Ivan Illich, fiel, no obstante

Es un capítulo de mis “Memorias”. Lo he advertido en el arranque de este blog. Testimonio, más que doctrina. Hace ya – y sólo – 39 años, reciente el Vaticano II. Un botón de muestra. Por referencias de posteriores teólogos encausados, el Santo Oficio del Cardenal Ratzinger no modificó las pautas. No es una revelación. Es rememoración de cuanto en su día hizo publicar el mismo Illich, un gigante. ¿Objetivo actual? Transparencia. Denuncia purificadora. Una más. Crónica para la historia.
Extremadamente largo, este post es para aguerridos pacientes lectores.


El affaire Monseñor Illich
Ivan Illich, yugoslavo, nacido en 1926, cuando tenía 5 años de edad se trasladó de Viena a Roma con sus padres, al parecer por motivos políticos. Siendo niño, entró en el Seminario. Más tarde, estudió Teología en la Universidad Gregoriana como alumno del famoso Pontificio Colegio Capránica. Luego, Sociología en Alemania. Tenía una inteligencia privilegiada y llegó a dominar diez idiomas. En 1951 el Cardenal Spellman, Arzobispo de Nueva York, lo conoció en Roma y lo llevó a su Archidiócesis. Se incardinó allí y fue el intérprete durante años. La población de hispanos en Nueva York crecía cada día. Alcanzó 1.200.000 fieles católicos castellanoparlantes. Spellman sugirió a Illich la idea de llamar sacerdotes españoles para la tarea pastoral con los hispanos. Ivan Illich hizo ver al Cardenal los inconvenientes de ese plan. Los sacerdotes españoles desconocían la cultura estadounidense y también la de los hispanos. Era era preferible formar a sacerdotes estadounidenses. Spellman aprobó la idea y encargó a Illich la ejecución. En cursos de cuatro meses, preparaba (en lengua y cultura) equipos de sacerdotes de cara a ocuparse de los hispanos, en su mayoría puertorriqueños. Quiso ampliar y mejorar esta labor. En 1960, con la aprobación del Cardenal Spellman, fundó en Cuernavaca (México) el Centro Intercultural de Formación (C.I.F.). Allí formará sacerdotes, religiosos/as, y laicos/as procedentes de U.S.A., Canadá y Europa, deseosos de trabajar apostólicamente con los latinoamericanos tanto en U.S.A. como en América latina. Fundó, asimismo, el C.I.D.O.C. (Centro Intercultural de Documentación) integrando en él a los más prestigiosos pensadores de Mexico, dándole carácter académico y haciéndolo depender de la Forham University. El Vaticano le otorgó la distinción de Camarero Secreto Supernumerario. Desde entonces, era Monseñor Ivan Illich. Además de formar a los futuros misioneros en cursos acelerados de lengua y cultura hispanoamericana, el C.I.D.O.C. publicaba numerosos trabajos, celebraba encuentros, conferencias, etc. Cuernavaca era un foco de pensamiento socio-cristiano de gran calidad, y un vivero de apóstoles. En sus primeros cinco años de vida, habían pasado por el Centro 528 sacerdotes, religiosos y laicos. Como ampliación de sus centros de Cuernavaca, Illich fundó en Brasil el C.E.N.F.I. que fue encomendado a los franciscanos de Anápolis. Los centros fundados por Illich eran subvencionados con dinero estadounidense, en gran parte por el Cardenal Cushing, Arzobispo de Boston. Illich era no sólo el alma de dichos centros sino también el garante de la financiación de los mismos. Más de medio centenar de personas trabajaban en ellos.

Llegan los problemas. Algunos artículos, algunas intervenciones, algunos gestos, procedentes del Centro de Mons. Illich, no fueron del agrado de algunos obispos. Peor, no agradaban a algunos políticos mexicanos del PRI. La Nunciatura (Delegación Apostólica) en México comenzó a enviar “rapporto” tras “rapporto” a Roma con denuncias o quejas contra Illich. Daba cobijo en sus debates y publicaciones también a personas no cristianas o de ideología de izquierdas. Illich había publicado algunos artículos en conocidas revistas de U.S.A. que desagradaron a la Jerarquía americana, la cual reaccionó reduciendo o negando los fondos económicos habituales.

Éstas eran las denuncias llegadas a la Curia romana:
-En enero de 1967, en la revista estadounidense “America” dirigida por jesuitas, Mons. Illich había publicado un artículo, “The Seamy Side of Charity” (“el lado sórdido de la caridad”,) en el que reflexionaba sobre la ayuda misionera de los países ricos a América Latina y veía en esa ayuda un componente colonialista. En julio de 1967, en otro artículo publicado en la revista de Chicago “The Critic” bajo el título “The Vanishing Clergymen” (“el Clero que desaparece”), analizaba la situación actual de la Iglesia Católica bajo el aspecto histórico y sociológico y pronosticaba la desaparición de la figura del sacerdote “funcionario” o dedicado exclusivamente al ministerio, y abogaba por un tipo de ministerio exclusivamente litúrgico (presidencia de la Eucaristía) encomendado a “laicos ordenados” sin obligación de celibato.
- Se le acusaba de mantener relaciones amistosas o de colaboración con personajes no gratos a la Jerarquía Católica, algunos comunistas o guerrilleros.

En agosto de 1967, los Cardenales del Santo Oficio estudiaron el caso Mons. Illich en base a la “relazione” redactada por mí y refundida por De Magistris. Se adjuntaban las pocas denuncias llegadas de México y que, a mi parecer, eran inconsistentes y discutibles. Los Cardenales no lo dudaron. Sin más preámbulos, emitieron el fallo: ”El Illich sea gravemente amonestado por sus opiniones y se le obligue a dejar Cuernavaca y reentrar en su Diócesis de Nueva York”. El Papa aprobó esa decisión el 31 de agosto 1967, añadiendo que de sus obras de Cuernavaca se encargara la Pontificia Comisión para la América Latina y que deberían ubicarse fuera de Cuernavaca, de México y de Petrópolis.
La ejecución de la decisión del Santo Oficio resultó ser imposible. El entonces Presidente de la Comisión para la América Latina, S. E. Mons. Samoré, hizo saber al Santo Oficio las dificultades para ejecutarla. El Delegado Apostólico en México comunicó la decisión a Illich. El Cardenal Spellman había muerto. El Obispo Administrador Apostólico de Nueva York Mons. Maguire no tuvo más remedio que escribir a Illich reclamándolo a su Diócesis. Pero cuando Mons. Illich, por carta y personalmente, le expuso sus argumentos en contra, Mons. Maguire se colocó del lado de Illich y lo defendió ante la Curia romana.
Entonces, Mons. Illich entrega al Delegado Apostólico en México una carta dirigida al Papa. Creo importante reproducir esa carta que fue escrita en castellano y que lleva fecha de 22 de enero de 1968:




