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"Sigamos creciendo juntos en la fraternidad, como semillas de paz en un mundo tristemente asolado por tantas guerras"
"He venido a esta peregrinación con gran expectativa, con el deseo de encontrarme con ustedes y de conocerlos, y ahora agradezco a Dios por ustedes; porque, por medio de ustedes, Él se complace en realizar cosas grandes en la pequeñez". Al término de la Eucaristía, y tras las palabras del cardenal Marengo, Francisco quiso bendecir, y agradecer, el cariño recibido por el pueblo mongol. Con un 'gracias' que el lengua mongola deriva del verbo 'alegrarse'. Y es que el Papa se alegró, y mucho, con este duro (e informativamente opacado) viaje a la tierra de Gengis Khan.
El Papa cogió de las manos al obispo emérito de Hong-Kong y al titular, y aprovechó para "mandar un cariñoso saludo al querido y noble pueblo chino. A todo el pueblo le deseo lo mejor: seguid adelante. A los católicos de China les pido ser buenos cristianos y buenos ciudadanos. A todos lo mejor, muchas gracias. Un jesuita y un salesiano", improvisó el Pontífice.
"Gracias, porque son buenos cristianos y ciudadanos honestos. Sigan adelante, con mansedumbre y sin miedo, sintiendo la cercanía y el aliento de toda la Iglesia, y sobre todo la mirada tierna del Señor, que no se olvida de nadie y mira con amor a cada uno de sus hijos", comenzó el Papa, quien quiso saludar a "todos los amigos que han venido de diferentes países, en particular de distintas regiones del inmenso continente asiático, en el que me siento honrado de estar y que abrazo con gran estima".
El Papa extendió su agradecimiento a "significativas delegaciones del gobierno han estado presentes en cada evento", especialmente al presidente del país, así como a "los hermanos y hermanas de otras confesiones cristianas y religiones", a quienes pidió un compromiso común: "Sigamos creciendo juntos en la fraternidad, como semillas de paz en un mundo tristemente asolado por tantas guerras y conflictos".
El Papa también quiso "dedicar un recuerdo agradecido a todos aquellos que han trabajado, tanto y desde hace tanto tiempo, para hacer hermoso y posible este viaje, y a cuantos lo han preparado con la oración". "Mi “gracias” está en sintonía con esta maravillosa intuición de la lengua local, porque está lleno de alegría. Es un “gracias” grande a ti, pueblo mongol, por el don de la amistad que he recibido en estos días, por tu auténtica capacidad de valorar también los aspectos más sencillos de la vida, de custodiar con sabiduría las relaciones y las tradiciones, de cultivar la cotidianidad con cuidado y atención".
Francisco tuvo un recuerdo especial al jesuita Pierre Teilhard de Chardin, un sacerdote "a menudo incomprendido", y su oración "elevada a Dios hace exactamente cien años, en el desierto de Ordos, no muy lejos de aquí":
«Me prosterno, Dios mío, ante tu Presencia en el Universo, que se ha hecho ardiente, y en los rasgos de todo lo que encuentre, y de todo lo que me suceda, y de todo lo que realice en el día de hoy, te deseo y te espero».
El padre Teilhard, recordó Francisco, "trabajaba en investigaciones geológicas" y, aunque "deseaba ardientemente celebrar la Santa Misa, no tenía consigo ni pan ni vino". Fue entonces cuando compuso su “Misa sobre el mundo”, expresando su ofrenda de este modo: «Recibe, Señor, esta Hostia total que la Creación, atraída por Ti, te presenta en esta nueva aurora».
"Este sacerdote, a menudo incomprendido, había intuido que «la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo» y que es «el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable», incluso en un tiempo de tensiones y de guerras como el nuestro", finalizó el Papa, quien pidió que "recemos hoy, por tanto, con las palabras del padre Teilhard: «Verbo resplandeciente, Potencia ardiente, Tú que amasas lo múltiple para infundirle tu vida, abate sobre nosotros, te lo ruego, tus manos poderosas, tus manos previsoras, tus manos omnipresentes»".
"Hermanos y hermanas de Mongolia, gracias por su testimonio, bayarlalaa! [¡gracias!]. Que Dios los bendiga. Están en mi corazón y permanecen en él. Acuérdense de mí, por favor, en sus oraciones y en sus pensamientos", finalizó, ante el aplauso de toda la comunidad mongola.
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