No te hagas cura, que no está de moda

quellos setenta y dos -enviados por Jesús, de dos en dos, delante suyo y en su nombre,  en un ensayo vocacional y evangelizador,   a los pueblos y lugares a donde pensaba ir Él- regresaron llenos de contento por el éxito. Jesús, no obstante, les baja los humos con una observación de buen calado religioso.No os alegréis de que se os sometan los demonios, sino porque vuestros nombres ya están escritos en el cielo” (Evangelio de S. Lucas, 14 domingo del Tiempo ordinario del Año cristiano, 10, 1-12, 17-20).

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              “En la órbita de la tierra, hay perihelio y hay afelio; un tiempo de máxima aproximación al sol y un tiempo de máximo alejamiento.   Un espectador astral, que viese a la tierra en el momento en que huye del sol,  pensaría que el planeta no habría de volver nunca junto a él. sino que cada día, eviternamente, se alejaría más. Pero si espera un poco verá que la tierra, imprimiendo una suave inflexión a su vuelo,,  encorva su ruta, volviendo pronto junto al sol, como la paloma al palomar o el boomerang a la mano que lo lanzó.

            Algo parecido acontece en la  órbita de la historia con la mente respecto a Dios. Hay épocas de “odium De”i,  de gran fuga lejos de lo divino, en que esta enorme montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte.  Pero al cabo vienen sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una costa virgen, emerge a sotavento el acantilado de la divinidad”  (cfr. Ortega y Gasset, Dios a la vista, Obras completas. Alianza Edit. Madrid, 1998, t.  II, pp- 493-496)

Así -con este verismo y buen ojo- veía el panorama de las relaciones del hombre con Dios este pensador lúcido, perspicaz y sin truco alguno en sus percepciones.  Hay unos tiempos en que, cual si la idea y la necesidad de Dios se pusieran de moda, como si los hombres quisieran comérselo a bocados, de tanto clamar por Él o añorarlo; y otros tiempos de todo lo contrario -de fuga de Dios, de de rechazo y hasta odio a Dios-, en que parece que Dios molesta o estorba y ha de ser  loado quitárselo de en medio….

¿Acaso no es verídico este apunte de Ortega sobre Dios? 

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Esta época, la nuestra, nuestro tiempo….

Esta “modernidad”, sublime para unos y  líquida, casi gaseosa y nada moderna para otros,     ¿cómo es en su actitud ante Dios y lo divino?

En el eviterno oscilar o columpiarse del hombre moderno, ¿cómo se justifican los hombres al admitir o al negar a Dios?

¿Es odio? ¿Es desprecio? ¿Es memez? ¿Son indiferencia, escepticismo, desencanto, encogimiento de hombros las actitudes actuales para con Dios?

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En el escenario, a todas luces secularizador y acelerado, de nuestro mundo, y en esa concreta parcela  del humano vivir, que  cursa con o sin la presencia de Dios en las preocupaciones y vivencias, veo entrando en escena el evangelio de este domingo. Una escena –la evangélica de hoy- viva y prometedora en lo que muestra oportunidades lo mismo para los “enviados” que para los “receptores”, pero a la vez plagada de incógnitas y variables, las mismas de la libertad.

 La escena relata un experimento de Jesús  con sus seguidores más próximos. Como garantía del futuro de su obra en la tierra de todo tiempo, envía –por delante de él y en su nombre- a unos de los suyos para ir y anunciar su reino, el que quiso patentar Dios haciéndose hombre. El reino de Dios en la tierra. No  olvidemos lo que es: “Un reino de verdad y de vida; de santidad y de gracia; de justicia, de amor y de paz”.

Sus horizontes terrenales son los que dan estas  siete palabras.Y las consignas  a los “enviados” no son de conquista o banderas triunfales, sino de  avanzada de Dios y sobre todo de testimonios vivientes de su mensaje y verdad.

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Está claro para todo el no sea zote o patán del todo que, a los hombres, nos falta vocabulario para encararnos con “lo divino”,  como recalca más de una vez Harold Bloom.  Y ello, por la razón obvia de que las distancias entre Dios y el hombre son imposibles de salvar,  si Dios es Dios y el hombre, un ser limitado y menesteroso. A menos que el propio Dios se le manifieste, o en las obras de sus manos, o en la palabra de alguien que nos evangelice o nos haga más asequible a Dios. Y es Jesús, con su mensaje, el que nos aproxima a Dios, nos lo evangeliza, nos dice –y sólo puede decirlo el propio Dios- lo que de Dios necesitamos saber los hombres  para entenderlo como es,  sin caer en suposiciones o incertezas.  Jesús es el hombre que nos evangeliza a Dios, proclama René Luneau en su esclarecedor librito del este título y de finales del anterior milenio.

Pero cuidemos!. Que “evangelizar” no es  sólo subirse a un púlpito,  abrir la boca a lo que salga y ponerse a predicar como un  papagayo… Es bastante más que eso.  Es enseñar el mensaje el mensaje de Jesús, en esta circunstancia pero con su misma sustancia.  Es, sobre todo, ser testigo: dar fe del mismo, llevando a la propia vida –individual y social, la de persona y la del cargo que ocupa- a las propias circunstancias.   Porque lo contrario sería farsa.