“Su Santidad Papa Paulo VI
Ciudad del Vaticano - ROMA
Beatísimo Padre:
Yo el subscribiente Ivan Illich, humildemente postrado ante V. Santidad y fundado en el derecho que me asiste de acudir personalmente a V. Santidad, en conciencia, delante de Dios, expongo lo siguiente:
Hechos:
Soy sacerdote domiciliado en la Archidiócesis de Nueva York. Con permiso de mi Ordinario el Emmo. Cardenal Spellman, de grata memoria, y con su aprobación, me encuentro desde hace 7 años en la diócesis de Cuernavaca, México, donde he fundado un Centro Cultural de Investigaciones y Enseñanza superior. Dicho centro se ha desarrollado de tal forma que en estos momentos conlleva graves responsabilidades morales, culturales y de índole civil
. Precisamente en 1966 hice nuevo contrato por un período de cinco a diez años. Además de las obligaciones civiles, muchas personas dependen económicamente de mi presencia aquí. Varias, entre ellas, han arriesgado su porvenir para venir a trabajar conmigo en este centro.

Ahora bien, sin advertencia previa alguna y sin que hubiera precedido amonestación canónica alguna, y sin presentárseme razones para ello, de una manera intempestiva, por orden de la S. Congregación de la Doctrina de la Fe, con conminación de penas, se me ordena que regrese inmediatamente a Nueva York.

Peticiones:
En vista de lo anterior y en testimonio de mi filial adhesión a la Santa Sede y a la Iglesia Católica, con todo respeto y humildad pido a V. Santidad:
1.- Que si yo he faltado en algo contra la fe o la moral, más aún, si he actuado en forma tal que mi conducta haya dejado que desear, solicito que prontamente se me comunique en qué he faltado, dispuesto como estoy a retractarme inmediatamente o hacer las aclaraciones necesarias.
>
2.- Que siendo ineludibles los compromisos morales y civiles que previamente he contraído, con autorización de mi Ordinario, sería imposible y contra mi conciencia el dejarlos de cumplir. Por lo tanto pido a S. Santidad que, si fuese considerado necesario, se me releve de mis obligaciones y privilegios clericales, mas no de las obligaciones del celibato o del rezo del Santo Oficio Divino, por cuanto deseo continuar mi vida célibe y cumpliendo con el rezo divino por tiempo que dure el contrato civil que me liga a la Organización que presido.

Pasado este tiempo, y cumplido el compromiso moral y civil que mi contrato presente implica, espero y confío que V. Santidad habría de tener a bien considerar una futura petición solicitando la gracia de poder volver a ejercer mis funciones ministeriales al servicio de la Iglesia.



Son gracias que espero alcanzar confiando en la comprensión de mi comprometida situación personal y deseando, por mi parte, lograr el modo más eficaz de servir a la Iglesia y de colocarme en una posición clara e inequívoca que pueda reducir en lo posible cualquier motivo de escándalo para los muchos sacerdotes y amigos que a través de los años han puesto su confianza en mí buscando mi orientación y apoyo.
Humildemente besa su anillo y se remite a su bondad.
Su humildísimo hijo
Ivan D. Illich



El Delegado Apostólico, al enviar dicha carta al Papa, así como en otros escritos posteriores, cree que es prácticamente imposible lograr que Illich abandone México, y tampoco es viable que su Centro sea encomendado a alguien distinto a él. En todo caso, el Delegado Apostólico desaconseja la laicización de Illich, al tiempo que lo considera “hombre de extraordinaria inteligencia y vasta cultura…fascinante…de voluntad indómita…incansable…sinceramente creyente e incluso con una vida interior intensa…con la idea fija de reformar la Iglesia y, por ello alguien lo considera desequilibrado, cosa que yo no me atrevería a afirmar”. También el Ordinario de Nueva York escribió a la Santa Sede exponiendo las dificultades para ejecutar la decisión de Roma y poniéndose de parte de Illich. Para complicar la cuestión, la plenaria de la Conferencia Episcopal de México, además de protestar ante el Arzobispo de Nueva York, pidió orientación a Roma para hacer frente a las “doctrinas y prácticas inadmisibles de Illich y para urgir su retorno a Nueva York”

Con estos documentos, en febrero 1968, preparamos una nueva “relazione” para los Cardenales de la S. Congregación. El 28 de ese mismo mes, los Cardenales decidieron “llamar a Roma a Illich y someterlo a proceso ante esta S. Congregación”. La decisión fue aprobada por el Papa el 1º de marzo subsiguiente. Se nombró Juez Instructor a Mons. Casoria, consultor de la S. Congregación. Convocado oficialmente, Mons. Illich se presentó en Roma el día 17 de junio 1968. El Cardenal Seper lo recibió amablemente y lo dejó con Mons. Casoria quien le pidió el juramento de decir la verdad y de guardar secreto. Mons. Illich manifestó no estar dispuesto al secreto porque ello supondría indefensión, ni a responder, sin haber leído en su totalidad, el interrogatorio. Interviene el Cardenal Seper quien accede a cuanto pide Illich. Le es entregado el interrogatorio y promete responder. Al día siguiente Illich se niega a verse con Mons. Casoria y pide encontrase con el Cardenal Seper a quien promete una respuesta escrita que redacta y entrega ese mismo día 18.

