José de Segovia El Adversario de Carrère

Todos llevamos máscaras, bien para ocultarse o para mostrarse, fabricarse una identidad o combatir las pesadillas que te atormentan dentro del espejo de ti mismo.

Romand mató sus a padres, hijos y esposa, para que no descubriesen su doble vida.

Hay libros cuya lectura produce un profundo desasosiego. A veces ni el autor mismo es capaz de soportar su escritura. Por eso cuando Emmanuel Carrère acabó El Adversario, la primera obra que ha hecho en primera persona, durante varios meses no quiso que se publicase. La historia se basa en un hecho real ocurrido en Francia, el caso Romand, con el que se identificó tanto el autor, que entró en una seria depresión. Su historia se ha llevado varias veces al cine, pero ahora es el protagonista real quien está de actualidad, ya que el falso médico de la Organización Mundial de la Salud que mató a su familia ingresa en una abadía, tras cumplir su condena de asesinato.

Se trata de un monasterio benedictino en el centro de Francia, Fontgombault, que sigue la liturgia previa al Concilio Vaticano II. Esta abadía fue ya noticia en los años 70 porque acogió a un colaboracionista con los nazis, Paul Touvier, que era buscado por “crímenes contra la humanidad”. Aunque ha cumplido ya la condena máxima, 26 años de prisión, lleva un brazalete electrónico porque tiene limitados sus movimientos. No puede entrar en contacto con los miembros de su familia política, ni su antigua amante, ni siquiera acercarse a la región donde viven.

Romand mató a sus padres, hijos y esposa, para que no descubriesen que durante dieciocho años, en vez de ir a trabajar, salía de casa para pasar el día paseando, leyendo revistas o en un aparcamiento. Una historia tan escalofriante, que no es extraño que Carrère se obsesionará por intentar saber las razones que llevaron a Romand a construirse esta segunda vida, derrumbada tan trágicamente. A mí también me ha intrigado desde entonces. Y escribí sobre ello en mi libro de Entrelíneas en el 2003.

EL MISTERIO DEL MAL

Este escalofriante suceso inspiró dos películas francesas, El adversariode Nicole García y El empleo del tiempode Laurent Cantent, pero también una española, La vida de nadiede Eduard Cortés. El título de la producción española que protagonizó José Coronado con Marta Etura y Adriana Ozores, quiere mostrar el enorme engaño en que estaba basada la existencia de este hombre. El título de la película con Daniel Auteuil viene del libro de Carrère, que es mucho más enigmático, El adversario. Su acercamiento al misterio del mal hace referencia a uno de los nombres que se da al diablo en la Biblia.

Está claro que el diablo no es Romand, sino alguien que habita dentro de él, que lo obliga a mentir desde pequeño, para proteger a su madre. Y un día cuando estudia segundo de carrera decide hacer como que se ha licenciado, aunque en realidad ha suspendido. A partir de entonces pretende ser médico, sin serlo. Se presenta como un experto financiero, cuando sólo es un estafador. Lo único real es el amor de su familia, que no puede soportar ver destruido al descubrirse la verdad por una joven estudiante, que se ha convertido en su amante.

Emmanuel Carrère se identificó tanto con Romand que entró en una seria depresión.

¿Veía Romand su crimen como algo altruista? ¿Cómo se ve a sí mismo? ¿Una víctima, o un verdugo? Estas son las preguntas que obsesionan a Emmanuel Carrère, y nos intrigan a los que leemos este libro. El autor es un conocido especialista en la ciencia ficción metafísica de Philip K. Dick (1928-1982), sobre el que ha escrito un libro de ensayos. Al acercarse al caso Romand, intentó crear una estructura literaria más bien polifónica, como Truman Capote en A sangre fría. Su intención no es ofrecer el retrato de una sociedad enferma, menos aún resolver un misterio. Lo que este escritor francés busca es el enigma de la atracción del mal. Por ello la tragedia irrumpe en su vida al descubrir en Romand la terrible imagen de su propio rostro, al contemplar el personaje como si de un espejo se tratara.

TODOS LLEVAMOS MÁSCARAS

Romand era un mentiroso patológico que acabó creyendo sus propias mentiras. Llevaba un alto tren de vida, cuando no tenía siquiera trabajo. Como estafador, vivía del dinero que consiguió durante dieciocho años timando a su círculo de familiares, amigos y amante. Vendía productos financieros falsos que prometía invertir en Suiza o medicamentos inútiles para combatir el cáncer.

Tras su fachada de marido perfecto, yerno ideal y padre modelo, la vida de Romand era una gran mentira. Todos llevamos máscaras, bien para ocultarse o para mostrarse, fabricarse una identidad o combatir las pesadillas que te atormentan dentro del espejo de ti mismo. Con ellas queremos hacer frente a las adversidades de un mundo hostil. De hecho, ‘máscara’ significa persona en latín.

Cuando el escritor francés se enteró del caso por la prensa, asistió al juicio y estableció una relación por correspondencia con Romand durante su tiempo en prisión. Le dijo: “Si maté a mi esposa, es por el dolor intolerable que ella iba a vivir intentando comprender mis mentiras”. Al recibir la condena a cadena perpetua en 1996, suspiró aliviado: “He matado a todos los que amaba, pero por fin soy yo”. Está ahora en libertad condicional.

La lectura de este libro es desasosegante, porque te enfrenta al misterio del mal como en un espejo.

¿ORACIÓN O BLASFEMIA?

Carrère ha dicho que no sabe si El Adversarioes una oración o una blasfemia. En su novela –la palabra romanen francés suena igual que Romand–, hay un grito de desesperación que recuerda a la búsqueda del Creador en historias como Blade Runner–la película dirigida por Ridley Scott en 1982, basada en la novela que Dick escribió el año 68, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?–. En ella los replicantes, que son creaciones humanas como el monstruo de Frankenstein, se rebelan ante su mortalidad. Así el mito de Prometeo va adquiriendo cada vez más una mutua dependencia entre el monstruo y su creador, como Fausto y Mefistófeles, Jekill y Hyde. Aunque planteados como una dualidad, son en realidad una doble personalidad del mismo hombre, algo así como su sombra. De ahí la conclusión de Fausto:“El Infierno está en nosotros”. Pero como el replicante Roy, el monstruo de Romand quiere eliminar a su creador, para en ese deicidio encontrar la libertad.

¿Es la solución la muerte de Dios? Jesús dijo que “la verdad nos haría libres” (Juan 8:32). Tenemos que reconocer que todos llevamos máscaras para intentar ocultar esa parte de nosotros que tanto nos desagrada, pero la buena noticia del Evangelio es que ya no necesitamos escondernos más. No hay necesidad de aparentar. Podemos mostrarnos tal y como somos. El Dios que no solo nos ha creado, sino que conoce lo más íntimo y oculto de nuestro ser, está dispuesto a aceptarnos por su sola gracia.

“Si en mi corazón hubiese yo mirado la iniquidad –dice el Salmo 66–el Señor no me habría escuchado, más ciertamente me escuchó Dios”.Pero no por mi justicia, sino por la de Cristo, es que no apartó“de mí su misericordia”. Ese es el escándalo de la gracia, pero también la maravilla del perdón.

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