Acerca de Pedro Langa

Pedro Langa Aguilar es sacerdote agustino burgalés de Coruña del Conde (1943). Licenciado en Dogmática por Comillas y doctor en Teología y Ciencias Patrísticas por el Augustinianum, ha sido profesor en universidades y centros teológicos de Roma, Madrid y Salamanca. Durante cuarenta años consecutivos ha dictado cursos de su especialidad y pronunciado a menudo conferencias en países de Europa y de América. Cuenta con una docena de libros, sus artículos de suman ya más de 600 y las recensiones sobrepasan holgadamente el millar. Escribe en no menos de 25 revistas de pensamiento, lleva de vez en cuando su voz a Radio Vaticano y mantiene una emisión diaria de Patrística en Radiodelapaz.org. Considerado «uno de los mejores conocedores actuales de la obra de san Agustín», «entre los más distinguidos ecumenistas de España» y «reconocido especialista en el cardenal Newman», figura junto a los 241 nombres del Diccionario de teólogos/as contemporáneos (Burgos 2004). Entre sus obras, cabe destacar sus introducciones, bibliografía y notas en 3 vols. a los Escritos antidonatistas de san Agustín (BAC 498.507.541), muy elogiadas por la crítica. Asimismo, Voces de sabiduría patrística (San Pablo, Madrid 2011), obra distinguida con el aplauso unánime de crítica y lectores, a la que ha venido a sumarse en la misma colección Monumenta y con análoga maestría en lo conciso, Apóstoles de la unidad (2015), volumen de ancho respiro ecuménico en homenaje a la Iglesia del Vaticano II. Unido a todo ello está su amor a la poesía, según Fray Luis «comunicación del aliento celestial y divino», de cuyo quehacer son prueba los cien sonetos religiosos de su libro Al son de la palabra (Ediciones Religión y Cultura, Madrid, 2013).

« NO SEA LA VERDAD NI MÍA, NI TUYA, PARA QUE SEA TUYA Y MÍA »(San Agustín, Comentarios a los salmos, 103, II, 11)

Se me ofrece un tranquilo mirador en este espacioso belvedere de Religión Digital y pienso que sería poco prudente declinar la oferta, primero por el cúmulo de ideas, opiniones y acontecimientos que a diario desfilan por delante de sus ventanas, y luego debido también a que me gusta escribir a menudo sin que nadie me lo imponga, solo entregado al incesante fluir de los colores y los días que la vida misma nos depara. Asomarse al recoleto balcón de un blog informático, por otra parte, y hacerlo siempre con el pensamiento puesto en la buena intención y con la tecla electrónica emplazada en los antípodas del disparate no parece, para empezar, mala idea después de todo. Las reflexiones que lleguen prometen ser glosas traídas a cuento desde los tres grandes afluentes de la especialidad teológica que, en mi caso, aspiró siempre a enseñarse interrelacionada y trimembre, a saber: la Patrística, la Agustinología y el Ecumenismo. Gracias a los nuevos aires del Vaticano II los Padres de la Iglesia me llevaron a san Agustín, y este, con su incansable hacer, su genial pensar y su buen decir --siempre al servicio saludable de la Religión, particularmente en su diferendo con los donatistas--, a la unidad de la Iglesia y, por ende, al movimiento ecuménico. El océano en el que dichos afluentes desembocan resulta, siendo así, de inabarcables proporciones. Y los tres pueden ser otras tantas claves con que analizar cuanto mi pluma digital vayan dando de sí. Llamar a las cosas por su nombre constituye uno de los primeros requisitos de la verdad. Analizarlas con hondura, una de las primeras exigencias del pensamiento. Exponerlas con rigor y elegancia, la máxima que el arte de la comunicación demanda a quien se propone hacer de su quehacer intelectual un desinteresado servicio al prójimo. El rumbo de mis artículos se regirá siempre por el principio agustiniano que en la cabecera de esta declaración de intenciones canta.
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