Sobre un extraño mensaje a los conciliares de Creta



Confieso que, no bien hube terminado de leer hace unas horas el Mensaje que el patriarca ruso Kirill ha hecho llegar a los Primados de las Iglesias ortodoxas autocéfalas locales reunidas en Creta, la pregunta que a continuación me asaltó decía: “¿A qué viene ahora esto?” ¿A qué viene, insisto, si hay mucha gente por ahí que ya interpreta los hechos como un pulso en toda regla que el jerarca de Moscú pretendió echarle al de Constantinopla? Y luego, más vergonzoso aún, eso de querer endosar al bueno de su santidad Bartolomé I punto menos que la responsabilidad del fracaso, esgrimiendo razones políticas, en el sentido de hacer creer que su inflexible postura, de no acceder al cambio de fecha (siendo así que la decidieron todos los Primados), respondería a no haber sabido aguantar las presiones de los Estados Unidos, e incluso del mundo musulmán.

Kirill lo tenía todo en sus manos para haber brillado en Creta; su encuentro de La Habana, su reciente visita al Monte Athos, su numerosa Iglesia ortodoxa rusa que ya ha casi doblado los efectivos episcopales durante su gestión patriarcal. Lo tenía todo, como digo. Pero ha preferido ponerse de perfil ¿Pretende acaso ahora con este Mensaje hacernos creer, tirando de cita bíblica, que él, no habiendo asistido a la apertura, está, no obstante, espiritualmente unido a sus hermanos reunidos en Creta? Pues anda que no hay kilómetros desde Moscú a Creta.

Lo peor, con todo, no es la distancia kilométrica, con ser tanta; lo más escabroso estriba en que resulta mayor aún la distancia espiritual abierta en el ámbito panortodoxo después de la espantada de estas últimas horas. ¿O es que eso del Ut unum sint (Juan 17,21), con el consabido, pero no siempre añadido, «para que el mundo crea», va solo con el mundo? El ecumenismo tiene servidumbres que es preciso asumir. De lo contrario, más que una congregación de Iglesias unidas por la fuerza del Espíritu Santo, se convertirían en reinos de taifas mal avenidos.

¿O se cree Kirill que lo acontecido con estas Iglesias que al final se han arrugado, quién sabe si ante la majestad que su sombra, la suya, la de Kirill impone, no podrá repetirse más adelante con otras Iglesias, que dejarán de haber tomado ahora buena nota al final de este rosario de la aurora cretense? La unidad es un don de Dios, sin duda, pero es también conquista diaria y diario afán, sincero diálogo y exigencia compartida.

Si lo que pretendía el Patriarca ruso con sus palabras era convencer a sus hermanos de la Synaxis cretense de hoy mismo que, pese a todo, él sigue estando con ellos, lo va a tener difícil. Sabio refrán, sí señor, ese que dice que una imagen vale más que mil palabras. La prueba es que ya están apareciendo por ahí artículos denunciadores del desaguisado. Y su número 2 Hilarión achicando agua mediante entrevistas con el refrito y la zarabanda del consenso.

«Según el apóstol Pablo, “tiene que haber entre vosotros también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre vosotros” (1 Cor, 11, 19). Durante la preparación del Concilio –reconoce Kirill-, similares escisiones han aparecido entre nosotros, pero nosotros no debemos permitir que ellas debiliten la unidad que el Señor nos manda guardar, ni transformar en conflicto intereclesial o de introducir la división y la turbación en nuestros rangos. Nosotros quedamos una sola familia ortodoxa, y al mismo tiempo llevamos la responsabilidad del destino de la Santa Ortodoxia».

Lo dice así, de modo solemne, arropado por la Sagrada Escritura, y se queda tan ancho. ¿Quién se va a creer, después de lo que todos hemos visto –de 14 Iglesias ortodoxas, han asistido 10 y el resto han hecho mutis por el foro-, eso de que «nosotros quedamos una sola familia ortodoxa, y al mismo tiempo llevamos la responsabilidad del destino de la Santa Ortodoxia»?

«Estoy profundamente convencido –prosigue resuelto el Patriarca ruso-: las Iglesias, tanto las que han decidido venir a Creta, como las que se han abstenido, ha tomado la decisión en conciencia, razón por la cual conviene considerar su postura con respeto». No creo que hacer estas puntualizaciones sea faltar al respeto a nadie. Al respeto, si acaso, faltan los que dan su palabra y luego no la cumplen. Pero hay algo más todavía en este censurable comportamiento.

Kirill nos quiere hacer creer que «la Iglesia ortodoxa rusa ha partido siempre de la convicción de que la voz de toda la Iglesia ortodoxa local, pequeña o grande, antigua o reciente, no debe ser descuidada. La falta de acuerdo de la Iglesia de Antioquía en la convocación del Concilio significa que nosotros no hemos llegado a un consenso panortodoxo. No podemos ignorar la voz de las Iglesias de Georgia, de Serbia y de Bulgaria, que se pronunciaron en favor de un traslado de la fecha del Concilio».

Me gustaría conocer al respecto la opinión de un metropolita Emmanuel de Francia, por ejemplo, o de un metropolita Zizioulas, hoy por hoy la cabeza teológica mejor amueblada de toda la Ortodoxia, y de tantos otros cuyo punto de vista no concuerda, ni de lejos ni de cerca, con semejante posición ciriliana. Las declaraciones del Arzobispo de Atenas y de toda Grecia, su beatitud Jerónimo, no admiten vuelta de hoja. Pero ya lo sabremos. Que el tiempo termina poniendo a cada uno en su sitio.

«Con buena voluntad, yo creo que el encuentro de Creta puede constituir un paso importante hacia la resolución de los desacuerdos existentes. Ella puede aportar su contribución a la preparación de este Santo y Gran Concilio que unirá a todos las Iglesias ortodoxas autocéfalas locales sin excepción y será el reflejo de la unidad de la Santa Iglesia ortodoxa de Cristo, aquello por lo que oraron y aquello que esperaron nuestros predecesores que descansan en el Señor». Esto suena a postludium musical. No tendrá sublimes armonías, cierto, pero resulta saludable y consolador para el destinatario.

Y ya el cierre de estas palabras: «Tened la seguridad de que nuestras oraciones os acompañarán durante los días de trabajo que os esperan. Con todo mi afecto en Cristo ». Entre los españoles, hay un refrán que interpreta a las mil maravillas este final del Patriarca ruso. Es el conocido refrán del Capitán Araña. A alguien que abandona en el último segundo un proyecto tras recabar el apoyo de otros se le tacha irónicamente de ser como el Capitán Araña, «que embarcaba a la gente y se quedaba en tierra», según reza un dicho que se remonta hasta el siglo XVIII. Pues eso, videat Deus et iudicet. Por lo demás, la Synaxis de los Primados que hoy se dieron cita en Creta junto a Bartolomé I nos dirá pronto qué impresión ha causado este Mensaje de Kirill.
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