Aviso para navegantes

Este buen hombre no llegó a estar siquiera dos años como sustituto de la Secretaría de Estado, a lo que tanto se han remitido los medios ahora, y en cambio permaneció  doce presidiendo el PCPUC, del que no pocos han pasado olímpicamente.

Tuvo, eso sí, la mala suerte de heredar la antorcha ecuménica del mítico cardenal Johannes Willebrands para dejarla en manos del cardenal Walter Kasper, dignísimas cumbres ecuménicas las dos que pocos igualarán.

La foto llamada a perdurar es la que muestra a Cassidy, presidente del PCPUC, y a Christian Krause, presidente de la Federación Luterana Mundial (FLM), firmando juntos el 31 de octubre de 1999 en la iglesia luterana de Santa Ana, de Ausburgo, la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (DCDJ). 

«Nosotros (o sea los oficiales del Pontificio Consejo con él) ya hemos hecho lo nuestro… Ahora les toca a los obispos de su país hacer lo que ellos tienen que hacer».

Firmando el Documento

La cobertura mediática en la muerte del cardenal Edward Idris Cassidy se ha limitado mayormente a repetir lugares comunes, omitiendo a menudo, en cambio, lo de presidente emérito del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (PCPUC). Los más afines a la Santa Sede han cuidado la objetividad con titulares como Entre las nunciaturas apostólicas en diversas regiones del mundo y los caminos del ecumenismo.

El purpurado falleció el 10 de abril a los 96 años en la ciudad australiana de Newcastle. Había nacido en Sidney el 5 de julio de 1924, y desde su primer destino en la Internunciatura Apostólica de la India (1955-1962), todo fue un ir y venir por las legaciones hasta el 23 de marzo de 1988, fecha de su nombramiento para sustituto de la Secretaría de Estado de Asuntos Generales, cargo ejercido hasta el 12 de diciembre de 1989, al asumir ese día la presidencia del PCPUC, donde permaneció hasta el 3 de marzo de 2001, tiempo este de su creación cardenaicia por san Juan Pablo II en el Consistorio del 28 de junio de 1991.

O sea, que este buen hombre no llegó a estar siquiera dos años como sustituto de la Secretaría de Estado, a lo que tanto se han remitido los medios ahora, y en cambio permaneció doce presidiendo el PCPUC, del que no pocos han pasado olímpicamente. En su telegrama de pésame a monseñor Adolfo Tito Yllana, nuncio apostólico en Australia, el papa Francisco recuerda con gratitud el valioso servicio del difunto a la Santa Sede, su celo por la difusión del Evangelio y su compromiso con la promoción de la unidad de los cristianos. Es decir, que centra los datos, como debe ser. Desde el 3 de marzo de 2001 era, en consecuencia, presidente emérito.

Tuvo, eso sí, la mala suerte de heredar la antorcha ecuménica del mítico cardenal Johannes Willebrands para dejarla en manos del cardenal Walter Kasper, dignísimas cumbres ecuménicas las dos que pocos igualarán. Pero ello no  impide reconocer sus méritos, que los tiene. Durante su gestión al frente del PCPUC, rigió los destinos del CMI su cuarto secretario general, Emilio Castro (1985-1992), y en el ranking de asambleas generales tocó el turno a la VII-Canberra, Australia, celebrada entre el 7 y el 20 de febrero de 1992, con 317 iglesias participantes bajo el lema Ven, Espíritu Santo, renueva toda la creación; y a la VIII-Harare, Zimbabue, del 3 al 14 de diciembre de 1998, con 339 iglesias presentes bajo la divisa Buscar a Dios con la alegría de la esperanza.

Con todo, pienso que la foto llamada a perdurar es la que muestra a Cassidy, presidente del PCPUC, y a Christian Krause, presidente de la Federación Luterana Mundial (FLM), firmando juntos el 31 de octubre de 1999 en la iglesia luterana de Santa Ana, de Ausburgo, la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (DCDJ). Suscrita en 2006 por el Consejo metodista mundial, el 5 de julio de 2017, con motivo de la conmemoración de los 500 años del inicio de la Reforma, lo hizo asimismo la Alianza reformada mundial (compuesta básicamente de zwinglianos, calvinistas y presbiterianos) y el 31 de octubre –Día de la Reforma– la Comunión anglicana, según había dispuesto previamente el Anglican Consultative Council celebrado en Lusaka (Zambia) del 8 al 16 de abril del año anterior.

La firma Krause-Cassidy, por tanto, fue inicialmente entre católicos y luteranos. Más adelante llegaría el reconocimiento de un amplio porcentaje de protestantes. A pesar de las polémicas al principio, es hoy un texto pacíficamente aceptado: la plataforma común, digamos, para el ulterior diálogo teológico acerca de otras cuestiones cruciales, como la interpretación de la Escritura o las distintas concepciones sobre la eucaristía, el ministerio o la eclesiología.

La ceremonia de Ausburgo fue solemne de veras. Además de altos representantes eclesiásticos, participaron centenares de huéspedes de todo el mundo. Se eligió el 31 de octubre por ser el día de la Reforma. Arrancó todo con una procesión desde la catedral católica -cuyas cercanías están llenas de recuerdos de los reformadores y los acontecimientos del siglo XVI- y una serie de misas en las parroquias de la ciudad, una de las cuales celebrada por el cardenal Miloslav Vlk, arzobispo de Praga y presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales Católicas.

