Sobre la reciente visita de Vladímir Putin a Siria

La Rusia de Putin

El presidente Putin viajaba por sorpresa el martes 7 de enero de 2020 a Damasco, donde se reunió con el líder sirio Bachar el Asad, coincidiendo con la escalada de tensión entre Irán, uno de los aliados del régimen de El Asad, y Washington tras el asesinato en Irak del general iraní Qasem Soleimani con un dron estadounidense.

No lo hacía desde 2017, cuando visitó a las tropas rusas en la base de Khmeimim para anunciar una paulatina vuelta a casa que después no se produjo. Esta vez, en cambio, coincidió también con las celebraciones de la Navidad ortodoxa. Según Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, presenció un desfile militar junto a El Asad y su ministro de Defensa, Serguéi Shoigu. Las tropas sirio-rusas mantienen una ofensiva aérea y terrestre en la provincia de Idlib (noroeste), último bastión opositor controlado por los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham.

El tándem ruso-iraní ha sido clave para recuperar casi todo el territorio de manos de los insurgentes que intentaron derrocar a El Asad durante la guerra civil iniciada hace casi nueve años y que ya lleva más de 400.000 muertos, 5,7 millones de refugiados y 6,2 millones de desplazados. Las tropas regulares sirias habían perdido en 2012 el 55% del territorio. Gracias al pacto de octubre con las milicias kurdo-sirias auspiciado por Moscú —tras la ofensiva turca desencadenada por la retirada de tropas de EE. UU.— en 2020 han recuperado el 90%: «Ahora podemos decir confiados -comentó Putin a El Asad- que se ha recorrido una gran distancia para restaurar el Estado sirio y la integridad territorial del país».

Unidos por Damasco, que no aliados, Teherán y Moscú competirán por sus intereses económicos en una futura era de reconstrucción siria. Los rusos han intentado contener allí el expansionismo iraní, pero Irán ha logrado infiltrar las estructuras militares sirias con milicias locales bien adiestradas. Ahora pretende ganarse a la sociedad siria y aumentar su popularidad en las zonas de ocupación.

Putin y Asad estrechan su mano

Complejo protagonismo diplomático y geoestratégico, pues, el de Putin en la región. El hecho es que tiene ya firmado un acuerdo por el que El Asad cede a Rusia derechos exclusivos para la producción de gas y petróleo. Es en la competencia por la futura explotación y transporte de los recursos de hidrocarburos donde los expertos prevén que se acentúen las divergencias ruso-iraníes en la era pos-ISIS. El viaje del inquilino del Kremlin, por tanto, no deja de ser una demostración de influencia.

Aliados de los Asad desde hace décadas, Irán y Rusia han venido ejerciendo un papel complementario en su apoyo al Ejército regular sirio. Teherán apoyó en 2012 a El Asad enviando tropas terrestres. Rusia —que además defiende su único acceso al mar Mediterráneo— lo hizo en 2015 brindando un determinante apoyo aéreo. Teherán quedó a cargo del sistema de milicias desplazadas a Siria, como punta de lanza en las ofensivas terrestres; y Moscú, de los bombardeos internos y del sistema defensivo externo.

Ambos países abordaron el pasado 7 otros asuntos: por ejemplo, «la situación en el norte de Siria y las medidas que Turquía allí está tomando», pues ha ocupado una extensa área en el norte y noreste, antes controlada por los -kurdos, quienes a su vez acabaron pidiendo ayuda a Damasco y los rusos para desplegar sus tropas y combatir a los turcos.

El corán del siglo XVII

Putin, por eso, tras visitar Damasco, voló a Estambul para reunirse con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, uno de los grandes rivales de El Asad y otro de los jugadores clave en el tablero regional: participó en la puesta en marcha del gasoducto Turk Stream, que transportará el combustible ruso a Turquía a través del mar Negro. 

EE. UU., por su parte, ha reforzado dos bases militares en la provincia de Deir Ezzor. La Administración Trump, anunciado que se iba de Siria, optó por reforzar su presencia en Al Omar, donde están las reservas de hidrocarburos sirias más importantes. Mientras, Teherán está evacuando su sede militar en Abu Kamal (localidad siria fronteriza con Irak) y bases periféricas por temor a posibles bombardeos estadounidenses.

La Rusia de Putin ha sabido convertirse en el eje alrededor del cual gira hoy la política de Oriente Medio, dando a Obama y a Trump un papel secundario que a veces parece de meros comparsas. Más aún, su influencia se ha extendido a la Unión Europea, a la que pretende controlar mediante el suministro de hidrocarburos (no se olvide que Lukoil estuvo a punto de comprar Repsol). Y luego tenemos sus injerencias en Occidente, Hispanoamérica y África, a veces por meros intereses económicos y otras por vagas razones estratégicas. Y todo eso con un PIB ligeramente superior al de España, de cuyos líos catalanes tampoco parece estar distante.

