Inauguración de la exposición 'Shame' sobre los rostros de las víctimas de abusos José Cobo: "Pedimos perdón por todo lo que hemos hecho mal. Queremos seguir compartiendo las cicatrices de las víctimas"

José Cobo y las víctimas de abusos
José Cobo y las víctimas de abusos

Un acto reivindicativo de decenas de abusadas y abusados, que se dieron cita en el evento, para arroparse, para hacernos llorar con sus historias y, sobre todo, para reivindicar sus historias

Juan Cuatrecasas, reclamó “reconocimiento, reparación y más fondos públicos dedicados a investigación, para paliar la secuelas graves que acarrean estos delitos”

Fernando García Salmones, víctima de un misionero claretiano: “¡Ojalá no estuviéramos aquí! ¡Ojalá la Iglesia estuviera del lado de los buenos!”

Cobo: “Quiero apoyarme en el Papa Francisco y en el cardenal Osoro, para pedir perdón, En medio de este huracán desbordante, la Iglesia de Madrid no quiere esconder el sufrimiento que ha generado. Por eso, pedimos perdón por todo lo que hemos hecho mal”

Una especie de auto sacramental en el marco de una Iglesia madrileña convertida en sala de exposiciones, tapizada con los rostros desgarradores de las víctimas de abusos sexuales  del clero y de los demás ámbitos sociales. Fue ayer en Madrid, en O’Lumen, el centro de los dominicos, la inauguración de la exposición fotográfica ‘Shame European Stories’, organizada por Justice Initiative y la ONG ‘Infancia robada’, que recoge casi 100 retratos de víctimas y supervivientes de maltrato infantil y abusos sexuales en la infancia del fotógrafo italiano Simone Padovani.

El acto, en el que ofició de presentador Juan Cuatrecasas, director de ‘Infancia robada’, se convirtió en una misa laica, en una catarsis colectiva de las víctimas de abusos, cuyos rostros, enormes y en blanco y negro, rodeaban a un Cristo crucificado.

Y, sobre todo, un acto reivindicativo de decenas de abusadas y abusados, que se dieron cita en el evento, para arroparse, para hacernos llorar con sus historias y, sobre todo, para reivindicar sus historias. De hecho, en primera fila, e igual de conmovidos que todos los demás presentes, estaban el arzobispo electo de Madrid, José Cobo, el defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, y el presidente de la Confer y provincial de los Dominicos, Jesús Díaz Sariego.

Como anfitrión del acto, Díaz Sariego, dio la bienvenida y entonó el primer ‘mea culpa’ por el dolor ocasionado “desde un perdón sentido y comprometido, para sacar a la luz el sufrimiento de tantas y tantas víctimas de abusos en los diversos ámbitos de la sociedad, también en la Iglesia”.

El presidente de la vida religiosa española reconoció que, al menos en las instituciones que él representa (Confer y Dominicos) se está intentado lograr “una justicia personalizada en cada rostro sufriente”. Porque “se ha logrado mucho, pero aún quedan en las personas a instituciones un trecho por recorrer”. Porque, a su juicio, “captar en el rostro de las víctimas la vergüenza de quien sufre implica sacar a la luz nuestra vergüenza como sociedad y como instituciones a las que representamos, por no haberlo evitado”.

Tras la bienvenida del anfitrión, la de uno de los organizadores de la exposición, el presidente de Justice Inititive, Guido Fluri, que, visiblemente emocionado, confesó que, por su experiencia  en toda Europa y en España “se ha hecho muy poco contra los abusos y sus consecuencias devastadoras en las personas. Por eso, hizo un llamamiento a los políticos españoles para que contribuyan “al reconocimiento y reparación de las víctimas, asi como a la prevención”. Y, para conseguir ese objetivo, “esta exposición puede abrirnos los ojos”.

En la misma línea, el presentador del acto y miembro fundador de la Asociación Nacional Infancia Robada (ANIR) y padre de una víctima de abusos en un colegio del Opus Dei, Juan Cuatrecasas, reclamó “reconocimiento, reparación y más fondos públicos dedicados a investigación, para paliar la secuelas graves que acarrean estos delitos”

A continuación, comenzó a fluir el río desbordado de lágrimas, empatía, aplausos y dolor compartido ante las historias de las víctimas que fueron desfilando por el atril. Comenzó la rueda Fernando García Salmones, víctima de un misionero claretiano: “¡Ojalá no estuviéramos aquí! ¡Ojalá la Iglesia estuviera del lado de los buenos!”. Y, visiblemente emocionado, reclamó a la Iglesia que “se comprometa en apoyar un proceso educativo de desarrollo de la madurez sexual que generaría sociedades más justas”.

Cobo y Gabilondo
Cobo y Gabilondo

El ambiente empático siguió subiendo con Teresa Conde, víctima de un trinitario en Salamanca, que era amigo de la familia y entraba y salía en su casa cuando quería. “He sufrido abusos físicos, psicológicos e institucionales”, clamó. Y, tras contar su historia, con nulidad matrimonial incluida, porque el juez del tribunal eclesiástico de Compostela la declaró inestable, en un momento en que el hermano de su marido presidía el tribunal de Mondoñedo-Ferrol. Todavía indignada al recordarlo, clamó: “No me pidan que sea una buena víctima. No soy capaz”. Y eso que “yo me he podido pagar la terapia, porque, en general, las víctimas no solemos gozar de una economía saneada”.

Y siguió el desfile de sufrientes. Laura confesó: “Me costó muchísimo contarlo. Hace sólo un año que lo dije”. Patricia, violada por un cura, que “abusó de mi inocencia y decapitó mi niñez y mi pubertad”, y pidió “reparación y justicia”. O Filipa, una mujer portuguesa, también abusada por un cura, cuando era novicia. “Mi vida se convirtió en un infierno y yo me quedé sola con lo peor de mí”.

