"Juan era un profeta, pese a él, que jamás quiso figurar ni llamar la atención" Chema Pérez-Soba: "Juan Martín Velasco, un santo, un sabio, un maestro y un profeta"

Marciano Vidal, cardenal Osoro y Juan de Dios Matín Velasco
Marciano Vidal, cardenal Osoro y Juan de Dios Matín Velasco

"Era un hombre de profunda fe, en el más pleno sentido de la palabra. No como una ideología o como un refugio afectivo irracional. Juan era un caminante que sabía de quién se fiaba"

"Juan era un sabio. Fue casi el único en España (quizá con Lluis Duch) capaz de analizar con un rigor extraordinario el hecho religioso"

"Implicó toda su vida en construir esa Iglesia en reforma constante, en salida que pide Francisco, y sufrió los ataques y las heridas que conlleva esa implicación"

Nos llega hoy la noticia de la muerte de Juan de Dios Martín Velasco. Hoy la Iglesia afronta, con dolor una ausencia insustituible en la comunidad. Y, a la vez, en la esperanza cristiana, la Iglesia alanza su alabanza a Dios en acción de gracias por el don que ha sido la vida de Juan, santo, sabio, maestro y profeta.

Porque Juan era un santo. Era un hombre de profunda fe, en el más pleno sentido de la palabra. No como una ideología o como un refugio afectivo irracional. Juan era un caminante que sabía de quién se fiaba. Toda su vida fue “tener la conciencia de que estamos visitados desde el interior de nosotros mismos e indagar constantemente, a lo largo de toda nuestra vida, quién es ése que nos ha visitado”. Y recorrió ese camino hasta el final. Eso es verdadera fe en Dios, eso nos enseñó que es, en verdad, creer.

Recuerdo un encuentro de estudiosos, teólogos, sociólogos, historiadores, sobre la crisis de la religión en el mundo actual. Cuando le tocó hablar a Juan, yo esperaba un discurso lleno de citas, de erudición, de análisis… y simplemente dijo: la crisis de la Iglesia es una crisis de fe. Me quedé desarmado. Y jamás lo he olvidado, porque era la verdad, la última y definitiva verdad. Preferimos guardarnos las espaldas con ideologías, con ritos, con palabras… a recorrer el camino, a buscar de verdad al que nos ha visitado. Y él lo sabía porque era un sabio de los de verdad.

Es verdad, Juan era un sabio. Fue casi el único en España (quizá con Lluis Duch) capaz de analizar con un rigor extraordinario el hecho religioso. Sus estudios sobre el hecho religioso son únicos y referencia necesaria en una sociedad aún dividida entre los ‘desprecian lo que ignoran’ y los que quieren volver a terrenos superados (que no perdidos).

Martín Velasco

Y no solo eso: analizó el fenómeno místico con una hondura extraordinaria, y analizó con clarividencia nuestra sociedad para sintetizar todo su saber en propuestas pastorales claras, concretas y efectivas, que él mismo puso en marcha. Nos invitaba a ‘escuchar Su voz’, para construir un cristianismo y una Iglesia a la altura de lo que el Espíritu clamaba en los signos de nuestro tiempo. Todo su trabajo y acompañamiento pastoral en su parroquia de Vallecas fue un ejemplo de sencillez y entrega pastoral. Nada para él, erudito reconocido, era una misión pequeña. A todos quería atender.

Era sabio porque implicó toda su vida en construir esa Iglesia en reforma constante, en salida que pide Francisco, y sufrió los ataques y las heridas que conlleva esa implicación. Y, sin embargo, mientras en el mundo académico habitual (y en el eclesial, mucho me temo) esas heridas nunca se cierran, él las vivió con la paz de un corazón en Dios, de un corazón en verdad sabio. Y nunca le hicieron la más mínima mella. En la entrevista que le hicimos mi grupo de investigación sobre historia contemporánea religiosa hablaba de los conflictos del postvaticano II en España, de los que fue protagonista, con toda sencillez y hasta con humor.

Juan era un maestro. Cuando tuve que dar sus clases de Fenomenología en el instituto de pastoral, me sentí superado, porque todos me hablaban de lo que había significado en sus vidas ser alumnos de Juan. Y esperaban de mí eso mismo: no que diera clase, si no que convirtiera vidas. Porque eso es lo que hizo Juan, entre otros conmigo. En la India tradicional ‘gurú’ es un maestro. No alguien al que adorar, sino alguien que ayuda a poner tu vida orientada al centro y te impulsa a recorrer tu propio camino. Eso era Juan para mí y para muchos de nosotros.

Martín Velasco

El Instituto Superior de Pastoral, con él como director, se afianzó como una auténtica Escuela: no era solo un lugar de estudio, sino una fuente de inspiración pastoral y eclesial cuya influencia es mucho mayor de la que podamos medir. Se constituyó en un auténtico faro en momentos de tormenta, un hogar en los momentos más duros del invierno eclesial. Y Juan estuvo, está y estará en el corazón mismo del Instituto.

Por eso Juan era un profeta, pese a él, que jamás quiso figurar ni llamar la atención. Era un profeta porque leyó con su enorme lucidez los signos de los tiempos y denunció la injusticia del mundo y los errores evidentes de la Iglesia, y anunció un mundo nuevo, una Iglesia nueva, una nueva forma de ser sacerdote, de ser cristiano, de ser humano. Y muchos de nosotros sentimos que el Espíritu hablaba en él, y hemos empeñado nuestras vidas en seguir ese camino.

Estamos de enhorabuena. Aún con el corazón roto, sabemos que Juan está unido al Misterio de Dios Amor. Unidos a él, aunque nos sintamos incapaces de llenar su ausencia, tenemos la certeza de que Dios sigue llamándonos a impulsar, a ser, la Iglesia en la que nos enseñó a creer.

Gracia, Señor, por Juan.

Libro de Martín Velasco

Homenaje de Jesús López Sotillo

He conocido hace un rato la triste noticia de la muerte de Juan Martín Velasco. Una tremenda noticia. Por más que Juan, creo, ya llevaba tiempo en modo "despedida".

Los últimos meses fueron muy duros para él. Y muy tristes para los que le veíamos deambular por la Residencia sacerdotal de la calle de san Bernardo de Madrid, siempre amable como era él, pero sin saber ni entender muy bien por qué estaba ahi. Casi sin entender nada de lo que estaba pasando. Después de haber sido tan lucido, se estaba quedando sin lucidez. Nunca olvidaré esas imagenes finales de su fecunda existencia.

Pero tampoco olvidaré al profesor joven que hizo despertar en mi la pasión por estudiar y comprender el mundo de las religiones en general y en concreto. Tampoco olvidaré al que fue mi rector en el Seminario los dos ultimos años antes de ordenarme. Ni a mi director de la tesina de licenciatura, ni a mi director de tesis doctoral hasta que se jubiló. Aprendí tánto de él que aprendí hasta a discrepar de algunos de sus puntos de vista.

Por muchos motivos siempre le estaré agradecido y siempre le recordaré con admiración. Y, por su final, también le recordaré con ternura y asombro. Ahora vuelve a estar, aunque de otra manera, en el seno de "El Mistero" en el que siempre estamos y al que tanto-tanto quiso entender y hacernos entender. Sin conseguirlo, claro. Porque, como él nos enseño, siempre es y será "el totalmente otro".
Que descanse en paz.

Buen día, en cualquier caso. La vida y el misterio que la envuelve y configura siguen estando ahi, y nosotros en su seno. Honor y memoria para Juan

Juan de Dios, con Torralba y Queiruga

Volver arriba