar una humanidad nueva y comprometernos por una sociedad más fraterna y atenta a  nuestra casa común, comenzando por las cosas sencillas, como saludar a los demás, pedir permiso,  pedir disculpas, decir gracias. El mundo se transforma, ante todo, por medio de las cosas pequeñas,  sin avergonzarse de dar sólo pasos pequeños. Es más, nuestra pequeñez nos recuerda que somos  frágiles y que necesitamos los unos de los otros, como miembros de un único cuerpo (cf. Rm 12,5; 1  Co 12,26). 

Queridas niñas y queridos niños, no podemos llegar a ser felices en solitario,  porque la felicidad crece en la medida en que se comparte; pues nace con la gratitud por los dones  que hemos recibido y que a su vez compartimos con los demás

"Nosotros somos el regalo de Dios"

Y hay algo más. Queridas niñas y queridos niños, no podemos llegar a ser felices en solitario,  porque la felicidad crece en la medida en que se comparte; pues nace con la gratitud por los dones  que hemos recibido y que a su vez compartimos con los demás. Cuando aquello que hemos recibido  lo guardamos sólo para nosotros, o incluso hacemos berrinches para conseguir este o aquel regalo, en  realidad nos olvidamos de que el don más grande somos nosotros mismos, los unos para los otros;  nosotros somos el “regalo de Dios”. Los otros dones sirven, sí, pero en la medida en que nos ayudan  a estar juntos; si no los usamos para eso estaremos siempre insatisfechos y nunca nos serán  suficientes.  

Una niña de la diócesis de Bari abraza al papa Francisco
Una niña de la diócesis de Bari abraza al papa Francisco Vatican Media

En cambio, si estamos juntos todo es diferente. Piensen en sus amigos; qué hermoso es estar  con ellos, en casa, en la escuela, en la parroquia, en el oratorio, en todas partes; jugar, cantar, descubrir  cosas nuevas, divertirse, todos juntos, sin dejar atrás a nadie. La amistad es hermosísima y sólo crece  así, compartiendo y perdonando, con paciencia, valentía, creatividad e imaginación, sin miedo y sin  prejuicios. 

Y ahora quiero confiarles un secreto importante: para ser realmente felices es necesario rezar,  rezar mucho, todos los días, porque la oración nos conecta directamente con Dios, nos llena el corazón  de luz y de calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad. También Jesús rezaba siempre  al Padre. ¿Y saben cómo lo llamaba? En su lengua le decía sencillamente Abba, que significa Papá (cf. Mc 14,36). Llamémoslo así también nosotros y lo sentiremos siempre cercano. Nos lo prometió  el mismo Jesús, cuando nos dijo: «Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente  en medio de ellos» (Mt 18,20). 

Queridas niñas y queridos niños, saben que en mayo me encontraré en Roma con muchos de  ustedes, que vendrán en gran número de todo el mundo. Y entonces, para prepararnos bien, rezando,  les propongo que usemos las mismas palabras que Jesús nos ha enseñado: el Padrenuestro. Recítenlo  todas las mañanas y todas las tardes, y también en familia, con sus padres, hermanos, hermanas y  abuelos. Pero no como una fórmula, no, sino pensando en las palabras que Jesús nos ha enseñado.  Jesús nos llama y desea que, con Él, seamos protagonistas de esta Jornada Mundial, como  constructores de un mundo nuevo, más humano, justo y pacífico. 

El Papa y un niño enfermo
El Papa y un niño enfermo

Él, que se ofreció en la cruz para reunirnos a todos en el amor; Él, que venció la muerte y nos  reconcilió con el Padre, quiere continuar su obra en la Iglesia por medio de nosotros. Piensen en esto,  especialmente quienes se están preparando para recibir la Primera Comunión.  

Queridos amigos, Dios, que nos ama desde siempre (cf. Jr 1,5), tiene para nosotros la mirada  del papá más amoroso y de la mamá más tierna. Él no se olvida nunca de nosotros (cf. Is 49,15) y  cada día nos acompaña y nos renueva con su Espíritu. 

Junto con María Santísima y san José recemos con estas palabras: 

Ven, Espíritu Santo, 

muéstranos tu belleza 

que se refleja en los rostros 

de las niñas y los niños de la tierra. 

Ven, Jesús, 

que haces nuevas todas las cosas, 

que eres el camino que nos conduce al Padre, 

ven y quédate con nosotros. 

Amén. 

Roma, San Juan de Letrán, 2 de marzo de 2024 

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