"Estoy en las manos de Dios y espero vivir este servicio con entusiasmo" Luis Marin: "El episcopado es presencia activa de la misericordia divina en medio del mundo"

Luis Marín
Luis Marín

el episcopado es un ministerio (es decir, un servicio) que se ejerce en unión con Cristo para el bien del Pueblo de Dios. Es presencia activa de la misericordia divina en medio de mundo

El camino del encuentro con Dios, de la santificación, de la perfección, de la felicidad, es siempre el camino del amor

Quiero que mi escudo refleje también un mensaje claro. Que ayude y que me ayude. Que sea casi un programa. Si no es así, si es solo heráldica o estética ornamental, tiene poco sentido

El anillo es un símbolo esponsal, de la fidelidad a la Iglesia, del compromiso a permanecerle fiel. El báculo es el signo del ministerio pastoral, el cayado del obispo, que debe cuidar a todos, especialmente a los pobres, a los heridos, a los alejados, a los que están perdidos

Mi tarea en el Sínodo de Obispos y en la promoción de la Sinodalidad es muy exigente, todo un reto, pero también muy hermosa porque me pone en contacto con la esencia misma de la Iglesia

Mañana el cardenal Osoro le impondrá las manos y consagrará obispo a Luis Marín de San Martín (Madrid, 1961) en la catedral de La Almudena de su ciudad natal. Porque "quiero sentirme acompañado de los míos, de todos los que caminan conmigo". El ordenante principal iba a ser su 'jefe', el cardenal Mario Grech, Secretario General del Sínodo, pero está "en cuarentena preventiva". Le suplirán el cardenal Osoro y monseñor Herrero, agustino y obispo de Palencia.

Su lema, “Deus caritas est”, de profundas resonancias agustinianas y apunta al "centro de la vida cristiana", al igual que los otros símbolos, que sólo tienen valor si significan. El escudo plasma "casi un programa"; el anillo "es un símbolo esponsal" y el báculo, "signo del ministerio pastoral, el cayado del obispo, que debe cuidar a todos, especialmente a los pobres".

Por eso, el nuebo subsecretario del Sínodo, asume la mitra "con enorme serenidad" y con el objetivo de la sinodalidad. Un objetivo exigente, pero también muuy hermoso, "porque me pone en contacto con la esencia misma de la Iglesia".

Luis Marín
Luis Marín

¿Por qué ha elegido Madrid y la catedral de La Almudena para su consagración episcopal?

Primero pensé la fecha. Yo quería que estuviera muy cercana a la Pascua porque Cristo Resucitado es nuestra referencia como cristianos y la clave de nuestra fe. Además la Resurrección configura a la Iglesia como Cuerpo de Cristo y nos une a él y entre nosotros. También se trata de una referencia esencial y fundante desde una perspectiva sinodal.

El segundo domingo de Pascua es el de la Divina Misericordia. En primer lugar, yo tengo mucha necesidad de ella, porque soy consciente de mi fragilidad y de mi insuficiencia para llevar adelante una tarea enorme. Por eso me pongo con total confianza en las manos de Dios. Y eso me llena de esperanza y de optimismo. Pero hay otra consideración: el episcopado es un ministerio (es decir, un servicio) que se ejerce en unión con Cristo para el bien del Pueblo de Dios. Es presencia activa de la misericordia divina en medio de mundo. Por eso me ha parecido muy adecuada y muy significativa esta fecha para mi ordenación episcopal.

Luego vino la elección del lugar. Yo tengo mucha familia, muchos amigos; soy agustino y pertenezco a la Provincia de San Juan de Sahagún de España. Contando con las restricciones ocasionadas por la pandemia y respetando siempre las medidas preventivas, Madrid es el lugar que más facilita la participación. Toda ordenación sacerdotal (sea presbiteral o episcopal) debe contar con la presencia del Pueblo de Dios, porque es un acto eclesial. Lamentablemente vivimos tiempos de pandemia y debemos asumir las lógicas restricciones. Podemos utilizar también los medios de comunicación.

Pero, en cualquier caso, yo quiero sentirme acompañado de los míos, de todos los que caminan conmigo.

Báculo de Luis Marín
Báculo de Luis Marín

Madrid es también mi diócesis de procedencia. Yo soy madrileño, mi familia es de Madrid, he vivido mucho tiempo en esta ciudad, he sido párroco en Madrid (magníficos años). Hablé con el cardenal Carlos Osoro y desde el primer momento mostró no solo una absoluta disponibilidad, sino también un gran entusiasmo. Me ofreció la catedral de la Almudena. En la archidiócesis de Madrid me han facilitado mucho las cosas y yo les estoy muy agradecido.

¿Quiénes serán los obispos consagrantes?

