Cuando las emociones y las falsedades alimentan el odio

(JCR)
En el barrio musulmán hay ya células activas de Boko Haram”. No sé cuántas veces he escuchado esta barbaridad referida, supuestamente, a la zona conocida como el Kilometro Cinco en Bangui. Siempre suelo responder lo mismo: “cuando ha sido la última vez que has estado allí?”

Ni que decir tiene que la respuesta suele ser bastante vaga, rayando en la evasiva, o bien -en el raro caso en que el interlocutor decida responder de forma directa- quien esta tan seguro de la presencia de grupos terroristas en la capital centroafricana no ha pisado el enclave musulmán durante los últimos cuatro o cinco años por lo menos. Me pregunto cómo puede alguien que no tiene conocimiento directo de una realidad estar tan seguro cuando realiza acusaciones muy graves que, además de no ser ciertas, son irresponsables porque con este tipo de rumores se incendian los ánimos y se alimenta el odio al acusar a toda una comunidad.

Lo peor del caso es cuando este tipo de discursos se difunden en las redes sociales, un espacio en el que no hay ningún tipo de límites: ni los que impone la comprobación de hechos ciertos ni mucho menos el respeto a quienes son diferentes a nosotros por sus ideas o por su origen. Recuerdo una ocasión, en mayo del año pasado, en la que -tras un ataque mortífero a los musulmanes en la ciudad centroafricana de Bangassou- empezaron a circular por los foros de redes sociales centroafricanas fotografías de militares norteamericanos que entrenaban a hombres africanos vestidos de uniforme militar. “Lo ves?” me dijeron varios amigos que me mostraron esas fotos en Facebook, “aquí tienes la prueba de que esta masacre la han orquestado países occidentales que no quieren que la guerra en Centroafricana termine, porque asi pueden seguir explotando nuestras riquezas, etc, etc” Buceando en Internet, me di cuenta de que esas imágenes fueron tomadas en 2012 y correspondían a instructores norteamericanos que entrenaban a soldados del país en la lucha contra la guerrilla del LRA, en el Este del país. Es decir, nada que ver con el ataque contra los musulmanes.

El mal uso de las redes sociales en estos casos es solo un síntoma de un fenómeno más profundo, y más preocupante que resulta una perversión de la comunicación: hoy día muchas personas lanzan mensajes sin basarse en hechos objetivamente ciertos y en argumentaciones basadas en la lógica, sino difundiendo bulos sin ningún fundamento en la realidad, o a veces argumentando con medias verdades, y apelando, no a la razón, sino a las emociones negativas como el miedo y el odio a quienes son diferentes.

Este universo de falsedades y de acusaciones que rayan en el odio me lo encuentro a menudo buceando en foros de discusión sobre Centroáfrica. Pero no encuentro mucha diferencia cuando veo como discuten otros grupos en España: basta una mirada a como se tratan temas tan variopintos como la situación en Cataluña, los casos de pederastia en la Iglesia, el traslado de los restos de Franco… y tantos otros. Me temo que cada vez más se pierde el horizonte de buscar la verdad con honradez, y no digamos nada de buscar el consenso, construir puentes y acercar posturas para encontrar un terreno común en temas que nos suelen separar. Parece que para defender una posición tenemos que atacar, insultar sin piedad y machacar a quienes tienen una idea distinta a la nuestra.

El pasado mes de junio, cuando las tensiones inter-comunitarias entre cristianos y musulmanes estaban en plena ebullición en Bangui, me sorprendió gratamente la iniciativa de una asociación de blogueros centroafricanos, que presento en público una campaña en contra de los mensajes de odio. No sería mala idea que en España alguien hiciera algo similar. Falta nos hace.
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