Donec venias

Estamos ya en Adviento. Estamos viviendo la mística de la espera. Estamos aguardando que el Señor venga; pero no sabemos cuándo será el Día de su Venida. El vendrá de improviso, cuanto menos lo pensamos: “a la hora que menos pensáis” nos ha dicho hoy el Señor en el evangelio del primer domingo de Adviento. Y nos invita a estar atentos, preparados, despiertos, vigilantes. Con las lámparas encendidas, como las doncellas de la parábola.

Vivimos a la espera, velando y orando, celebrando los misterios. “Recordamos tu muerte y anunciamos tu resurrección hasta que vengas”. Hacemos memoria de los misterios, celebramos domingo tras domingo el memorial de la Pascua, hasta que él venga. La celebración de los misterios marca el paso de nuestro peregrinar hacia la casa del Padre. Cuando El venga y nos encontremos con Él terminara nuestra espera, nuestro anhelo quedará colmado. Mientras tanto, esperamos y velamos.

Aquí deseo introducir una glosa crítica. Ya la he hecho en otros escritos anteriores. Me refiero a la proclamación que se dice en la misa después de la consagración, como respuesta a la invitación del sacerdote: “Este es el sacramento de nuestra fe”. La asamblea responde: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”. Es la versión oficial. En vez de la

expresión “hasta que vengas” se ha colocado la bellísima invocación “ven, Señor, Jesús” que remite al vigoroso  Marana tha del Apocalipsis. Este cambio ha sido, a mi juicio, desafortunado. Se rompe la fuerza y el dinamismo del “hasta”  (donec). Esta expresión da sentido a nuestro peregrinar, le marca el horizonte, la meta hacia la que caminamos peregrinos y vigilantes. Esta expresión, sobre todo, da fuerza a la esperanza, le abre un futuro, despierta su deseo ardiente.

Este comentario nos permite apreciar la carga escatológica de la eucaristía, de la anamnesis, de la proclamación de las acciones liberadoras de Dios a lo largo de la historia de la salvación. Es la celebración de los misterios. Esta celebración imprime vigor y dinamismo a nuestro caminar peregrino. Hasta que él venga; hasta que su venida sacie nuestros deseos de felicidad.

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