Vladímir Putin es astuto, viste impecable y sabe cuidar las formas. Es cristiano ortodoxo, va de la mano del patriarca Kirill cuando hace falta, a comulgar si es preciso, y sabe estar en los actos religiosos encendiendo su velita. No se le despintaba que en el dilatado territorio de la Federación Rusa hay millones de musulmanes -el islam es la segunda religión en importancia en Rusia y una de las cuatro confesiones tradicionales del país-; que él pertenece a la Iglesia ortodoxa rusa, con la que los ortodoxos de Antioquía están a partir un piñón; y en fin, que, por mucho que su viaje fuera geoestratégico y militar, no podía exhibir ante las cámaras demasiadas alegrías con El Asad.

De modo que, tras el encuentro,que curiosamente se realizó en la sede de las fuerzas rusas y no en el palacio presidencial de El Asad, como cuando recibe a personalidades, Putin caminó junto a su homólogo sirio por Damasco, sí, pero no se limitó a visitar a sus tropas y reunirse con él. También acudieron ambos a la capilla de San Juan el Bautista en la mezquita de los Omeyas, una de las más grandes y antiguas del mundo, donde el ruso estampó su firma en el libro de visitas y dejó su espléndido regalo: «un corán del siglo XVII». Realizó luego, en fin, un recorrido guiado por el director del museo de tan importante lugar de culto, conocido también como la Gran Mezquita de Damasco.

Putin y el Asad con el patriarca Juan X

Junto a El Asad visitó igualmente la iglesia ortodoxa de la Santísima Virgen María, donde el patriarca de Antioquía y de todo Oriente, Juan X Yazigi, dio la bienvenida a los dos mandatarios y séquitos. Asimismo estuvieron presentes numerosos archipastores y pastores de la Iglesia ortodoxa de Antioquía, y el representante del patriarca de Moscú y toda Rusia ante el patriarcado de Antioquía, higoumeno Arsene (Sokolov). Después de una breve oración, Juan X y Vladimir Putin intercambiaron regalos de Navidad. El líder ruso le ofreció al patriarca un icono de la Madre de Dios pintado en Rusia. Juan X, a su vez, un icono de los apóstoles Pedro y Pablo.

Más tarde se llegaron a la Catedral mariamita de Damasco, sede de la Iglesia Griega Ortodoxa de Antioquía, donde Putin encendió unas velas junto a El Asad para conmemorar la Navidad ortodoxa. «Durante una conversación con Putin, el Patriarca destacó que en Siria hay diferentes religiones, tanto cristianas como musulmanas, coexisten pacíficamente y disfrutan de derechos absolutamente idénticos». Según Peskov, señaló en ese momento que si no fuera por la ayuda de Rusia, posiblemente Abu Bakr Bagdadi, fundador de ISIS —organización terrorista proscrita en Rusia y otros países—, u otro líder terrorista, podría estar ocupando el lugar del templo. En una de las fotos que incluyo, se ve a los dos mandatarios escuchando atentamente al Patriarca. No parece sino que a lo del líder terrorista que podría estar ocupando el lugar del templo, Putin comente para sus adentros: ¡O haberte cortado a ti la cabeza!

Ahora se comprenderá por qué Juan X Yazigi, aparte de haberse dejado embaucar por Kirill para faltar a la cita de la magna cumbre del Concilio Panortodoxo en Kolymvari-Creta (2016), se permitió escribir el 31 de diciembre del 2018 a su santidad Bartolomé I proponiéndole celebrar un Consejo pan-ortodoxo sobre la situación religiosa en Ucrania. La respuesta del patriarca de Constantinopla, publicada en ruso por el Departamento de Relaciones Eclesiásticas Exteriores del Patriarcado de Moscú (01.03.2019), [y, acto seguido, la traducción], fue  absolutamente inflexible: 

Putin y El Asad en la catedral ortodoxa

«Después de la negativa de cuatro Iglesias ortodoxas a participar en el Santo y Gran Concilio de Creta, ausencia para la cual no hay justificación, y dado que su antigua Iglesia es una de ellas, el Patriarcado Ecuménico tiene ahora una buena razón para abstenerse de semejante reunión pan-ortodoxa: sería inútil, ya que daría lugar al único acuerdo de los participantes, a saber: el estar todos en desacuerdo entre sí»(cf. Pedro Langa, El patriarca ecuménico Bartolomé, objeto de burlas y escarnio: RD 08.04.2019. Para contextualizar matices de este artículo, cf. P.L., El patriarca Kirill y la guerra contra el terrorismo: RD: 08.01.2017).

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