Historias de conversos (¿Como Forcadell?)

El converso es un tipo de hombre o de mujer siempre al acecho de la verdad y en insoslayable actitud o voluntad de avizorarla o atisbarla cuando es oscura y difícil dar con ella, y de seguirla sin tapujos una vez lleguen convicciones o indicios holgados de su presencia. Los conversos suelen ser unos tipos raros, y no porque bordeen los límites de alguna patología mayor o menor, sino por lo escasos que son en la sociedad de “masas”. Las masas, como enseñara Ortega y Gasset en La rebelión de las masas y en otros ensayos, toman el camino que les trazan otros; no piensan por sí mismos y por eso nada o poco saben de lo que pueden ser; a golpe de silbato suben o bajan, entran o salen, incapaces de otra cosa que levantar el dedo, gritar a coro y, de cuando en cuando, pulsar sin equivocarse el botón del escaño en un parlamento, y esti, iris privilegiados de la “masa”, la “chusma” ni eso.
El converso, para serlo, habrá de tener otra pasta. Por lo pronto, no es un hombre-masa ni un peón de multitudes amorfas. Es alguien hecho a la medida de sí mismo y, por ello, uno e intransferible, ni mejor ni peor que otros de su mismo estilo, pero unívoco. Es un hombre o mujer con voluntad y libertad de “hacerse a sí mismo”, de no adorarse en “su verdad” sino en disposición permanente de marcha hacia “la verdad” siempre que, ante sus ojos, o por obra de sí mismo o por aviso de otros, dude racionalmente hasta sentirse en obligación de salir otra vez en su busca. El converso no es un veleta; ni un mediocre; ni un farsante; ni es de los que están siempre dispuestos a declamar cualquier papel si le conviene. Es, como apunto, un hombre o mujer de los hechos a medida y no de los fabricados en serie, sin ideas fijas por tanto, sin fanatismos ni, menos aún, fariseísmos o hipocresías Siempre abiertos a mudar de parecer si llega a la convicción sincera de que no hacerlo sería traicionarse a sí mismos.
Veo por eso a los conversos como gente de selección. Entran pocos en docena y no se presumen a “la buena de Dios”
El hecho es que la presidenta del parlamento autónomo catalán, C. Forcadell, y sus adláteres han declarado por segunda vez ante un juez del Tribunal Supremo; son “investigados” por su obras durante el “proceso” independentista. Y han dicho todos ellos, casi al unísono, que sí, que sí … Que todo era broma, ensayo, simbolismo; que no iba en serio; que acataba el art. 155 de la Constitución y lo demás de ella, prometía al Sr. Juez abstenerse de obrar contra la Constitución y pedía disculpas por sus actos pasados
Es decir, lo que nadie esperaba que dijeran ella y los otros lo dijeron. Algo se podía esperar, al haber pedido tiempo para meditar lo que habían de decir, pero tanto, tan acompasado y contrito era difícil hasta soñarlo.
Pero la cuestión no está tanto en lo que expresaban las palabras cuanto en el fondo de las mismas.
¿Se les puede creer? ¿Sería más exacto dudar de su veracidad y de la seriedad de sus promesas y acatamientos? A la vista de los muchos indicios de autoría y culpa, y, sobre todo, del estropicio social ya causado; a la vista incluso de los “oídos sordos” que han prestado a los cientos de consejos, ruegos, advertencias sobre la gravedad de los pasos que daban ¿no sería lo más sensato y cuerdo -por elementales razones de lógica general y jurídica- negar a todos ellos credibilidad y juzgarlo todo como pasos de farsa para eludir las medidas preventivas que otros, en sus mismas condiciones operativas, estaban ya soportando?
Sabido es que el Derecho y las leyes no son matemáticas y que cada juez, con sus razonamientos y certezas a partir de hechos y pruebas, es artífice de conclusiones que han de ser singulares para ser justas; sin embargo las sorpresas cunden y la sospecha del uso de la táctica del “sí pero no” es, ahora mismo, comidilla de tertulias y medios de comunicación.
Por lo pronto –y es otra verosimilitud- hubo una especie de general respiro de alivio en muchos, desde los gobernantes a otros que, admitiendo la “fuerza de la ley” y su igualdad para todos, parecen arrugarse cuando de aplicarla a ciertos “investigados” se trata. La verdad, yo mismo sentí cierto alivio… Claro que, como dice mi sobrino jugando al tute y no está seguro de la carta que jugar, “oro bajo y a esperar”. El tiempo, aunque no resuelva siempre las cosas, a veces las aclara.

