"Perdonen que no me levante" -6-III-2018-

Aunque las hipótesis, por ahora, sean varias y todas ellas posibles, y no sea lógico echarse en los brazos de ninguna, la experiencia vivida de casos parecidos, de hoy mismo, de ayer, de anteayer… parece poner más alas al pesimismo que al optimismo.
Van ya ocho días de búsquedas extensas e intensas, por tierra, mar y aire- El despliegue “universal” montado para dar con pistas sobre el paradero del pequeño Gabriel sigue dejando –día tras día- todas las hipótesis abiertas y en el aire. Parece legítimo, porque es muy humano y hasta benéfico, agarrarse al “clavo ardiendo” de la esperanza.
La solidaridad –una verdadera ola- que se muestra en torno a la espantosa realidad del caso –cualquiera que sea la hipótesis que se acredite al final como verdadera da espanto la vivencia de estos días- invita a creer, a pesar de todo, en el futuro del hombre, porque es realmente ejemplar.
Los resultados, a la vista de lo que se dice y publica, no dan un excesivo margen a la esperanza. Y, aunque la esperanza deba ser, por principio, lo último que se pierde, las ilusiones, en este caso como en otros de parecido tenor, andan cabizbajas.

En los cien metros que van de la casa de sus abuelos a la de unos amigos, a la plena luz del sol, el niño desapareció y, por el momento, no hay rastro de su paradero.

Es normal que, por las circunstancias y la experiencia de casos similares, se tema lo peor. Es posible que el hecho, llegado el caso, engrose el número –ya muy nutrido por cierto- de los sucesos espeluznantes que, como más de una vez he dicho, merecen entrar en la “historia universal de la infamia” -ese pequeño gran libro de Borges que cuanto más leo más me invita, e incita incluso, a creer –como creen bastantes psicólogos y psiquiatras- que hay “gente” no re-insertable por muchas vueltas que le den los del “buenismo” fantasmagórico e irreal. Rousseau y compañía se quedaron atrasados hace mucho tiempo en su apuesta por la idea de que “todo el mundo es bueno”.

Ante este nuevo espectáculo de busca de lo que ya se intuye o teme que puede suceder –nueva infamia de un malvado irredento, que ojalá no se confirme-, a parte de condolerme con la espantosa tragedia de sus padres –me pongo en su caso y me entran ganas de vomitar-, estas tres ideas me ocurren y me salen hoy a bote pronto:

1) Cada vez me vuelvo más adicto a la pena de PPR -Prisión Permanente Revisable- e incluso a la de CP -Cadena Perpetua. La encuentro justa y recta por ajustada a la realidad, y por lo mismo debida inidividuamente y necesaria socialmente, para la buena salud y seguridad de esta sociedad, que es la que es y como es y no una sociedad de santos, sanos o inmaculados y puros como piensan o pueden pensar los de las utopías aunque casi siempre al trasluz de sus propios intereses, electoralistas y de “politiqueo” los más, y no por otras razones de ciencia o de solvencia.

2) Me acucia, cada vez más también, esta idea expansiva.
Ante la ceguera moral y hasta política de los que, por simples razones de “postureo” politicastro u otros móviles utilitarios –que no de bien común y público- están urgiendo la supresión de esta pena en España, me brota el deseo de invitarles –con todo respeto, claro- a que recapaciten y piensen algo en el pueblo y no tanto en sus electoralismos y ansias locas –eso parece al menos- de poltronas para posaderas anchas y conciencias más anchas aún.

3) Y una postrera todavía.
Este caso del pequeño Gabriel –y los otros mil y mil casos parecidos que a diario nos llenan los ojos de sombras, si no es también de lágrimas, y que muestran a los que quieren ver el real estado de la cultura y el orden post-modernos… Este caso –como antes el de Diana Quer o el de Marta del Castillo o el de esas dos jóvenes vendidas (sic) por su propia hermana tras ser sometidas a toda clase de abusos familiares- ¿no colmará el vaso y moverá a esta sociedad a dar un puñetazo en la mesa y decir “Basta ya” a unos políticos “de medio pelo”, que prestan a los verdugos los mismos reconocimientos y derechos que a las víctimas o se encasquetan el gorro frigio de una libertad o libertades capaces de volverse contra la justicia y la verdad? Una sociedad tan moderna, por ilustrada y abierta como la actual debiera ser, ¿puede resignarse a quedarse en “masa” o, lo que sería por aún, “masa degradada”, como la pinta ya alguno de los más adictos seguidores del Ortega de La rebelión de las masas?-

Seguramente sea duro este lenguaje. A nadie trata de ofender porque a nadie menciona por su nombre, aunque puede que haya quienes –al leer- pongan nombres apellidos bajo las líneas.
Pero el posible drama del “pequeño Gabriel” y la segura tragedia que hoy viven estos padres, y antes de ellos –y no hace tanto- han vivido muchos otros aligera los énfasis, que no las demasías.

¿No dice el salmista que hay que amar la justicia y la verdad y odiar la iniquidad, y que hacer esto trae buena suerte ante Dios y no avergüenza ante los hombres? Pues eso.

De todos modos, y con Groucho Marx diciendo desde su epitafio “Perdonen que no me levante”, no tomen a mal mi Punto de Vista. Desde luego, si lo hiciera y me levantara, sería sólo para inclinarme respetuoso y seguir diciendo lo mismo.

SANTIAGO PANIZO ORALLO
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