San Agustín de Hipona, doctor de las verdades inmortales

La solemnidad de san Agustín (28 de agosto) permite analizar entre otras, algunas de las muchas facetas que ofrece al estudioso esta figura excepcional del Cristianismo.

Padre y doctor de la Iglesia el más grande, quizás, que acertó a compaginar, en admirable consorcio y delicada conjunción, la razón y la fe, la libertad y la gracia, la religión y la cultura, el orden y la armonía, fue humanista de vastos saberes y eclesiástico de hondas creencias, que se supo, una vez convertido, todo de Dios, en Dios y para Dios. De ahí que sus obras hagan hoy tanto bien y sus frases, ya las encontradas al azar, ya las elegidas de propósito, compendien un mundo de horizontes y sugerencias para la religiosidad y el pensamiento.

Sirvan de muestra los dos titulares que aporto sobre la Trinidad adorable y la trascendencia de su palabra hablada o escrita.

La Trinidad de Rublëv

Oración de San Agustín a la Trinidad

«Señor y Dios mío, mi única esperanza:

Óyeme para que no sucumba al desaliento y deje de buscarte: ansíe siempre tu rostro con ardor.

Dame fuerzas para la búsqueda, tú que hiciste te encontrara y me has dado esperanzas de un conocimiento más perfecto.

Ante ti está mi firmeza y mi debilidad; sana ésta, conserva aquélla.

Ante ti está mi ciencia y mi ignorancia; si me abres, recibe al que entra; si me cierras, abre al que llama.

Haz que me acuerde de ti, te comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos dones hasta la reforma completa».

(La Trinidad, XV, 28,51)

San Agustí de Hipona

Palabra de San Agustín

Genial palabra de Agustín de Hipona,

soporte del sermón, en libro cita,

lozana flor que nunca se marchita

y torre que jamás se desmorona.

Palanca colosal, verbo y corona,

de los concilios voz que se recita,

cultura que a la Iglesia unida invita,

diálogo que de hablar con Dios blasona.

En ella, gran Doctor, te encuentro vivo,

prodigioso y perenne, verde olivo,

llama ardiente de intensos resplandores.

Hacia ti, como al mar los manantiales,

afluyen las verdades inmortales,

luz de papas, de obispos, de doctores.

(Pedro Langa, Al son de la palabra.

Religión y Cultura, Madrid 2013, p. 85)

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