El Consejo Mundial de Iglesias a través de sus Secretarios generales



El Consejo Mundial de Iglesias (= CMI) es la principal organización ecuménica cristiana internacional. Fundado en Ámsterdam el 23.08.1948 por 147 Iglesias de todo el mundo, cumple ahora, pues, 70 años. El presbiteriano Dr. Samuel Cavert Is Dead (EE.UU.) propuso para su designación el nombre de CMI, hoy conocido también como Consejo Ecuménico de las Iglesias (= CEI), plataforma ecuménica la más espectacular que las Iglesias tienen para mirarse conjuntamente a la cara. El motivo de concitar en 1948 semejante asamblea era clarísimo: las Iglesias querían dar expresión visible a su búsqueda de la unidad. Fue un acontecimiento precursor, resaltado por el hecho mismo de ocurrir en los primeros años siguientes a la II Guerra mundial.

Ya entonces se adelantó que era «una comunidad de Iglesias que aceptan a nuestro Señor Jesucristo como Dios y Salvador», pero las críticas no tardaron en pedir más clara expresión trinitaria y referencia explícita a las Sagradas Escrituras. La tercera asamblea general (Nueva Delhi 1961) daría cumplida respuesta con esta fórmula: « [El CMI es] una comunidad de Iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador, según el testimonio de las Escrituras, y procuran responder juntas a su vocación común, para gloria del Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo».

La oportunidad de insistir en el quehacer de los 70 años del CMI por la unidad y la acción cristianas se me antoja magnífica, y pienso que no estará de más conocer los desafíos del organismo en cuanto comunidad de Iglesias que responde al llamamiento de Dios a la unidad, la misión, la justicia y la paz. El viaje del papa Francisco a Ginebra el 21 de junio pasado no tenía otro propósito que sumarse a la celebración de este 70º aniversario. Sirva en mi caso de granito de arena el recuerdo de los secretarios generales.

1) Willem Adolph Visser ‘t Hooft (1948-1966).



Natural de Haarlem, Países Bajos (20.09.1900), muere en Ginebra el 4.07.1985. Miembro de la Iglesia Reformada holandesa, se ordenó ministro de la Iglesia protestante nacional de Ginebra y vivió al servicio de los grandes organismos cristianos internacionales (P. Langa, Apóstoles de la unidad. San Pablo, Madrid 2015, pp. 399-410).

Brillante líder cristiano con visión de futuro, fue nombrado secretario general del Comité provisional del CMI en la reunión de Utrecht (1938), donde se constituyó por primera vez el Consejo. Desempeñó de lleno este cargo hasta su jubilación en 1966. Una de sus grandes tareas fue vincular el movimiento ecuménico con manifestaciones duraderas de la Iglesia a través de los siglos. Ya emérito, la cuarta asamblea general (Uppsala-1968) lo eligió presidente honorario del CMI, que había celebrado durante su mandato tres cumbres: Ámsterdam, Evanston y Nueva Delhi, a la que asistieron por primera vez observadores de la Iglesia católica con la vista ya pendiente del próximo concilio Vaticano II. Le unió estrecha amistad con los cardenales Bea y Willebrands.

Fue la suya espiritualidad ecuménica favorable a incluir clérigos de la Ortodoxia oriental, mejorar las relaciones con Roma y admitir eclesiásticos del Tercer Mundo. Concebía a la Iglesia en camino siempre hacia el Reino. «La principal finalidad del movimiento ecuménico -solía decir- no es el diálogo, sino la verdadera unidad. Nuestro Señor no rezó para que todos entren en conversación; oró, más bien, para que todos sean uno. Y es que el verdadero ecumenismo es cristocéntrico, de lo contrario no existe». Sus preocupaciones sociales liberales no eran, por tanto, activismo político, sino pragmatismo bíblico y de la centralidad de Jesucristo en su vida y en su pensamiento.

2) Eugene Carson Blake (1966-1972).



Vino a este mundo el 7.11.1906 en St. Louis, ciudad independiente del Estado de Missouri, EUA. Falleció en Stamford, Connecticut, Estados Unidos, el 31.07.1985. Pastor de la Iglesia Presbiteriana Unida de los EUA, fue designado jefe de su Iglesia en 1951, siendo también presidente del Consejo Nacional de Iglesias de los EUA y miembro de los comités central y ejecutivo del CMI antes de acceder a la secretaría general en 1966. Sintió muy pronto vivo interés por el movimiento ecuménico, y asistió en 1948 a la primera asamblea del CMI. Diligente administrador y líder ecuménico y firme defensor de los derechos humanos, contribuyó a lanzar el Programa del CMI para Combatir el Racismo.

