Lecciones de un político 11-V-2019

“Hay un sentido de la palabra “polìtica” que me parece la cima de su complejo significado y que es,  a mi juicio, la dote suprema que califica al genio de ella,   separándolo del hombre público vulgar.   Si fuese forzoso quedarse en la definición de la política con un solo atributo, yo no vacilaría en preferir este: política es tener una idea clara de lo que se debe hacer desde el Estado en una nación”  (Cfr.  J. ORTEGA Y GASSET, Mirabeau o el Político,  Obras,    Alianza Editorial, Madrid,  1994, t. III, p. 630).  “El buen político ve siempre al Estado al través y en función de los nacionales.   Se sabe que aquel es tan solo un instrumento para la vida nacional.     Inversamente, el pequeño polìtico, como se ve con el Estado entre las manos, tiende a tomarlo demasiado en serio, a darle un valor absoluto, a desconocer su sentido puramente instrumental.   Y este error lleva a tergiversar por completo la esencial cuestión” (Id., p. 630).    “En definitiva, quien vive es la nación…    Cabría decir que un  Estado es perfecto cuando, concediéndose a sí mismo un minimum de ventajas imprescindibles, contribuye a aumentar la vitalidad de los ciudadanos”….   “En la historia triunfa la vitalidad de las naciones, no la perfección formal de los Estados”  (Id., p. 631)

          **  “No se pretenda excluir del político la teoría.    A la acción tiene en él que preceder una prodigiosa contemplación;  sólo asì será una fuerza dirigida y no un estúpido torrente que bate dañino los fondos del valle.    Lindamente lo dijo, hace cinco siglos, el maestro  Leonardo: ‘La teoria è il capitano e la prattica sono i soldati”  (Id., p. 637)

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Era difícil quedarse impasible y al margen, y tal vez por eso no lo hice. De hecho, todos los españoles –más o menos- se han sensibilizado, o,  quizás mejor, tomado postura ante el hecho. Y no era fácil hacerlo si,  como en el caso, es algo tan sospechoso y –más que otra cosa- aleatorio, esquivo y fugaz como la política y, dentro ae ella, el utilitario trajinar de los políticos en una política “de partidos”.  Que  de eso precisamente se trataba: de poner a la vista el juego de llamar,  o no llamar, por su nombre a las cosas en ese tan curioso como teatral escenario  de la política y los políticos. ¡Casi nada, y en esta circunstancia…!!!

Hace mucho que los máximos –en todo- se revelan utópicos.   Por una sencilla razón: que la tan soñada “máxima perfección” se ha quedado siempre en una aspiración o en poco más. Que yo sepa, nunca se le ha visto caminando por  la tierra o convertida en realidad tangible. Por eso –insisto-, la suma perfección no anda lejos del sueño de de las utopías. Casi de modo igual a la madurez o la ciencia, el deporte, la literatura o las bellas artes. El propio Evangelio –sabio como pocos- rubrica la idea cuando, a la perfección, le pone un techo  sólo capaz de colmarse con  más o menos cuajadas aspiraciones.

En todo o en casi todo podrá rozarse la perfección, pero ¿al pleno? Cautela, pues, y pocas auforias,   aunque ello no quite salir por los fueros de la verdad y marcar bien los contrastes.

Por si fuera necesario enfatizar esto algo más, lo diré con claridad. No soy “socialista”. Lo fue –y más de una vez lo proclama- uno de mis buenos mentores del bien pensar y decir –Ortega y Gasset; aunque bien es verdad que, de inmediato, lo enfriaba diciendo que él nunca fue “hombre de partido” –yo tampoco-, y abominando resueltamente las “ideologías aprisionadas” -prisioneras de una persona de carne y hueso-, porque, al enclaustrarse así, ya no serían ideologías sino apaños de intereses o conveniencias, vegetando  -eso, sí- al socaire de farsantes o falsarias ideologías.    Es decir, recursos de propaganda y nada más.

