Hogar para quienes carecen de él, el proyecto sigue haciendo visible la otra realidad de las calles de Barcelona Hospital de Campaña de Santa Anna: donde los últimos son los primeros

Hospital de Campaña de Santa Anna. Fotos: José L. Gómez Galarzo
Hospital de Campaña de Santa Anna. Fotos: José L. Gómez Galarzo

Fundado en enero de 2017 por los sacerdotes Peio Sánchez y Xavier Morlans junto con la religiosa Viqui Molins, el proyecto surgió de la llamada del papa Francisco a hacer de la Iglesia “un hospital de campaña que acoge a heridos que llegan buscando a Dios”

Entre los “heridos” de la ciudad condal hay personas sin techo y muchos inmigrantes en situación legal irregular; y desde que estalló la crisis pandémica se han sumado también cientos de personas que se vieron abocadas a la pobreza súbitamente

“Cuidado que está llena de libros de medicina”, advierte Jesús mientras deja su mochila en consigna con Mohamed, uno de los jóvenes encargados de controlar el acceso a la parroquia de Santa Anna. “Soy el mejor diseccionador de cerebros de Barcelona. Sé decirte como nadie dónde se encuentran cada una de las diferentes áreas de actividad cerebral: la visual, la auditiva, la olfativa...”, añade. 

Son cerca de las 10 de la mañana y Jesús, una de las casi 5.000 personas de la ciudad que carecen de hogar, llega in extremis al desayuno ofrecido por el Hospital de Campanya de la parroquia de Santa Anna, que tiene lugar cada día entre las 8 y las 10 de la mañana. Mohamed, que conoce a Jesús por su nombre, como a casi todos los demás, le atiende con una sonrisa y le advierte que se apresure antes de que el equipo de voluntarios retire la comida del claustro donde diariamente comen unas 120 personas gracias al Proyecto Ferrer For Food de cocina social.

La mesa de fraternidad del Hospital de Campaña de Santa Anna.
La mesa de fraternidad del Hospital de Campaña de Santa Anna.

Mientras esperamos a Viqui Molins, que nos va a hacer una visita guiada por las instalaciones, nos cruzamos con el padre Peio. Nos habla del concierto de esta noche en la parroquia, que corre a cargo del guitarrista cubano Rodney Homar. El evento está anunciado en las redes: “Entre nuestros amigos en situación de vulnerabilidad, a veces aparecen tesoros como Rodney Homar, un enorme guitarrista que tras el covid necesita un empujón”, reza el tweet del Hospital de Campanya.  

Molins entra al edificio por la calle Rivadeneyra. Le contamos que por la puerta de la calle Santa Anna la espera desde hace horas Tomás, unos de los hombres a quien la monja ha acompañado durante los últimos años en Itaca, un piso de acogida para personas en situación de exclusión social que están en proceso de cambio buscando autonomía. Hoy Tomás vive en un piso junto a su pareja y se encuentra prejubilado debido, dice, a un cáncer de oído. Ha venido para saludar a Molins y agradecerle lo mucho que le ha ayudado. “Daría lo que fuera por Viqui”, asegura mientras recuerda emocionado el regalo que le hizo la religiosa para Reyes: un chándal oficial del Barça.

“Vivir en la calle es estar al margen de todo” 

En la capilla de la Pietat, un hombre recibe asesoramiento jurídico por parte de una profesional. Habilitado desde el comienzo como lugar de acogida con servicio de desayunos y meriendas, y también como refectorio de bebidas, pastas y fruta, tras la pandemia el espacio quedó reservado para encuentros como este. Afuera, en una de las mesas del claustro, una voluntaria da clases de castellano a Brahim, un joven subsahariano. “Está aprendiendo mucho”, asegura la mujer. No en vano, uno de los objetivos del proyecto es promover la escucha personalizada la formación y acompañamiento de grupos desde la diversidad de situaciones.

Brahim, estudiando castellano con una persona voluntaria.
Brahim, estudiando castellano con una persona voluntaria.

Faltan algunos minutos para el almuerzo, cuyos últimos preparativos están siendo llevados a cabo por un nutrido grupo de personas. “Sin el voluntariado, aquí no podríamos hacer nada. Y gracias a Dios, tenemos un equipo maravilloso”, reconoce Molins al entrar en la cocina, donde ya varias mujeres preparan las bandejas con la comida caliente, hamburguesa y garbanzos, y trocean pan y naranjas. En estos días, el número de comensales de la tarde es inferior porque es tiempo de Ramadán. Los musulmanes podrán gozar en Santa Anna por la noche de su Iftar, su tradicional cena de celebración en estas fechas.

Hoy es lunes, y como siempre, un equipo médico (también voluntarios) atiende a quienes lo necesitan. Es un servicio de asistencia básica de medicina general, pero a menudo las consultas más frecuentes cuando se vive en la calle están relacionadas con los pies y los dientes. “La higiene dental de estas personas es nula. Por otra parte, se pasan muchas horas deambulando por las calles, lo cual supone una carga de callosidad importante”, explica la doctora Montserrat Pérez, especialista en dermatología que dirige el servicio.