Recordado por su dedicación al ecumenismo y progreso social, especialmente en las relaciones raciales, sobresalió en el vigoroso impulso de los 50-60 al movimiento estadounidense de derechos humanos y, durante sus años en el CMI, apoyó la lucha por la justicia y la paz en el mundo como parte intrínseca del anhelo de unidad de las Iglesias.



Presidió la cuarta asamblea general (Uppsala-1968), y ejerció de anfitrión en la visita oficial de Pablo VI a Ginebra el 10.06.1969: a la Organización Internacional del Trabajo (condecorada ese año con el Nobel de la paz) y sobre todo, por la tarde, a la sede central del CMI, en el 50º aniversario de su fundación. Fue entonces cuando el papa Montini abrió su discurso con las célebres palabras Notre nom est Pierre (Nuestro nombre es Pedro). De Carson, en fin, es este juicio: «No podemos permanecer en silencio sobre Vietnam. Debemos recordar que, sea cual sea la victoria posible, tendrá un estigma racial… Siempre será un poder predominantemente blanco que mata a una nación asiática. Estamos interesados en la paz, no solo para los cristianos, sino para toda la humanidad».

3) Philip A. Potter (1972-1984).



Nació en Roseau (Dominica), Indias Occidentales, el 19.08.1921. Y murió el 31.03. 2015 en Lübeck (Alemania). Hijo de madre metodista y padre católico, desde su juventud se comprometió en el campo ecuménico. Pastor metodista, participó como líder juvenil en las asambleas de Ámsterdam-1948 y Evanston-1954. Elegido secretario general del CMI en 1972, promovió una fecunda campaña anti-apartheid en Suráfrica.

Orador convincente y director de estudios bíblicos, insistió en la unidad fundamental del testimonio y servicio cristianos, y en la correlación fe y acción. Su liderazgo ecuménico brilló a escala mundial, así como su acompañamiento a las Iglesias del planeta en la batalla por la unidad, la justicia y la paz. Entre sus logros más salientes, es de notar el documento Bautismo, Eucaristía y Ministerio (BEM), y una valiente campaña contra otras formas de racismo en el mundo. Abierto a un CMI de espacios libres para la reflexión y acción ecuménicas, perdurará como testigo creíble de la visión del Reino de Dios y sus valores de «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14:17b).

Contribuyó al animado debate misión-evangelización en la era postcolonial; al testimonio de las Iglesias a favor de la paz en el contexto de las tensiones oriente- occidente; al planteamiento de preguntas sobre la crisis medioambiental, y a las campañas tendentes a cuestionar la amenaza de la aniquilación nuclear. Auspició también formas de espiritualidad, oración común y música, inspiradas en las diversas tradiciones y confesiones de las Iglesias.



Durante su gestión, se celebraron las asambleas generales de Nairobi (1975) y Vancouver (1983), y san Juan Pablo II visitó el CMI en 1984, compartiendo un servicio de culto en la capilla del Centro Ecuménico y orando juntos por la plena comunión entre cristianos. Seguía el papa Wojtyla así no sólo los pasos de Pablo VI en 1969, sino también su propio compromiso con el movimiento ecuménico.

4) Emilio Castro (1985-1992).



Natural de Montevideo (Uruguay), donde nació el 2.05.1927 y murió el 6.04.2013, este pastor metodista y teólogo doctor uruguayo dirigió la comisión de Misión Mundial y Evangelización del CMI, cuya secretaría general ocupó entre 1985 y 1992. Destacado dirigente protestante de América Latina por su elocuente predicación y opiniones progresistas del cristianismo y del orden social, le correspondió liderar la séptima asamblea general (Canberra -1991).

Recordado por sus «incasables esfuerzos para conjugar fe y espiritualidad con el compromiso radical en las luchas por la justicia», allanó el camino para que las Iglesias de Europa oriental participaran activamente en la vida del Consejo. Crucial fue su liderazgo en la producción de Misión y evangelización: una afirmación ecuménica, declaración la más importante y completa del CMI sobre misión, adoptada en 1982 tras exhaustivos debates con Iglesias del mundo entero.

