"Un ecumenista de verdad no pueda estar contento con esa llamada a la oración desde los antedichos minaretes de Santa Sofía" Pedro Langa: "¿Estambul o Asís? Por esta vez, yo me quedo con Asís"

Pedro Langa: "¿Estambul o Asís? Por esta vez, yo me quedo con Asís"
Pedro Langa: "¿Estambul o Asís? Por esta vez, yo me quedo con Asís"

"Por de pronto, tal vez Erdogan haya perdido la oportunidad ideal de erigirse en un incuestionable líder ecuménico con sólo haber dejado Santa Sofía como estaba, es decir: un museo. O como un centro internacional de carácter interreligioso"

El Consejo de Estado de Turquía pretende a toda costa explicar «las bases jurídicas» de esta transformación. Se apoyan ellas sobre el «derecho de la espada», o sea el poder de los vencedores de hacer lo que les venga en gana

El 4 de febrero de 2019, Su Santidad el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar  de El Cairo, Ahmad Al-Tayyeb, firmaron en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, «La Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común», documento, dicho sea de paso, muy mal comprendido en algunos sectores de la Iglesia católica y de los mismos árabes, que últimamente, además, se ha puesto de moda con la reislamización de Santa Sofía decretada por el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan. Los medios alcanzan ahora mismo elevadas cotas de indignación, tanto por el Documento en sí, comprendidos sus firmantes, como a causa del nuevo estatus de Santa Sofía.

He aquí, entre otros, algunos ejemplos: De la utopía a la herejía, encabeza un analista su artículo. Y otro, con parecidas ínfulas: El papel de las religiones en la construcción de la paz mundial: herejía y blasfemia. Y otro, en fin: El Documento firmado conjuntamente por el Papa [omite añadir al Gran Imán] conduce al relativismo doctrinal y al indiferentismo religioso.

Tampoco para Santa Sofía pintan bien las cosas:Santa Sofía convertida en mezquita: una apuesta satánica. ¡Casi nada! Y otro, confundiendo la hora y las edades con el capricho y la incertidumbre: Estambul, la ‘hora islámica’ de Santa Sofía. (¿Y de qué hora entonces tendríamos que hablar cuando por primera vez fue convertida de basílica cristiana en mezquita…?).

Dado que «el elemento más peligroso es que esta decisión del amo de Turquía se enmarca en el contexto del camino de coexistencia cristiano-musulmán, cuya manifestación más destacada es, sigue siendo, el comunicado conjunto de Abu Dabi arriba dicho, así como todas las iniciativas ecuménicas y los diálogos interreligiosos de los últimos tres decenios, se comprende que algunos analistas se pregunten ahora por qué no ha salido a la palestra, a protestar, ese Gran Imán signatario en Abu Dabi, tan amigo de Francisco según el cardenal Ayuso.

No sólo él, sino también otros líderes musulmanes con mando en plaza y poderosa palabra en boca repartidos por el mundo todo, se han echado estos días de atrás en falta. Y entre quienes lo han hecho , tampoco faltan quienes han preferido hacerlo de refilón, con bajas cotas en los decibelios. De modo que el antiguo alcalde de Estambul, a la vista de tan extendida desgana, es posible que crea tenerlo todo atado y bien atado con su autocrática decisión de reislamizar Santa Sofía. Pero que no se equivoque: las cosas pueden venir mal dadas y hasta cambiar radicalmente de rumbo el día menos pensado. Por de pronto, tal vez haya perdido la oportunidad ideal de erigirse en un incuestionable líder ecuménico con sólo haber dejado Santa Sofía como estaba, es decir: un museo. O como un centro internacional de carácter interreligioso.

Las autorizadas voces que se han alzado para denunciar su torcida gestión del asunto constituyen, de suyo, un severo aviso a navegantes. Y Erdoğan en esto, no emprende singladura alguna ni por el Bósforo. La opinión pública internacional entiende que esta decisión tiene que ver con su deseo de vencer una nueva carrera electoral, una vez transformado el país en República presidencial, y-tras- haber-perdido en Ankara y Estambul en las elecciones administrativas del 2018. 

Tampoco es que sea necesario, claro es, alzar mucho la voz para dejarse oír. El papa Francisco -al que no han faltado por ello críticas dentro de la misma Iglesia católica- fue muy  breve el domingo 12 de julio durante el rezo del Ángelus al comentar entre pensativo y expresivo: «El pensamiento se dirige a Estambul; pienso en Santa Sofía y estoy muy dolido». Los periódicos han traducido con matices a veces eufemísticos. Pero todos, eso sí, formando parte del dolor, de la «tristeza», de un «disgusto» mezclado con «indignación». Por tanto, quienes censuran debieran saber que en la vida hay silencios estrepitosos, y que saber callarse a tiempo vale tanto por lo menos como un estruendo.

Los firmantes del Documento de Abu Dabi

El Consejo de Estado de Turquía pretende a toda costa explicar «las bases jurídicas» de esta transformación. Se apoyan ellas sobre el «derecho de la espada», o sea el poder de los vencedores de hacer lo que les venga en gana. 

