Lutero, Erasmo y Feijoo (I) Ante el cumpleaños

El que por primera vez supuso que “la historia se repite” tenía mucha razón. Y los que, para gestionar hechos de hoy, se vuelven hacia la historia pasada para preguntarle, tomar nota de su verdad sin manipularla, amputarla o distorsionarla, también la tienen. Ni quienes ven la historia como puro fósil, ni los que quisieran verla viva y presente ahora mismo, es decir, pretendiendo el imposible de que el pasado sea o presente o futuro tal cual, tienen –creo yo- razón. Mejor sería volver atrás la mirada, y usar la historia, no para congelarla o desbocarla, sino para precaverse o animarse, tomar aires para respirar mejor o detenerse ante ella para consultar el mapa antes de proseguir el camino. Estas me parecen buenas razones de celebrar el cumpleaños.
Mis reflexiones hoy se anticipan al 31 de octubre próximo; fecha de recordar un centenario históricamente señero y, en la parte que nos toca o nos afecta, sacar lecciones de verdad y de vida; desmontando tópicos o entonando palinodias; pero siempre con ánimo constructivo y derroche, cuando sea menester, de energías positivas. Parece lo mejor para evitar que la historia sea un campo de Marte o un refugio para lugares comunes o banderías pre-fabricadas.

Si yo –al modo de Stefan Zweig- pretendiera una jerarquización de “momentos estelares de la humanidad” y tuviera que elegir entre, por ejemplo, el descubrimiento de América, la invención de la pólvora, la Reforma protestante y el Renacimiento, la Ilustración y la Revolución francesa, quizás no dudara en poner en la cumbre a la Reforma unida al Renacimiento, porque ambos representaron en Occidente, más incluso que un cambio de época, un cambio radical en los caminos que venía siguiendo la humanidad durante los siglos llamados de Cristiandad, los del “universo” político-cristiano de los Siglos Medios.
Es mi creer que estos dos fenómenos fueron gestantes y nutrientes de una nueva era en la historia humana. La importancia, por tanto, para mí es excepcional y, para entender Europa y la civilización occidental, los considero insoslayables y estelares como digo. No quiero decir con ello que se les haya de divinizar, pero sí de analizar y valorar con reposo, buscando sus pros y contras –que los tienen naturalmente como todo- y, especialmente, puntualizar –en mi caso, desde mi propia perspectiva humano-cristiana- algunos perfiles que a mí, en este momento, me parecen dignos de la mayor atención, al considerarlos necesitados de observarlos de nuevo a la luz de los signos de nuestro tiempo.
El 31 de octubre próximo se cumplirán cinco siglos del hecho desencadenante del `rimero de los dos. Ese día del año 1517, Lutero fijó, en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg, las 95 tesis que iban a decidir el comienzo de la Reforma protestante y representar la mayor escisión de la Iglesia de Cristo. Asi leo en la Gran Enciclopedia Larousse (t. XIV, pag. 6704): “Con ello no pretendía salirse del seno de la Iglesia, sino sólo combatir los abusos y errores de sus dirigentes. Para defender tal posición, predicó incansablemente, publicó numerosos escritos, discutió con los teólogos que permanecían en la ortodoxia y aceptó controversias: en la Dieta de Augsburgo con Cayetano, y después de Leipzig (junio 1519) con J. Eck. Entretanto, acudió en apelación al Papa (1518). Este le invitó a retractarse (Bula “Exsurge Domine” 15 de junio 1520); pero Lutero rehusó y quemó en la plaza pública, en Wittemberg, la bula pontificia (10 diciembre 1520), por lo que el Papa le condenó definitivamente”.
Sirva este extracto biográfico para situar los orígenes del luteranismo, del que van surgiendo –desde los comienzos-, como la historia enseña, distintas corrientes político-religiosas; todas ellas nominadas bajo el común denominador de “protestantismo” (Calvino, Zwinglio, Melanchton, etc.), sin olvidar las nacidas más tarde y ancladas todas ellas en la misma fuente ideológico-religiosa.
¿Cumpleaños feliz?
Si me pusieran a ello –he de insistir-, no dudaría en situar en la Reforma uno de los momentos estelares de la humanidad. Pero no tanto –a mi ver- por lo que aspiraba a ser, una catarsis, un aldabonazo a las puertas de la Iglesia, una censura o crítica, como por lo que terminó siendo, una subversión religioso-política en toda regla y de alcances pluriformes. Pero no fue eso.
Pretendió más una refundación de la Iglesia que su reforma en el sentido estricto de la palabra (corregir malos usos e instaurar usos buenos -Ver J. Ortega y Gasset, La misión de la universidad). En pocas palabras, empezó por levantar una barricada al colgar las tesis en la puerta de la iglesia de Wittemberg y acabó saltando al lado contrario con el fusil en las manos….
¿Cumpleaños feliz, por tanto? Respondo: sí y no.
- Sí, por haber llamado la atención sobre los abusos de los hombres de la Iglesia de su tiempo; que no es malo eso, sino todo lo contrario. Fue lo que hizo su amigo Erasmo de Rótterdam en el Elogio de la locura y en otras obras. Lo que sucedió es que, siendo menos apasionado y más inteligente, no secundó la invitación que Lutero le hizo de seguirle. Con el mismo dolor -o mayor quizá- que Lutero sentía Erasmo los defectos y abusos en su Iglesia, pero la amaba más que su amigo y contrincante intelectual como veremos un día de estos.
- Nada feliz, sin embargo, por eso mismo, por haber roto las amarras con la Iglesia, nada culpable -en el fondo de la verdad- de los desafueros de sus miembros, del primero al último.