El día 17 de junio 1968, Mons. Illich quiso verse en privado conmigo y nos encontramos en un restaurante romano llamado Carlotta donde cenamos juntos. Cualquiera puede suponer el tema de nuestra conversación y el sesgo que ambos intentábamos dar al asunto en el que yo estaba involucrado. En homenaje a Mons. Illich, puedo decir que me pareció una persona amable, sumamente inteligente y leal a sus principios y a sus compromisos, incluidos los clericales. Sufría por cuanto estaba sucediendo. Me dijo que sólo si seguían persiguiéndolo haría público el texto del interrogatorio que le había facilitado el Cardenal Seper. Estaba convencido de que su publicación sería el arma definitiva para su defensa.
Con el fin de que el lector se acerque al modo de proceder de la Curia romana, incluso después del Vaticano II, y de saber cómo concluyó este “affaire”, voy a reproducir aquí las 86 preguntas del interminable y espeluznante interrogatorio preparado por mi jefe Mons. De Magistris y Mons Casoria, con mínima colaboración mía. Fue tal la repugnancia que sentí cuando Mons. De Magistris me mostró las dichas preguntas que me negué en redondo a colaborar y acudí al Cardenal Seper para que me relevase de tan odioso cometido. El Cardenal Seper accedió. Lo curioso es que el Cardenal Seper estaba conmigo, se mostraba favorable a Mons. Illich (yugoslavo como él) y contrario al método inquisitorial. Sin embargo, no se oponía a tal método, firmaba las decisiones del Santo Oficio y las proponía al Papa para su definitiva sanción. Fue por entonces cuando el Cardenal Seper, cándidamente, nos dijo a varios curiales que su teléfono estaba pinchado y que no era sólo él a ser vigilado por personajes de la Curia, supuestamente por la Secretaría de Estado.

Mis movimientos para impedir lo que yo creía una fechoría no terminaron ahí. Los Cardenales franceses Jean Villot y Gabriel Garrone, recientemente traídos a Roma y nombrados Prefectos respectivamente de la S. Congregación para el Clero y de la S. Congregación para la Educación Católica, eran también miembros de la S. Congregación para la Doctrina de la Fe. Ellos dos constituían, - pensaba yo – los más capacitados y receptivos de los que debían juzgar a Mons. Illich. Me aventuré a ponerlos en guardia y concerté con cada uno de ellos una entrevista al margen de mis superiores. A ambos les alerté de la inconsistencia del proceso y de lo absurdo del interrogatorio que estaban a punto de recibir para su aprobación. Mi propósito era que los dos hicieran valer su voz y su voto para impedir el proceso o para que se introdujera un mínimo de racionalidad en el mismo. Posteriormente, pude verificar, con gran desconcierto y lamento, que mis visitas a ambos no sólo no produjeron el fin deseado por mí sino que resultaron contraproducentes. “Vividores", no se mojaron.

