Retratos de Fayum: sin futuro visible
John Berger dedicó a estas obras uno de sus textos más famosos , que relacionaba con las inmigraciones contemporáneas. Por eso la exposición incluye un video del albanés Adrian Paci sobre emigrantes sin papeles, que esperan su deportación en un avión todavía ausente, en el aeropuerto de San Francisco el año 2007. La unión de estos dos mundos se debe al crítico de arte inglés, en su libro El tamaño de una bolsa. Berger se pregunta cómo unos retratos, hechos “mientras se escribieron los Evangelios del Nuevo Testamento, nos sorprenden hoy como tan inmediatos”.
Están pintados sobre madera –a menudo de tilo, algunos sobre lino–. A escala, son más pequeños que a tamaño real. Bastantes están hechos a témpera. El color está mezclado con cera de abeja. Se pueden ver todavía los brochazos y las marcas de la cuchilla que usaban para rascar el pigmento, sobre una superficie oscura.
Los encontraron en El Fayum, una llanura que hay a sesenta kilómetros al suroeste de El Cairo, donde hay una necrópolis construida durante los primeros dos siglos del cristianismo. El siglo XVII, un italiano descubrió allí el primer retrato de una colección que abarca ya más de mil obras, que empezaron a circular por España y Estados Unidos a finales del siglo XIX. El clima seco y las arenas del desierto favorecieron la conservación de los retratos y algunos papiros, que documentan la vida en esa época de dominación romana.
VIDAS EN TRÁNSITO
Los retratos de El Fayum constituyen un retazo de una historia interior, una mirada congelada de personas desaparecidas, en un espacio y tiempo concretos, que nos observan desde un mundo hoy inexistente. En casos como éste, nos damos cuenta hasta qué punto el conocimiento de la Historia incluye las vidas de individuos con todas sus frustraciones, inquietudes y ambiciones. Es más, gracias a su mirada entendemos algo más de nuestra condición humana. Sus ojos reflejan nuestros sentimientos más íntimos, delatan aquello que acontece y pasa por nuestro interior.
“¿Por qué sentimos su individualidad, como la nuestra? –se pregunta Berger– Nos impresionan, como si hubieran sido pintados el mes pasado.” El profesor Julián Sauquillo piensa que “si sus rostros dan una impresión de estar tan vivos y ser tan actuales es porque su espera nos concierne mucho, dado que, desde que nacemos, somos moribundos”. Ellos encarnan en su fragilidad el hecho –según Berger– “de que, a pesar de todo, la vida era, y es, un regalo”.
“Nos confrontan con unos rostros –dice Jean Christophe Bailly en su libro La llamada muda – que nos miran desde un lugar neutro, que no sería ni la muerte ni la vida”. El comisario de la exposición, Gerardo Mosquera, las describe por eso como si fueran “fotos de carnet”, que sirvieran de pasaporte al otro mundo. “Es una mirada de despedida personal, te miran a los ojos directamente, pero al mismo tiempo como si estuvieras lejos” –dice Michael Lahanas–.
LA VIDA QUE NOS QUEDA
La impaciencia es una forma de incredulidad. Viene cuando dudamos de la sabiduría de lo que Dios hace, y la bondad de su dirección. Su Palabra sin embargo nos muestra que “lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno” ( 2 Corintios 4:18 ). Necesitamos fe en el poder y la sabiduría de Dios para hacer que todas las cosas obren para nuestro bien ( Romanos8:28 ). Ya que no toda historia termina bien en esta vida. Dios se mueve de manera misteriosa. Lo que tenemos que creer es que todo está bajo el control de su mano.
¡Hasta la muerte existe para nuestro beneficio! ( 1 Co. 3:21-23 ). Ya que no podrá separarnos del amor de Dios. ¡Incluso ella, no podrá acabar con nosotros! “Nuestra seguridad no descansa –como dice Piper– en mirar hacia una decisión momentánea por Cristo que hayamos tomado en el pasado, sino en mirar hacia delante a la certeza de la gracia preservadora de Dios, basada en la expiación plenamente suficiente realizada por la muerte de su Hijo”.
Es en Él finalmente, donde está nuestra certeza. Ya que siendo “de carne y hueso, Él también compartió esa naturaleza humana para anular mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida” ( Hebreos 2:14-15 ).