Al inicio estaba previsto que el obispo consagrante principal fuera el cardenal Mario Grech, Secretario General del Sínodo. Como Subsecretario, formo equipo con él y con sor Nathalie Becquart (la otra Subsecretaria) en la coordinación de esta tarea. Estábamos muy ilusionados. Pero el jueves, cuando sor Nathalie, ya vacunada, se hizo la pcr obligatoria para poder viajar y asistir a mi ordenación, resultó positiva (asintomática). Como el cardenal había mantenido una reunión con ella, le fue indicada la necesidad de guardar cuarentena preventiva. Son los signos de este tiempo tan complicado, que nos afectan a todos y que asumimos con paciencia. El cardenal Osoro mostró su habitual generosidad y será él, como arzobispo de Madrid, el ordenante principal. Los otros dos serán el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla (a quien agradezco su disponibilidad) y mons. Manuel Herrero, agustino, obispo de Palencia.

¿Cuál es su lema episcopal? ¿Apunta a la esencia de su espiritualidad?

“Deus caritas est”. Está tomado de 1 Jn 4,16: “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”. Tiene grandes resonancias agustinianas y expresa el centro de la fe cristiana y el mensaje fundamental del Evangelio. Siempre he tenido claro que esta profunda realidad marca el camino moral y pastoral como respuesta al don del amor con el cual Dios se da primero. Para mí es un referente, una luz que debe guiarme en mi servicio episcopal como procuro que me guíe en mi vida.

Escudo de Luis Marín
Escudo de Luis Marín

El camino del encuentro con Dios, de la santificación, de la perfección, de la felicidad, es siempre el camino del amor. Evidentemente estamos hablando del amor verdadero, del amor con el que Dios nos ama. Que es totalmente gratuito, infinitamente generoso y siempre muy concreto. En él encuentro también la razón del apostolado, de la evangelización. Y solo desde él puedo asumir riesgos, ser creativo, implicarme de verdad. Solo en el amor puedo ser Cristo en medio del mundo y solo en él soy Iglesia.

¿Y su escudo?

Yo había pensado poco en eso. Reflexioné algunas ideas y consulté a un experto. Quiero que mi escudo refleje también un mensaje claro. Que ayude y que me ayude. Que sea casi un programa. Si no es así, si es solo heráldica o estética ornamental, tiene poco sentido.

En la parte superior, sobre fondo dorado, está el emblema de la Orden de San Agustín, a la que pertenezco: el corazón traspasado por el dardo del amor divino e inflamado por la llama de la caridad, sobre el libro abierto de la Palabra de Dios.

En la parte inferior, sobre fondo azul, aparecen tres estrellas de oro; simbolizan las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que disponen y mueven a los cristianos a vivir en relación con Dios. Son de ocho puntas, símbolo de las bienaventuranzas evangélicas. Debajo el mar, que hace referencia tanto al apellido Marín (a mi historia, a mi familia, a mis raíces) como a la misión evangelizadora de la Iglesia, que debe llevar a todos los rincones del mundo la Buena Noticia de Cristo.

Anillo de Luis Marín
Anillo de Luis Marín

¿El anillo y el báculo revisten alguna característica especial o se los han regalado?

Me los han regalado. Tienen ya en sí mismos, una carga simbólica que no sé si todos conocen. El anillo es un símbolo esponsal, de la fidelidad a la Iglesia, del compromiso a permanecerle fiel. El báculo es el signo del ministerio pastoral, el cayado del obispo, que debe cuidar a todos, especialmente a los pobres, a los heridos, a los alejados, a los que están perdidos. ¿Cómo soy fiel a la Iglesia? ¿Cómo soy buen pastor? Reflejando a Cristo, sirviendo al Pueblo de Dios, dando mi cada día vida por amor y en el amor: sin miedo, con alegría. Desde Cristo. Sobre el anillo dije que me gustaría que llevara una cruz; sobre el báculo, que fuera sencillo.

Pero hay un importantísimo valor añadido. Estos regalos contienen también el cariño de los que me los han regalado: el báculo un querido amigo del colegio; el anillo y la cruz pectoral mis hermanos agustinos de Roma y de España. Al final, está el amor, que da sentido a todo.

Algunos dicen que habría que prescindir de estos símbolos. ¿Qué opina al respecto?

Bueno. Yo no hago batalla de esto. Un signo tiene razón de ser siempre que signifique algo, siempre que diga algo. Si no es así, lo podemos quitar o sustituir porque habría perdido entonces función, su “sabor”. Es decir, esos símbolos no son inamovibles ni esenciales. Yo he intentado transmitir un mensaje a través de ellos y a mí me ayudan. Y está también el peligro de una excesiva frialdad, de una excesiva aridez. Pero, ya digo, el símbolo tiene sentido en cuanto significa. Por otra parte, me parece que no hay que gastar demasiado tiempo en esto. Hay aspectos mucho más importantes en los que empeñarnos como cristianos. Temas esenciales, fundamentales.

¿Alguna otra cosa?

Asumo el episcopado con gran serenidad. Estoy en las manos de Dios y esto me da una enorme confianza. Y espero vivir este servicio con entusiasmo. Mi tarea en el Sínodo de Obispos y en la promoción de la Sinodalidad es muy exigente, todo un reto, pero también muy hermosa porque me pone en contacto con la esencia misma de la Iglesia: la unidad en Cristo y entre nosotros los cristianos para ser testimonio vivo del Evangelio. Caminamos juntos. Y en este camino, como decía mi querido San Juan XXIII, “es preciso pensar a lo grande y mirar alto y lejos”.

Luis Marín
Luis Marín

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