INTERROGATORIO PARA MONS. IVAN ILLICH

1) Nombre y apellido. Origen de familia y patria. Curriculum de estudios hasta el Sacerdocio. Actividad pastoral y social desde el Sacerdocio hasta 1960.
2)¿Es verdad que desde 1960, especialmente por influjo determinante del benedictino y psicoanalista P. Lemercier y por el apoyo incondicional del Obispo de Cuernavaca Mons. Méndez Arceo, Usted se ha considerado investido de carismas y ha experimentado un peligroso cambio general hacia nuevas ideas y tendencias disolventes, humanitarias y libertarias con daño para la doctrina, para la tradición católica y para la disciplina eclesiástica?
3)¿Qué puede Usted contestar a quien le presenta como “inquieto, aventurero, imprudente, fanático e hipnotizador, rebelde hacia toda autoridad y dispuesto a aceptar y reconocer únicamente la del Obispo de Cuernavaca”?
4)¿Es verdad que Usted desearía en la Iglesia un “diálogo” programado e impuesto tan sólo por el clero progresista? ¿Por qué considera Usted que la jerarquía latino-americana está al servicio de U.S.A.?
5)5) ¿Es verdad que Usted, con artículos, entrevistas, comportamientos ambiguos teóricos y prácticos, con su simpatía hacia la izquierda política y social del mundo, y la morbosa comprensión de ex – religiosos y ex – sacerdotes ha fomentado una grave confusión en las almas y en las conciencias de los demás, sobre todo asimilando el marxismo al cristianismo y parificando el Clero celibatario parroquial a las diaconías de hombres casados?
6)6) ¿Es verdad que las diversas publicaciones del C.I.F y del C.I.D.O.C. contienen a veces artículos de propaganda comunista y comentarios de críticos de las religiones en general y del pensamiento protestante y anticatólico en particular?
7)¿Es verdad que la Institución de Cuernavaca se ha convertido en una simple “asociación” civil, compuesta y dirigida por varias personas con diversos cargos y con fines netamente laicos y es plenamente independiente de toda ingerencia eclesiástica?
8)¿Por qué y cómo ese Ente ha sido sustraído a la autoridad eclesiástica diocesana y, de cara a la Iglesia Católica, cuál es la situación jurídica del C.I.F., del que Usted es fundador y del C.I.D.O.C. del que es Usted director?
9)¿Es verdad que en los edificios del C.I.F. y del C.I.D.O.C. existen habitaciones privadas destinadas a muchachas, huéspedes o empleadas, reuniones y diversiones, incluso nocturnas, con presencia de sacerdotes y religiosas?
10) ¿Cómo, por qué y cual ha sido el resultado de la visita a Cuernavaca realizada por “Padin-Gera”?
11) ¿Qué relaciones tuvo Usted con el difunto Card. Spellman, con la Fordham University y con la Universidad de Puerto Rico?
12) ¿Con qué fines específicos y con qué medios y ayudas financieras fue creado el C.I.F. en Cuernavaca?
13) ¿Cuáles fueron las relaciones originarias y sucesivas de naturaleza jurídica y social con el Obispo Méndez Arceo, con el P. Maza y con el Arzobispo de Ciudad de México?
14) ¿Cómo, cuando, por quién y por qué fue ideado y autorizado el C.E.N.F.I. en Petrópolis (Brasil) y por qué motivo fue encargado a Mons. Cabrom, Rector del Seminario Mayor de Tegucigalpa en Honduras?
15) ¿Qué ayudas económicas – prescindiendo de la posterior reciente polémica con el Card. Cushing y de la idea de Usted sobre el concepto colonial de la caridad – recibió Usted de personajes y Entes americanos o europeos y por qué después, rehusando ulteriores ayudas de hombres y medios para el apostolado misionero, las rechazó, dando a ellas una interpretación partidaria tanto en el aspecto humano como político?
16) ¿Por qué, cómo y cuándo comenzaron sus relaciones culturales y amistosas con conocidos dirigentes de movimientos políticos internacionales, especialmente con Louis Alberto Gómez de Souza y con el difunto “Che Guevara”?
17) ¿Qué tipo de relación religiosa, política y social han sido y acaso son todavía sus contactos con los siguientes personajes mexicanos: “Alfredo Cepeda, Horacio Flores de la Peña, Víctor Flores Olea, Carlos Fuentes, Leopoldo González Casanova, Vicente Lobardo Toledano, Mario Menéndez Rodríguez, Octavio Paz y Louis Suarez”?
18) ¿Ha tenido Usted alguna participación en el arresto de S. E. Casariego de Guatemala y podría decirnos si en ello ha ejercido algún influjo directo o indirecto del C.I.F., de otros amigos suyos o de simpatizantes de su Obra?
19) ¿Qué puede decirnos de la vida y de las ideas sociales del P. Ceslaus Hoinaki, O.P., y de su matrimonio civil, atentado sacrílegamente por él el 26 de agosto 1967 con una tal María Dubar, ex – religiosa de votos perpetuos del Instituto del S. C. de María?
20) ¿Qué puede decir de las opiniones y del comportamiento de Teodora Stancioff, que fue secretaria de Usted y ahora casada con el divorciado Rosenzweig?
21) ¿Qué valoración moral atribuye Usted al caso de clamorosa desviación del conocidísimo Camilo Torres Restrepo? ¿Por qué sostiene que la Iglesia hizo mal en denunciarlo por sus ideas belicosas y revolucionarias?
22) ¿Qué piensa Usted de las desviaciones religiosas del P. Martín Amaya de Colombia y del P. Sebastián Bolo Hidalgo del Perú?
23) ¿Qué piensa Usted del escándalo causado entre las Religiosas, suscitado por el P. Jean Lefebre durante el conocido curso ISPLA con sus nuevas ideas equivocadas e innovadoras?
24) ¿En qué medida y por qué motivos Thomas R. Melvilla (apóstata de la religión e implicado en la guerrilla en Guatemala) se ha servido del C.I.D.O.C. para difundir su apostasía y para enfrentarse impunemente a las censuras canónicas de su Superior General?
25) ¿Qué puede decirnos sobre la idea de los sacerdotes modernos, revolucionarios y guerrilleros de América Latina cuando afirman que si el católico no es revolucionario y no está con los revolucionarios está en pecado mortal?
26) ¿Qué tipo de relaciones tiene Usted con Juliao del Brasil, con P. De Corro y con la señorita Olivieri, colaboradora de Camilo Torres Restrepo?