Un hombre es atendido por el servicio de podología.
Un hombre es atendido por el servicio de podología.

Cabe preguntarse si la sanidad pública no puede dar respuesta a las necesidades de todas estas personas. “Quien vive en la calle, a menudo se encuentra fuera de todo”, sostiene Molins. “Algunas de estas personas disponen de tarjeta sanitaria y otras no; pero incluso en caso de que la tengan, las listas de espera son tan largas que mientras tanto aquí tenemos que ir paliando una serie de afectaciones para que no se agraven. Como hospital de campaña, estamos en primera línea”, matiza la doctora.

Tocando a los pobres cada día

Molins nos conduce por los recovecos de la parroquia: la sacristía, las duchas, la lavandería y el ropero; el almacén de alimentos, el comedor, la cocina y los frigoríficos industriales. La solidaridad con el proyecto se disparó tras la pandemia y gracias al dinero recibido (el 96% procedente de fuentes privadas) ha sido posible construir una notable infraestructura al servicio de quienes menos tienen

“Estamos demasiado acostumbrados, también entre los curas, a entrar en dinámicas de poder en vez de descalzarnos para servir. Esta es la conversión pastoral que no depende de las estructuras como dice el papa Francisco, sino de la reforma de las actitudes”, afirma Peio Sánchez

El espacio está limpísimo y las medidas de seguridad se cumplen a rajatabla para disminuir el riesgo de contagios. “Ciertos sectores de la Iglesia no entienden esta iniciativa porque dicen que atrae a muchos pobres al centro de la ciudad y esto da mala imagen. Pero ya me dirás si a Dios no le va a gustar más una iglesia abierta y para todos que una iglesia cerrada”, comenta Viqui, que asegura que el Hospital de Campanya se entiende mejor fuera que dentro de la institución católica.

"Como toda iniciativa que supone novedad y transformación el proyecto ha generado distintas reacciones”, explica el padre Peio Sánchez. “El cardenal Omella ha estado al lado, desde el principio, en nuestro acompañamiento de los más vulnerables. Cáritas nos apoya y ayuda en el camino, así como muchas comunidades cristianas que nos sostienen con sus voluntarios y con sus aportaciones económicas. Pero también hay críticas porque no aceptamos hacer de los templos museos para turistas o un territorio exclusivo para una liturgia aislada”. 

Rector de Santa Anna desde hace una década, Sánchez considera que es fácil hablar o escribir de los pobres y otra cosa es tocarlos cada día, “como presencia de Cristo”. “Estamos demasiado acostumbrados, también entre los curas, a entrar en dinámicas de poder en vez de descalzarnos para servir. Esta es la conversión pastoral que no depende de las estructuras como dice el papa Francisco, sino de la reforma de las actitudes”, enfatiza.

Peio Sánchez y Viqui Molins despachan en el claustro.
Peio Sánchez y Viqui Molins despachan en el claustro.

Ante un clima de precariedad creciente y una clara insuficiencia de los servicios públicos para hacer frente al impacto socioeconómico de la crisis, ¿cuál es el mensaje que se lanza desde Santa Anna a las administraciones, responsables últimas de la existencia de desigualdades tan flagrantes? Para Sánchez, la Ley de Extranjería es la madre de todos los problemas. “Mientras tengamos a un montón de gente socialmente inexistente, sin derechos ni ingreso mínimo vital ni papeles, ni contratos o alquileres legalizados, lo primero que hay que resolver son las leyes. Y luego hay que traducir en opciones lo que formulan. Una cosa es decir ‘Refugees welcome’ y otra bien distinta es hacer algo al respecto”, sentencia el párroco.

En el contexto actual, por tanto, el proyecto de la iglesia como hospital de campaña va para largo. “En primer lugar por la opción de muchos que siguiendo a Jesús lo llevamos adelante. Pero también porque es una senda de futuro de jóvenes que se involucran ya hoy en esta iglesia orante y samaritana. Además en el camino que vamos haciendo se multiplican los compañeros de viaje que reconocemos a Cristo al compartir el pan con los empobrecidos. Aunque miramos al escenario futuro con dolor porque la crisis social va a ser enorme, tanto que va a descartar a más y va a crecer más la desigualdad y la exclusión. Sin embargo, nosotros humildemente y con paciencia seguiremos adelante. Sabemos de quien nos hemos fiado”, concluye Sánchez.

La juventud, implicada en esta iglesia "orante y samaritana".
La juventud, implicada en esta iglesia "orante y samaritana".

Incombustible y llena de vitalidad a sus 85 años, Viqui Molins se despide de nosotros y se va a despachar con otras personas que la requieren. Son cerca de la 1 de la tarde y el Hospital de Campaña, un proyecto que para la religiosa representa la síntesis de toda una trayectoria, trabaja a pleno rendimiento para garantizar que los últimos sean los primeros.

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