Los Reyes Magos en el Octavario del 2022

Entre la sagrada Liturgia de la Navidad y los materiales de la Semana vamos a tener a los Reyes Magos por los polvorientos caminos de Tierra Santa, pendientes de la estrella de Belén y dale que te pego con el estribillo del Rey de los judíos que ha nacido.

Las reflexiones de esta edición beirutí analizan en síntesis hasta qué punto los cristianos están llamados a ser señal para el mundo al que Dios trae consigo la unidad.

Al término de la Oración ecuménica por la paz en Oriente Medio (elevada junto a los patriarcas de aquella región en la Basílica de San Pedro del Vaticano el 1 de julio de 2021), el papa Francisco pidió «que cese el rencor, desaparezcan las discordias y Líbano vuelva a irradiar la luz de la paz».

Semana de la Unidad 2022

La Semana de oración por la unidad de los cristianos, también conocida como el Octavario, viene este año de 2022 inspirada en el capítulo 2 de san Mateo. No es que sus organizadores hayan brillado a lo largo y ancho de estas 54 ediciones (1968-2022) invocando a Leví de Alfeo, el antiguo publicano y recaudador de impuestos en Cafarnaúm, aunque tampoco sería correcto decir que ha sido relegado al olvido.

La Comisión «Fe y Constitución» del Consejo Mundial de Iglesias y el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos a él acudieron de hecho en 1980: «Venga a nosotros tu reino» (Mt 6, 10); en 1992: «Yo estoy con vosotros... por tanto, id» (Mt 28, 16-20); en 2006: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20); y a él han vuelto en este recién abierto 2022 acompañando a los Magos de Oriente: «Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo» (Mt 2, 2).

A los organizadores del frondoso cedro y de la deslumbradora luz del Oriente Próximo les ha dado este año por valerse de los tres legendarios personajes de la Epifanía, desde su inesperada llegada a Belén hasta cuando se dan media vuelta para regresar a su país por otro camino, dejando a Herodes con tres palmos de narices. Entre la sagrada Liturgia de la Navidad y los materiales de la Semana vamos, pues, a tener Reyes Magos para rato, recorriendo durante gran parte de enero los polvorientos caminos de Tierra Santa, pendientes de la estrella de Belén y dale que te pego con el estribillo del Rey de los judíos que ha nacido.

Celebrada por primera vez en 1968 sobre textos elaborados conjuntamente desde «Fe y Constitución» y el Secretariado para la Unidad de los Cristianos (hoy Pontificio Consejo),  la Semana empezó desde 1975 a salir editada con textos preparados por un grupo ecuménico local. El Consejo de Iglesias de Oriente Medio, con sede en Beirut (Líbano), ha sido esta vez el encargado de encomendar a cristianos del Líbano, Siria y Egipto el borrador de los materiales de trabajo que luego fueron estudiados a fondo y redactados de forma definitiva para el presente Octavario. Pero mira tú por donde su acierto ha sido total.

Y es que en estos difíciles tiempos más que nunca precisamos de una luz que brille en las tinieblas, esa que los cristianos proclaman precisamente como ya manifestada en Jesucristo. Las reflexiones de esta edición beirutí analizan en síntesis hasta qué punto los cristianos están llamados a ser señal para el mundo al que Dios trae consigo la unidad. Procedentes de distintas culturas, idiomas y razas, comparten la búsqueda común de Cristo y el ferviente deseo de adorarlo. El material de trabajo incluye, como suele, un servicio ecuménico de oración de apertura, reflexiones bíblicas, oraciones para ocho días y otros elementos de adoración.

Iglesias y pueblo del Líbano vienen arrastrando una tremenda crisis político-económica. Y en agosto de 2020, la devastadora explosión en Beirut dejó muertas, heridas o sin hogar a cientos de miles de personas. El patriarca de Antioquía de los maronitas Béchara Boutros Raï, por su parte, condenó el 14 de octubre de 2021 el asesinato de 7 personas y otras 32 heridas en un barrio cristiano beirutí  (Ecclesia 4094 [2021] 45). Y los Patriarcas y Jefes de las Iglesias y Comunidades Eclesiales de Tierra Santa publicaron a finales de 2021 una declaración sobre la amenaza actual a la presencia cristiana en la Región. Comunicado, por cierto, firmemente apoyado por el Consejo Mundial de Iglesias.

No obstante lo dicho, han sido capaces de sacar fuerzas de flaqueza para elaborar los materiales de la Semana, por cuyo precioso don debemos estarles agradecidos. Y es que, en este mundo frágil, buscamos una luz de esperanza desde lejos, confiados en el Dios al que adoramos.

