Los que acogen tu mensaje, esos son los imprescindibles

Los que acogen tu mensaje, esos son los imprescindibles
Los que acogen tu mensaje, esos son los imprescindibles ALFONSO JESÚS OLAZ

Los que acogen tu mensaje: esos son los imprescindibles.

Lo dan todo, sin ya esperar nada, sin fecha de caducidad
y con la garantía del reino por mucho tiempo.

Porque un día se enamoraron de la vida.

Y en ese vértigo de la llamada
dijeron ¡que Adelante!

Se fiaron de la Esperanza
que es para muchos y solo algunos la pueden tocar.

Se fiaron del aliento que era para todos y
solo algunos lo pudieron oler.

Se fiaron de su presencia unos pocos y sintieron un fuego divino que les abraso todo su interior.

Y se fiaron del hombre, los menos.
y  aprendieron a ser Hombres.

Y Hombres alegres y se hicieron Hombres con el  Maestro,  Él verdadero Hombre.

¡Y lo dejaron todo!

Todo, y hasta perdieron su pasaporte y su fe de vida.
Atrás dejaron la honra y los títulos y se matricularon en la escuela de la vida.

Y en esta escuela nunca llegarán a ser doctores, siempre serán alumnos, si, muy aventajados y discípulos del profesor sin Cátedra, ni despacho.
Él, que solo enseñaba con su boca de  pluma y con su corazón de tintero.
las verdades del barquero.

Y sin sangre sigue enseñando a Vivir con lo mejor de nosotros mismos.

Sin papeles, ni alforjas, ni bastón, ni sandalias.
Ni una estancia dónde reclinar la cabeza
Ni una despensa que le asegure el sustento
Su única estancia es el mundo.
Donde ora y escucha a su padre. 

Sus parientes y amigos son los que le han acogido.

Sus verdaderos amigos, los que le han seguido.

Los animales del campo, le protegen en la noche.
Las plantas, el aire y el agua le alivian durante el día.

Los niños entienden su mensaje y les hace mucha gracia, y muchas gracias con sus  bromas.

Los sabios y poderosos no le comprenden y no les hace ninguna gracia.

Las mujeres le ayudan porque  Él  las escucha y se ríe con ellas y cuenta chistes, y les hace mucha gracia y las entienden.
y luego le dan las gracias por estos ratos tan divinos.

Los hombres, los imprescindibles, antes
perdieron su norte:
la estrella más brillante de la constelación y luego la volvieron a encontrar.
la estrella del hombre, la estrella guía, la de los navegantes y peregrinos
y más tarde porque así lo quiso su Maestro
se hicieron polvo con el Cosmos, para morir a una nueva vida.
Esa es nuestra estrella.

Y se abandonaron a vivir
y ya sin miedos
y  con los buenos aires de
las témporas
entre el sol y las plantas
las piedras y el arado.

Y ahí encontraron entre medio, su camino.

Camino en medio de los hombres, en el centro de Él.

En el centro de la esperanza
en el centro del camino
en el centro de la verdad
en el centro de la vida.

Esos son los imprescindibles
los que trabajan todos los días por hacer el Reino, en esta Vida.


Y aprendieron a respirar con el mundo
escuchando en él
vacio.

Viendo en lo invisible y
mirando a lo visible.
Viviendo del espíritu que entusiasma y te cuestiona.

Aman todo por encima de todo.
Creen que lo imposible
es no amar y lo posible
amarse todos.

Esos son los imprescindibles
es muy difícil entenderles
si tu corazón está invernando.

Es muy difícil seguirles
si tu esperanza está en ti.
"El que tenga oídos que escuche"( Mat. 4. 23-32) 

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