Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia Juan María Canals: "Hay algunos que ya están en el Concilio Vaticano IV, y otros que todavía están en Trento"

(Jesús Bastante).- Juan María Canals es el director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española. Viene a presentarnos el encuentro anual de todos los delegados diocesanos de liturgia, que se celebrará del 30 al 31 de enero en Madrid, y en el que este año se conmemoran los 50 años del Concilio Vaticano II, analizando cómo ha afectado a la liturgia en la Iglesia.

Las jornadas se llaman "Sacrosantum Concilium", y estarán presididas por el cardenal de Barcelona Lluis Martínez Sistach.
Respecto a la situación de la liturgia en España, el padre Canals opina que "el problema es que se han ido creando grupos con una cierta mentalidad, progresista o tradicionalista, que van construyendo su propia liturgia. Y esa liturgia no es la liturgia de la Iglesia".

"Hay algunos que ya están en el Concilio Vaticano IV, y otros que todavía están en Trento", explica alegóricamente, y aclara que "la tradición es un elemento clave de la liturgia, pero no el tradicionalismo".

El documento de las jornadas lleva por nombre "Balance y perspectivas de futuro". ¿Qué balance se puede hacer de estos 50 años, en lo que se refiere a la liturgia en la Iglesia?

El balance es muy satisfactorio, muy positivo. Pero, como se dice, hay luces pero hay también un poco de sombras. Ahora, en general podemos afirmar que es más positivo que negativo. Quedan aspectos que es necesario reflexionar y profundizar, porque la reforma fue de ritos litúrgicos, pero faltaba la renovación. Una cosa es la reforma, y otra la renovación. La renovación consiste en saber captar todo el sentido profundo de la reforma. Una reflexión llevaba a cabo hasta lo máximo, porque la liturgia merece una profundización, y cuando se profundiza, se vive. Cuando solamente es la liturgia exterior lo que aparece sin vivencia y sin profundidad, entonces sucede que es una liturgia tipo ceremonia estética, y que queda a un lado todo lo que es la teología.

¿Carecen de importancia los símbolos cuando se desconoce su significado?

Sí, es lo que ocurre muchas veces cuando se introducen signos en la celebración, y no se explican. Entonces nos quedamos con que es una cosa externa, ritual, sin contenido.
El objeto de toda la pastoral litúrgica es llevar al misterio. A un misterio sobre todo pascual.

¿Se debería profundizar en el conocimiento de la celebración para entender su sentido?

Sí. Hablamos mucho de la reforma litúrgica del Concilio para acá, pero ya se dio anteriormente. Pensemos que Pío XII fue el gran pionero de la reforma litúrgica, con unas reformas inconcebibles en aquel tiempo. Por ejemplo, con el ayuno eucarístico, que consistía en que desde medianoche hasta después de comulgar no se podía tomar ni una gota de agua. Los sacerdotes que un domingo tenían misa a las 12 o a la una del mediodía pasaban prácticamente un día sin poder tomar agua. Ni en verano ni en invierno. Pío XII hizo una reforma, y lo cambió a 3 horas antes de comulgar, que luego sería sólo una hora antes.
Las misas vespertinas fueron otra reforma. Antes no existían. No se podía celebrar la eucaristía desde medianoche hasta la aurora del día siguiente. Fue un gran revolucionario.
También reformó la Semana Santa. Cambió los oficios de la vigilia pascual a por la tarde, para que hubiera más gente. Y aquella vigilia del año 62 fue extraordinaria en todo el mundo.

Sin embargo, Pío XII es más conocido por razones políticas o históricas que por esas reformas de la liturgia.

Sí, es cierto. Pero en realidad es más importante que fue el gran pionero de la reforma litúrgica. Provocó un cambio de mentalidad en lo litúrgico, porque anteriormente todo eran rúbricas y ceremonias, nada más. En cambio, Pío XII ya introdujo conceptos teológicos, y después todos los libros del Concilio Vaticano II siguieron esta línea.

¿Fueron esos conceptos teológicos los que hicieron pasar a la eucaristía de una especie de obra de teatro a una ceremonia con poso evangélico?

Claro. El tema clave de la constitución de la liturgia es el misterio pascual, que es lo que celebramos. No celebramos unas jornadas, ni un aniversario, ni cualquier otra cosa. Celebramos el misterio pascual de Cristo, que es muerte y resurrección. Ésta es la base, y toda la pastoral fue echada a esa diana: el misterio pascual.

