De mal en peor

Recuérdese que en su toma de posesión Biden estuvo alumbrado por la excelsa cita de san Agustín de Hipona, nada menos.

Joe Biden, tardó poco en desbarrar con la vergonzosa salida de Kabul, tan parecida a los abandonos de sus predecesores, sobre todo el de Saigón.

Encaramada China a primera potencia mudial, Biden está que no duerme; su afán se le va en suspiros  y es de temer que, conforme pasen los días, llegue a ponerse punto menos que de los nervios.

En medio de una creciente virulencia del revisionismo histórico sobre el legado español en Estados Unidos, no ha tenido mejor idea que declarar su reconocimiento a la "dolorosa historia de agravios y atrocidades" cometidas por "muchos exploradores europeos".

Joe Biden

El presidente norteamericano Joe Biden, por si no tuviera bastante con la que le está cayendo, acaba de meterse en otro charco, adonde nadie lo había llamado y del que ya veremos cómo sale. Recuérdese que en su toma de posesión estuvo alumbrado por la excelsa cita de san Agustín de Hipona, nada menos, y que luego fue sacando las cosas de la política con más o menos acierto a base de comparecencias periódicas en el ambón/atril de la Casa Blanca, donde sus peroratas de viejo maestro de escuela iban dejando atrás la faena del asalto al Capitolio que había tramado su predecesor Donald Trump, ya saben, el de la ensaimada en la cabeza, más seco él que un cactus, estrafalario personaje, sí señor, que el día del relevo tuvo la inelegancia o el pésimo gusto -¡quién no tiene en la vida una mala ocurrencia!- de marcharse por la puerta de atrás haciendo mutis por el foro. Peor aún: el que unas horas antes, con lo del Capitolio, había estado a punto de meterle al nuevo presidente las cabras en el corral.

Así que este maestro Ciruela, o sea el Biden, tardó poco en desbarrar con la vergonzosa salida de Kabul, tan parecida a los abandonos de sus predecesores, sobre todo el de Saigón; unas salidas de las tropas, por cierto, rabo entre piernas, poniendo los pies en polvorosa y el que venga detrás que arree,  a las que de un tiempo a esta parte tan acostumbrados nos tienen los EE.UU.

Pero con eso de que China, el gigante asiático de los dientes pequeños y los ojos rasgados, se ha encaramado últimamente -según no pocos especialistas- a la cumbre de la primera potencia mundial, Biden está que no duerme; su afán se le va en suspiros  y es de temer que, conforme pasen los días, llegue a ponerse punto menos que de los nervios.

Apenas hace algunas horas no más, en un intento de no irritar a la comunidad italoamericana, le ha hecho el feo al Día de la Hispanidad con su declaración del Día de Colón el próximo 11 de octubre, o sea hoy. En medio de una creciente virulencia del revisionismo histórico sobre el legado español en Estados Unidos, no ha tenido mejor idea que declarar su reconocimiento a la "dolorosa historia de agravios y atrocidades" cometidas por "muchos exploradores europeos"contra las naciones tribales y las comunidades indígenas norteamericanas.

Este pobre anciano, a lo que se ve, lleva camino de cometer numerosas tropelías. Bien harían, pues, sus asesores en recomendarle que, así como tiempo atrás se acercó a san Agustín, el de su parroquia a ver si nos entendemos, que le ayudó a buscar con sentido el buen propósito de la reconciliación entre estadounidenses en su discurso delante del Capitolio, se dé ahora otra vuelta intelectual, esta vez por Francisco de Vitoria, inspirador de la Escuela de Salamanca, y aprenda qué es eso del Derecho de gentes, qué la causa justa y qué la guerra justa.  A lo mejor su lectura le ayuda a ver con otros ojos Hiroshima, Nagasaki y Guantánamo.

Cuentan que en un lance de estos entre George Bush padre y Mijaíl Gorbachov, el entonces inquilino de la Casa Blanca se permitió recordar al colega ruso que tenía delante el negro pasado de los campos soviéticos de concentración en Mordovia y Siberia. Claro que Gorbachov era mucho Gorbachov y le faltó tiempo para pararle en seco los pies recordando a su interlocutor americano los Kunta-Kintes cazados a lazo en la selva de África y conducidos a las ergástulas de los barcos negreros camino de América, y sobre todo que la esclavitud en tierras del Tío Sam había durado ¡¡¡“hasta anteayer…!!!” Pues eso, señor Biden, que usted lleva desde un tiempo a esta parte cosa perdida: no acierta a evitar los charcos y va de mal en peor. En esta ocasión, por ejemplo, habría quedado usted de perlas con la boca cerrada… En la próxima, por tanto, no sea usted tan des-memo-riado, absténgase de decir tonterías y… ¡a callar!

Tío Sam

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