Eucaristía y anámnesis

Hay un momento en la plegaria eucarística que los técnicos lo llaman anamnesis. Es una palabra rara, de origen griego. Es pariente de otros términos extravagantes (por apodarlos de algún modo) que también se suelen utilizar, como anáfora, epíclesis, e incluso eucaristía. Todas de origen griego. Eucaristía nos sirve para denominar el conjunto de la misa y significa  “acción de gracias”; anáfora es la expresión técnica, utilizada por los orientales,  para referirse a la “plegaria eucarística”; llamamos epíclesis a una parte de la plegaria eucarística por la que rogamos al Padre para que derrame su Espíritu sobre el pan y el vino y los convierta en el cuerpo y en la sangre del Señor. Finalmente tenemos el término anamnesis, una parte también de la plegaria eucarística que sigue inmediatamente al relato de la última cena y que también podemos llamar “memoria” o “memorial”. A esto voy a referirme en este comentario.

La anamnesis o memoria sigue inmediatamente al mandato del Señor en la última cena: “haced esto en memoria mía”. En ese momento evocamos los grandes acontecimientos de la salvación. Son los acontecimientos pascuales de la muerte y la resurrección del Señor. Esta evocación se confeccionó en los primeros tiempos de manera simple, sencilla, casi esquemática: muerte y resurrección. Así se muestran los modelos más antiguos. Posteriormente, a lo largo del tiempo, la anámnesis fue abultándose y desarrollándose más ampliamente, describiendo esos acontecimientos de forma más pormenorizada. Todo esto es el contenido de la memoria del Señor. Lo que proclamamos y evocamos haciendo memoria son los grandes eventos salvadores, por los que el Señor Jesús nos ha liberado de la muerte y nos ha abierto a la vida. Eso es lo que recordamos, anunciamos y proclamamos.

Pero en este momento lo que yo deseo poner de manifiesto es que el memorial eucarístico o anamnesis, no queda reducido a esas palabras que siguen a la consagración. Porque Jesús dice “haced esto”. Ese “esto” tiene un contenido mucho más amplio, más denso. Hacer “esto” es reunirse en torno a una mesa de banquete, que es el altar; es reconocerse como convocados por Él y como invitados a la mesa del banquete eucarístico; es sentirse hermanos compartiendo el mismo pan y

el mismo cáliz; es escuchar atentamente y adherirnos a la plegaria de acción de gracias; es abrazarnos como hermanos, partir el pan y distribuirlo, beber todos del cáliz de la salvación. “Hacer esto” es hacer todas estas cosas. Es celebrar y activar la eucaristía.

Todo eso lo hacemos “en su memoria”. Quiere decir que la memoria o anamnesis no se reduce a un solo momento de la eucaristía; no hacemos memoria de los acontecimientos pascuales únicamente recitando las palabras de la anamnesis. Hay más, mucho más. Porque toda la eucaristía, en su conjunto, con todas sus partes y momentos, es anamnesis, es memorial. Todo la eucaristía es anamnesis. Desde el principio hasta el final, estamos haciendo memoria de la entrega pascual de Jesús en la cruz y de su gloriosa resurrección.

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