¿Está un poco coja la pata del conocimiento de la liturgia y del misterio pascual en las parroquias? Comulgar, agachar la cabeza, levantarse o sentarse... ¿son más hábitos que otra cosa? ¿Sabemos realmente por qué lo hacemos?

Se convierten en costumbres, sí. En ritos externos. El 4 de diciembre próximo será el 50 aniversario de la promulgación de la Constitución de la Liturgia, y esta es una de las sombras que queda. Falta que comprendamos qué son la muerte y resurrección de Cristo, y que de cada celebración el fiel que participa debe salir habiendo muerto y resucitado. Si no se realiza eso, quiere decir que en la pastoral hay unos fallos.
El misterio pascual nos lleva a otro concepto base de las misas, y es la historia de la Salvación. Ahora, con la Biblia de la Conferencia Episcopal, como anteriormente con los leccionarios, se ha abierto todo el gran tesoro de la Biblia para el pueblo cristiano. Antes del Concilio se hacían muy pocas lecturas de la Biblia, y se repetían muchas semanas.

¿Estamos asistiendo a un redescubrimiento de la Palabra?

Sí, también con el Sínodo. Pero antes de eso ya fue el Concilio, que valoró muchísimo el Verbum Dei. Se le dio mucha importancia a la celebración, que era en latín, y que la mayoría de pueblo no entendía. El sacerdote recitaba la lectura de cara a la pared... Evidentemente que hubo un gran redescubrimiento de la Palabra después del Concilio.

Las peticiones, la acción de gracias, etc., ¿también fueron incorporaciones del Concilio?

Sí, las peticiones y la oración de los fieles se incorporaron con la reforma, aunque ya existían antiguamente en el sacramentario. Con el tiempo fueron desapareciendo, y desaparecieron totalmente en Trento. La reforma de Pío V fue seguida por la reforma más importante del Concilio Vaticano II, que pudo incorporar muchas cosas gracias al estudio de las fuentes. En Trento no se tenían esas fuentes que se han podido incluir en estos últimos siglos. Es precisamente en el estudio de las fuentes donde se hallan los contenidos teológicos, en las oraciones. Lo que pasa que en el rito romano las oraciones son muy escuetas. Pero cada palabra significa mucho. Hasta entonces siempre se habían oído las oraciones, pero sin profundizar en ellas. Eso es lo que nos hace pensar en cómo entrar en la vivencia de la eucaristía a través de los textos.

¿Es este Papa un enamorado de la liturgia? ¿Le preocupa este tema en especial?

Sí, está insistiendo muchísimo en este tema. Él sigue todas las líneas de la Constitución, donde hay elementos fundamentales que ponen la base a toda la teología. Si nos falta la base, no nos queda nada.

¿No quería implantar Benedicto XVI su propia reforma litúrgica? ¿En qué estado quedó aquello? ¿Está el cardenal Cañizares al cargo de esto en la Santa Sede?

Sí, Cañizares está en Roma y me da audiencia cada vez que necesito hablar con él. Tenemos una relación muy cordial en todos los sentidos, él no es un hombre impenetrable de la Curia en el aspecto en que suele pensarse. Ambos nos apreciamos.

¿Cómo se trabajan en Roma este tipo de asuntos?

Hay una serie de protocolos. Desde que un documento llega a la Congregación para el Culto Divino, hay que escribir en un libro todo lo que se recibe. Luego pasa al cardenal, y el cardenal pasa algunos temas al secretario, que es quien va distribuyendo el trabajo. Cuando yo estaba en la congregación, nos reunían una o dos veces por semana para saber lo que había llegado. Por ejemplo, si había que revisar un libro litúrgico en lengua francesa, o si había ciertos problemas de consultas, etc.

¿Desde el epicentro de la Iglesia en Roma se sabe todo lo que pasa en el resto del mundo?

Sí. Yo tengo una experiencia en ese sentido, porque todos los libros, todos los problemas que llegaban a la Congregación en lengua castellana (y podían ser de España, de Latinoamérica o de los hispanoparlantes de Estados Unidos), pasaban por mis manos. Eso te da una visión muy universal de la Iglesia. Ves toda la situación del mundo respecto a la cuestión litúrgica. Cómo se resuelven los problemas, cómo participan diversas naciones... Eso enriquece muchísimo. Entiendes que las normas de Roma no son sólo para una nación concreta, sino para toda la Iglesia.

¿O sea que Roma favorece la tolerancia y ayuda a olvidarse de ciertos localismos?

Claro. A mí me tocó trabajar justamente la cuestión de la inculturación en liturgia. Hay amplitud de criterios, pero a la vez hay mucha seriedad respecto a cómo se tiene que llevar la inculturación del Evangelio en las naciones.

