Satanás

Es inevitable. Cuando alguien habla mucho, a menudo y de todo, corre el riesgo de desbarrar. Por lo menos, en algo. Y el hecho de estar constituido en autoridad-poder no lleva consigo la autoridad-sabiduría. Es evidente que el hablar desde una cátedra no implica hablar "ex cathedra". Y, aunque así fuera.
Hago estas afirmaciones a propósito de las expresiones del papa Bergoglio sobre Satanás. Sucedió recientemente en una de sus diarias homilías en la Residencia Santa Marta.

Preparar la homilía dominical con rigor es una ardua labor de muchos curas. Lo es incluso para aquellos que han ampliado estudios teológicos y/o siguen los avances y reflexiones de expertos en la materia. La improvisación y la trivialización son irresponsabilidad, una falta de respeto a los oyentes.

Casualmente, dentro del presente año, dediqué muchas horas a leer sobre demonología. Lo hice por sentido de amistad y de admiración hacia un gran amigo, excondiscípulo en Roma y en Barcelona. Enrique López Fernández me regala todas sus publicaciones en primicia. Enrique es un sabio, empedernido investigador. Además de su especialidad bíblica y semítica (su más importante libro es "Escritos mandeos", BAC 2013, 792 pp), ha producido, y sigue haciéndolo, libros de termática diversa. En "El don del Espíritu" (Oviedo 2001, 326 pp.) trata del Espíritu, preferentemente bueno, en la Biblia y en el mundo grecorromano. Antes, había publicado en "Studium Ovetense", un largo profundo trabajo de 93 pp. titulado "Satán, de nombre común a nombre propio. Historia de una palabra".

Pretendo extractar y resumir este artículo. Es largo, completo, iluminador. Después de leer trabajos como éste, uno sonríe incrédulamente al escuchar lacónicas afirmaciones, aunque vengan de las más altas jerarquías. Igual que sonreímos cuando examinamos, escépticos, la simplista ingenuidad con que los Concílios (Tridentino y Vaticano I, por ejemplo) citaban textos bíblicos para fundamentar dogmas o ideologías preconcebidas.

Como su título sugiere, el autor deja en evidencia que "Satán" no siempre fue entendido como personaje sino como una función, una actitud, un adjetivo. El término fue adquiriendo nuevos diversos significados y connotaciones.
"Cuando nuestros cristianos hablan de Satanás, u oyen hablar de él, creen estar seguros de lo que esta palabra significa. Para ellos es un personaje individual, especie de antidiós, con demonios o diablos a sus órdenes, que hace la guerra a Dios y a su Iglesia, incita al pecado y busca la perdición de las almas. Sería legítimo preguntarse hasta qué punto esto siempre ha sido así. La historia de esta palabra resulta mucho más compleja, larga y laboriosa de lo que a primera vista pudiera creerse".

Enrique recorre la literatura veterotestamentaria, los escritos del judaísmo intertestamentario, los escritos rabínicos, los neotestamentarios, incluyendo los apócrifos y finaliza con los Padres Apostólicos y Apologetas.

La raíz hebraica STN indica "estorbo", "interferencia", "oposición". Sería la actitud del que se interfiere impidiendo el paso. En su primera cita bíblica, el autor trae a colación el relato de Nm 22 que se refiere a Balaam: "Cuando iba, encendióse la ira de Yahweh y se plantó el ángel de Yahweh en el camino en actitud de oponerse (i.e. de "satan").
Pasajes análogos, con semejante significado, se encuentran en los libros llamados históricos del Antiguo Testamento, en los salmos y en los sapienciales.
Resulta simpática la actitud fiscalizante y acusadora de Satán en la historia de Job. Yahweh dialoga con Satán. "¿Te has fijado en mi siervo Job? Nadie hay como él en la tierra". Satán se permite aconsejar a Dios y recibe de Yahweh la encomienda de someterlo a prueba. En este caso, Satán es un "tanteador", instrumento divino, colaborador de Yahweh, más que un "tentador". Y en 2Sm 24 esa función de tentar o tantear se atribuye también a Yahweh: "Se encendió la ira de Yahweh contra los israelitas e incitó a David contra ellos...". El Cronista, escandalizado, reemplazará la palabra Yahweh por Satán (1Cr 21) cuando el término Satán ya estaba adquiriendo connotaciones negativas y pasaba a ser nombre propio.

Los textos de Qumran revelan el carácter genérico del término "satán". "Todo satán exterminador será reprimido". "No habrá satán maligno destructor" (refiriéndose a los tiempos mesiánicos). "No hubo satán ni maligno alguno en todos los días de José". "No habrá ya más satán ni maligno y la tierra estará limpia desde este momento para siempre".