Lo confieso. No soy ni he sido nunca “socialista”, pero no negaré que he tenido y sigo teniendo amigos –en el mejor sentido de tan genial palabra-  que son y se tienen por socialistas.   Tales, por citar alguno,  Enrique Múgica o Paco Vázquez, u otros ya desaparecidos, como Txiqui Benegas y no digamos el recordado Fernando Múgica Herzog. E insistiré en que los he admirado o sigo admirando y los he oído, escuchado y por supuesto respetado;  y a algunos incluso los he tratado con la cordialidad reservada para los amigos de verdad.

Y anoto lo que alguna vez he proferido también. Si Jesucristo viviera hoy y se viera en la precisión de apostar por una partido político  -cosa que sólo imagino y siempre ha sido en hipótesis mi gicho-, lo haría por el partido socialista, aunque no por este “socialismo”  que parece tener de socialismo lo que cualquiera de nosotros pudiera tener de “capa-ratones”.   

Por eso, amigos, descabalguemos rápido de idealismos baratos. Que, como dicen algunos  ahora, en broma o en serio, a las cuatro letras  de la sigla PSOE, se le han caído ya las dos últimas: la E de español y la O de obrero,  y sólo le quedan las dos primeras: una P y una S.  Y no creo que sea de mucho esfuerzo hacer de adivino al descifrar lo que resta.

Y para mayor claridad inluso, decidme, amigos, lo que va de esto a lo de “L’État c’est-moi” del gran autócrata llamado Luis XIV.

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A la mayor gloria de un político de raza.

Ayer, a las tres y media de la tarde, un poco pasadas, se daba la  -no por esperada- menos emocional y sentida noticia. Acababa de morir  Alfredo  Pérez Rubalcaba en el hospital Puerta de Hierro, de Madrid, al que había sido llevado el miércoles tras  sufrir un ictus cerebral.   Tenía 67 años y a su persona radical se añadía la ,doble fisonomía de profesor de Química en la Univ. Complutense y la de político,   que había sido y seguía siendo a pesar de todo, y de su retirada incluso.

Ayer y hoy –se cierra la capilla ardiente instalada en el Congreso a las dos de la tarde- ha sido todo un clamor:  de noticias, comentarios, dimes y diretes, etc. Al aire de todo ello, me he cuidado de recoger una serie de ideas, frases, apuntes,  ocurrencias o sugerencias, etc., de las que –ahora- me propongo realzar algunas, con miras a construir  un pequeño ensayo en claroscuro sobre su persona y su adyacente vocación universitaria o política.   

Anticipo que no me duelen prendas en el caso y que me esforzaré -como siempre-por  hacer los debidos honores a la verdad tal como, en este caso y momento, la percibo y la veo.

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Popurrí de notas e ideas fluyendo de la noticia.

* - La muerte de un político - claroscuro de luces y sombras con predominio de luces,  en este caso. Antes de lo demás, Rubalcaba  era una persona humana, y no lo disimulaba. Por si fuera poco, es calificado de “inteligente” (lo que –para mí-  es distinto, y un grado más, del ser “listo”).

- Fue respetuoso con la Transición, pues dijo de ella: “Son las cuarenta años más brillantes de nuestra historia contemporánea”.  Una gran verdad de la historia. Y –por  lógica-  un alto sentido de Estado fue distintivo de, prácticamente, toda su trayectoria política.

-  ¿Tuvo sombras? Normal es que las tuviera (no sería, de otro modo, persona humana). Se las han pasado por la cara estos días, pero –me digo- ¿por qué recordar o resaltar las sombras. si las sombras,  como la vida misma, son patrimonio de todos?    

**  - Una frase, al parecer, de Rubalcaba, de   cuando –hace unos años (2014)- dejó de lado la política para volver a su cátedra de Química: “En España, enterramos muy bien”. Tenía la virtud de ser realista y consciente. De alguna manera,  eso mismo rubrica Joaquín Leguina en la 3ª del ABC de hoy mismo, al comenzar con esta frase: “Alfredo Pérez Rubalcaba solía decir que los españoles tratamos muy bien a los muertos, pero no a  los vivos”. Es frase o idea transida de experiencia que  no es preciso ni analizar nio mucho menos desmentir, porque es la verdad,  no sé  si de aquí sólo o de otras partes igualmente.  O esta otra que también se atribuye a su  despedida de la política en 2014: “Deseo que todos ustedes me recuerden a mí  con el mismo afecto al menos con que yo les voy a recordar a ustedes”.    También tiene su buena ración de miga…

-  Palabras de un socialista sobre Rubalcaba: “Era una voz autorizada y crítica”. Y, cion eso, se resaltaban sus dotes de habilidad. Era un hombre hecho para moverse entre luces y sombras, ducho en vérselas decorosamente  con el claroscuro.