También aportó su testimonio Juan Cuatrecasas, abusado por un numerario del Opus del colegio Gaztelueta cuando tenía 12 años. Hoy tiene 26: “Mentiría si dijera que esto se supera, no es así”. Y contó parte de su calvario: “No podía dormir, me autolesionaba, apenas comía, intenté quitarme la vida en varias ocasiones y sufrí bulling”.

Juan Cuatrecasas
Juan Cuatrecasas

Y con voz entrecortada añadió: Imploro una actuación inmediata en nombre de los niños y las niñas víctimas de abusos. Llevamos mucho tiempo en silencio, incomprendidos, señalados y revictimizados”. Y pido “una legislación que nos ampare y nos proteja”.

Letizia de la Hoz, abogada especializada en acompañamiento a víctimas de abusos en la Iglesia, confesó que “conocer a una víctima cambia la vida”.

La emoción se cortaba en el ambiente y el dolor nos empujaba a empatizar con el sufrimiento en carne viva de las víctimas. En ese clima, el presentador del acto, Juan Cuatrecasas, me invitó a subir al atril, como director de Religion Digital, “uno de los medios que más hizo desde el principio y más sigue haciendo por las víctimas de los abusos clericales”.

Comencé diciendo que “a estas alturas, todos sabemos que el encubrimiento y ocultación era un sistema conocido, consentido y promovido en el seno de la Iglesia católica. A estas alturas, todos sabemos que muchos pederastas clericales actuaban con conciencia de impunidad y de protección, que, en el peor de los casos, se sustanciaba recomendando al sacerdote la confesión o, si el tema trascendía, cambiándolo de parroquia o de país (caso Pedrajas)”.

Vidal en Shame
Vidal en Shame

A mi juicio, “esa dinámica sistémica de encubrimiento y protección se ha roto gracias al empeño del Papa Francisco y, sobre todo, gracias a los medios de comunicación, a los que los obispos temen más que al propio infierno. Desde el año 2001, que comenzó la investigación del Boston Globe sobre la pederastia en la archidiócesis de Boston, hasta la más reciente y más próxima a nosotros del diario El País”.

Y recordé que “en esta dinámica (y a nuestro nivel más humilde), siempre se insertó RD, desde aquellos tiempos en los que nadie se atrevía a hablar de abusos en la Iglesia. Por eso, nos persiguieron, y, para callarnos, primero nos quisieron comprar y, después, nos intentaron asfixiar económicamente. Pero ahí seguimos en una labor de denuncia y transparencia ineludible desde el punto de vista del buen hacer periodístico”.

A continuación, intervino Juanjo Longarela, representante de Cristianos Socialistas, para sumarse al dolor de los presentes: “Sentimos con dolor esta situación y, por ello, urgimos a los responsables de la Iglesia a dejar atrás las actitudes defensivas y pasar al compromiso con las víctimas”.

Juan Cuatrecasas padre
Juan Cuatrecasas padre

La clausura del acto le correspondió a monseñor Cobo, el flamante arzobispo electo de Madrid. No era fácil su papel ni su postura. Pero no era la primera vez que asistía a un acto de este tipo. De hecho, fue el único obispo que se atrevió a acompañar a Religión Digital y a Redes Cristianas, cuando, en 2019, organizamos una mesa redonda para apoyar a las víctimas en el colegio mayor Chaminade. “Dónde te metes”, le dijeron., entonces, algunos obispos. “Hoy, estoy más tranquilo”, me confesaba a la entrada. El cambio de actitud eclesial parece evidente. Y sólo pasaron 5 años.

Y desde ese tranquilidad y con su profunda conciencia empática por las víctimas y los tirados en la cuneta de la vida, José Cobo comenzó entonando un auténtico o mea culpa. Se lo pedía el cuerpo, el alma y la situación. “Quiero apoyarme en el Papa Francisco y en el cardenal Osoro, para pedir perdón, En medio de este huracán desbordante, la Iglesia de Madrid no quiere esconder el sufrimiento que ha generado. Por eso, pedimos perdón por todo lo que hemos hecho mal”.

Pero el arzobispo electo fue más allá: “No queremos quedarnos sólo en pedir perdón. Queremos trabajar, compartiendo cicatrices y facilitando procesos de sanación, donde cada víctima se ponga en el centro, sabiendo de nuestras pobrezas y de nuestros errores, para que el abuso no se encubra más”.

Por eso, explicó a los presentes que la archidiócesis de Madrid puso en marcha, hace unos años, el proyecto Repara (que ha sido replicado en otras diócesis españolas): “Estamos aprendiendo a buscar la verdad en los ojos, en las lágrimas y en vuestras heridas. Las víctimas se han convertido para nosotros en maestras de vida y promotoras de nuevos caminos”.

Cobo en Shame
Cobo en Shame

Y concluyó, con énfasis y emoción: “Cada víctima tiene una historia, un nombre, un rostro y unas cicatrices y, hoy, al nombrarlas se inicia un proceso de esperanza”, para que “el abuso no se encubra nunca más”. Por eso, monseñor Cobo se comprometió públicamente a acompañar a las víctimas y a que “nunca les falte el reconocimiento y la comprensión de la Iglesia”.

El aplauso sentido y prolongado por parte de los presentes fue como una especie de trato firmado entre la Iglesia católica madrileña y las víctimas. Una especie de ‘nunca más’ a los abusos en la Iglesia y, mucho menos, al sistema de encubrimiento, ocultación e impunidad. Las víctimas se lo merecen y el nuevo arzobispo, José Cobo, parece dispuesto a mantener ese pacto de honor y de amor con ellas. Como notario de la actualidad, lo contaremos.

Shame
Shame

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