José de Segovia The Doors, jinetes en la tormenta

Aunque sólo hicieron música durante cinco años, el carismático y autodestructivo Morrison logró forjar una leyenda a partir de su misteriosa muerte.

A Morrison le gustaba hacerse el muerto en sus actuaciones.

Este año hace medio siglo que The Doors publicó su último álbum y Jim Morrison murió en París en 1971. Aunque sólo hicieron música durante cinco años, el carismático y autodestructivo Morrison logró forjar una leyenda a partir de su misteriosa muerte. No llegó a ser el poeta que hubiera querido ser, pero se ha convertido en objeto de culto hasta la actualidad.

El fallecimiento de Morrison fue el último de una serie de muertes en la historia del rock, que comienza con Brian Jones de los Rolling Stones en 1969, Janis Joplin y Jimi Hendrix en 1970, todos ellos con 27 años –aunque el médico que vio el cadáver de Morrison, ¡creía que tenía 57!–. Para entender su tragedia, tenemos que remontarnos a su infancia. Puesto que desde que se forma el grupo The Doors, Jim no vuelve a ver a sus padres, asegurando no tener más familia que su hermana.

Los abuelos de Jim, por parte de los Morrison, eran presbiterianos del sur, trabajadores y temerosos de Dios. Su padre siguió la tradición familiar en el Ejército, siendo destinado a Hawái justo antes del ataque japonés a Pearl Harbor. Era almirante en Vietnam, cuando su hijo se hizo famoso por su oposición a la guerra. Siempre que le preguntan por su infancia, hay un suceso que Jim cuenta una y otra vez, que anuncia misteriosamente su muerte...

Un día, a primera hora de la mañana, la familia iba en coche por el desierto de Nuevo México cuando su padre salió de la carretera a la cuneta en algún punto entre Alburquerque y Santa Fe. Había habido un choque frontal entre un coche y un camión que llevaba a unos indios. Sus cuerpos aparecían “desparramados en la sangrante autopista del amanecer”. La voz angustiada de una mujer gemía dolorosa e histéricamente. Cuando el niño intentó salir del coche con su padre y su abuelo para ver lo que pasaba, su madre se lo impidió, pero apretó su cara a la ventanilla.

Jim Morrison tuvo más problemas con el alcohol que con la droga.

“La sensación que ahora tengo, pensando en aquello –diría años después ante un micrófono en un oscuro estudio de grabación al oeste de Hollywood– mirando hacia atrás, es posible que el alma de uno de aquellos indios, quizá de varios, simplemente se desbordó y se introdujo en mi cerebro”. Lo cierto es que a partir de aquel momento empezó a mojar la cama, temiendo quedarse dormido. Se echaba como un ovillo en el suelo, hasta que su madre le despertaba furiosa. Eso lo cuenta llorando a su abogado en el proceso de 1969, sugiriendo incluso posibles abusos sexuales por un familiar cercano, que su madre niega, llamándole mentiroso.

El rey lagarto

Esa cercanía del desierto es la que le hace sentirse fascinado por los reptiles, adquiriendo su famoso apodo de Rey Lagarto. Vagaba de una casa a otra, según el destino del padre, en continuo conflicto con su madre. Le fascinaba la película Rebelde sin causa (1955) de James Dean. Esa ausencia de hogar hace que nunca tuviera en su vida una casa en propiedad, ni un apartamento alquilado. Solía vivir con sus novias, a veces en moteles, o simplemente dormía en el sofá de la oficina de los Doors –ahora un restaurante mexicano, donde se puede ver el baño donde grabó una de sus últimas canciones–.

Su comportamiento exhibicionista le llevaba a fingir que se desmayaba desde que iba al colegio, como luego haría una y otra vez sobre el escenario. Como los poetas beat, Morrison leía a Nietzsche –Kerouac le dedica En el camino–. Solitario y deprimido, se queda hasta tarde oyendo en las radios cristianas los incendiarios sermones de los predicadores evangélicos sureños. Su primera novia recuerda que una vez le dijo que tenía un problema que no podía contar a sus padres, y le llevó al pastor de jóvenes de la iglesia presbiteriana de Westminster (Alexandria, Washington). Jim nunca le dijo de qué habían hablado...

A Morrison le atraían los púlpitos, como este de una iglesia luterana en Frankfut, donde se subió en 1968.

Cuando va a vivir con sus abuelos en Florida, deja de ir a la iglesia. En 1962 frecuentaba un café de ambiente beatnik –el Contemporary–, cuando pasó algo que le alejó de aquel mundo. En el proceso le dijo a su abogado que había tenido una experiencia homosexual. Su actitud es cada vez más extraña. Irrumpe en una reunión evangélica negra que se celebraba bajo una carpa, siendo expulsado por un grupo enojado de diáconos. En el barrio mexicano de Los Ángeles había predicadores entonces en la calle Olivera, cerca de la antigua Misión y la plaza Pershing. Cuando uno se bajó de su escalera, subió él para predicar su propio sermón incendiario, hasta que el indignado evangelista le quitó a la fuerza.

Las puertas de la percepción

La expresión del poeta William Blake en Las Bodas del Cielo y el Infierno (1793) –“si las puertas de la percepción se limpiaran, todo se le aparecería al hombre tal y como es, infinito”– dan no sólo nombre a un libro de Aldous Huxley, sino también al grupo The Doors. Hacen referencia a la experiencia psicodélica que algunos escritores empiezan a tener con el LSD, cuando todavía era legal en Estados Unidos. Morrison estudia cine entonces en California con Ray Manzarek, formando el grupo tras un encuentro en la playa de Venice. Aunque su compañero de clase más conocido es Francis Ford Coppola, que utilizará su canción The End al comienzo de su particular visión de El corazón de las tinieblas de Conrad en la guerra de Vietnam, en Apocalypse Now (1979).

