«Avanzar juntos hacia la plena comunión»

Encuentro Del Papa Francisco Con El Patriarca Bartolomé I © Vatican Media

Declina septiembre del 2019 y no quiero que se me escape sin comentar un gesto ecuménico que, entre los muchos del mes, ha revestido especial relieve, sobre todo, a mi modesto entender, por su estrecha relación con el que tuvo lugar en la basílica de san Pedro el 29 de junio pasado, fiesta de los santos Apóstoles san Pedro y san Pablo. De él traté en este mismo portal informático (Ecumenismo de gestos: RD:06.07.2019), lo que me exime ahora de bajar a detalles.

El 17 de septiembre de 2019, en efecto, el papa Francisco recibió en audiencia a su santidad Bartolomé I, Patriarca Ecuménico, y a su séquito. La Oficina de Prensa de la Santa Sede informó de que el encuentro había discurrido en un «ambiente fraterno», seguido luego de un almuerzo con las respectivas delegaciones en la Casa Santa Marta. Precisó igualmente que antes, por invitación de monseñor Semeraro, secretario del Consejo Cardenalicio, el Patriarca saludó brevemente a los cardenales miembros del Consejo, entonces de reunión, e hizo hincapié en el valor de la sinodalidad para la Iglesia ortodoxa, asegurándoles sus oraciones.

Según L’Osservatore Romano (ed. 18 de septiembre), el Patriarca y sus acompañantes andaban de reuniones por Italia. Así, el lunes 16 por la tarde, participó en la inauguración del XXIV Congreso Internacional de la Sociedad para el Derecho de las Iglesias Orientales, en el Pontificio Instituto Oriental. El miércoles 18 y el jueves 19, se llegó a Lungro (provincia de Cosenza), para rememorar el centenario de la constitución apostólica Catholici fideles, con que Benedicto XV erigió la eparquía del citado pueblo ítalo-albanés.

Aclaro que el pasado 13 de septiembre, Francisco había enviado a su huésped una carta, fechada el 30 de agosto en el Vaticano, donde explica el significado del obsequio hecho a su Delegación ecuménica del 29 de junio. He aquí sus párrafos más importantes:

Mientras reflexionaba sobre nuestra mutua determinación de avanzar juntos hacia la plena comunión, y mientras daba gracias a Dios por los progresos realizados hasta ahora, desde que ―hace más de 50 años― nuestros venerables predecesores se reunieron en Jerusalén, recordé el regalo que el patriarca Atenágoras hizo al Papa Pablo VI: un icono que representaba a los dos hermanos Pedro y Andrés mientras se abrazaban, unidos en la fe y en el amor a su común Señor. Este icono, que por voluntad del Papa Pablo VI se expone ahora en el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, se ha convertido para nosotros en un signo profético de la restauración de esa comunión visible entre nuestras Iglesias a la que aspiramos y por la que oramos y trabajamos fervientemente. Por lo tanto, en la paz que viene de la oración, sentí que tendría un significado importante que algunos fragmentos de las reliquias del apóstol Pedro fueran colocados junto a las reliquias del apóstol Andrés, que es venerado como el patrono celestial de la Iglesia de Constantinopla.

Creo que este pensamiento me venga del Espíritu Santo, que de tantas maneras urge a los cristianos a redescubrir la plena comunión por la que Nuestro Señor Jesucristo había orado en vísperas de su gloriosa Pasión (cf. Jn 17, 21).

Este gesto quiere ser una confirmación del camino que nuestras Iglesias han emprendido para acercarse unas a otras: un camino que a veces es exigente y difícil, pero que va acompañado de claros signos de la gracia de Dios. Continuar este camino requiere sobre todo una conversión espiritual y una renovada fidelidad al Señor, que quiere de nosotros un mayor compromiso y pasos nuevos y valientes. Las dificultades y los desacuerdos ―ahora y en el futuro― no deben distraernos de nuestro deber y responsabilidad como cristianos, y en particular como pastores de la Iglesia, ante Dios y ante la historia.

La reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser también un recordatorio y un estímulo constante para que, en este camino en curso, nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a nuestro testimonio común y a nuestra misión evangelizadora al servicio de la familia humana, que hoy está tentada de construir un futuro puramente mundano, un futuro sin Dios.

Santidad, amado hermano, es de gran consuelo para mí compartir estos pensamientos con Usted. Con la esperanza de volver a encontrarle lo antes posible, le pido que rece por mí y me bendiga, mientras intercambio con Su Santidad un abrazo fraterno de paz.

Vaticano, 30 de agosto de 2019.

Francisco

Bartolomé I regaló a Francisco un precioso cáliz

Omitida la primera parte, mayormente centrada en la historia de las reliquias, de cuyo asunto ya me ocupé en el artículo arriba citado, traigo, en cambio, lo que a mi manera de ver aclara el móvil del escrito, que viene a ser como una declaración de intenciones.