Es lo cierto, sin embargo, que tal derecho se critica precisamente porque «no es islámico». Hüda Kaya, diputada del Partido Democrático del Pueblo (filo-kurdo), el HDP, declaró que «el derecho de la espada en cuanto a Santa Sofía (luego de la conquista de Constantinopla, por parte de los musulmanes) es una tradición que surgió después del profeta Mahoma, y las decisiones sobre Santa Sofía no competen al gobierno». Según Hüda Kaya, «Santa Sofía debiera ser usada para el credo de aquellos que la construyeron». 

Ahora bien -agregó-, «como Santa Sofía hay cientos de edificios ocupados, que debieran pertenecer a los creyentes que los construyeron. No basta con llamarla mezquita. Tiene que pasar a ser la casa de Dios. Santa Sofía tiene un estatuto especial».

En este insolidario y proteico maremágnum de opiniones, me ha llamado la atención, por cierto, un Editorial de la revista Ecclesia, N. 4.041: Un paso atrás en la fraternidad (p. 5), donde al redactor se le puede aplicar lo del alguacil alguacilado. Digo esto por el recadito que le manda al patriarca Kirill, al que sigue unos renglones más abajo un evidente desliz de imprecisión sobre Santa Sofía que él mismo comete.

Veamos: «Aunque la intervención sobre la basílica no supone ninguna “amenaza para toda la civilización cristiana”, como exageradamente ha dicho el patriarca Kirill de Moscú, sí resulta obvio que ha causado gran desazón en millones de cristianos de todo el mundo. Y con razón. Santa Sofía […] fue el lugar en el que el Papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras levantaron en 1965 sus excomuniones mutuas, propiciando el comienzo del reencuentro». ¡Excesivo, querido editorialista, excesivo!

San Pablo VI y Atenágoras I abrogaron dichas excomuniones no en Santa Sofía, no nos pasemos de frenada, sino en Roma (Basílica de San Pedro: san Pablo VI) y en Estambul (Catedral de San Jorge en El Fanar: Atenágoras I). A la misma hora, eso sí, del 7 de diciembre de 1965, víspera de la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II. Junto a Pablo VI estuvo representando al patriarca ecuménico Atenágoras I, el entonces metropolita Melitón de Heliópolis y Theira, muy pronto luego Metropolita de Calcedonia. Y en El Fanar, al frente de la Delegación católica, el cardenal Lawrence Joseph Shehan, arzobispo de Baltimore (Maryland-USA) [cf. P. Langa, Levantamiento de las excomuniones Roma-Constantinopla en 1965: Equipo Ecuménico Sabiñánigo, 7-XII-2015].

Está programado para hoy, 24 de julio de 2020, durante la hora de los rezos del viernes, el primer acto religioso musulmán, una vez reconvertida Santa Sofía en mezquita. Debidamente alfombrada, descalzos los asistentes al rezo del Corán, doblando una y otra vez el espinazo, y gargarizando sus cánticos el almuecín desde los alminares de Santa Sofía, con la probable presencia del apuesto Erdoğan, contento de haberse salido con la suya. La propaganda turca se encargará de informar hasta gráficamente del acto.

Basílica de San Francisco de Asís

El Documento firmado en Abu Dabi declara, entre otras cosas, que «el diálogo, la comprensión, la difusión de la cultura de la tolerancia, de la aceptación del otro y de la convivencia entre los seres humanos contribuirían notablemente a que se reduzcan muchos problemas económicos, sociales, políticos y ambientales que asedian a gran parte del género humano».

Por eso mismo concluye deseando que «esta Declaración sea una invitación a la reconciliación y a la fraternidad entre todos los creyentes, incluso entre creyentes y no creyentes, y entre todas las personas de buena voluntad». Un documento, pues, de mucho fundamento y no tan superficial como algunos opinan.

El mundo occidental, sobre todo éste, parece no comprender la provocación. Un sistema de luces y telones, para ocultar los mosaicos y frescos cristianos del arte bizantino. Aquí tenemos, ¡una vez más!, la prueba de que cada vez que el islamismo llega al poder en un Estado democrático y laico, le declara la guerra a la civilización, a las culturas y a las otras religiones y a cuanto se le ponga por delante. De ahí que lo de Santa Sofía constituya también un ataque frontal a los buenos deseos expresados en el Documento de Abu Dabi.

Por esta vez, entre Estambul y Asís, yo me quedo con Asís. El diálogo interreligioso ha ido creciendo pródigo y lozano y saludable con la celebración de las distintas cumbres de Asís. En Santa Sofía, por el contrario, ha sido víctima de un tratamiento atroz, de un atropello evidente, y de una ilegalidad en toda regla.

Almuédano llamando a la oración

De ahí que un ecumenista de verdad no pueda estar contento con esa llamada a la oración desde los antedichos minaretes de Santa Sofía. Uno, de todos modos, ni siquiera pretende tanto. Se contentaría con una cosa más sencilla, más simple: con que no desafinen…   

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