Destacables asimismo sus aportes sobre misión de la Iglesia, justicia y paz. Y significativo su papel durante la dictadura y disturbios sociales uruguayos en la década de 1970, fomentando el diálogo entre grupos políticos y la creación del Frente Amplio, coalición de fuerzas democráticas. Por su ahínco en defender los derechos humanos en América Latina -década 1980- recibió la Orden de Bernardo O'Higgins, la más alta condecoración del Estado chileno.

Su liderazgo y visión profética motivaron la formación de un Consejo Latinoamericano de Iglesias, voz activa ante la pobreza y violación de los derechos humanos en este continente. Digna de recuerdo la reunión del Comité Central del CMI en Argentina el año 1985, tras los tristes días de la dictadura militar. Gran legado el suyo, en fin, para el ecumenismo, no solo por su excelente postura, sino también por su compromiso personal y pastoral con una Iglesia renovada y abierta a favor de los excluidos.

5) Konrad Raiser (1993-2003).



Natural de Magdeburgo, Alemania (25.01.1938), inició sus estudios de teología en Tubinga el año 1957, pasando a la escuela de teología en Bethel, y más tarde a las universidades de Heidelberg y Zúrich. Concluida su teología académica en Tubinga, febrero de 1963, fue ordenado en mayo de 1964 y terminó su entrenamiento pastoral en el 65. Empezó a trabajar con el CMI, primero en el departamento de Fe y Constitución (FC). Teólogo luterano de la Iglesia Evangélica de Alemania, fue secretario general del CMI entre 1993 y 2003.

Describió una vez su vocación ecuménica como «segunda conversión». Durante un período a veces turbulento para la causa ecuménica, dirigió al Consejo en la redefinición de su entendimiento y visión comunes y en un examen fundamental de la participación de las Iglesias miembros ortodoxas. Lideró la octava asamblea general (Harare -1998).

Su padre, conocido profesor de derecho, fue durante algunos años presidente del sínodo nacional de EKD. Al abandonar el CMI en 1983, Raiser se dio a la enseñanza de teología en la Universidad de Bochum (Alemania) hasta su regreso a Ginebra en 1992. En agosto de ese año, el Comité Central del CMI lo eligió como secretario general por un período de cinco años.

Asumidas sus responsabilidades en enero del 93, fue reelegido en septiembre del 96 para un segundo mandato de cinco años que se extendió hasta fines de 2002. Considerada la presión de los negocios por el Consejo debido a cambios probables para ser recomendados por la Comisión Especial, y otros artículos, el Comité Central, reunido en Potsdam en 2001, extendió su mandato hasta diciembre de 2003.

Doctor honoris causa por la Academia Teológica de Budapest (1992) y la Universidad de Ginebra (1996), es autor de cuatro libros y numerosos artículos y ensayos sobre temas teológicos y ecuménicos, incluidas cuatro entradas en el Diccionario del Movimiento Ecuménico (WCC Publications, 1991), de cuyo consejo editorial formó también parte. Como secretario general del CMI, fue editor de The Ecumenical Review.

En su publicación más reciente -El desafío de la transformación: un viaje ecuménico-, dice que como creyentes en Cristo, debemos aprender a practicar la verdadera transparencia. Siendo transparentes con nuestros problemas, podremos asimismo ser transformadores en nuestro impacto. De sus 80 años, 50 estuvieron conectados de una manera u otra a la vida del CMI. Oportunidad única, pues, la de su lectura para que en este 70º aniversario del CMI escuchemos una fuente de vida.


6) Samuel Kobia (2004-2009).



Natural de Miathene, Meru, Kenia (20.03.1947), donde cursó estudios de primaria y secundaria bajo el sistema colonial británico, su carrera ecuménica empezó en el St Paul's United Theological College (Limuru, Kenia), diplomándose en Teología en 1971. De aquí saltó al Seminario Teológico McCormick de Chicago, y en 1993, de Kenia a Ginebra como Director Ejecutivo de la Unidad III del CMI: Justicia, Paz y Creación.

Elegido Secretario General del CMI en enero de 2004, hizo poco más tarde un llamamiento a las Iglesias en pro de un trabajo sin descanso «en la sanación del mundo y la restauración de la dignidad humana». Durante su discurso de aceptación citó el proverbio africano «Si quieres caminar rápido, camina solo, pero si quieres caminar lejos, camina juntos». Con este espíritu, trabajó para promover una mayor unidad en el movimiento ecuménico a través de la colaboración y el diálogo.