Volvamos, de todos modos, a las personas y psicología de los conversos.
- San Pablo es un gran ejemplo histórico de converso al cien por cien. Tan bruscamente como cayó del caballo cayó de sus afanes perseguidores contra los cristianos; tan agudos fueron en su alma los contrastes entre sus fobias y la realidad que -a partir de aquello- su vida y obras dieron un giro copernicano. Y ya jamás dejó el camino vislumbrado a partir del batacazo mental y psíquico de su camino de Damasco. Siguió siendo el mismo pero ya nunca fue lo mismo
-San Agustín fue otro converso de gran renombre en el encuentro de los siglos III y IV. Pagado de la ciencia y de temperamento erótico sobresaliente, el bautismo recibido de manos de San Ambrosio en Milán hizo de su vida un antes y un después, de idéntica textura mental y pasional, pero de andares, decires, sentires y quereres completamente distintos- Como en San Pablo, el mismo de antes pero no lo mismo que antes.
- Gilbert K. Chesterton, otro converso egregio. Hombre inteligente, excelente muñidor de ideas, irónico e inquieto sin dar nunca tiempo al tiempo de ser más para tener más –más verdad, más sentido de la justicia, mayor fidelidad a los hechos y las realidades que a las lucubraciones o los sueños, fue siempre un luchador –con la palabra sobre todo- por aquello en lo que creía; de su alejamiento significativo de Dios –nunca fue sectario a pesar de no ser aún católico-, por la fuerza de la verdad cayendo como la gota de agua sobre su alma, dejó sus viejos caminos para seguir la senda de una conciencia que le llevaba directa al Dios cristiano y católico. Siempre el mismo, pero no más lo mismo.

- Giovanni Papini fue otro converso del s. XX como Chesterton y otros más. Al margen y hasta contra Dios, su alma de fuego y sus pasiones crudas se pasaron con armas y bagajes a una fe católica tan viril y fuerte como había sido su vida anterior. Nunca se negó a sí mismo porque siempre mantuvo la conciencia libre de servidumbres e hipotecas que no fueran las del amor a la verdad por encima de conveniencias, cambalaches y traiciones a la propia dignidad. El mismo de antes pero nunca lo mismo que antes; lo suyo de siempre aunque con brotes nuevos y frutos mejorados

¿A qué seguir -me pregunto- mencionando ejemplos y muestras de conversos que, si son serios y de verdad, serían honra y prez de la condición humana real, pero que, si lo son “de pacotilla” y “oportunismo”, serían meramente “espantapájaros” de solos dos o tres días para engañar a crédulas avecillas?

No me creo ni pizca de la conversión de la Sra. Forcadell y su recua. Pura táctica para salirse del mal paso, bien que dándose ella misma al ridículo de una “pequeñez” humana tan egregia como la de una buena farsa.
Al final me digo lo de mi sobrino cuando juega al tute y no sabe bien qué carta jugar. “Oro bajo y a esperar”. El tiempo, como digo, casi nunca resuelve las cosas importantes; pero muchas veces las aclara. En estas cosas vale lo del conocido relato de Larra: “Vuelva usted mañana” y lo verá. De todas formas, ¡ojala! me equivoque en la conjetura, aunque me temo que no.
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