El rito: la crisis de fe del exorcista

Cuando uno lee la caratula de El rito –ahora publicada en DVD–, se pregunta: ¿no hay ya suficientes películas sobre exorcismos? Aunque hace ya casi cuatro décadas que se hizo el clásico de William Friedkin, el género está lejos de haberse extinguido. Estos últimos años se repiten las historias sobre exorcismos, que consideran casos reales, desde el dilema entre la fe y la duda.

Considerado al principio como una variante del cine de terror, este sub-género se ha convertido finalmente en una especie de thriller teológico, con películas como El exorcismo de Emily Rose o la actual El rito, donde no debemos “esperar cabezas girando o puré de guisantes” –como dice irónicamente el cura que interpreta Anthony Hopkins–. Desde el mítico film de los años setenta, la curiosa apologética de estas obras –muchas de ellas hechas por creyentes–, es que si reconocemos la existencia del diablo, aceptaremos también la realidad de Dios.

La historia de El rito nace de un reportaje de un periodista norteamericano llamado Matt Baglio, que reencontró la fe al investigar la actividad de un verdadero exorcista en Roma. La novela es convertida en guión por el escritor católico Michael Petroni, autor de la última entrega de la serie de Crónicas de Narnia: La travesia del Viajero del Alba. El periodista Baglio se convierte aquí en la simpática Alice Braga y el seminarista de cincuenta años en el joven debutante Colin O´Donoghue.

El director sueco Michael Hafstrom viene sin embargo de la protestante Suecia –aunque su madre es una judía húngara–, pero ha presentado su película en el Vaticano con el protagonista –Anthony Hopkins–, que dice que ha dejado de ser ateo, al superar sus problemas con el alcohol. El co-protagonista O´Donoghue es un actor católico practicante irlandés, que hace aquí su debut en la gran pantalla. Todo parece indicar que estamos ante un testimonio de fe, pero ¿es esto asi?

¿NADA EN QUE CREER?

¡No tengas miedo! ¿Crees en el pecado? ¿No hay nada en que creer?, suena la voz sobre el fondo negro con que comienza El rito, después de una cita del papa Juan Pablo II, que acaba afirmando que “el diablo sigue vivo y activo en el mundo”. La escena que viene a continuación parece sacada de la serie A dos metros bajo tierra. Vemos a un chico trabajando en el negocio de su padre, Istvan Novak (Rutger Hauer), algo tan poco usual como una funeraria. El joven embalsamador Michael parece alguien normal. Sale con sus amigos a los bares, donde encuentra chicas, pero de repente decide dar un giro radical a su vida, entrando en un seminario católico.

La acción salta entonces al momento antes de tomar votos para entrar en el sacerdocio. Tras escuchar las palabras del llamado de Jesús –en el Evangelio según Juan 15:16, que recuerda a sus discípulos que es Él quien les ha elegido a ellos, no ellos quienes le eligieron a Él–, Michael aparece en la habitación escribiendo su renuncia por correo electrónico a su superior, por “ausencia de fe”. La reacción sorprendente del padre Matthew (Toby Jones), es proponerle viajar a Roma, para hacer un cursillo sobre exorcismos, que le haga encontrar a Dios.

La lógica es la misma que llevó a la fe al padre Lucas –Hopkins–, que se dedica ahora a hacer exorcismos en una casa a las afueras de Florencia. Las conversaciones entre el incrédulo Michael y el extravagante sacerdote van a llenar la película. La reputación de heterodoxia del Padre Lucas se muestra en unos discursos que recuerdan el concepto de la duda inevitable del teólogo Paul Tillich: “Reconcíliate con tus dudas, porque ellas te dirigirán”. Confiesa incluso: “A veces experimento una total pérdida de fe –días y meses, cuando no sé qué demonios creo–, en Dios o el diablo, Santa Claus o Campanilla”. El problema es que “sólo puedes vencer al mal, cuando crees”…

EL EXORCISTA

El maestro del thriller de los setenta, William Friedkin, quiso hacer ya con El exorcista (1973) una "parábola para el siglo XX", que “pretende ser una obra moral que refleje la lucha entre el bien y el mal, tomando en serio el mal, en vez de racionalizarlo”. La película está basada en otra novela-reportaje, que cuenta un suceso real ocurrido en 1949 con un chico de 14 años –en vez de una niña pequeña– en Mount Rainier (Maryland, EE.UU.). El muchacho había pasado por varios hospitales a causa de unos violentos ataques nerviosos. Como los centros sanitarios estaban gestionados por jesuitas, aconsejaron a los padres visitar a un sacerdote, pero ellos eran luteranos y no creían en la posesión diabólica.