Rechazó en 2005 la acusación de antisionismo contra el CMI y afirmó que el antisemitismo es «pecado contra Dios y el hombre, absolutamente irreconciliable con la profesión y la práctica de la fe cristiana». Criticó, en cambio, la ocupación israelí de los territorios palestinos, calificándola de «pecado contra Dios». Ese mismo año, rindió homenaje a Juan Pablo II por sus esfuerzos en el ecumenismo. Y durante su mandado presidió la novena asamblea general (Porto Alegre - 2006).

En 2009 renunció a Secretario General del CMI con harta sorpresa del Comité Central, cuyos miembros le declararon su «total apoyo» a pesar de las duras críticas del Rev. Martin Hein. Nombrado en 2010 enviado especial ecuménico a Sudán por la Conferencia de Iglesias de Toda África (AACC), dirigió las conversaciones de seis meses patrocinadas por el Consejo Nacional de Iglesias de Kenia y la Gente por la Paz de la Iglesia católica en Kenia, con asistencia técnica de la Iniciativa de Paz de África de Nairobi.

7) Olav Fykse Tveit (27.08.2009---).



Teólogo y pastor noruego nacido el 24.11.1960, fue elegido el jueves 27.08.2009 secretario general del CMI, y en julio de 2014 volvió a serlo para un segundo mandato. En el momento de su nombramiento, era el secretario general de Consejo de la Iglesia de Noruega sobre Relaciones Ecuménicas e Internacionales (2002-09). Es el más joven secretario general desde que Willem A. Visser 't Hooft lideró el CMI durante su proceso de formación y luego de su asamblea constitutiva seis décadas atrás.

Antes de acceder a la secretaría general, sirvió al CMI como miembro de la Comisión Plenaria de FC y copresidente del grupo central del Foro Ecuménico de Palestina e Israel. Miembro de la junta directiva y comité ejecutivo del Consejo Cristiano de Noruega, también lo fue del Consejo inter-confesional de Noruega y del Consejo de administración de Norwegian Church Aid.

Lideró la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz (Kingston, Jamaica, 2011) y la décima Asamblea del CMI en Busan (República de Corea, 2013). Dada su reelección en 2014, puede que tenga que hacerlo también, D.m., en la undécima de Karlsruhe (Alemania), prevista para 2021. Fundamental asimismo en el liderazgo de las consultas internacionales sobre temas como el cambio climático, el establecimiento de la paz y el reasentamiento de refugiados.

Recibió en 2002 un doctorado en teología por la Escuela Noruega de Teología / Menighetsfakultetet en Oslo por su disertación sobre responsabilidad mutua como actitud ecuménica; en 2012, el Premio Amigos de los Armenios por su defensa en todo el mundo; y en 2013 la Condecoración Al-Hussein para el Servicio Distinguido en el campo del diálogo interreligioso y la cooperación en la búsqueda de la paz entre los pueblos, que le entregó el rey Abdullah II de Jordania.

En 2015, la Universidad de Hanshin en Seúl, República de Corea, le otorgó un doctorado honorario en reconocimiento a su visión de la unidad, la justicia y la paz. Ha aceptado también la invitación a formar parte de la junta directiva de la organización de la Alianza Global para Eliminar la Violencia contra los Niños.

He aquí, en fin, la oración que suele presidir las asambleas y encuentros de este alto organismo. Se trata de la bella Oración de la Asamblea de Ámsterdam (1948):

«Padre creador, Proveedor de todos los tiempos, Anciano de días,
acabamos de nacer del vientre de la noche.
En el primer amanecer del nuevo día, nos acercamos a ti.
Tristes están los ojos hasta que han visto al Jefe.
Oh Dios hacia quien siempre miramos,
ilumina nuestros corazones como nos ilumina el sol.
Tú eres el Jefe supremo.
Haz brillar sobre nosotros el sol de la mañana
e induce en nuestros abatidos espíritus el deseo de actuar.
Hijos e hijas redimidos te alaban, Señor.
Cantamos, imploramos; pero rara vez comunicamos contigo, Oh Dios.
Abriga nuestros corazones con tu presencia permanente.
Oh Dios, Inspirador de nuestro culto comunitario,
y Recompensa de todas nuestras búsquedas,
visita, te lo rogamos, a esta comunidad
y a cada uno de nosotros con el espíritu que mora en ti;
únenos en comunión con todos los fieles de toda la tierra;
y danos la seguridad de que nuestros pensamientos y palabras,
y los deseos no expresados de nuestros corazones,
puedan ser acogidos por ti,
y puedan ser ofrecidos en el nombre de nuestro Maestro, Jesucristo».

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