No disparen, por favor. Estamos en misa

No disparen, por favor. Estamos en misa
No disparen, por favor. Estamos en misa

Viernes Santo en Bangui. Tras el trabajo acudo a los oficios de la Pasión del Señor en la parroquia de Fátima, donde llego cuando acaban de empezar a leer el Evangelio de San Juan. Si hay una iglesia que transmita dolor, dignidad y sangre es esta, donde hace casi un año milicianos del vecino barrio del Kilometro Cinco atacaron a una gran multitud durante la celebración de la misa. Murieron 26 personas, entre ellas un sacerdote, y más de cien resultaron heridas.

Confieso que, en mi banco de piedra, tarde en calmarme. Cuando acudo a rezar sigo trabajando, porque tengo que abrir bien los ojos y cerciorarme de que mis compañeros cascos azules -en este caso ruandeses- están presentes y que la gente se siente protegida. Si hay algún problema o veo algo que pueda levantar sospechas, tengo que comunicarlo a la autoridad militar sin tardanza. Alrededor del Kilometro Cinco hay seis iglesias que nos han comunicado sus programas de culto para la Semana Santa y a todas ellas se las proporciona protección, del mismo modo que durante los viernes se trabaja también por la seguridad de las mezquitas.

El día anterior las cosas se torcieron, aunque a Dios gracias la sangre no llego al rio. Fue hacia las cinco y media de la tarde, cuando todas las iglesias estaban en plena celebración del Jueves Santo. Dos milicias rivales coincidieron en el mismo barrio y empezaron a discutir por un asunto de dinero. De repente, empezó la balacera, que acabo al cabo de media hora con tres personas heridas por las balas perdidas. Me llamaron los curas de dos iglesias para decirme que los disparos se oían muy cerca y me pase la siguiente hora y media intentando saber que ocurría y volviendo a llamar a las parroquias para intentar calmarlos puesto que el enfrentamiento no tenía nada que ver con ellos.

Al día siguiente, pase por tres de las iglesias en la “zona roja” y en las tres me dijeron que, a pesar de oír las detonaciones muy cerca pudieron seguir con la misa y la adoración. Un par de horas después tuve una reunión con un antiguo jefe de una milicia musulmana que tiene aún bastante influencia con los grupos armados de la zona. Nos encontramos en la oficina del comité de Paz y Reconciliación de la zona. Me aseguro que el día anterior, tras los disparos, había intentado calmar los ánimos y que iría otra vez para decirles que tuvieran el máximo respeto hacia la celebración de la Pascua de los cristianos.

En todo esto pensaba mientras guardaba la fila para ir a la adoración de la cruz, con la noche ya recién entrada. Más tarde, al regresar a la oficina antes de ir a casa, pase por el Kilometro Cinco donde las tiendas ya estaban cerradas y algunas motos circulaban tímidamente por el que es, paradójicamente, el barrio más conflictivo y al mismo tiempo el más cosmopolita y que exhibe más actividad y un mayor número de grupos activos de la sociedad civil.

Leo estos días que en España hay preocupación por la lluvia que puede perturbar el buen desarrollo de las procesiones. En el lugar donde me encuentro no importa mucho que llueva durante la Semana Santa, con tal de que no sea el temporal no sea muy fuerte y no se lleve por delante el tejado de ninguna casa, cosa que ocurre no raramente. Nos conformamos con que no haya disparos durante la misa. Y, si es posible, tampoco antes ni después

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