Tiempos de indiferencia, escepticismo,  agnosticismos y desencanto religioso… ¿Signos de los tiempos? Sería más bien lo contrario: agarrarse al clavo ardiendo cuando amenaza el naufragio… ¿Hartazgo de palabrería? Es posible que en algunos casos así sea.   ¿Prepotencias del que asalta el cortijo siendo solamente gestor o representante?  También es posible.

Jesús nos evangeliza a Dios… Hombres como somos, no disponemos, sin ayuda, del vocabulario  adecuado para encararnos vis a vis con lo divino… Y sin eso, las “perspectivas cristianas” –como recuerda J. Marías en su obrita del mismo nombre-, lo propio del cristianismo, lo que puede salvar más y mejor que otras cosas, “al garete” se irían,  como suele decirse.

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¿Es que la Religión ha pasado de moda, no es cosa de hoy, porque las ciencias o la técnica van a dar a los hombres lo mismo que antes esperaban los hombres de Dios?

¿ Tienen razón o es un truco más de los que se usan para desprestigiar a Dios y a su Iglesia?

No son malas ni la ciencia  ni la técnica de suyo y como no monopolicen o se vuelvan ellas mismas fines y no medios como son en verdad.  Pero no es toda la verdad la de las ciencias y la técnica.

El hombre de nuestro tiempo –con aspiraciones de superhombre, creído  y suficiente, “enteramente ocupado de sí, que no solamente se hace en centro de todo su interés, sino que se atreve a llamarse principio y fin de toda realidad”,  “fenoménico y cubierto con  las vestiduras de sus innumerables apariencias”, como lo describe el papa Pablo VI en el memorable discurso de clausura del concilio Vaticano II (cfr. Concilio Vaticano II¸ Bac Madrid 1965, pp, 813-819)- ¿ya no necesita de Dios? O ¿necesita -menos que antes- de Dios?

El propio Pablo VI responde a ese truco al resumir su pensamiento en esta frase del mismo discurso: “La religión del Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión del hombre que se hace Dios… Vosotros, humanistas modernos,   que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas,  conferidnos siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros –y más que nadie, somos promotores del hombre”.

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Y por fin,  ya para cerrar las reflexiones, el “No te hagas cura porque está mal visto y no promete hoy”.

No hay vocaciones, ni religiosas ni sacerdotales, o son tan pocas que parecen nada.  Ni vocaciones parece haber siquiera para ser de verdad hombres o mujeres de creencias religiosas, que –además, cuando se tienen- parecen vergonzantes o de gente menor y sin arrestos o garra para el vivir de hoy.

En verdad, ¿no hay ya vocaciones para la vida religiosa y cristiana?

Don Gregorio Marañón, en su actividad de publicista, más de una vez  aborda el tema de “la vocación” como algo que, en las personas, se ha de tener muy en cuenta, si no se quiere hacer de ellas veletas o espantapájaros. “Hace tiempo –dice en su Prólogo a la obra de J. Rico de Estasen El coronel Montesinos  (Obras completas, Espasa-Calpe Madrid, 1968, t. I. p. 773. Remito también, al propio Marañón, a una conferencia suya sobre “la vocación”, en que analiza en mayor profundidad tanto la variedad de las posibles vocaciones, como sus calidades –t. III, pp. 987-995)-  estudié el problema de la vocación y entonces expuse  cómo su secreto reside, desde luego, en la aptitud;  pero una actitud que ha de encontrar su actividad específica.   Si la encuentra, la vocación será eficaz. Si no la  encuentra o sigue, quedará para siempre inédita.  Y,.  aún encontrándola, la vocación requiere, para su triunfo, el concurso de un tercer factor: la oportunidad social de que esta vocación pueda realizarse: porque hay vocaciones anacrónicas, que se pierden por haber surgido en una era adversa,  que frustró su florecer”.

Todo ser humano nace y viene a la vida con una vocación para algo.   Hay vocaciones para cuanto importa al humano vivir, también para la vida sacerdotal y religiosa.  ¿Por qué no se ven ni florece como antes este modo de vocación?

Reflexionando estas palabras del insigne maestro de médicos,  cualquiera podrá ver las razones de toda índole que secan en estos tiempos las vocaciones religiosas. No es menester cavilar demasiado ni volverse loco.  Releamos el titulo que doy a este Perfil y baste con ello para formarse una idea: No te hagas cura que está mal visto.

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Y como epílogo, lo del evangelio de Jesús a los “enviados” por delante de él y en su nombre:No os alegréis porque se os sometan los demonios, sino porque vuestros nombres ya están escritos en el cielo”. 

¿Habrá quién dé más?.   Pues, como pensar es libre, que cada cual piense como quiera. La fe y el amor son libertad y cada vez creo menos en los trucos.

SANTIAGO PANIZO ORALLO

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