Más claro es el Enoc etíope. En él se habla de "la violencia y expulsión de los satanes" .
La función acusadora o fiscalizadora de Satán evoluciona. Pasará a ser adversario o enemigo del hombre. En lo material y en lo espititual. Así, en Jubileos, se encuentran éstas y semejantes expresiones:
"Completarán todos sus días y vivirán en paz y gozo y no habrá satán ni maligno destructor, pues todos los días serán de paz y salud".
"La tierra de Egipto estuvo en paz ante el Faraón.... y el reino del Faraón se mantuvo en buen orden y no hubo en él ni satán ni maligno".
"Y pasarán los jubileos hasta que Israel se limpie de toda culpa ...y no habrá ya satán ni maligno, y la tierra estará limpìa para siempre".

La función de "verdugo" ejecutor del juicio de Dios o "castigador" del pecado aparece clara en Enoc y en Jubileos:
"El final de los hombres muestra su justicia, cuando se encuentran con los ángeles del Señor y con Satán, pues cuando el alma maligna se marcha, es atormentada por el espìritu maligno al que servía con malas obras".
"Los pecadores serán destruidos en presencia del Señor de los espíritus... y vi a los ángeles de castigo que preparaban los instrumentos de Satán".
"A todos los malignos impíos los atamos en el lugar de condenación, y a la décima parte de ellos los dejamos para que puedan estar sometidos a Satán en la tierra"
.

Por sincretismo y por armonización, los "satanes" han sido nombrados con otros apelativos afines, lo que se observa, sobre todo, en Enoc etíope: "ángeles rebeldes", "ángeles caídos", "espíritus de la tierra", "espíritus malignos", "demonios", "vigilantes", "guardianes".
"Satán" aparece como un jefe con subalternos que revelan a los humanos perniciosos secretos o les enseñan maldades. Esta jefatura es o puede ser compartida.
En la función maléfica de Satán se contraponen las dos etapas de la historia. Una es la del mundo presente sometida a la tiranía de Satán y afligida por el dolor. La otra, la del mundo futuro, es el Reino de Dios, la era de felicidad, cuando Satán dejará de existir y con él desaparecerá el dolor (Asunción de Moisés, 10).

En Enoc etíope y en escritos de la época (siglo II a.C.), la relación de Satán – ya nombre propio - con Dios es de enemistad. Estamos ante un un "antidiós". Una concepción que, partiendo de ese siglo II a.C. alcanza al N. T. y la Patrística.
Pero queda claro que el origen de Satán no es independiente de Dios. Los "satanes" no nacen, se hacen. Y aquí surge la reflexión teológica intertestamentaria que trae a colación la rebelión y desobediencia por soberbia.
En sus disquisiciones, los escritores intertestamentarios no coinciden en el lugar de morada de los "satanes". Para unos es el cielo, según sus niveles. Para otros es el aire, la tierra o el infierno.
El fin de los "satanes" sobrevendrá en el juicio final, cuando serán arrojados al fuego.Eso será cuando los cielos y la tierra acaben para siempre.

Los escritos rabínicos no sólo reafirman, aunque evolucionada, la acepción de nombre propio para "Satán". Tanbién conservan la más antigua acepción de nombre común. Es ésta una acepción que se aplica, a veces, a personas como "oponente", "adversario". Se recuperan los apelativos "acusador", "fiscal", "maligno". Surgen nuevos nombres: "Ángel de la muerte", "Sammael", "Asmoneo", "Demonio"(no siempre malo), "Espíritu maligno o impuro".
Se repiten también las funciones de "Satán": "acusador", "malhechor", "verdugo", "tanteador", "tentador".
En esta literatura rabínica, los "satanes" no son hostiles a Dios. Están sometidos a Dios y actúan por encargo. Es la concepción "monárquica" del universo bíblico.
La naturaleza de los "satanes" o "demonios" es espiritual. Son invisibles aunque pueden dejarse ver, poseen alas, pueden comer y beber, pueden procrear como si de humanos se tratara, son machos y hembras, pueden pasar hambre y sed, pueden morir. A veces, asumen formas sensibles de animales o de humanos. El mundo está lleno de ellos y están jerarquizados. "Lilit" es la jefa de los demonios nocturnos que pueden ser 18 miríades de ángeles de perdición. Actúan a cualquier hora, especialmente de noche. El más terrible de los demonios es "Qeteb". Habitan, sobre todo, en el Norte y en desiertos, en ruinas, lugares inmundos, depósitos de agua y en árboles.