Varios “debe” se alzan en el “currículum” de aquel fraile agustino, que me parecen dignos de atención y resalte con alguna nota crítica en este momento del aniversario. Prometo reflexionar alguno de ellos en los próximos dìas, antes del 31 de octubre. Nombro alguno en forma de preguntas.
El slogan político-religioso protestante “De quien es el reino es la religión” ¿es fiel al Evangelio o lo deforma?
¿Fue Lutero realmente el gran defensor –el primero a lo grande- de la “libertad de conciencia”, como se le atribuye por algunos?
¿Defendió Lutero realmente la libertad del hombre?
¿Fue el protestantismo uno de los principales actores en la creación de la Leyenda Negra contra España?
¿Al protestantismo, específicamente (tesis de Max Weber), se debe el progreso -material sobre todo- de Occidente?


Son algunos de los muchos interrogantes que pudieran formularse, o cuestiones que, ante este Centenario, se pudieran plantear y, en algún modo, analizar y valorar, como puntos de vista más que otra cosa, y sin mayores pretensiones investigadoras; y sólo juzgando por evidencias históricas o lo que -por la ciencia de la historia- ya muchos especialistas tienen por verdad y no filiaciones de impulsividades de una u otra parte, y –con frecuencia- auténticas tergiversaciones de la historia y de su verdad.

Para cerrar hoy estas reflexiones, acudo a una frase del Arte rethorica de Dionisio de Halicarnaso; la que dice que “La historia es filosofía en ejemplos”.
Es un arte -creo yo. tratar de sacar a los hechos de la historia, como de la vida presente, el jugo de su auténtica verdad. Conseguirlo no es fácil y depende no sólo de la capacidad científica de que se disponga, sino también del gusto por la belleza que encierra la verdad. Si conseguirlo puede ser arduo, intentarlo puede ser algo. En pos de la verdad, marchemos por la senda del honor. No se nos pide más.

FLASHES VIVOS Y APUNTES CORTOS DEL MISMO DÍA

* Otro esclavo voluntario. Como las cábalas y los análisis sobre la “pasión de catalanes” no paran, cada día trae su cuota parte de sensacionalismo o de suposición. No me resisto a dejar de mencionar un apunte radiofónico de hoy que decía: “Al Sr. Puigdemont se le ve cada día más preso de su circunstancia”,

La frase me llevó de la mano con presteza a dos evocaciones: al Tratado de la esclavitud voluntaria, de Etienne de la Boëtie, y a la tan socorrida frase de Ortega y Gasset -que repiten hasta los que nunca le han leído- según la cual cada persona es igual a la conjunción dinámica y dialéctica del “yo y su circunstancia”.
Como antropológica y psicológicamente la fórmula orteguiana no tiene vuelta de hoja, porque –efectivamente- el “yo” radical e insobornable se dinamiza, se propulsa o se encoge en función de sus aptitudes o fuerzas para saber “vivir” positiva o negativamente en su circunstancia -la que el sujeto crea y le llega de fuera de sí mismo; y –por otro lado- esclavos no son tan sólo los que son “forzados” serlo, sino sobre todo los que se avienen a serlo –por conveniencia, por fanatismo, por ideas fijas, por carencia de marcha atrás o simplemente por “idiocía”- ningún inconveniente veo en estar de acuerdo con la frase del tertuliano.
** Otra cuestión caliente. También lo he oído esta mañana. Ha sido desestimada una proposición de Ciudadanos orientada a la revisión inmediata de los factores del “adoctrinamiento” ideológico-político-separatista en Cataluña y en las comunidades autónomas en las que este uso ha sido y es, desde la Transición, un medio de encender velas al odio a España y a todo lo que este nombre representa.
A la vera de lo anterior, también esta mañana he apuntado una idea de sabor profético: que el problema catalán no empezará a resolverse hasta que el Estado no tema más, y más en serio, a los españoles que a los catalanes y demás separatistas.