Al morir la tía del niño, que era muy aficionada a la ouija (una tabla por la que se intenta mantener contacto con los espíritus), el muchacho empezó a mostrar comportamientos histéricos. Un pastor luterano pasó una noche en su casa y dio testimonio de los extraños fenómenos. Recurrieron sin embargo a un cura, que recibió la aprobación de sus superiores para celebrar un exorcismo en el hospital jesuita de Georgetown. Este no muere –como el padre Merrin (Max von Sydow) en la película–, pero fue lesionado por los golpes que le dio el niño con una madera, siendo sustituido por otros dos sacerdotes.

William Peter Blatty conoció el caso mientras estudiaba en la Universidad de Georgetown. Era hijo de una mujer profundamente católica, que había sido abandonada por el padre, cuando el escritor tenía 7 años. Tenía tanto interés en la religión, que había pensado ser sacerdote. Este escritor neoyorquino trató de averiguar detalles del caso, presentando el tema a un editor con cartas larguísimas llenas de divagaciones religiosas, sobre la convicción de que la posesión diabólica era en cierto modo una prueba de fe. El libro se publicó con mucho éxito en 1971, siendo llevado al cine por Friedkin al año siguiente. Su sombra se extiende sobre El rito…

LA SOMBRA DEL PADRE

A pesar de la irónica mención a las “cabezas girando y el puré de guisantes”, las referencias a El exorcista se repiten durante toda la película –aunque el director prefiere El exorcismo de Emily Rose (2005) como modelo de thriller teológico–. La combinación de cine judicial con una historia real de exorcismos –basada en el caso de la alemana Anneliese Michel– de Scott Derrickson, tiene menos que ver sin embargo con la película de Hafstrom que el clásico de El exorcista.

Su cuidada fotografía tenebrista muestra desde el principio unas secuencias que recuerdan las perturbadoras imágenes que abren el film de Friedkin. Las pesadillas del joven Michael con su padre recuerdan los sueños del padre Karras (Jason Miller) en El Exorcista. La figura del padre es clave para entender la crisis de fe de estos personajes. El carácter bíblico del diablo como acusador, es puesto en evidencia en estas historias, apelando a los sentimientos de culpa de unos hombres, que viven atormentados por la forma cómo han tratado a sus padres. Los demonios les recriminan así sus faltas, sumiéndoles en un terrible mar de dudas.

Satanás es presentado en la profecía de Zacarías 3 como el adversario del sumo sacerdote Josué –que es el mismo nombre que Jesús en hebreo–. Su estrategia es acusarle a él y a su pueblo, siendo respondido por Dios mismo (v. 2). “El acusador de los hermanos” (Apocalipsis 12:10) actúa así contra el creyente noche y día, mostrándole su culpa, frente a Dios. El diablo hace así dudar al creyente de tres maneras. Primero, procura que esté siempre preocupado por su pecado. Hace así, en segundo lugar, que se depriman, sintiéndose miserables e inútiles. Y les hace dudar finalmente de su salvación, mostrándoles la ausencia de evidencias de su fe.

LA FE LIBERADORA
“Sólo puedes vencerlo, cuando crees”, le dice el padre Lucas al joven Michael. Sin embargo, lo único que hace el exorcista son rituales con crucifijos, estampas, agua bendita, velas, conjuraciones y rosarios. Nada de esto tiene poder contra el diablo, según la Escritura. Jesucristo y los apóstoles se enfrentan con demonios, pero no recurren a ninguna fórmula para dominarlos. El interés del exorcista en averiguar los nombres de los demonios –tanto en la versión católica de la película, como en la oración de guerra espiritual que encontramos en algunos círculos evangélicos– tiene más que ver con el pensamiento mágico que cree en el poder de la pronunciación de las palabras, que en la visión bíblica de la fe liberadora, que se basa en la Palabra de Dios.


La mera sugerencia de que un creyente puede ser poseído por los demonios, como vemos en la película, está contra la enseñanza bíblica, porque un cristiano está poseído por Dios (1 Corintios 6:19-20). Podemos ser atormentados y tentados, pero no poseídos. Cuando somos unidos a Cristo por medio de la fe, recibimos al Espíritu Santo dentro de nosotros. Ningún demonio puede poseernos, porque “somos de Dios, y les hemos vencido; porque mayor es el que está en nosotros, que él que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

Cuando somos salvos por la obra de Cristo, somos librados de la potestad de las tinieblas (Colosenses 1:13-14). Somos atacados por el diablo, pero tenemos seguridad en Cristo (Romanos 8:37). El maligno no puede tocar a un hijo de Dios (1 Juan 5:18), porque no puede deshacer su obra. El Señor nos protege con su fidelidad (2 Tesalonicenses 3:3).

Si quieres ser libre de toda amenaza espiritual, confía en la obra de Jesucristo, que da la victoria frente al mal. Ya que “despojando a los principados y las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15). ¡No tengas miedo!, pero no por la fuerza de un ritual, sino por la obra de Cristo Jesús, que ha vencido en la cruz.

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