Los Reyes Magos volvieron por otro camino

Los cristianos se reúnen al menos una vez al año para orar por la unidad. Congregaciones y parroquias de todo el mundo promueven intercambios de predicadores, celebraciones y cultos ecuménicos especiales.

Los ecumenistas de una región en particular son invitados a elaborar un texto litúrgico de base sobre un tema bíblico. Luego, un equipo internacional de editores compuesto por representantes del Consejo Mundial de Iglesias y de la Iglesia católica romana pule el texto para asegurarse de que puede ser utilizado como oración en todo el mundo, y de que guarda estrecho vínculo con la búsqueda de la unidad visible de la Iglesia. Al final se invita a las Iglesias miembros del Consejo Mundial de Iglesias y a las conferencias episcopales católicas romanas a que lo traduzcan, contextualicen o adapten para su propio uso.

El «Vademécum ecuménico», en fin, dice que «el obispo puede impulsar eficazmente la causa de la unidad de los cristianos durante la Semana, ya participando personalmente con otros líderes cristianos en una celebración ecuménica, ya animando a las parroquias y grupos a trabajar con otras comunidades cristianas presentes en la zona, para organizar de manera conjunta momentos de oración a lo largo de la semana» (II, A-18).

Me cuesta creer, sin embargo, que algunas mitras de concretas diócesis españolas -con nombre y apellidos y mando en plaza…- tengan asumida la conducta que aquí pinta el «Vademécum ecuménico». El ecumenismo está de ellas, por ahora, a muchos años luz. Verde que te quiero-verde

El don de Dios -recuerda san Pablo-, es un «espíritu de fortaleza y amor»  (2 Tm 1, 7) que en la plenitud de los tiempos se nos mostró «con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús»  (2 Tm 1,10). No es, en consecuencia, entregados al extravagante pelagianismo, que lo fía todo a sus fuerzas, como se avanza hacia la plena luz, sino depositando la confianza en el Espíritu Santo, padre de los pobres y en sus dones Dios espléndido, encargado ahora de alzarnos y atraernos hacia la plenitud de la luz divina.

En lengua hebrea, la luz es figura del favor de Dios, imagen de la felicidad y de los bienes del alma, del tal suerte que la clara y serena es comparada al oro; y la que Dios da a un alma cría profunda humildad en ella.

En las tinieblas de la humanidad brilló la estrella del Oriente, sí, y su resplandor disipó la oscuridad de nuestras sombras. Lo cual viene a ser, si bien reparamos en ello, síntesis de la Epifanía del Señor celebrada en la reciente Navidad. Singular y deslumbradora luz la de esta estrella, que penetra, hoy también, lo tenebroso y profundo de nuestras divisiones a base de aportar reconciliación, compostura, proporción y consonancia en lo que nos separa a unos de otros, que ahí precisamente estriba el misterio del ecumenismo.

Desde la aparición de la estrella, los cristianos no han desistido en el intento de manifestar al mundo todo, con su vida, la esperanza que brota del Espíritu Santo. Ellos son testigos de la obra de Dios en la historia y de la presencia permanente del Espíritu Santo en los corazones dóciles. Lástima que sus divisiones y desencuentros impidan defenderse juntos de las atroces persecuciones que ahora padecen.

A pesar de las vicisitudes y cambiantes circunstancias generacionales, la luz del Resucitado sigue brillando en el devenir de cada día como antorcha que guía hacia la luz perfecta, a base de superar la oscuridad que nos distancia a unos de otros. El afán de vencer las tinieblas que nos separan obliga por eso mismo a trabajar y orar por la unidad de los cristianos caminando siempre a la luz del Misterio.

Buena ocasión la del Octavario para dar gracias al creador de la luz por el don de esa Estrella perpetua, Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, por cuya resurrección quiso Dios iluminar el mundo. Gozosos de haberse dejado guiar por la estrella, lleguen también los ecumenistas a reconocer con los Magos en la Epifanía del Señor: «Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente» (Mt 2, 2). Se habrá dado así un paso definitivo hacia la unidad de comunión.

El papa Francisco junto a los Patriarcas de Oriente Próximo en la Basilica de San Pedro

Precisamente al término de la Oración ecuménica por la paz en Oriente Medio (elevada junto a los patriarcas de aquella región en la Basílica de San Pedro del Vaticano el 1 de julio de 2021), el papa Francisco pidió «que la noche de los conflictos se desvanezca y surja un amanecer de esperanza. Que cese el rencor, desaparezcan las discordias y Líbano vuelva a irradiar la luz de la paz».

Volver arriba