Emilio Alberich, salesiano yu profesor en Roma ´La Iglesia debe revisar el ejercicio del papado´

Sacerdote salesiano y profesor en Roma-donde compartió claustro con Tarsicio Bertone, 'número dos' del Vaticano- Emilio Alberich pasó por Las Palmas para hablar del futuro del cristianismo. Asegura que la Iglesia "debe revisar el ejercicio del papado" y que   "ha sido muy triste y lamentable que la autoridad eclesial normalmente haya tratado de tapar los escándalos de pederastia". Lo entrevista Fernando Canellada en La Provincia.

-¿El Papa ya pide que se denuncie a la autoridad civil los abusos de los clérigos. ¿Qué le ha parecido el documento sobre la pederastia?

-Se tratra de una muy valiente toma de posición y un sincero reconocimiento del escándalo que algunos sacerdotes y religiosos están dando. Ya hace tiempo que sabemos que el Papa está profundamente preocupado, tanto más que se están descubriendo nuevos casos lamentables, sobre todo el Alemania. La Iglesia está cambiando claramente su postura respecto a lo que fue la actitud dominante durante demasiado tiempo.

-¿Cómo no se denunciaron a tiempo los abusos en la iglesia?

-Es una cosa muy lamentable que haya tantas personas en la Iglesia que hayan cometido delitos, pero ha sido también muy triste y lamentable el que la autoridad generalmente haya tratado de ocultar el escándalo. Se quería de ese modo salvar lo salvable y, si un sacerdote cometía esas cosas, se pensaba que lo mejor era, acaso, hacerle cambiar de parroquia o de lugar. Hoy sabemos que es cuestión de justicia la obligación de denunciar estos abusos, pues se ha hecho un daño muy grave a las personas y esto no debe ser tolerado.

-Algunos relacionan el celibato con estos problemas. ¿Debería ser opcional?

-No creo que haya una relación directa entre la ley del celibato y los escándalos de la pedofilia. Otra cuestión abierta es la de la conveniencia o no de conservar la ley del celibato, dada la crisis actual de vocaciones al sacerdocio. Yo pienso que sería oportuno revisar la disciplina actual. No en el sentido de permitir casarse a los sacerdotes, sino más bien de permitir a personas casadas el ser ordenados sacerdotes.

- Yendo al fondo: ¿tiene futuro el cristianismo?

-Es esta una pregunta que hoy muchos se hacen, pues no es posible negar los signos preocupantes de una grave crisis: disminuye la práctica religiosa, aumenta la indiferencia ante la fe y podemos tener la impresión de que el cristianismo está en retirada. Alrededor del año 2000, por primera vez en la historia, los musulmanes llegaron a ser más numerosos que los católicos. Pero sucede también, como confirman las investigaciones sociológicas, que el hecho religioso se mantenga vivo en nuestra sociedad, aunque con modalidades distintas que en el pasado. Se puede decir - como afirmaba el Card. Danneels - que el hombre hoy no es menos religioso que el de hace años, pero que lo es de otra manera.

-¿Dónde se encuentra el problema de la Iglesia?

-La crisis del cristianismo occidental es - en gran parte - de orden cultural, al estar ligado de forma muy profunda a una cultura que ya no es actual. Muchos hombres y mujeres de hoy, aun siendo creyentes, viven una especie de conflicto interior, sintiendo - como dice Martín Velasco - el complejo de «hijo de padres divorciados», a causa del «divorcio» entre la cultura actual y la fe cristiana. Se impone un esfuerzo de «inculturación» de la fe, haciendo de manera que la Iglesia llegue a ser de verdad «una casa intelectualmente habitable».

-¿Y la Iglesia camina en esa dirección?

-Si y no. Hay mucha resistencia, mucha inercia. Los documentos oficiales de la Iglesia hablan con claridad de la necesidad de una verdadera «conversión pastoral». Según una expresión utilizada por los obispos franceses, es necesario hoy pasar «de la herencia a la propuesta». La fe que tradicionalmente se trasmitía por herencia de padres a hijos, ya no pasa de una generación a otra, y se impone poseer una fe personalizada, de manera que cada uno haga una opción explícita de fe, como respuesta a la propuesta cristiana.

-¿Cómo se entiende que a los nuevos movimientos de la Iglesia (Comunión y Liberación, Kikos, Legionarios) les vaya bien?