¿Cuáles son los principales problemas que encuentra en España, en lo relativo a la liturgia?

En España nos encontramos actualmente, lo primero de todo, con el problema de la formación. Tanto de los ministros como del pueblo cristiano.
El segundo problema que tenemos es que se han ido creando grupos con una cierta mentalidad, sean progresistas o tradicionalistas, que van construyendo su liturgia. Y esa liturgia no es la liturgia de la Iglesia. Así se pierde el sentido de universalidad.
Algunos de estos grupos se han superado tras el Concilio, pero todavía quedan muchos que (algunos por demasiado avanzados, y otros porque cortan el avance en muchos aspectos) son excluyentes con lo que consideran la celebración. Personalmente me parece que están haciendo un daño a la Iglesia, tanto unos como otros. Hay algunos que ya están en el Concilio Vaticano IV, y otros que todavía están en Trento. Eso crea un malestar.

¿Funciona la teoría del péndulo en la historia de la Iglesia?

Sí. De una mentalidad a otra. Y para mí la única solución ante esto es presentar la liturgia como la vivencia profunda que es. Cuando se vive la eucaristía, se van dejando muchas cosas progresistas y tradicionalistas, y se profundiza realmente en su sentido.

¿Se puede oficiar misa en cualquier sitio? ¿Al aire libre, por ejemplo? ¿O la utilización de determinados ornamentos fuera de lo que es un templo va en contra de la tradición?

La tradición es un elemento clave de la liturgia, pero no el tradicionalismo. Últimamente, por cuestiones sociológicas y económicas se han construido iglesias que vulgarmente se llaman "garajes", en espera de hacer una iglesia en el futuro. Ciertamente el lugar no impide la celebración. Aunque sea una gran catedral o un garaje, en los dos sitios se celebra el misterio. Ahora, en uno habrá quizá más facilidades y más elementos que ayuden que en otro. No es lo mismo una nave con un altar que un conjunto de belleza. El arte litúrgico es un elemento catequético.
Hace unos días estuve en Santiago, preparando unas jornadas de patrimonio. Allí estaba preparando una exposición sobre la fe. Y en la sacristía hay cuadros que van explicando cada aspecto del credo. Un credo que se ve con los ojos. Todo el arte es un complemento que a la liturgia le hace falta. Los iconos y los frescos son catequesis pura. Lo que pasó después de la reforma del Concilio Vaticano II se quitaron muchos de las iglesias, porque no se supo explicar el significado que tenían.
Luego, en los años 70 se hicieron muchas iglesias de cemento. Y esas iglesias son muy frías para la piedad popular. Entonces, la solución sería rellenarlas de algo, pero por los problemas de patrimonio muchas veces no dejan tocar ni un ladrillo. Ciertamente que, en relación al espacio celebrativo, hay un abismo desde antes del Concilio a después. Se hicieron reformas en todas las iglesias, algunos avances. Pero también se construyeron altares que parecen armarios, donde los sacristanes guardan las vinajeras, el misal, las velas, los floreros... Y eso sí que no puede ser. Si se valora un altar como símbolo de Cristo, hay una dignidad que eso no lo permite.

Para no convertirse en una ceremonia rimbombante o desfasada, ¿debe adaptarse la eucaristía al pueblo al que se dirige?

Claro, y debe proveerse de elementos que ayuden a la participación, a la piedad popular. La devoción popular es muy importante, y después del Concilio surgió toda una corriente que indicaba esto, que el pueblo tiene que participar en la liturgia, y que había que insistir en ello dejando atrás los ejercicios de piedad. Pero ahora, a los 40 o 50 años, nos hemos dado cuenta de que se ha hecho un disparate con el pueblo cristiano. Se les ha quitado lo que ellos tenían por algo sagrado y religioso, y no se les ha puesto nada a cambio. Hoy día vemos que se han quedado sin liturgia, y sin piedad. De ahí que ahora se vuelva a insistir en acentuar la piedad popular y armonizarla con la liturgia. Pero ésta es una tarea que todavía no hemos empezado a trabajar.

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El problema de España es que se han ido creando grupos con una cierta mentalidad, progresista o tradicionalista, que van construyendo su liturgia. Y esa liturgia no es la liturgia de la Iglesia.
Hay algunos que ya están en el Concilio Vaticano IV, y otros que todavía están en Trento
La tradición es un elemento clave de la liturgia, pero no el tradicionalismo
Aunque sea una gran catedral o un garaje, en los dos sitios se celebra el misterio

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