Grupos de cantores desbancan a la asamblea

Es muy bueno que la parroquia tenga un grupo de jóvenes que asegura el canto en la misa de los domingos. Eso no lo pongo en duda. Es una forma de facilitar el contacto de esos grupos con la Iglesia, haciéndoles conscientes además de la importancia del servicio comunitario, de la pertenencia a la comunidad eclesial y de la vivencia de la liturgia dominical. Todo esto es muy importante y los responsables de la pastoral son muy conscientes de ello.

Pero en este momento a mí me preocupa otra cosa. Tengo la impresión de que estos grupos acaparan una función que, en realidad, pertenece a toda la asamblea. En otros tiempos, antes del Concilio, denunciábamos que el cura desplazaba a la asamblea, la anulaba para convertir la misa en asunto de los curas exclusivamente. Ahora no es el cura, sino los grupos de cantores los que asumen un encargo que pertenece a toda la asamblea. Porque los cantos, especialmente en este caso el canto de entrada, deben ser una explosión de alegría y júbilo de toda la asamblea del Pueblo de Dios reunida para celebrar festivamente los misterios; los fieles se sienten congregados por Dios para reunirse en torno a la mesa de la Palabra y la mesa del banquete eucarístico. En ese momento los reunidos, la asamblea de los congregados, se sienten expresión viva de la Iglesia universal. Por eso los cantos deben ser adecuados a  una masa de fieles, para una comunidad numerosa, no para un pequeño grupo de cantores.

Esta consideración me lleva a resaltar el primado de la asamblea en las celebraciones litúrgicas. Es una forma de liberarnos del clericalismo imperante. Presidida por Cristo, Cabeza del cuerpo de la Iglesia, y animada por los que en ella ejercen el ministerio representando a Cristo, la asamblea del Pueblo de Dios es la protagonista en las celebraciones. Este protagonismo de la asamblea debe reflejarse en la forma de estar presente en el espacio litúrgico, en sus intervenciones, en lo que hace y en lo que dice.

Bueno sería que buscáramos la forma de reservar a la asamblea el modo de expresar colectivamente su gozo mediante el canto al comienzo de la celebración. Porque 

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