           *** Es elemental.   Es mucho más allá de las ideas,  de los gustos, de las formas, etc.  donde hay que situarse para valorar a Rubalcaba; porque más allá de todo eso  está el fondo, está la persona.

-   Era un político de los llamados “de casta” ¿Qué se ha de entender por “político de casta?   ¿ De los que en la política tienen su refugio? De los que, en la política, tienen o encuentran los caminos de una vocación? ¿Aquellos para quienes la política no es un negocio ni siquiera un placer, sino la expresión de un deber sentido? Como pensar no cuesta y es meritorio, pensemos lo que pudiera represwentar ser un “político de raza” o de “casta”-

Otros perfiles varios de sus lecciones, a vuela pluma y a bote pronto,  al solo aire,  como digo, de las palabras o los comentarios de estos últimos días..   Como  son muchos, tan sólo habré de realzar algunos

-Hay personas  que,  aunque sus pasos -e incluso sus ideas- se hallen en nuestros antípodas,  están cerca de nosotros.

- Una de sus ideas de tino y sentido era que, vista la apuesta que por la violencia están haciendo algunas religiones, no se ha de olvidar que la religión cristiana hace ya tiempo se desligó de toda violencia a favor de la fe y que no cabe justificar una violencia con el nombre de Dios.

-  Era político –se ha recalcado estos días- del estilo de Fraga o Carrillo.    Personaje culto a la vez que político, predominaba lo prtimero sobre lo segundo y se le notaba. Era por eso, además de muy pasable ejerciente político, un buen profesor que enseñaba y toleraba. Y como –a la vez que todo eso-  era un hombre de Estado y como tal actuaba, era un hombre de diálogo y de acuerdos antes que de rupturas. Una frase remata lo anterior: “La historia la hacen los buenos politicos y todos los que tienden puentes”

- Un ministro socialista que le seguía de cerca el rumbo decía de él que improvisaba muy poco; que  era buen orador y tribuno, pero de los que, antes de abrir la boca, han pensado y fijado bien por dónde han de comenzar y  dónde han de terminar.

-   Otros dicen de él que “estaba al tanto” siempre de la política, aunque sus sentimientos por ello no fueran  en toda situación los mismos; emocionado a veces; otras, preocupado; y en ocasiones cabreado. Muy expresivo y plástico el comentario, pero verosímil y hasta razonable.

Rubalcaba –en una palabra.  Hombre de luces y sombras como todos.   No se han ocultado las sombras mayores: que el gobierno miente,  el affaire del “faisán”-Eta o la Logse siendo ministro de Educación; pero toda una persona, en la que las luces fueron mayores que las sombras; y eso es –en humano- de lo que se trata en definitiva.

Curiosidades y acentos al perfil.

-  Lo de una conocida periodista.   Al referirse a las personas de los dos bancos del velatorio en el Congreso. el de familiares a un lado y el de autoridades, al otro.     Al poner su vista en don Pedro Sánchez ocupando el primer puesto en el segundo de dichos bancos,  comentaba que se llevaban francamente mal los dos, Rubalcaba y él.  No obstante….

 -  O esto otro similar de un oyente de la radio. “Lo odiaba, pero el muerto ahora le sirve”.  Más que maquiavélico, malévolo parece; aunque a veces  los indicios se erigen en base de presunciones atinadas.  Claro que tampoco se ha de forzar tanto la libertad de expresión…

Siempre hay cosas que ayudan a una buena pintura de la realidad.