Un estudiante mayor, licenciado ya en Berkeley, Felix Venable, le da a Morrison el primer LSD, pero le convierte también en alcohólico, antes incluso de que pudiera comprar legalmente cerveza. Porque a pesar de su fama de chamán psicodélico, lo que destruyó a Jim Morrison fue sin lugar a duda el alcohol, como demuestra su biógrafo Stephen Davis. Es en 1964 que Jim empieza a tomar ginebra hasta para desayunar. Manzarek sin embargo, había cambiado el LSD por la meditación oriental. En el centro del yogui Maharishi conoce a los otros dos miembros de los Doors: John Desmore y Robby Krieger.

Hace ahora medio siglo que los Doors se dieron a conocer con su álbum de presentación.

El Maharishi había fundado su Movimiento para la Regeneración Espiritual en la India en 1957, pero se había trasladado a Los Ángeles el año 1960. Hasta que no se hizo famoso con los Beatles, la secta no se convirtió en una multinacional. En 1965 la Meditación Transcendental tenía todavía pocos seguidores, aunque enseguida atrajo a algunos músicos jóvenes, como varios de los Beach Boys. Tres de los cuatro miembros de los Doors habían buscado en este culto la iluminación espiritual. “Incluso Jim a su manera”, dice Manzarek después, en una entrevista radiofónica. Puesto que Morrison dice que compuso Take It As It comes para el yogui Maharishi.

The end

Tras convertirse en el nuevo sex symbol de Sunset Strip, Morrison es la imagen de un grupo cuya música es descrita como “un sonido de iglesia combinado con el de una feria de atracciones, que haría que sus conciertos parecieran una funesta capilla de la experiencia extrema” (Davis). Exaltado por una embriaguez permanente, según recuerda el agente Ronnie Haran, Jim “estaba enloqueciendo”. Obsesionado por la muerte, Morrison le dice a Haran, mientras se muda con su novia Pam a una casa en el Cañón Laurel: “Dentro de dos años estaré muerto”.

La noche que grabó The End, alguien encontró a Jim en una gran iglesia católica, que hay al otro lado del Sunset, ‘Blessed Sacrament’. Morrison se llevó un gran libro de oraciones, que en el estudio arranca página tras página mientras cantaba a la muerte del padre y a la violación de la madre. Ella intenta contactar con él por medio de su compañía discográfica –cuando la canción Light My Fire llega a ser número uno el verano del amor de 1967–, pero él no atiende a sus llamadas. En Washington intenta verle en uno de sus conciertos, pero él no lo permite. No hablará con ella nunca más.

Su siguiente disco, Strange Days (1967), se cierra con una canción –When the Music´s Over– que parece al principio una negación de la fe, llena de imaginería sexual, pero acaba con una intensa agitación espiritual, invocando a gritos el nombre de Jesús en busca de salvación. Aunque al mismo tiempo define su poema épico de Celebración del Lagarto como “una invocación a las fuerzas oscuras”. La directora de una revista musical, Patricia Kennely, pretende incluso que se casó con él en una ceremonia de brujería, que recrea ella misma en la película de Oliver Stone.

The Doors abren las puertas de la psicodelia en 1967.

La poesía Texas Radio está inspirada en los predicadores que oía de madrugada, cuando estaba en el instituto. La interpretaba casi completa en sus conciertos. En Saratoga Springs hay una grabación de un día que se le acercó un pastor metodista, mientras probaba sonido. Era un hombre de mediana edad que fumaba en pipa y llevaba alzacuellos. Le dice que su concierto es una experiencia religiosa. Jim le contesta que los Doors es una forma de religión secular.

Una oración americana

El disco que ahora se ha publicado con la grabación de un concierto en Vancouver, incluye el tema que grabaron en su cuarto álbum, The Soft Parade (1969): Petition The Lord With Prayer. Esta particular solicitud de oración a gritos comienza con la introducción: “Cuando estaba en el Seminario”. Su poema largo más conocido lleva el significativo título de Una oración americana. El problema es que, para Morrison, la religión incluye todo, desde el sexo y las drogas hasta la filosofía y la literatura.

El día de los incidentes en Miami llevaba una cruz en el cuello. Cuando le preguntaron qué significaba, dijo: “Fui educado en una cultura cristiana, y la cruz es uno de sus símbolos, eso es todo”. Su religión, como la de la sociedad americana, no puede salvarle. Como dice en 1970, ni el amor puede salvarte de tu destino. Con aspecto desaliñado, gordo y con barba, escapa a París, atormentado y desolado, para reunirse con Pam. Ella está enganchada a la heroína, pero él bebe constantemente.

Los Doors nacen del encuentro de Jim Morrison con Ray Manzarek.

Uno de los cuadernos que llevaba a todas partes en una bolsa de plástico de unos grandes almacenes, antes de morir en 1971, está lleno de poemas de angustia ante la muerte, oraciones y obscenidades. Una página entera está llena con el garabato repetido y torturado: “Que Dios me ayude”. Nadie sabe con certeza lo que pasó la noche antes de aparecer muerto en la bañera, pero puede que estuviera miserablemente solo. La tragedia de su vida y su muerte parece un clamor desesperado a un Dios que no nos escucha.

Dios sin embargo nos ha amado hasta el punto de dar a su propio Hijo por nosotros (Juan 3:16). Se compadece de nuestras debilidades, porque fue tentado en todo, a nuestra semejanza (Hebreos 3:15). Y nos invita a acercarnos a su trono de gracia, para alcanzar misericordia y oportuno socorro (v. 16). ¡Esta es nuestra única esperanza!

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