Glosa breve y a la par de ambas cosas.
A los que no ven o no quieren ver que ese ”adoctrinamiento” ha sido verdadera sembradura de odios y que su muestra se halla en las estampas de días pasados con escolares erigidos en protagonistas de la reyerta contra la ley y el orden, les aplicaría lo de las dos cegueras que anotaba el clásico latino: son tan ciegos los que ven donde no hay como los que no ven donde hay.
A los últimos me refiero. Los fotogramas de niños y jovencitos en “plan de gerrilla urbana” sean los jueces para discernir la gravedad social de esta clase de ceguera. Así mismo, los que no ven en el “adoctrinamiento” ideológico un matarife de la libertad del niño y una semilla –de larga vida por ciero- de odios, mentiras y falseamientos de la realidad pregúntense si no debieran pedir consejo al oculista.
Y en cuanto a lo otro, a la profecía socio-política, me la creo. Y además me pregunto: ¿hasta cuándo seguiremos siendo masoquistas, contentos y felices viendo que lo del “privilegio” y el “orgullo secesionista-narcisista es posible porque los demás no nos hemos atrevido a decir “Basta ya!”?

Cada cosa a su tiempo, reza un viejo y sabio refrán.
Me subo a una idea de hoy también. Me llega esta mañana de la lectura del Apéndice de Ortega y Gasset a su ensayo magistral El tema de nuestro tiempo. Lo titula “El ocaso de las revoluciones”, y lo que pretendo resaltar lo tomo de sus primeros párrafos. Definir algo es una obra conjunta de incluir y excluir, de afirmar y negar, de remarcar lo positivo que presenta la “negación”. Cuando defino excluyo todo lo que no incluyo. Abona el pensador la idea con la imagen del “otoño”.
Como estamos ya en el otoño –no sólo el oficial sino el real y tangible: hoy el día se abre perezoso y gris, neblinoso y lluvioso, las hojas parecen apresurarse a vestirse de amarillo y, como por ensalmo, se han ido de las calles las mangas cortas, las minifaldas a tope y las transparencias-, no es cosa de dejar pasar la imagen que le sirve para mostrar que lo positivo y lo negativo andan juntos y se turnan, y cada tiempo tiene sus preferencias; y “lo negativo” –en tal contienda- cede el paso y hace mutis por el foro porque no cuadra con las querencias de la edad o de la época. No cuadra con el otoño -y es por ello negativa e insólita- la golondrina de la primavera, igual que no cuadra con la primavera recoger las castañas o vendimiar.
Ortega propone la imagen para mostrar que nuestra época ya no es tiempo de “revoluciones”, en el sentido estricto de la palabra: volver del revés la tortilla. Como él señala: “Nada califica mejor la época que alborea sobre el viejo continente como notar que en Europa han acabado las revoluciones. Con ello indicamos no sólo que de hecho no las hay, sino que no las puede haber”. Siguiendo el símil, no son de época. Sería como tratar de ver una golondrina en octubre o un crisantemo en el mes de abril. Un sueño tonto.

Pero mostremos la letra para entenderlo mejor.
“Una época es un repertorio de tendencias positivas y negativas, es un sistema de agudezas y clarividencias unido a un sistema de torpezas y cegueras. No es sólo un querer ciertas cosas, sino también un decidido no querer otras. Al iniciarse un tiempo nuevo, lo primero que advertimos es la presencia mágica de estas propensiones negativas que empiezan a eliminar la fauna y la flora de la época anterior, como el otoño se advierte en la fuga de las golondrinas y la caída de las hojas” (vid. El ocaso de las revoluciones, Obras Alianza Editorial. Madrid, 1994, t. III, p. 200-201).

Glosa breve. Miremos a lo que hoy se puede ver con sólo abrir los ojos. La revolución –que eso es- de la “pasión de catalanes”, las pantomimas de Podemos queriendo emular ese imposible de la “democracia revolucionaria” con que el Sr. Maduro arengaba estos días pasados a los venezolanos… me suenan a lo que son en realidad, y que me permito ilustrar con la imagen de nuestro gran pensador: el romántico –si no fuera pernicioso y maniqueo- e irreal empeño de ver en el cielo neblinoso del otoño juguetear aladas a las primorosas golondrinas de la primavera o el verano. En plata pura: o vacío en la cabeza o, siendo complaciente, sobredosis de ilusión. Pero como se sabe: ni los necios ni los ilusos suelen llegar muy lejos en sus empresas.
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