Hans Küng, fallecido el 6 de abril en Tubinga, o sea cuatro días antes que Cassidy, dejó al respecto una página antológica, donde se puede leer, entre otros, este párrafo: «El jefe de la autoridad inquisitorial romana responsable de la “Doctrina de la fe”, el cardenal Joseph Ratzinger, a quien normalmente le gusta estar en primer plano en las celebraciones eclesiásticas, no está presente en Ausburgo, sino que delega en el cardenal Cassidy y en su adlátere Kasper» (Libertad conquistada. Memorias. Editorial Trotta, Madrid 2004, p.195). Dolido, como se ve, por no haberle cursado la Iglesia católica una invitación al acto, pese a su tesis en 1957 sobre La justificación. Doctrina de Karl Barth y una interpretación católica.

Cassidy supervisó también, durante su presidencia, la versión actualizada del Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo (1993) y del documento La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral (1995). Al final del Prefacio a este último, escribe: «Se dirige a los responsables de la formación teológica y pastoral para que puedan asegurar que en el futuro quienes estarán empeñados en la pastoral, así como los profesores de teología, reciban una formación ecuménica adecuada. De este modo estarán mejor preparados para responder a las exigencias de la vida de la Iglesia hoy» (p.4).

Aquí estriba, me parece a mí, la clave de lo que me dijo una vez que me recibió en Via dell’Erba, 1 (Roma), cuando yo le pregunté por el protagonismo de los obispos y delegados diocesanos de ecumenismo en España: «Nosotros (o sea los oficiales del Pontificio Consejo con él) ya hemos hecho lo nuestro… Ahora les toca a los obispos de su país hacer lo que ellos tienen que hacer».

Cardenal Cassidy

La presidencia de Cassidy estuvo profundamente marcada por la Encíclica Ut unum sint (1995). Y entre los muchos resultados que logró, es de recordar su valioso apoyo a la reanudación del diálogo teológico con la Iglesia Ortodoxa, coronado con el Documento Balamand (1993). 

Papel también decisivo el suyo en la Declaración Cristológica Común (1994) entre el Papa Juan Pablo II y el Patriarca Católico Mar Dinkha IV de la Iglesia Asiria de Oriente, así como en las Declaraciones cristológicas con el armenio Catholicós Karekin I (1996) y Aram I (1997). En 1999 llegó su firma de Ausburgo, de la que arriba se habla.  

Acompañó a san Juan Pablo II en numerosas visitas apostólicas, y en cuanto presidente de la Comisión de Relaciones Religiosas con el Judaísmo, vio la luz durante su mandato el documento fundacional We Remember: A Reflection on the Shoah (1998). En 2000 supo estar junto a san Juan Pablo II durante la visita a Tierra Santa, donde el Papa inauguró el diálogo con el Gran Rabinato de Israel, confiando el proceso reconciliador católico con el pueblo judío al sabio liderazgo de nuestro purpurado australiano.

No extrañe por eso que al retirarse de sus funciones el papa san Juan Pablo II le escribiera esto: «Convencido de que el progreso del ecumenismo era un elemento central de mi ministerio y a la luz de los cambios radicales que ocurrieron después del colapso del comunismo, creí que la Santa Sede necesitaba Sus cualidades y habilidades particulares para sanar las heridas históricas de la división entre los cristianos. Ahora quiero agradecerle todo lo que ha logrado, no sin un gran sacrificio, como socio confiable en el diálogo con otras Iglesias cristianas y comunidades eclesiales, así como por el excelente trabajo que ha realizado en la construcción de relaciones entre la Iglesia católica y el judaísmo. ¡Cuántas gracias abundantes ha concedido el Señor a su Iglesia con su colaboración constante y eficaz!» (26 de febrero de 2002).

Tampoco debe sorprender que el PCPUC, en su In memoriam, recuerde con gratitud a su antiguo presidente por sus múltiples apoyos a la causa de la unidad. Y que concluya reproduciendo las alentadoras palabras del finado en su homilía de despedida: «Continúen, pues, queridos hermanos y hermanas en Cristo, dedicándose a sí mismos y a sus talentos a la búsqueda de la 'noble meta' de la unidad de los cristianos. 'Duc in altum' / Prepárate para 'remar mar adentro', poniendo toda tu confianza y esperanza en el Señor que te ha confiado esta tarea» (12 de junio de 2001): Cf. 2021 04 12 In memoriam Cardenal Cassidy [SITIO WEB]:

(http://www.christianunity.va/content/unitacristiani/it/news/2021/2021-04-12-in-memoriam-cardinal-cassidy.html).

Los firmantes  dando gracias

 Aviso en consecuencia para navegantes con lo que a veces se escribe por ahí en los obituarios. Que escribir, o hablar, no es igual que tener razón, claro. Nuestro Julián Marías gustaba repetir que España es el país donde no sólo se discuten las opiniones, sino los datos, que ya es discutir. Un poco más, y Pitágoras se queda pequeño.  Aquí lo mismo se pone en entredicho la aritmética que ahora mismo, durante la pandemia, la distribución de las vacunas. 

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