José de Segovia La soltería de Stott (9)

La vida de Stott es un testimonio de cómo más allá de nuestro carácter, Dios nos puede moldear por su Espíritu, para ser útiles a Su servicio, como instrumentos de Su Gracia.

Chris Wright dice que por temperamento natural Stott era introvertido.

Aunque sea poco habitual, casarse no es más que una opción, incluso bíblicamente. Es algo típicamente protestante que cada vez que se hable de Stott, se mencione que era soltero. Debía estar harto de tener que explicar siempre por qué no estaba casado. Cualquiera creía que tenía derecho a preguntarle la razón de su estado civil. Es cierto que ha habido siempre ministros anglicanos evangélicos solteros –como Dick Lucas en Londres–, pero alguien como Vaughan Roberts en Oxford, sufre todavía la desconfianza que produce en círculos conservadores, la homofilia –la orientación, no la práctica de la homosexualidad–, aunque en el caso de Stott, no haya ninguna evidencia de ella.

El más claro referente que tenía Stott de soltería en el ministerio evangélico era, sin duda, E. J. Nash, el obrero de la Unión Bíblica conocido popularmente como Bash, que llevó a la fe a muchos alumnos de las elitistas escuelas privadas que se conocen en Inglaterra como públicas. En la organización de los campamentos que trabajó Stott con Bash, se hacía clara promoción de la soltería como el estado ideal para el servicio cristiano. No sé si ya en ese momento, o después, Stott pensó que era un error.

Yo he conocido ese mismo énfasis en muchas misioneras inglesas, incluso en la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos, donde Ruth Siemens o Ada Lum hicieron apología de su soltería. Para otras culturas como la coreana, por ejemplo, es imposible ser pastor protestante sin estar casado. Es un tema delicado, pero de clara enseñanza bíblica. 1 Corintios 7 no deja lugar a dudas de que el matrimonio es una mera opción, no una obligación.

Es algo típicamente protestante que cada vez que se hable de Stott, se mencione que era soltero.

¿Homofilia?

Lo que hay detrás del cuestionamiento de la soltería es, generalmente, la sospecha sobre la coherencia del testimonio cristiano con la vida sexual del soltero, como si fuera alguna garantía sobre tu orientación sexual el hecho de estar casado. Basta pensar en el ejemplo de Roy Clements en Cambridge –el mejor predicador de su generación, según Stott– que abandonó a su esposa e hijos, cuando dejó el ministerio evangélico, por un matrimonio homosexual. Lejos de ser una excepción, muchos luchan con su orientación sexual, aunque estén casados y con hijos. Soltería no es igual a homosexualidad.

En su participación en un congreso a la memoria de Bash –publicado posteriormente–, Stott dice: “Puedo decir con total seguridad que Bash era un heterosexual perfectamente normal”. Reconoce que “en ocasiones, podía ser demasiado celoso en recomendar la soltería a otros, asumiendo demasiado rápidamente que habían recibido ese don y vocación particular”. La clave para entender la sexualidad de Stott es lo que dice de Bash: “Cultivó una implacable disciplina consigo mismo, para luchar contra la tentación”.

Aunque todo el mundo se lo preguntaba, pocas veces escribió sobre ello. Una excepción es la famosa entrevista que le hizo el órgano oficial de la Iglesia Anglicana Church Times. En ella dice: “Yo nunca he hecho un voto de celibato. De hecho, cuando tenía entre veinte y treinta años, esperaba casarme. Había dos personas en particular que me atraían, ¡aunque no al mismo tiempo! No tenía seguridad de que esa era la voluntad de Dios para mí y me eché atrás. Al hacer eso dos veces, me di cuenta de que probablemente, Dios me estaba llamando a ser soltero.”

Frances Whitehead

La ventaja de estar soltero –decía Stott– es que “nunca podría haber viajado o escrito tanto, teniendo la responsabilidad de una familia”. Hay casados que viajan y escriben mucho, pero hay que darse cuenta de que Stott no iba de visita a un sitio. Pasaba temporadas fuera y se recluía donde estuviera, varias horas para escribir, ¡además de dormir la siesta! Era muy disciplinado y no cambiaba su agenda más que por imprevistos.

Frances Whitehead fur originalmente, empleada como secretaria de la iglesia, luego del rector y finalmente, secretaria personal de Stott desde 1970.

