Como vivir en la ciudad mas bonita del mundo

Gente en Bangui
Gente en Bangui

Cuando uno trabaja en una ciudad africana donde la vida es dura hay que acercarse a la gente con respeto y "saber estar"

Tuve una vez un compañero de trabajo que, cada vez que se iba a su casa el viernes al concluir el trabajo en la oficina se despedía de mi diciéndome: “Donde vas este fin de semana? ¿Al teatro o a la opera?” En una ciudad como Bangui, pobre de solemnidad, ciertamente una pregunta así no puede ser sino para tomar el pelo al interrogado.

He vuelto a acordarme de la preguntita de marras al leer, hace pocos días, la clasificación anual que la consultora internacional Mercer hacer sobre calidad de vida para expatriados en las principales capitales del mundo. En este ranking de casi 200 ciudades, en el que una vez más Viena se lleva la palma, Bangui vuelve a aparecer en penúltima posición, solo por detrás de Bagdad. Como uno se puede imaginar, el baremo se basa en criterios como calidad de vivienda, seguridad, alimentación, servicios básicos, cuidados médicos, oferta cultural y de ocio, etcétera. En un país como la República Centroafricana, que además de figurar ano tras ano como el más pobre del mundo en el Índice de Desarrollo Humano, ha conocido un conflicto armado muy cruel desde finales de 2012, pocos alicientes puede uno esperar de su capital. Y si, según la organización que realiza este estudio, la señalan como un lugar difícil para las personas etiquetadas como “expatriadas”, hay que multiplicar esa penuria por cien si hablamos de sus propios habitantes, para los que comer más de una vez al día, beber agua potable y poder curarse cuando están enfermos suele convertirse en un lujo inalcanzable.

Llevo viviendo y trabajando aquí, aunque de forma intermitente, desde el año 2013. Lo más importante que he aprendido para estar presente con serenidad en un lugar así es “saber estar”, lo cual se traduce en vivir con una actitud de respeto y de comprensión, intentando entender por qué las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran. Si alguno de mis lectores ha vivido en algún lugar de África un tiempo significativo creo que sabrá a que me refiero. Permítanme que lo presente con mi particular decálogo de saber vivir en un lugar donde falta de todo… menos calor humano.

  1. Son las personas las que hacen que un lugar sea bello, y no a la inversa. Uno puede vivir en el lugar menos atractivo del mundo donde nadie pensaría jamás en ir de turismo y encontrarlo atractivo, e incluso fascinante. La clave está en las personas. Me dan pena l-y a veces me cabrean- los “expatriados” que viven en África quejándose de todo y que no hacen ningún esfuerzo por acercarse a sus habitantes, escucharlos y tratarlos con respeto.
  2. Muy relacionado con lo anterior está el esforzarse por relacionarse con la gente por la que, se supone, uno ha venido a trabajar para mejorar sus condiciones de vida. Qué pena cuando un extranjero elige vivir en un ghetto “residencial” rodeado de otros expatriados y sin contacto con la población.  En más de un momento de crisis han sido mis vecinos del barrio los que me han ayudado a vivir con un mínimo de seguridad. La buena relación con los otros nos hace más seguros que todos los muros y guardias de seguridad del mundo.
  3. Si hablamos de relacionarnos con las personas del país donde trabajamos, empecemos por los propios compañeros de trabajo que son personal nacional. En el lugar donde trabajo tengo mil oportunidades todos los días de relacionarme con centroafricanos. Son, en general, personas que tienen una gran motivación, que ayudan a entender mejor los problemas y que también ven a su compañero extranjero como alguien de quien pueden aprender otra manera de ver y de hacer las cosas.
  4. El deporte levanta el ánimo, ayuda a la salud y añade amigos. En Bangui hay mucha afición al baloncesto. A mí me encanta levantarme a las cinco y media de la mañana y empezar el día con una buena carrera de media hora, a veces en el estadio si tengo tiempo, y si no en las calles del barrio donde vivo. Y a todos los centroafricanos les gusta el futbol. Lástima que casi todos los que conozco sean del Barca, pero nadie es perfecto.
  5. Soy (o intento ser) católico practicante. Aunque no lo seas, no pasa nada, pero cuando vives en África hay que saber que la religión es una parte muy importante de la vida de la mayor parte de los africanos. En Bangui hay 20 parroquias y desde hace tiempo he tomado la costumbre de ir los domingos a algunas de las iglesias de los barrios donde hay conflictos inter-comunitarios. Mi preferida es la parroquia de Fátima, de los misioneros combonianos. Me da respeto cuando entro en su recinto y pienso en las tres veces que los cristianos han sido atacados, la última vez el uno de mayo del año pasado, cuando las milicias del barrio vecino mataron a 26 personas. Allí tengo una buena parte de mi “vida social”. Algunos viernes voy a alguna de las mezquitas y acompaño a mis hermanos musulmanes siguiendo sus rezos de pie, con respeto, sabiendo que nos une la creencia en el mismo Dios.
  6. Cuando pasas un tiempo significativo en un país merece la pena aprender lo que puedas de su cultura y, por qué no, de su lengua. Son las dos caras de la misma moneda: una visión única del mundo, con sus aspectos dignos de admirar y también con sus limitaciones. Cuando haces un esfuerzo por aprender el Sango, su lengua nacional, y al menos chapurrear algo, te das cuenta de que rompes muchas barreras y das un mensaje de que quieres tomar a la gente en serio.
  7. No seamos ingenuos. Vivir en ciertos lugares de África, sobre todo en lugares conflictivos, es duro, a menudo la soledad hace mella y puede pasarnos factura sobre todo en forma de “volvernos raros”. Hay que huir de las adicciones, de caer en la depresión y de la tentación de amargarse la vida pasando las horas quejándonos de todo.
  8. El trabajo absorbe y es necesario que nos dediquemos a volcar esfuerzos en dar un servicio de calidad a la gente del país donde hemos venido a trabajar. Pero trabajar catorce horas al día no es bueno para nadie… Hay que saber desconectar y tener hobbies: leer (que fácil es empobrecernos culturalmente cuando vivimos en un lugar aislado), pasear, meditar, escuchar música… Son los respiraderos del alma.
  9. La mayor parte de la población mundial vive sin electricidad las 24 horas del día, sin televisión, sin agua corriente y sin muchas otras cosas que a los occidentales nos pueden parecer indispensables. Aprender a vivir prescindiendo de muchas cosas hace la vida más feliz.
  10. Y, por último, no nos olvidemos de la barca de salvación que evita muchos naufragios: el sentido del humor. Ayuda a relativizar muchas cosas, a superar muchas situaciones difíciles y a disfrutar de la vida. Cuando llevas muchos años viviendo en países que no son los tuyos, haz un esfuerzo por aprender lo especifico de su sentido del humor. El que sabe reírse en varios idiomas se reirá más y mejor.

La ciudad de Bangui

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