El Nuevo Testamento es fiel receptor de las tradiciones precedentes. Es verdad que casi siempre "Satán" es nombre propio, pero hay pasajes en que "Satán" es nombre común. Jesús responde a Pedro: "Apártate de mi, satanás, tratas de impedírmelo porque no piensas como Dios" (Mt 16). En este pasaje, "satanás" es un "estorbo", un "impedimento". Es algo diverso al "Satanás" tentador de Jesús. Ambivalente es el "Satán" de otros textos evangélicos, por ejemplo en los que aparece "satán expulsando a otro satán". Parece que "satanás" es nombre común en el siguiente pasaje de Mc 3,30 cuando Jesús es acusado de ser poseído por el demonio: "Porque decían: tiene un espíritu impuro".

En el Nuevo Testamento, la jefatura de los "satanes" es atribuida a "Beelcebul". Aquí, las funciones de "Satán" son similares a las ya conocidas y transmitidas del Antiguo Testamento y del judaísmo: oponente, acusador, tentador, tanteador, enemigo, malhechor.
Asi mismo, las relaciones de "Satán" con Dios experimentan la antigua ambivalencia de enemistad (Rm 16, Tes 2, Ac 26) y de colaboración (1 Cor 5, 1 Tm 1).
También la nomenclatura de "Satán" coincide con la conocida de tradiciones anteriores.

Los antiguos escritores cristianos, incluidos Padres Apostólicos, evangelios apócrifos y Apologetas, sólo utilizan la palabra "Satán" como nombre propio e intransferible, jefe de los poderes del mal, un personaje individual. Usan la ya conocida nomenclatura, además de "anticristo", "dragón" y "serpiente". Entre las funciones de "Satán" no entran las de "tanteador", "tentador", "fiscal". Desaparecen también las funciones de "agente de mal físico" para concentrarse en el mal ético y religioso. Las persecuciones de los cristianos son obra de "Satanás". Igual que en los Sinópticos, la enfermedad es entendida como posesión diabólica. Es una convicción generalizada.

La relación de "Satan" con Dios es absolutamente irreconciliable. Son poderes antagónicos, por más que desiguales, ya que los "satanes" están sometidos a Dios y serán anulados algún día.
En cuanto al origen de los "satanes", amén de la desobediencia y orgullo, surge un elemento gnóstico: la opción de Satán a favor de la materia y una negligencia en el gobierno de la naturaleza.

Dónde, cuando y hasta cuando. Se repite la tradición. En la tierra, en los aires, en el infierno. Su actuación maligna es más intensa en los sólitos lugares y en las horas nocturnas o vespertinas.
La actividad de Satán finalizará "cuando el Señor vuelva". Es más, el Evangelio de Bartolomé concreta: seis mil años. Ése es el plazo de que dispone Satán para actuar antes del "día de Yahweh". Pero no falta quien considera a Satán ya vencido y encarcelado con la muerte de Cristo (Actas de Pilatos IV y VIII).
Sin atribuirle cuernos, rabo y tridente, estos escritores hablan de "satanes" capaces de tener manos, pies, cabeza, cuello. Puede tener forma de dragón o de serpiente.

Conclusión.
Desde su condición de nombre común, con carácter calificativo, "Satán" pasó a cristalizar en puro nombre propio reservado a un personaje muy concreto y bien conocido. La evolución semántica corre al paso de un desarrollo paralelo en las creencias que el término conlleva: designación colectiva, en un principio, de seres sobrenaturales, en buena relación con Dios primeramente y luego de actitud híbrida o equívoca. Acabará siendo abiertamente hostil: un ser individual antitético y antagonista de Dios, acompañado de posibles competidores o equivalentes y de una turbamulta de subalternos.
Como instigadores al pecado, los "satanes" no siempre fueron entendidos como enemigos de Dios. A veces, actuaban a su servicio como tanteadores y probadores de la virtud de los humanos.
La impulsión al pecado nunca ha estado clara. La concupiscencia es vista como congénita en el hombre, no inducida por Satán.
Los orígenes de Satán son igualmente oscuros. A este propósito los escritores hacen gala de su rica imaginación.
Se observa una evidente influencia de la religión irania. Más evidente todavía es la influencia del helenismo en el Nuevo Testamento y en los Padres de la Iglesia.
En el fondo teológico de la demonología, queda siempre perenne nuestro anhelo: el triunfo del Bien sobre el Mal, la instauración del Reino de Dios (1 Cor 15,24)..

Celso Alcaina
Dr Teología Bíblica y Filología
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