-Es verdad, no les va mal, pero no creo que podamos poner la esperanza solo en los nuevos movimientos. Hay otras realidades muy prometedoras. Por ejemplo, un fenómeno de mucho futuro es el catecumenado bautismal de adultos, que responde al deseo de no pocos adultos y jóvenes que quieren hacerse cristianos. Yo creo que el futuro va en esa dirección. Muchos sacerdotes a veces no sabemos como tratar a los adultos. Hay que reconocer que, en la Iglesia de hoy existe cierto miedo a la madurez, pues es evidente que un laicado adulto, maduro, podrá siempre crear problemas, al ser gente que piensa, que tiene sus ideas, que no están dispuestos a decir que sí a todo. Y también por parte de los mismos adultos cristianos hay un cierto miedo a la madurez.

-La Iglesia se debate entre dos posiciones: la que usted apunta de cambio; y la que vuelve a la misa en latín. ¿Un nuevo Concilio traerá solución?

-El problema es complejo. Yo confío en la presencia del Espíritu Santo. Es normal que haya conflictos, que haya un cierto pluralismo. Lo importante es que las ideas caminen, que pueda haber en la Iglesia un auténtico diálogo, en forma pacífica, sin descalificarnos los unos a los otros. Aquí el motor inspirador que tenemos, potentísimo, es el Vaticano II. Nos queda mucho por hacer, a la luz del Concilio, para que la Iglesia esté «en estado de evangelización».

-¿Cómo se encuentra la iglesia de España en ese contexto que acaba de describir?

- Hay de todo. Se puede decir que la Iglesia oficial no parece estar precisamente en esa línea de diálogo, más bien tiende a la conservación, a una cierta inercia institucional. Y es de lamentar que la Iglesia en España no goce de muy buena imagen. Y preocupa ver la falta de confianza por parte de los jóvenes. Al preguntar a los jóvenes - en algunas encuestas - si la Iglesia tiene algo importante que decirles para su vida, no llega al tres por ciento los que responden de forma afirmativa. Es algo realmente grave.

-Por tanto... ¿Un Vaticano III?

-Hoy son muchos lo que invocan una seria reforma de la Iglesia. No faltan cardenales, obispos, sacerdotes y teólogos que piden un cambio de las estructuras, la disciplina, las costumbres y la organización. Se habla de la superación del centralismo romano, de un ejercicio efectivo de la colegialidad episcopal, de un mayor respeto a las iglesias locales, de la urgencia de una nueva relación con la cultura moderna, de la superación de ciertas discriminaciones existentes, como es el caso de los laicos, de la mujer...

-¿Habrá ordenación sacerdotal de las mujeres?

- El problema es muy delicado, también por sus consecuencias para la causa ecuménica de la unión de los cristianos. Pero, como premisa, creo que la Iglesia tiene al respecto una asignatura pendiente, que es el efectivo reconocimiento de la dignidad, el lugar y la misión de la mujer. El tema debe ser encarado con mucho equilibrio y sentido evangélico. Hoy se siente la necesidad de un repensamiento serio ante una realidad para la que la sociedad moderna es muy sensible.

-¿Hasta donde puede llegar el papel de la mujer en la iglesia?

-El problema está abierto y necesita profundización. En la Iglesia toda una serie de incumbencias y puestos, que podría ocupar la mujer y donde no es necesaria la ordenación sacerdotal: en las curias diocesanas y en la romana, en la enseñanza teológica, en la acción pastoral... Más delicado es el problema de los ministerios sagrados. El Papa Juan Pablo II quiso zanjar la cuestión de forma contundente, en sentido negativo, pero yo creo, junto con no pocos teólogos, que el problema de la mujer sacerdote no está definitivamente cerrado y necesita mayor reflexión. No consta, en los Evangelios, que haya una exclusión explícita de la mujer. El hecho de que los apóstoles fueran todos varones puede tener muchas explicaciones, ligadas a la mentalidad de la época. Existe toda una gama de posibilidades para una efectiva valorización de la dignidad y la misión de la mujer, en la sociedad y en la Iglesia.

-¿Hay mucho que cambiar?

-No son pocas las cosas que habría que cambiar. El mismo Juan Pablo II dijo - en su encíclica "Ut unum sint" - que incluso el ejercicio del papado debe ser revisado.

-¿Cree que Benedicto XVI está en esa disposición?

-No sé con precisión cuál es su pensamiento. He citado a Juan Pablo II porque él sí habló explícitamente del problema.

Volver arriba