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Tras la retahíla de citas y demás, paso a releer el ensayo de Ortega y Gasset,  el que se titula Mirabeau o el político,  escrito en 1927 (Obras, Alianza Editorial Madrid, 1994, vol.  III,  pgs. 601-636).  Puede añadir complementos útiles.

Solamente subrayo algunas ideas de peso y autoridad, por si, a sus aires, hay alguien con poder de interpretar lo anterior, sin sacar nada de quicio.

*   Desde una capacidad de trabajo fabulosa,  Mirabeau era un organizador nato. Donde llegaba ponía orden,  síntoma supremo del gran polìtico. Ponía orden en el buen sentido de la palabra, que excluye como ingredientes normales policía y bayonetas.   Orden no es una presión que desde fuera se ejerce sobre la sociedad, sino un equilibrio que se suscita en su interior”  (pag. 606)

**   “Impulsividad, turbulencia, histrionismo, imprecisión, pobreza de intimidad, dureza de piel  son las condiciones orgánicas, elementales, de un genio político.  Y es ilusorio querer lo uno sin lo otro,  y es, por lo mismo, injusto, imputar al grande hombre como vicios sus elementales ingredientes.Pero claro está que no basta poseer estos para ser un político de genio.  Es preciso agregar el genio.    Cuando este falta, aquellas potencias no producen más que un mascarón de proa.    Nada en efecto es más fácil de aparentar que la grandeza política.    A la postre, si un intelectual no tiene ideas,  no logrará fingir, por lo menos fingir bien, su intelectualidad ausente.    Pero el gran polìtico, y el que no lo es, se presentan igualmente con el poder público en la mano.   Su atuendo, su talle, son los mismos para las miradas torpes. ¿Qué signos diferencian en esta materia la autenticidad de la ficción?    Algunos, algunos hay, pero es difícil descubrirlos  (pags. 625-626)

*** “No hay duda de que, sin cierto sentido, y sin afición nativa  a  la justicia, no puede nadie ser un gran político.   Pero esto es más bien la porción de idealidad moral que el hombre político lleva a su actuación pública.    Hacer consistir en ello la política es vaciarla de sí misma y llenarla de un pobre misticismo ético”   (p. 627)

            - Aquí   Ortega cambia el “chip” y vuelve los ojos, no tanto al Estado como a la sociedad,   que lo sustenta; la española en el caso, de la que dice –era por 1927- que era “una sociedad paralítica” y que era preciso convertirla en una “sociedad dinámica  (pag. 635). 

            Esta sociedad –igual que otras sociedades europeas de su tiempo-  “no se encuentra sobrada de potencias para  afrontar la existencia actual”.  “Son pueblos muy viejos y, como toda vejez, también esta se caracteriza por la acumulación de órganos muertos, de materias corneas; crecen uñas, cabellos, callosidades en detrimento del nervio  y del músculo.   Porciones enteras del organismo han caído en anquilosis.     Así va Europa, nave cargada de obra muerta que un largo pretérito ha depositado en sus flancos y quilla,  ¡Difícil navegación!  Es preciso aligerar la nave, volver a lo claro y esencial –ser puro músculo y nervio y tendón. La reforma tiene que ser primariamente de la sociedad a fin de obtener un cuerpo público absolutamente elástico! ¿Será posible tal empresa?  (pags. 635.636).

       ¡Buenos envites –todos ellos- los del gran pensador!     Pero,  amigos,  no es cosa de seguir, sino tal vez solamente de pensar y hacer.    Los “políticos” hacen lo posible, todo lo posible, por engatusar.    Quizás sea lo suyo,  aunque no lo acabo de ver claro.    Pero veo muy claro que “lo nuestro” es no dejarnos “engatusar”.   ¿Sabes lo que es? Toma el Diccionario y anótalo.

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Ramalazo de melancolía y de nostalgia el de estos días.    ¿No será porque esta clase o raza o casta de políticos es ya “cosa pasada”?.  

Cosas de la pos-modernidad,  ¡qué le vamos a hacer!.

Pero lo que no procede es tomar las cosas a bromas: hay bromas que ni en la pos-modernidad encajan…

SANTIAGO PANIZO ORALLO

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