27) ¿Es verdad que según Usted la Iglesia es un amasijo de supersticiones y de anarquía, un supermercado de ganancias, y que para proteger al Sacerdote y a los Religiosos se trabaja solamente por dinero: bautizando a infantes sin uso de razón; obligando a los fieles a comulgar frecuentemente; favoreciendo las devociones a la Virgen y a los santos, y siempre exigiendo muchas y repetidas limosnas?
28) ¿Qué piensa Usted sobre el nacionalismo de los Estados, sobre el marxismo internacional, sobre el Catolicismo y acerca del orden religioso, político, social y económico del mundo?
29) ¿Qué piensa Usted obre la cacareada coexistencia pacífica entre Este y Oeste en el mundo y del comportamiento de la Iglesia con respecto a la tutela y el desarrollo de la religión católica? ¿Y sobre el derecho de libertad y de tutela de la personalidad para todos, así como del deber de renuncia evangélica y de mortificación para algunos en la necesaria convivencia humana?
30)¿Qué entiende Usted por “diálogo” y cómo quiere desarrollarlo entre las variadas y discordantes concepciones políticas y religiosas? ¿Lo quiere acaso paritario incluso en las cuestiones de fe, de ley y de costumbres?
31) ¿Cree Usted que el llamado “aggiornamento conciliar” debe ser destrucción, contradicción y enfrentamiento al pasado tradicional y a la doctrina perenne de la Iglesia católica?
32) ¿Cuáles son las presentes actividades editoriales y sociales del C.I.F. y del C.I.D.O.C.? ¿Por qué y por quién y cuándo fue retirado al C.I.F. el centro latinoamericano de Pastoral, instituido por la autoridad eclesiástica?
33) ¿Es verdad que Usted en Puerto Rico formó parte de la Comisión estatal para el control de nacimientos y que aconseja en las parroquias y en conversaciones entre laicos y amigos el uso de la píldora antiovulatoria?
34) ¿Qué piensa usted de las exhibiciones, a veces fanáticas y sugestivas, de algunos eclesiásticos que, mientras exageran al querer aparecer pobres y necesitados, fomentan, por una reacción religiosa y social, la lucha por la reivindicación a toda costa de bienes económicos, a menudo en contra de la ley divina de la penitencia y de la mortificación?
35) ¿Piensa Usted que en el C.I.F. y en el C.I.D.O.C. y entre sus varios colaboradores y compañeros hay alguno de estos eclesiásticos?
36) ¿Sostiene Usted – uniéndose a la calumnia de algunos – y cómo y por qué, que el Jefe de la Iglesia católica vive en un suntuoso palacio de mil habitaciones y qué piensa de las necesidades financieras y temporales de la Iglesia para el culto, para sus instituciones religiosas y para sus variados fines de cultura, de formación de las
almas y de caridad asistencial y social?
37)¿Qué piensa Usted de los Sacramentos y de los Sacramentales? ¿Cómo quiere que sean administrados? ¿Y por quien? ¿Y a quien? ¿Y cuando? ¿Y en qué modo?
38) ¿Qué piensa de la disciplina jurídica del Sacramento de la Penitencia y cómo quiere la “confesión” de los fieles?
39) ¿Es verdad que Usted quiere que la confesión “privada y auricular” sea abolida?
40) ¿Qué piensa del pecado “original” y del “actual”? ¿Y del infierno, y del cielo, y del limbo?
41) ¿Qué piensa Usted de la virtud sobrenatural de la castidad en general y de la castidad en el Clero en particular?
42) ¿Es verdad que para Usted la fiesta y la devoción de Cristo Rey es un error porque, siendo según Usted la Iglesia un pueblo democrático de iguales, de Cristo sólo puede decirse que es un buen Pastor?
43) ¿Es verdad que para Usted la Misa debe ser comunitaria y que si no hay pueblo no puede celebrarse?
44) ¿Es verdad que para Usted el Sacerdocio es sólo un ministerio comunitario y que por tanto el Sacerdote no puede celebrar la Misa solo o para personas particulares? ¿Y que la Misa para una sola persona no es válida? ¿Y que decir tres Misas es un comercio y un escándalo?
45) ¿Es verdad que Usted niega la “corredención” de la Virgen María y que acusa a la Iglesia de propagandear milagros para fabricar los Santos?
46) ¿Qué quiere decir Usted cuando habla de Sacerdote itinerante – inspector o presidente – para los encuentros semanales de los Diáconos? ¿Qué significa sustituir la parroquia por una “diaconía”? ¿Acaso piensa que la vida conyugal es de más provecho para el servicio de los fieles en la Iglesia?
47) ¿Por qué llama Usted a la Iglesia católica: “noble dama” que da limosna? ¿Qué piensa y cómo interpreta la obra “misionera” de la Iglesia en el presente y en el pasado?
48) ¿Piensa Usted que los bienes materiales debieran ser excluidos del acerbo de medios de vida religiosa y de apostolado, particularmente en el mundo y en América Latina, al menos como ayuda de las personas y para las necesidades de la vida?
49) ¿Qué entiende Usted por “Iglesia extranjera” en las Naciones y en América Latina y por qué dice que el acento de los Misioneros, aún siendo sagrado, es siempre extranjero, y que ellos no pueden resolver los problemas porque los afrontan desde fuera?
50) ¿Qué quiere Usted decir cuando sostiene que la “Iglesia está hecha de clérigos”? “Acaso sostiene Usted que la Iglesia debe ser considerada y comportarse como una simple, contingente, laica institución humana y social?
51) ¿Es verdad que Usted es contrario a la doctrina tradicional sobre la estructura jerárquica en la Iglesia? ¿Quiere Usted una iglesia dirigida y presidida por laicos, al menos en las funciones litúrgicas, cambiando la estructura institucional de Clero y fieles, con el fin de hacer más placentero y menos costoso el ministerio y el servicio eclesial, afirmando que es preciso crear un ministerio de laicos ordenados?
52) ¿Niega Usted la distinción entre Iglesia docente e iglesia discente, entre Pastores y ovejas en el pueblo de Dios en la tierra?
53) ¿Acaso piensa Usted que la advertencia de Cristo: “La mies es mucha y los operarios son pocos” ya no tiene vigor y la considera canto de sirena?
