Del protestantismo a la Iglesia



Ediciones Encuentro ha tenido el buen gusto de sumarse al V Centenario de la Reforma editando por primera vez en español el libro de Louis Bouyer, Del protestantismo a la Iglesia. Prólogo de Mons. Adolfo González Montes. Traducción de Carolina Blázquez Casado y María Lourdes López Fernández, Madrid 2017, 322 pp., cuya presentación oficial tuvo lugar el 15 de noviembre del corriente 2017 en el Salón Juan Pablo II, de la Basílica Concepción de Ntra. Señora (c/ Goya, 26 – Madrid). Última novedad entonces de Encuentro, editorial española independiente nacida en 1978, que en 2016, tras larga trayectoria en el campo del pensamiento, renovó su imagen y lanzó nuevas colecciones. Del protestantismo a la Iglesia es, de hecho, el 5º título de la nueva colección Literaria.

El original francés Du protestantisme à l’Église, de donde ha salido la versión española, vio la luz en 1959. Pero esta versión española, fina y bien cuidada, por cierto, y con laudable limpieza tipográfica, llega después de celebrado el Vaticano II y tras el rodaje que supone la comisión mixta católico-luterana, cuyas diligencias hicieron posible que el V Centenario de la Reforma lo hayamos hasta programado juntos por primera vez católicos y luteranos. Sin este contexto, el libro que comento no hubiera tenido ni el realce ni la oportunidad ni el plus de comprensión que ahora mismo contiene. El prologuista ve en él «una de las piezas de la literatura teológica del siglo XX» (7). Cierto es que, a juicio de algunos, estamos ante una obra de la que podía esperarse que pudiera prolongar la teología de controversia. La mayoría, sin embargo, prefieren entenderla como libro «de clara voluntad de diálogo con el protestantismo partiendo de sus propios presupuestos teológicos» (Ib.).

Louis Bouyer nació en el seno de una familia protestante de París el 17 de febrero de 1913 y en París falleció el 22 de octubre de 2004. Tras haber obtenido su licenciatura en la Sorbona, estudia teología en las facultades protestantes de París y de Estrasburgo. Ordenado ministro luterano en 1936, sirve como vicario de la parisina parroquia luterana de la Trinidad hasta la Segunda Guerra Mundial. En 1939, el estudio de la cristología y la eclesiología de San Atanasio de Alejandría dan con él en el regazo de la Iglesia católica. Y es que, doctorado en teología por el Instituto Católico de París con una tesis sobre la vida de san Antonio según san Atanasio de Alejandría, se siente movido, en efecto, por la cristología y eclesiología del santo obispo de Alejandría y campeón de la ortodoxia frente al arrianismo, en un proceso de transformación espiritual análogo al de Newman muchos años antes. Paralelismo que se prolonga en la pertenencia de ambos a la Congregación del Oratorio fundada por san Felipe Neri, el uno en París (Bouyer); el otro en Birmingham (Newman).



Recibido en la Iglesia católica (Abadía de Saint-Wandrille: Seine-Maritime) en 1944, y abrazada la Congregación del Oratorio, en la que se mantuvo de por vida, fue profesor en el Instituto Católico de París hasta 1963. A partir de entonces empezó a enseñar en Inglaterra, España, y los Estados Unidos. Bouyer recibió la ordenación como sacerdote católico en el año 1944. Llegó a ser una de las más importantes figuras de los movimientos bíblico y litúrgico católicos durante el siglo XX, influyó en el Concilio Vaticano II y se hizo famoso por sus excelentes libros sobre la historia de la espiritualidad cristiana.

Nombrado por el papa dos veces miembro de la Comisión Teológica Internacional, fue consultor del Vaticano II para la Liturgia, [Congregación para el Culto Divino] y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. En 1969 escribió La descomposición del Catolicismo, libro con el que salió al paso de importantes problemas litúrgicos y dogmáticos surgidos en la Iglesia del postconcilio. En 1999 recibió del Cardenal Grente el premio de la Academia Francesa por todo su trabajo. Murió en París el 22 de octubre de 2004, a los 91 años de edad y tras muchos años de Alzheimer. Fue enterrado en el cementerio de la Abadía de Saint-Wandrille. Uno de los más respetados y versátiles académicos católicos y teólogos del siglo XX.

Del protestantismo a la Iglesia relata el recorrido teológico y religioso de nuestro converso al catolicismo y referente del ecumenismo católico-luterano. Integra genialmente en él la reflexión teológica rigurosa, la dimensión existencial y testimonial de la fe, el desafío ecuménico y la identidad profundamente católica. Refleja en sí mismo «el singular paralelismo entre el recorrido teológico y religioso del beato J.H. Newman y de nuestro pastor luterano Bouyer», dejada aparte naturalmente la diferencia de categoría entre uno y otro.

Pastor a la sazón de la Iglesia Reformada de Francia, Louis Bouyer escribe a sus superiores en las vísperas de la Navidad de 1939 solicitando la suspensión en el ministerio. Días después, en el monasterio benedictino de Saint-Wandrille (Normandía), hace su profesión pública de fe católica y es acogido en el seno de la Iglesia, recibiendo la confirmación por parte del arzobispo de Rouen. Era el 27 de diciembre del mismo 1939.



