Antes del acto institucional de las bodas de diamante de Mensajeros de la Paz, el Padre Ángel, su fundador, quiso poner su obra a los pies de Don Gabino, “el mejor pastor que he tenido nunca la Iglesia asturiana”. Y encima de su tumba colocó el anillo y la cruz pectoral que le regaló, para que, desde el cielo, siga bendiciendo su obra.
“Que este hombre de Dios, comprometido con los pobres y con la clase obrera, sencillo y bueno, en el que nunca hubo sitio para el odio, que siempre bendecía y nunca amenazaba, nos bendiga también a nosotros y nos ayude a seguir ayudando a los más pobres”, proclamó el Padre Ángel, acompañado por el deán de la catedral, que amablemente nos mostró la cámara santa.
Ante la Cruz de los Ángeles, que allí se conserva, el Padre Ángel recordó que su obra nació ante ella y comenzó llamándose así precisamente en honor a esa cruz tan querida en Asturias. Y concluyó con su habitual ironía: “A los pocos días, desparecía la cruz y algunos decían que si no la habíamos robado nosotros, para venderla y atender a los pobres. No lo hicimos, como es vidente, pero tampoco hubiera estado mal del todo haberlo hecho”.
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