54) ¿Admite Usted que los Pastores de la Iglesia, especialmente el Papa – supremo y único vicario de Jesucristo - , gozan de la triple potestad de orden, de jurisdicción y de magisterio? ¿De qué fuente piensa Usted que provienen tales poderes y prerrogativas?
55) ¿Qué entiende Usted por “Iglesia a la española” y por “caricaturas” de la Iglesia católica?
56) ¿Es verdad que Usted quiere una nueva Iglesia católica, o sea: una iglesia democrática sin condicionamientos ideológicos, sin jerarquía, sin clero y sin pastores?
57) ¿Es verdad que Usted sugiere – para los nuevos tiempos y para el futuro – una Iglesia clasista, formada solamente por pobres y que – con régimen clasista de lucha social – excluya a los ricos, distinguiendo la iglesia del pasado de la iglesia del futuro.
58) ¿Retiene Usted que la vida de los misioneros ha sido una equivocación, al haber sido sacrificada por la evangelización de los pueblos?
59)¿Qué entiende Usted por “burocracia eclesiástica” y por qué llama a la Iglesia: “Empresa de Dios” y “Supermercado del Señor”.
60) ¿Cómo pretende Usted hacer desaparecer cuanto antes los oficios técnico-sociales y cómo quiere que sean resueltos los asuntos administrativos, sean religiosos o económicos, de la Iglesia? ¿Cómo quiere Usted cambiar las actuales estructuras de los llamados funcionarios eclesiásticos?
61) ¿Qué entiende Usted por “Iglesia revolucionaria” y por “política y religión” en la Iglesia?
62) ¿Cuáles son - según Usted – los privilegios de la Iglesia en América Latina?
63) ¿Es verdad que Usted defiende que no son necesarios los Seminarios, es más, los juzga inútiles e incluso perniciosos”
64) ¿Es verdad que Usted es contrario al así llamado clero “académico” y “parroquial” y que desea Sacerdotes nuevos, es decir, hombres sin preferencia por los valores de orden sobrenatural, sin preocuparse por los peligros mundanos, de las tentaciones ilícitas, de las placenteras frivolidades humanas?
65) ¿Es verdad que para Usted las religiosas, hoy, en los conventos son egoístas y no sirven para nada en el mundo?
66) ¿Es verdad que Usted está contra el “celibato eclesiástico”, sea para el clero que para los religiosos? ¿Cómo juzga Usted el método de aplicación del psicoanálisis a las vocaciones clericales y religiosas?
67) ¿Es verdad que Usted sostiene que la vocación religiosa no es un ideal sino un asunto humano? ¿No un don de Dios a las almas, sino un medio personal de trabajo social y político en la Iglesia?
68) ¿Es verdad que Usted parangona los conventos y Casas religiosas con los campos de concentración, de destrucción de la personalidad y de trabajos forzados? ¿Y que en tales lugares son admitidos tan sólo los tímidos y viejos, los enfermos y débiles?
69) ¿Qué significa: el celibato eclesiástico, “gloria de la Iglesia occidental”, será en el futuro reemplazado por la fe y por la caridad?
70) ¿Es verdad que para Usted los Sacerdotes y las Monjas, que son fieles al comunismo y a Castro, dan testimonio de Cristo, mientras que los otros y las otras se dedicaban antes o se dedican hoy a robar en los colegios para ricos?
71) ¿Es verdad que Usted desprecia “a priori” los valores religiosos de los consejos evangélicos y la observancia de las reglas conventuales y los votos de pobreza, castidad y obediencia?
72) ¿Es verdad que han sido orientados al matrimonio, sin motivos problemáticos de vida o de conciencia, disuadiéndoles de la observancia de la ley del celibato, varios Sacerdotes, especialmente dos: Carlos Plaza García y Manuel Canasto Aguilar de la diócesis de Querétaro?
73) ¿Es verdad que para Usted el Sacerdote no es un “mediador” entre Dios y los hombres, llamado por la Iglesia al servicio de los hermanos, y que el “cura” es un fantasma que tiene que desaparecer, quiéralo no lo quiera la misma Iglesia?
74) ¿Quiénes son: el P. Baltasar López, el P. Segundo Galilea y el P. Casiano Florestan y cuales son sus ideas sobre el celibato del Clero?
75) ¿Es verdad que Usted, con respecto al Clero de hoy de mañana, pronostica un orden nuevo de asistencia religiosa y social del mundo que haga tabla rasa de todas las estructuras del orden tradicional y antiguo?
76) ¿Es verdad que Usted y el C.I.F. condenan el ritualismo tradicional y el moralismo eclesiástico y han fomentado extrañas libertades de ritos y de prácticas litúrgicas?
77) ¿Es verdad que en Cuernavaca han sido permitidas muchas rarezas litúrgicas y que se han celebrado Misas sin sotana y en mangas de camisa?
78) ¿Qué entiende Usted por “superstición del culto eucarístico”?
79) ¿Es verdad que Usted se posiciona contra la forma actual de la Santa Comunión bajo la sola especie de pan y pretende que sea obligatoria la Comunión bajo la doble especie?
80) ¿Es verdad que Usted quiere que la Misa sea celebrada por los padres de familia en la propia casa privada y rodeado de sus hijos?
81) ¿Es verdad que Usted defiende - contra cuanto prescribe el canon 856 – que se puede recibir la Santa Comunión sin confesarse, incluso cuando se tiene conciencia de haber cometido pecado mortal?
82) ¿Es verdad que Usted es contrario a la devoción hacia la Virgen María y especialmente al rezo del S. Rosario, al culto de los Santos, a la práctica de los ejercicios espirituales, particularmente los de San Ignacio?
83) ¿Es verdad que Usted quiere que las mujeres puedan confesarse sin la rejilla en el confesionario?
84) ¿Por qué y en que se funda para afirmar que la Iglesia actual practica una pastoral de magia ritual y no tiene una verdadera predicación ética?
85) ¿Acaso cree Usted que la Iglesia - hoy – ya no debe ser Casa de Dios y lugar de oraciones y de sacrificio, sino espacio de encuentros folklorísticos y de manifestaciones populares?
86) ¿Cómo juzga Usted la orden del Cardenal Garibi Ribera prohibiendo a todo sacerdote viajar a Cuernavaca, salvo en caso de grave necesidad, y ello bajo explícita pena de suspensión “a divinis”, “ipso facto incurrenda”?