El Santo Padre escribe mutua determinación de avanzar juntos hacia la plena comunión, y mientras daba gracias a Dios por los progresos realizados hasta ahora. Asimismo, del contexto remoto: el regalo que el patriarca Atenágoras hizo al Papa Pablo VI: un icono que representaba a los dos hermanos Pedro y Andrés mientras se abrazaban [...] icono que […]  se ha convertido para nosotros en un signo profético de la restauración de esa comunión visible entre nuestras Iglesias a la que aspiramos y por la que oramos y trabajamos fervientemente.

Francisco asimismo desvela cómo nació la idea: en la paz que viene de la oración, sentí que tendría un significado importante que algunos fragmentos de las reliquias del apóstol Pedro fueran colocados junto a las reliquias del apóstol Andrés. Y al hilo de lo cual, insiste en párrafo aparte: Creo que este pensamiento me venga del Espíritu Santo, que de tantas maneras urge a los cristianos a redescubrir la plena comunión por la que Nuestro Señor Jesucristo había orado en vísperas de su gloriosa Pasión (cf. Jn 17,21).

Ya metido en el significado del gesto y en los objetivos, agrega: Este gesto quiere ser una confirmación del camino que nuestras Iglesias han emprendido para acercarse unas a otras: un camino que a veces es exigente y difícil, pero que va acompañado de claros signos de la gracia de Dios.

Consciente de las dificultades, y también de que el ecumenismo no debe ser mera utopía, larga este denso y significativo párrafo sobre conversión, fidelidad, compromiso y pasos nuevos y valientes: Continuar este camino requiere sobre todo una conversión espiritual y una renovada fidelidad al Señor, que quiere de nosotros un mayor compromiso y pasos nuevos y valientes. Las dificultades y los desacuerdos ―ahora y en el futuro― no deben distraernos de nuestro deber y responsabilidad como cristianos, y en particular como pastores de la Iglesia, ante Dios y ante la historia. Este fragmento es, en mi opinión, sencillamente magistral y refleja el alto grado de interés del Papa por la santa causa de la unidad.

Y el Papa un medallón de la Virgen con el Niño

De lo dicho sale que Francisco quiere unir el significado del texto apenas citado con su gesto ecuménico de las reliquias (en parangón con el icono de Atenágoras a Pablo VI): La reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser también un recordatorio y un estímulo constante para que, en este camino en curso, nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a nuestro testimonio común y a nuestra misión evangelizadora al servicio de la familia humana, que hoy está tentada de construir un futuro puramente mundano, un futuro sin Dios.

El final parece redactado como de pasada, pero es extraordinariamente importante, porque habla de la misión evangelizadora, y de la terrible tentación que hoy acecha a la familia humana (construir un futuro puramente mundano, un futuro sin Dios): La reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser también un recordatorio y un estímulo constante para que, en este camino en curso, nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a nuestro testimonio común y a nuestra misión evangelizadora al servicio de la familia humana, que hoy está tentada de construir un futuro puramente mundano, un futuro sin Dios.

La carta termina con un cordial deseo hacia Bartolomé I: la esperanza de volver a encontrarle lo antes posible, esperanza cumplida en la audiencia que comento, es decir, el 17 de septiembre de 2019.

El Servicio de Fotografía del Vaticano, publicando las fotos de la entrevista, completa de alguna manera los antedichos matices. Porque el Patriarca también se reunió con el cardenal suizo Kurt Koch, presidente del PCPUC, presente durante la audiencia junto al secretario, el irlandés monseñor Brian Farrell, y el subsecretario, monseñor Andrea Palmieri, que es quien, horas después del 29 de junio, trasladó las reliquias junto a la Delegación patriarcal desde Roma hasta Constantinopla.

Bartolomé I le ofreció a Francisco, en particular, un precioso cáliz para la celebración eucarística y su libro. El Papa, por su parte, correspondió con un medallón de veinte centímetros que representa a la Virgen y el Niño. Sabido es que septiembre está dedicado, de un tiempo  esta parte, al mensaje para el cuidado de la creación: la fecha del 1 de septiembre para orar por la preservación del planeta fue elegida por el Papa en referencia a la ya elegida en la Ortodoxia. Con el Patriarca, autor de «Y Dios vio que era bueno» (Cerf, 2015), pudo el Papa evocar así el próximo sínodo en el Amazonas. 

No hace tanto que su huésped de Constantinopla hacía público un comunicado sobre incendios forestales en todo el mundo. Asimismo, el anuncio de la celebración en mayo de 2020 de una IV Cumbre contra la esclavitud moderna, tema sobre el cual el Papa también ha movilizado a la Iglesia católica. Recientemente, en fin, Francisco escribió el prefacio del libro sobre el Patriarca, escrito por John Chryssavgis: Bartolomé. Apóstol y visionario (Cerf, 2016, 306 p.), en un gesto que le honra, todo él fruto de fraternidad y simpatía, esos dos ingredientes necesarios para «avanzar juntos hacia la plena comunión».

Icono regalo de Atenágoras a Pablo VI

Esta visita de ahora, concluyendo, tenía como fin agradecer personalmente al papa Francisco su hermosa dádiva de las reliquias de san Pedro. Ya se sabe, que si la ingratitud envilece, la gratitud ennoblece. Bartolomé I ha dado sobradas pruebas de practicar eso de  «A quien te hizo beneficio, está siempre propicio».

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