La persona que se ocupaba de todas las invitaciones y compromisos era su secretaria de toda la vida, Frances Whitehead. Originalmente empleada como secretaria de la iglesia, luego del rector y finalmente, secretaria personal de él desde 1970. Tiene tanta importancia en su vida que no se puede hablar de él sin pensar en ella. Frances había ido al colegio durante la guerra en Great Malvern y trabajaba en investigación para el desarrollo del radar, cuando estando de vacaciones con su madre en New Forest se hospedaba en la misma casa que un pastor de Londres. Se conocieron montando a caballo y al volver el vicario a su iglesia de St. John´s Wood, le consiguió un trabajo a Frances de secretaria para el Ministerio de Obras Públicas.

En Londres, Frances iba de vez en cuando a la iglesia de la Santa Trinidad de Brompton, pero no tardó en ir a con su madre a Suiza, y luego a Sudáfrica. Al volver, en el año 1951, trabajaba como secretaria de un productor del servicio de la BBC para el extranjero. Como la oficina pasó del 200 de Oxford Street al hotel que había enfrente de All Souls, vio un cartel de un concierto al mediodía en una pausa del trabajo. Había poca gente y no la recibieron muy bien pero, un tiempo después, pasó por la iglesia de St. Peter en Vere Street –donde se reunía la iglesia hasta la posguerra, pero luego Stott establece el Instituto de Londres para el Cristianismo Contemporáneo a principios de los 80–, donde Stott predicaba en la pausa del mediodía.

La Noche Vieja de 1952 responde al llamamiento del Evangelio en una predicación de Stott sobre la conversación de Jesús con Nicodemo en el Evangelio según Juan, capítulo 3. Los interesados no pasaban al frente, como en las “llamadas al altar” estadounidenses, sino que hablaban con el predicador o los consejeros, al terminar la reunión. Ella no se atrevió a hacerlo, pero decía que fue entonces, cuando se convirtió. Siempre agradeció que “no hubiera presión para tomar una decisión”. De hecho, no habló con nadie de ello, hasta que rellenó un impreso que se podía dejar en una caja, si querías ayudar en la iglesia. El propio Stott tomó contacto con ella y le mostró “el camino de salvación”. Se unió a la clase que llamaban, con el provocador nombre para el orgullo natural, de ‘Guardería’, para el discipulado de nuevos creyentes.

Más que una secretaria

Frances Whitehead llegó a hacer luego, el curso de formación anual y pensó en ir incluso a una escuela bíblica, cuando Stott le propuso que fuera su secretaria. Al principio, creía que no lo decía en serio, pero “el tío John” insistió. Ella se encargó toda su vida de su correspondencia con todo el mundo. Llevaba la continuidad de su trabajo durante sus ausencias, concertaba reuniones y entrevistas, pero también mecanografiaba todos sus libros y artículos. Hizo de todo, desde la administración de la Fundación de Langham hasta ocuparse del fondo de Becas de Investigación para el Tercer Mundo o la Fundación para publicar y regalar Literatura Evangélica para ministros en países con pocos recursos económicos.

Whitehead era servicial al máximo. Lo mismo traía comida para la oficina, o la cocinaba ella misma, si no pagaba los gastos que hicieran falta. Stott la llamó siempre Frances, pero a ninguna otra mujer de la congregación la llamaba por su nombre de pila. Luego fue “el tío John” y ella, “la tía Frances”, pero muchos la llamaban cariñosamente, “Frances, la omnicompetente” o “Frances SOAK (Fuente De Todo Conocimiento)”. Ella era la única que sabía dónde estaba Stott. Nadie podía llegar a él, sin contar con su ayuda. Fue la persona más cercana a él, hasta el momento de su muerte. Ella estaba con él en el día de su partida, en 2011, mientras le leían la Biblia y sonaba El Mesías de Händel.

Stott era bien parecido, como se puede comprobar en las fotos. Su agradable físico y amable carácter eran como un imán para muchas mujeres solteras, que le perseguían constantemente. Era, literalmente, acosado por personas inestables psíquicamente. Esta situación fue tan grave que el conserje de All Souls dijo que la soltería del rector le causó más problemas que ninguna otra cosa. Algunas se echaban, físicamente, sobre él, o incluso interrumpían los cultos. Según una de sus amigas desde su época en Cambrige, Myra Chave-Jones, Stott producía auténtica atracción sexual: “A las mujeres les parecía totalmente irresistible”. La explicación, la encuentra ella, en “su encanto natural y la capacidad que tenía para hacerte sentir que eras la persona más importante para él”.