Para explicar quince años después las razones de tal paso y siendo ya él sacerdote católico y profesor de teología en el Instituto Católico de París, escribirá este libro traducido ahora por primera vez, como digo, al español. Louis Bouyer señala en el Prefacio que «Este libro es un testimonio. Dice sencillamente la vía por la cual la adhesión a la Iglesia católica ha llegado a imponerse a la conciencia de un protestante. No fue un disgusto cualquiera lo que le alejó de la religión que había alimentado su infancia protestante. Pero el mismo deseo que tenía de profundizarla, de desarrollarla plenamente le condujo poco a poco a descubrir que había una irreconciliable oposición entre el protestantismo, como movimiento espiritual de inspiración auténticamente evangélica, y el protestantismo, como institución, o conglomerado de instituciones, hostiles entre ellas al mismo tiempo que hostiles a la Iglesia católica» (35).

A lo largo de sus páginas expone detalladamente, y con la cordialidad y el respeto de quien los conoce por dentro, los principios teológicos del protestantismo, mostrando cómo las tesis positivas protestantes (sola gratia, soli Deo gloria, sola scriptura, sola fide) únicamente pueden cumplirse, como verdaderos impulsos de renovación y conversión, en el seno de la Iglesia católica. De hecho, el lector encontrará también una interesante exposición de cómo el protestantismo, a pesar de sus intuiciones positivas sobre lo que era imperioso reformar en la Iglesia, termina por sucumbir a un estéril anticatolicismo al crear una imagen desfigurada del catolicismo.

Por último, y quizá más relevante, estamos ante una obra que tuvo una clara voluntad de ser un hito importante en el diálogo ecuménico, tal y como señala el propio Bouyer, indicando el camino que habría de recorrer por el ecumenismo católico-luterano en el periodo posconciliar: «yo hubiera querido ofrecer –dice-- el programa de un ecumenismo que preparara la reconciliación con la tradición católica y una eventual reintegración en la Iglesia fundada sobre los apóstoles de todo aquello que me parecía, y me parece siempre, que tiene un valor no solo duradero sino esencial en los principios positivos de la Reforma». También Newman intentó, inútilmente por supuesto, una conciliación entre la Iglesia alta (del Anglicanismo) y la Iglesia católica con el famoso Tract 90.

Estamos, pues, ante la exposición de cómo el protestantismo, pese a sus intuiciones positivas sobre la que era imperiosa reforma de la Iglesia, termina por sucumbir a un estéril anticatolicismo. Bouyer desmonta con sagacidad esta imagen desfigurada del catolicismo, que el protestantismo ha creado como justificación argumentada del espíritu anticatólico, y que, desde muy pronto, ya en vida de Lutero y los primeros reformadores, alimentó su beligerancia contra la Iglesia Católica.

Excepcional conocedor de la espiritualidad cristiana, Bouyer pretendió con esta obra argumentar, con voluntad de comprender y explicitar la razón teológica de la ruptura del cristianismo occidental, que lo que en principio pudo ser el fruto granado de la Reforma protestante ha terminado siendo, de hecho, un fracaso.

Uno de los méritos de este libro es, a mi manera de ver, el estar escrito por alguien que se conocía el mundo protestante por dentro, y no sólo desde la Iglesia católica, u otras Iglesias o religiones. En tal sentido cabría citar como ejemplo destacable el del propio san Agustín, de quien consta que se conocía el maniqueísmo por dentro de puro haberlo vivido y haberle pertenecido en sus años de juventud. El valor de sus obras contra los maniqueos, por eso, reviste la importancia que supone el estar escritas por quien se conocía muy bien el paño.

Algo similar acontece mutatis mutandis, ya digo, con Bouyer, amigo de Hans Urs von Balthasar, Joseph Ratzinger, J.R.R. Tolkien, y un montón de teólogos entre católicos y protestantes, cofundador él de la revista internacional Communio y miembro elegido por el Papa en 1969 para formar parte del grupo de teólogos que puso en marcha la Comisión Teológica Internacional. Además de impartir clases regularmente en el Instituto Católico de París, fue profesor visitante en diversos países de América y Europa hasta el año 1995.



Pero es que, a la vez, insisto, estamos con Louis Bouyer ante un excepcional teólogo que se conocía el protestantismo como la palma de la mano. Refiere Hans Küng acerca de Bouyer –fue el director de su tesis doctoral-- que, acerca de los tres temas que le habían sugerido (la justificación del pecador; el hombre como imagen de Dios; y la ética cristiana), éste, Bouyer, «prefiere como tema, sin dudarlo, la justificación, lo que a mí me parece muy bien después de haber trabajado tan intensamente en el decreto tridentino sobre la justificación. Me recomienda que lea a Lutero, Calvino y Newman» (H. Küng, Libertad conquistada. Memorias. Editorial Trotta, Madrid 2004, p.163). El teólogo Küng trabajará su tesis sobre la justificación según Karl Barth, y su director de tesis Bouyer será el teólogo metido de lleno en la crema teológica de la intelectualidad protestante y católica, conocedor como pocos teólogos del siglo XX de ambos mundos.

