Soñé que te amaba en sueño profundo,  como el agua que se escapa entre los dedos,  como el pájaro que vuela entre las manos, ❤️ Padre ¡Me diste la vida para soñar! ¡Cómo te ama Dios! (Con Francisco de Asis y los pobres de la tierra.

Abre los ojos y contempla: muchos han caído y yacen en el camino

Pero tú, cuando has caído, con Él te has levantado.

❤️ Padre  ¡Me diste la vida para soñar!  ¡Cómo te ama Dios! (Con Francisco de Asis y los pobres de la tierra.
❤️ Padre ¡Me diste la vida para soñar! ¡Cómo te ama Dios! (Con Francisco de Asis y los pobres de la tierra. Alfonso Olaz

Clamor de tierra y cielo, 
¡Me diste la vida para soñar!

Soñé que te amaba en sueño profundo, 
como el agua que se escapa entre los dedos, 
como el pájaro que vuela entre las manos, 
libre y frágil a la vez. 

Soñé que pintaba tu rostro 
mientras tú me cantabas 
la canción antigua de los humildes. 

Soñé que sonreías,
que tu alegría era un río desbordado, 
y que escuchabas mi grito ahogado: 
«¿Por qué el hombre prefiere el odio y se destruye 
en guerras que no son tuyas, 
en fronteras que tú no dibujaste?». 

Y tú me respondiste con voz de quietud y de tormenta: 
«Ya saben lo que tienen que hacer. 
Que sean sencillos. Que sean agua que da vida, 
pájaro que canta sin dueño. 

Que sean hombres y mujeres 
que pinten cada día el arcoíris 
sobre el lodo de la historia. 
Que no esperen recompensa: 
que sean artesanos de la paz, 
tejedores del bien 
en este mundo desgarrado». 

Y al despertar, 
para que el sueño no se lo llevara el viento de lo cotidiano, 
lo eché a andar. 
Lo encarné. 
Hice del camino tu respuesta. 
Y cuando me preguntaron de ti, 
no hablé de doctrinas ni de templos: 
hablé de este sueño urgente. 

Y supe, por fin, 
Que tú estás conmigo
que no se trata de soñar solo, 

sino de vivir despierto. 
Y que la vida 
—esta vida, herida y sagrada— 
es el único lienzo 
donde pintamos, 
con huesos y con esperanza, 
el arcoíris. 

(Il) ¡Cómo te ama Dios!

No a fondo perdido,
sino hasta el fondo, encarnándose en tu camino,
haciéndose uno contigo en el gozo y en la prueba,
en la alegría radiante y en el lamento humilde de tu pobreza.

Cuando eras pequeño,
Él te sostenía con ternura para que no tropezaras.
¡Hoy, con humildad que conmueve el cielo,
te pide que tú lo sostengas en cada hermano que sufre,
para que su Reino no se caiga!

Cuando marchabas por sendas oscuras,
El fue tu compañero fiel en la noche,
y con misericordia te sacó del callejón de la muerte.

Abre los ojos y contempla: muchos han caído y yacen en el camino.
Pero tú, cuando has caído, con Él te has levantado.
¡Esa es su Gracia!
¡Es la mano fiel que nunca abandona!

¡Si tan solo pudieras sentir cuánto nos ama!

Estuvo ahí, celebrando tu vida:
en el milagro de tu nacimiento,
en el temblor de tu primer amor,
en la promesa de tu matrimonio,
en el regalo puro del nacimiento de tus hijos.
Estuvo en el beso a tu padre
y en el silencio que no entendía a tu madre.
¡En todo estaba Él!

¡Oh, Señor!
Te pido la fuerza de la cruz, toda tu fuerza,
para amar sin medidas, hasta el fondo;
para que, si caigo mil veces,
mil veces me levante con gozo, confiando en tu perdón;
para que, vaciándome de todo egoísmo,
Tú seas en mí fuente de paz;
para salir al encuentro de mi hermano pobre,
y servirte con gozo en su rostro.

Señor, solo te pido una cosa:
Que tu sueño de amor se cumpla en mí ahora,
para que yo también pueda amar la obra que Tú tanto amas.

¡Amén!
¡Alabado sea mi Señor!




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