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Al presentar el Interrogatorio a la consideración de los Cardenales, Mons. Casoria recomendaba mano dura y, en todo caso, obligarlo a irse de México y clausurar sus obras de Cuernavaca. Para el caso de desobediencia a la Santa Sede, Illich debería ser reducido al estado laical “in poenam” y “sine ulla spe admissionis”. Debería, además, retractarse de cuanto afirmó o escribió.

Como ya he escrito, Mons. Illich, el 18 de junio de 1968, se presentó en el Palacio del Santo Oficio. Rehusó verse con Mons. Casoria y pidió entrevistarse con el Cardenal Seper, a quien entregó una carta en perfecto italiano y cuya traducción es como sigue:



“Roma, 18 junio 1968
Eminencia Reverendísima
Después de la entrevista que Usted con tanto sentido pastoral me concedió ayer, siento la obligación de relatar a Vuestra Eminencia lo que sucedió durante y después del interrogatorio llevado a cabo por Mons. De Magistris y por Mons. Casoria, y de manifestar a V. E. mi valoración de las cosas en este momento.
Vaya por delante que de cara actos autoritarios tan discutibles (al menos a mi parecer) bien sea por el fondo bien por la forma, a un cristiano, a un sacerdote, sólo le es posible una alternativa rigurosa entre dos posturas, ambas igualmente consecuentes hasta el final. Ninguna posibilidad intermedia o híbrida.
O uno se abandona (pudiendo hacerlo sin faltar a otros deberes aún más imperativos, especialmente respecto de terceros) hasta el final, sin ni siquiera exponer la reserva más razonable o la defensa más legítima,
O uno debe (no por sí mismo, no “pro domo sua”, sino únicamente por motivo superior de la defensa de la misma constitución divina de la Iglesia y de la honorabilidad de las instituciones eclesiásticas) sistemáticamente oponerse a cuanto se aparte del Evangelio, de los principios divinos que regulan la Iglesia y de las mismas disposiciones de los Concilios y especialmente del Concilio Ecuménico Vaticano II e incluso de las afirmaciones más recientes y renovadas de los Órganos Superiores, como por ejemplo en ocasión de las ponencias realizadas en el Sínodo de los Obispos sobre los principios que han de regir el “codex iuris canonici”.
O se opta por la primera solución o se opta por la segunda. No vale atenerse un poco a una y un poco a otra.
Por lo que me toca, confieso que me he decidido por la primera solución y, llegado a este punto, para todo lo que es mi caso, haré mío el siguiente imperativo: “Si alguien quiere luchar contigo para quitarte la túnica, le cederás también el manto” (Mt. 5, 45).
Por lo demás, desde el primer momento en que tuve noticia de la sospecha de la Congregación de D. F., ésa ha sido mi postura como reevidencia con mi carta del 22 de enero 1968 a Su Santidad, carta que no ha tenido respuesta y que adjunto en copia.
Hoy me reafirmo en esta postura, sobre todo después de que ayer por la tarde se me haya entregado el elenco de las 86 preguntas. El interrogatorio, por el contenido de cada una de las preguntas, por su conjunto, por su espíritu, es “a priori” tal que no me consiente posibilidad alguna de clarificar (y de no consentir a un juez la posibilidad de captar) mi verdadero pensamiento, la realidad de mi personalidad cristiana, de mi fe; es decir de la fe en Cristo Señor y en su Evangelio, en la Iglesia visible como es en su Tradición y en su Magisterio, en la autoridad universal del Romano Pontífice y en mi relación de comunión con una Iglesia local y con su Obispo.
Todavía más, un tal interrogatorio parece estar confeccionado adrede – además de para impedir un mínimo diálogo humano y cristiano entre juez y acusado – para inducir al encausado a convertirse él mismo en juez y acusador de otras personas: hasta el punto que algunas preguntas están formuladas de modo que parecen solicitar de mí, sacerdote y amigo, a involucrar o a acusar a otros amigos y hermanos, incluso al Obispo de la diócesis en la que vovo y trabajo.
Por tanto, en modo alguno me parece posible:
a)ni reconocer en el documento que me han entregado la base (prevista en el n. 5 del m.p. “Integrae servandae”) para ser oído y poder formular la propia defensa;
b)ni intentar, partiendo de un tal posicionamiento, la manifestación – que yo tanto desearía - sincera, humilde, filial de mi fe, de mi plena disponibilidad a la Iglesia, de los criterios, de los fines y de los modos de mi actividad y de mi servicio.
Frente a un tal documento, sólo me queda disponerme a dejarme quitar la túnica y el manto, y repetir cuanto escribía el 22 de enero 1968 al Papa, es decir, que estaba y estoy dispuesto a hacer todas las retractaciones necesarias cuando se pruebe con mis escritos auténticos, con mis gestos y hechos (y no con informaciones de tercera mano y deformadas) que me he separado de la fe y de la moral o que mi conducta haya podido ser causa de escándalo o de error para otros.
Todo esto por lo que toca a mi caso y a mi destino.
Sin embargo, todo cuanto ha venido sucediéndose en los últimos meses, y particularmente en el día de ayer, me han obligado y me obligan a tomar algunas actitudes y a hacer algunas precisiones, no en mi defensa, sino únicamente con el fin de contribuir al mayor –¦plendor de la Iglesia, al interés de terceros y, en definitiva, a la salvaguardia de la mismas instituciones eclesiásticas. Lo hago fundándome en mi experiencia de estos últimos días y no de manera puramente subjetiva.
1)Ante todo, debo objetar haber sido sometido a un procedimiento instructorio sin haber podido conocer el ordenamiento procesal en base al cual yo era acusado, examinado y eventualmente juzgado: y ello contradiciendo el principio establecido en el n. 12 del m. p. “Integrae servandae” que hace tres años había establecido que el “Reglamento interno de la Congregación para la doctrina de la Fe fuese dado a la publicidad”.
Esta objeción es radical y por sí misma suficiente para que, en el estado actual de las cosas, nadie pueda considerar satisfecho su derecho elemental (reconocido por el mismo motu proprio) a ser escuchado y a poder defenderse antes de ser juzgado. Sentado este punto, me parece que todo acto del procedimiento queda invalidado.
2)En segundo lugar, quiero observar que, como primer acto, se me pidió el juramento de decir la verdad y de mantener el secreto. Nada que objetar al primer juramento. Pero no he podido y no podré nunca aceptar el segundo, porque tal juramento sería contra el derecho natural de la propia defensa, contra el derecho divino de la verdad en la Iglesia y contra el mismo derecho positivo de la Iglesia, según las intenciones declaradas en el Concilio acerca del procedimiento del S. Oficio y los principios generales sentados por el Sínodo de los Obispos para la reforma del “codex iuris canonici”. Y es precisamente por esto que estoy agradecido a V. Eminencia por haber aceptado inmediatamente mi objeción.
3)Por los mismos motivos he pedido poder disponer por escrito de una copia de todo cuanto se refiere a mí y, particularmente, de los cargos que se me imputaba. También por eso agradezco a V. Eminencia a quien debo la posibilidad de expresarme a través de esta carta.
4)Después de que en la audiencia se me haya prometido recibir los documentos escritos, me ha sido comunicado tan sólo un textote 86 preguntas, que abrazan el universo, y no sólo cuestiones de fe sino materias opinabilísimas, así resultantes de la páginas de cualquier Denzinger, y todavía más si se consultan los documentos de los Concilios Vaticano I y Vaticano II.
5)Más aún, estando a las palabras de Mons. Casoria, el texto que me fue comunicado no corresponde al usado en la audiencia que iniciaba el interrogatorio. Además, se nota claramente la supresión de algunas páginas
6)Muchas de las preguntas que se me hacen se refieren exclusivamente a otras personas: sacerdotes, laicos e incluso Obispos. Sostengo que, en principio, no debo hablar de ellas. No corresponde al investigado aportar noticias o formular juicios sobre otras personas. Toca a los órganos inquisidores procurarse de otros modos más ortodoxos las informaciones necesarias y asumir la responsabilidad de los consiguientes juicios.
Conclusión
1)No puedo y no debo aceptar la base inquisitiva que se me ha propuesto porque no corresponde ni a los principios de ordenamiento de la Iglesia ni a un modo humano y espiritual de relación entre la S. Madre Iglesia y sus hijos, y ello aunque fueran culpables.
2)En cuanto a las preguntas, al tiempo que renuevo mi plena e incondicional profesión de fe, puedo sólo citar un documento que la Congregación para la Doctrina de la Fe parece desconocer. Se trata de un dossier sobre el C.I.D.O.C. elaborado por la Comisión enviada por el CELAM a Cuernavaca en noviembre de 1967 para explorar la naturaleza de los servicios que el Centro puede prestar en el campo pastoral. En aquella ocasión, espontáneamente, yo me sometí a un examen de mis posiciones doctrinales y de mis comportamientos. El examen llevado a cabo por la dicha Comisión cubre casi todos los puntos relevantes del cuestionario que ahora se me propone. Dicho dossier fue enviado al S, Padre, según informaciones del Presidente del CELAM.
3)Además de reafirmar, en todo caso, mi plena disponibilidad a toda retractación que se me requiera con motivo fundado y probado, debo reafirmarme en cuanto escribí el 25 de marzo 1968 a S. E. Mons. Guido del Mestri, Delegado Apostólico en México; es decir que, a partir de aquella fecha, he suspendido: la celebración pública de la S. Misa, la publicación de artículos de materia teológica, las públicas conferencias en la misma materia, predicaciones de retiros, etc.
4)Tengo intención de permanecer en este estado por todo el tiempo que dure una duda o una reserva de mis Superiores hacia mí, aunque se trate de duda y reserva infundada. Soy de la opinión de que en todo sacerdote se unen, y lamentablemente suelen confundirse, el carácter permanente del sacerdocio con el consiguiente “munus” participado de su Obispo de presidir la Eucaristía , y el estado clerical con la consiguiente representación de las instituciones eclesiásticas, de su autoridad y de sus poderes jurídicos y roles sociales. El “munus” sacerdotal es un don gratuito del Señor a través de la Iglesia: aunque permanezca indeleble, de hecho sólo debería ser ejercitado en plena comunión y con la plena confianza por parte de la misma Iglesia. El estado clerical y sus poderes y tareas de representación externa de las instituciones eclesiásticas no son indelebles y están condicionadas al reconocimiento por parte de la Iglesia. Mi interior me dice que no debo ejercitarlas si la Iglesia me niega la plena confianza y si estima que no puede reconocerse - aunque sea por motivos provisionales y opinables – en mis actitudes contingentes y relativas a una cierta situación histórica. “Quod gratis ab Ecclesia accepi, semper gratis renunciabo”
Con la esperanza de que estas líneas, pensadas y escritas con toda simplicidad y sinceridad, logren expresar – no obstante el escaso tiempo disponible y las limitaciones inevitables de una carta – el fondo de mi ánimo, confiando en la comprensión por parte de V. Eminencia, me profeso
De Vuestra Eminencia Rev.ma
Humildísimo hijo
Ivan Illich”