Puestas así las cosas, empieza por extrañar, pues, el mismo título de la obra: Del protestantismo a la Iglesia. ¿Sería lo mismo titular Del luteranismo a la Iglesia católica? ¿No estaremos emplazados, tal vez, ante una concreción de la inconcreción? Estrictamente hablando protestantismo es concepto más amplio que luteranismo. Si lo será que algunos reformadores posteriores a Lutero llegaron a malinterpretar al de Eisleben. Ahora bien, Bouyer fue pastor luterano, no calvinista, ni de ninguna otra rama de la Reforma. Es decir, de donde se convierte es del luteranismo, no del protestantismo. Y a la que se convierte es a la Iglesia católica, no a la Iglesia ortodoxa. Pone todo esto de relieve que el libro que ahora comento desborda los límites estrictamente biográficos del autor. Cabe decir otro tanto del Prólogo a la edición española (7-28).



Por otro lado, es preciso tener bien asumido que el ecumenismo no fomenta conversiones a una Iglesia determinada. Existen famosos convertidos a la Iglesia católica, v.gr. el beato cardenal J. H. Newman, con quien guarda cierto parecido Bouyer, y no pocos otros nombres. Bien está, desde luego, y el ecumenismo no va por ello a oponerse a dichas mudanzas, pero, repito, tampoco es ese su objetivo principal. Otro ejemplo a traer, y él mismo se cuidó de silenciarlo un tiempo, es el de la conversión de Max Thurian a la Iglesia católica. Años atrás me pidió la Editorial Edibesa colaborar en su colección “El camino de Damasco” 5 con un estudio largo (150 páginas) sobre Newman, al que se sumaron otros más breves sobre convertidos de esa época (cf. Pedro Langa Aguilar, O.S.A., Cardenal Newman y convertidos de los siglos XVIII y XIX. Edibesa, Madrid 2009, 223 pp.). Dado el tirón del argumento, resultan en cierto modo comprensibles publicaciones sobre otros casos notorios al respecto, como los de G. K. Chesterton (1874-1936), Gary Cooper (1901-1961), Tony Blair (1953--), John Wayne (1907-1979), Thomas Merton (1915-1968), Graham Greene (1904-1991), Vittorio Messori (1941--), Cardenal Francis Arinze (1932--), Cardenal Avery Dulles (1918-2008), Cardenal Jean-Marie Lustiger (1926-2007), y Katherine Worsley Duquesa de Kent (1933--).

Volviendo al libro en cuestión, se abre con el Prólogo a la edición española, de Mons. Adolfo González Montes, la Carta-prefacio del R.P. G. de Broglie, y el Prefacio del autor, y se cierra con la Conclusión intitulada El movimiento protestante, las «iglesias» protestantes y la única Iglesia, del autor, así como el Apéndice. Nota del R.P.G. de Broglie sobre la Primacía del argumento de la Escritura en teología, es preciso explicar a mis lectores que se trata de una obra en diez capítulos, cuyos titulares cantan solos: 1. Los principios positivos de la Reforma (37); 2. La salvación gratuita (57); 3. La soberanía de Dios (109); 4. Soli Deo gloria: ¿principio de oposición o de reconciliación? (119); 5. Justificación por la fe y religión personal (155); 6. La autoridad soberana de las Sagradas Escrituras (179); 7. Los elementos negativos de la Reforma (203); 8. La agonía de los principios positivos en el sistema negativo de la Reforma (239); 9. Los «revivals» protestantes: los principios positivos de la Reforma que rompen su cascarón negativo (253); 10. La Iglesia católica necesaria para el desarrollo de los principios positivos de la Reforma (273).



Reflejan estos titulares el ambicioso alcance teológico y ecuménico de la obra. Bouyer se conduce en ella con claridad, serenidad e incluso armonía en sus exposiciones, lejos, pues, de acidez estilística y crudezas dialécticas. Su análisis de la Reforma, y de las grandes figuras del protestantismo y del catolicismo, discurre diáfano y esclarecedor, fruto indudablemente de su dominio de la teología y de su temperamento. El lector tiene a su alcance, por ejemplo en la Conclusión de la obra, interesantes puntos de vista sobre Barth y la filosofía religiosa post-kantiana, y en torno a la adhesión de Bultmann a la teología barthiana.

«Los católicos –dice casi como colofón- olvidan demasiado fácilmente, que si la Iglesia posee y no puede perder la plenitud de la verdad evangélica, los católicos de cada lugar y tiempo preciso necesitan constantemente renovar su esfuerzo para captar realmente y no solo “nocionalmente”, como dijo Newman, esta verdad» (316). He ahí el quid de la causa ecuménica. Este juicio de Bouyer es lo que se podría definir, lisa y llanamente, como dar en la diana. Magnífica aportación, pues, la de este libro, al V Centenario de la Reforma.

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