Frances Whitehead fue la persona más cercana a Stott, hasta el momento de su muerte, que estaba con él, el día de su partida en 2011, mientras le leían la Biblia y sonaba 'El Mesías' de Händel.

¿Inaccesibilidad?

Entre medio de todos los elogios que recibe Stott, hay algunos testimonios particularmente interesantes por su honestidad. Son de los que más le conocieron íntimamente. Chris Wright se ve como su heredero en muchos sentidos. Por un lado, le sustituye en la dirección de la Fundación de Langham, pero por otro, es también el redactor del texto de Lausana, que cambia considerablemente el texto original de Stott, para introducir el concepto de “misión integral”. Él dice que “por temperamento natural”, Stott “era introvertido”. Wright piensa que “el tío John”, “aunque se daba a muchas personas, recordaba sus nombres, escribía cartas y oraba por ellos, era feliz solo”.

Su amiga Myra Chave-Jones dice que era “inaccesible, personalmente”. Hay historias de cuando vivía en Cambridge, sobre alguna estudiante que iba a invitarle a hablar en una reunión, pero tenía un cartel en la puerta que decía “trabajando de 8 de la mañana a 8 de la noche”, para que no le molestaran. Era muy celoso de su tiempo privado de estudio y meditación. No permitía que nadie le interrumpiera en esos momentos.

Acerca del tremendo conflicto personal que tenía con su padre, no hablaba nunca. Su muerte en 1956 fue un golpe durísimo, ya que su relación con él fue turbulenta y elusiva desde su objeción de conciencia, cuando decide prepararse para el ministerio. Por si esto fuera poco, su hermana Joy se hizo ese año católica romana, después de haberse hecho socialista, para escándalo del padre. A los Stott no les faltaba carácter y personalidad. Eran muy independientes.

Cuando su hermana Joy le presenta al cura con el que hace catequesis, el sacerdote le regala un libro sobre los siete sacramentos de Roma, que él recibe diciendo: “¿No se creerá realmente esto?”. A nadie le extraña, entonces, que tanto el cura como ella, ofendidos, rechacen su ofrecimiento de acompañarla como hermano cuando fue recibida en la iglesia católico romana. No duró mucho tiempo tampoco en ella.

Frances Whitehead tiene tanta importancia en la vida de Stott, que no se puede hablar de él, sin pensar en ella, como demuestra su reciente biografía.

Más allá del carácter

La vida de Stott es un testimonio de cómo más allá de nuestro carácter, Dios nos puede moldear por su Espíritu, para ser útiles a Su servicio, como instrumentos de Su Gracia. Si Stott no parecía introvertido, es porque se esforzaba en ser socialmente accesible, aunque fuera “contra natura”. Aunque era de carácter independiente, quiso formar equipo para cualquier tarea. No justificó su tendencia natural a hacer las cosas solo, sino que buscó la colaboración y dependencia de otros. Aunque fuera inaccesible personalmente, su trato era siempre tan cercano, que producía auténtica confianza.

Todos somos por naturaleza y temperamento, distintos al propósito para el que hemos sido creados, la Gloria de Dios. Como solía decir Stott, si hay una doctrina reformada que ningún cristiano puede negar, esa es la depravación total del ser humano. El pecado afecta a toda nuestra vida. Eso es lo que querían decir los reformadores. No que el hombre fuera un demonio, incapaz de hacer el bien, sino que no había nada, ni en nuestras mejores obras, libre de la mancha del pecado. Lo bueno que hay en nosotros, es fruto del Espíritu y la Gracia de Dios.

Ese era el origen de su humildad, no que él no fuera consciente de sus muchos dones y habilidad, sino que era lo que era por la Gracia de Dios. Incluso como predicador, era tan consciente de ser un instrumento en las Manos de Dios que nunca olvidaré verle a escondidas de rodillas, antes de salir al púlpito, como un humilde siervo de la Palabra. El Señor le utilizó en su debilidad, no a pesar de ella, porque “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10).

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