Dos días después de haber entregado la precedente carta al Card. Seper, Mons. Illich retorna a México y allí visita al Delegado Apostólico Mons. Del Mestri para informarle de lo sucedido en Roma. El Delegado Apostólico (Nuncio), si bien con poca esperanza de éxito, aconseja a Illich que responda, serenamente y por escrito, al Interrogatorio.
La Curia romana, defraudada u ofendida por la carta de Mons. Illich, continúa dando pasos para neutralizar o castigar a Illich a quien considera un rebelde y un osado. En ausencia, por vacaciones, del Cardenal Seper, S. E. Mons. Philippe, Secretario de la S. C. para la Doctrina de la Fe, convoca una reunión a nivel de Secretarios de los 5 Dicasterios interesados, si bien presidida por el Cardenal Antoniutti, Prefecto de la S. C. para los Religiosos (el Secretario estaba de vacaciones). La reunión, constituida en Comisión “ad hoc”, tiene lugar el 18 de julio de 1968. Asisten, además de los dos citados, los Arzobispos Secretarios de los siguientes Dicasterios: Obispos (Civardi), Clero (Palazzini) y Educación Católica (Schroeffer). Constatan que no es posible actuar directamente contra Illich. Y, en particular por su artículo “The vanishing clergymen” y por haberse negado a contestar a la Sagrada Congregación, se toman dos importantes decisiones:
1) ordenar al nuevo Arzobispo de Nueva York, S. E. Mons. Cook, que obligue a Mons. Illich a dejar México y volver a Nueva York bajo pena de suspensión “a divinis”;
2) vaciar de alumnos los centros fundados o dirigidos por Mons. Illich en México y en Brasil, para lo que se darían oportunas órdenes a los Episcopados de México, Francia, Canadá, España, Francia y U.S.A. La ejecución de tales decisiones se llevaría a cabo en septiembre, es decir, después del Congreso Eucarístico de Bogotá y de la Asamblea Plenaria de los Obispos Latino Americanos de Medellín.

Transmitidas las conclusiones de la Comisión de los cinco a los Delegados Apostólicos en U.S.A. y en México, este último, Mons. Del Mestri, contesta con una carta en la que manifiesta pocas esperanzas de que Illich vaya a obedecer las órdenes que pudiera recibir de Nueva York.
Por aquellas mismas fechas, conocedor de las últimas decisiones de la Curia romana, Mons. Illich hace público el texto del Interrogatorio del Santo Oficio y de sus cartas al Papa y al Cardenal Seper. Como bien había previsto, la publicación de tales documentos desarmó a la Curia de Roma y fue suficiente para dejar en paz a Mons. Illich y sus Centros por tiempo indefinido. Los medios de comunicación relacionaban el affaire Illich con los rescoldos de la Inquisición medieval. En Italia, dos excelentes periodistas, G. C. Zizola y A. Barbero, publicaban un libro: “La riforma del Sant’Uffizio e il caso Illich” (Gribaudi-Torino, 1969) con fuerte resonancia en los ámbitos católicos e inmediatas consecuencias en el comportamiento de la Curia. El opúsculo de 191 páginas pedía la renovación del ex-Sant’Uffizio, según la mente del “motu proprio” “Integrae servandae”. Así mismo, K. Rahner, en su artículo “Die Freiheit theologischer Forschung in der Kirche” (Stimmen der Zeit, 184, 1969, pp. 73-82), haciéndose eco de una carta colectiva de teólogos publicada en la revista “Concilium” (marzo, 1968), exigía una mínima adecuación del proceder de la Curia a los criterios del Concilio Vaticano II. La Congregación para la Doctrina de la Fe recogió el guante: además de dejar tranquilo a Illich, inició la elaboración del primer Reglamento para el examen de las doctrinas (el primero en la historia de la milenaria Iglesia), la “Nova agendi Ratio in Doctrinarum examine”. Este Reglamento, del que me ocuparé más adelante, fue comentado por mí en tres publicaciones periódicas españolas: “Revista Española de Derecho Canónico”, vol. XXVIII, 1974, pp. 61-91, “Proyección”, 1976, pp. 51-64 "Compostellanum", vol. LIII, 2008, pp.187-245.
Mons. Illich siguió siendo fiel a la Iglesia, y trabajó hasta edad avanzada para atender a los católicos latinoamericanos. Querido por cuantos lo trataron y admirado por muchos eclesiásticos, algunos de ellos compañeros suyos de estudios (incluidos obispos y dignatarios), fue llorado por sus íntimos cuando la muerte lo sorprendió en diciembre de 2002. Con las matizaciones expuestas, es inexacto cuanto se lee en la Enciclopedia Larousse: “En 1969, un conflicto con el Vaticano le llevó a recuperar el estado laico”.
Un simple comentario: la solidez de ideas y la altura de sentimientos de la respuesta de Mons. Illich contrasta con la pobreza ideológica y la bajeza moral, incluso ruindad, del Interrogatorio de la Curia romana.


















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