La escritora y teóloga protestante fue una de las ponentes de la XVI Jornada Sant Jordi Marion Muller-Colard: “La Amenaza es absolutamente inseparable del ser”

Marion Muller-Colard.
Marion Muller-Colard.

La escritora francesa Marion Muller-Colard y el párroco de la iglesia de Santa Anna Peio Sánchez fueron los ponentes de la dieciseisava edición de la Jornada Sant Jordi, celebrada el pasado 13 de noviembre en Barcelona 

Llamado a reflexionar sobre la situación humana mas radical bajo el lema ‘El Movimiento del alma: el ruego y el amparo’, el acto reunió a unas 115 personas procedentes de diversas diócesis españolas 

"La misericordia supone invertir el orden natural y es la única forma de hacer la justicia. Solo el amor se hace extremo en la medida en que coloca en primer lugar a los más rezagados”, dijo Peio Sánchez

Encandiló al público con la idea de que la intranquilidad es inherente al ser humano y que, puestos a tener que convivir con ella, quizás haríamos bien si la acogiéramos con sinceridad y la quisiéramos un poco. “Prefiero los intranquilos que los tranquilizantes. Perturbados, perturbadores, me gustan sus vuelcos, exigencia, su insatisfacción”, afirma la escritora y teóloga protestante Marion Muller-Colard (Marsella, 1978).

La autora de La intranquilidad y El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia (ambas obras publicadas por Fragmenta y la segunda de ellas reconocida con el premio Abat Marcet), protagonizó una de las dos ponencias de la dieciseisava edición de la Jornada Sant Jordi, celebrada el pasado 13 de noviembre en el Hotel Alimara de Barcelona.

Bajo el lema ‘El Movimiento del alma: el ruego y el amparo’, el evento (convocado por Grupo Sant Jordi de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, Equipos de Pastoral de la Política y la Comunicación, Liga Espiritual de la Virgen de Montserrat, el Consejo de Laicos de los Capuchinos de Cataluña y Justícia i Pau) contó con la asistencia de unas 115 personas venidas de diferentes provincias de España. 

“Las religiones siempre se enfrentan a la cuestión de la Amenaza. Incluso se podría decir que se ocupan de ella, que es a la vez su razón de ser y su negocio. Domar la amenaza y promover sistemas explicativos del mal que nos preserven de él, ése es el proyecto religioso, sea cual sea la tradición”, advirtió la teóloga francesa al inicio de su disertación, titulada ‘La experiencia de la amenaza’. 

La sala de conferencias del Hotel Alimara, durante el evento.
La sala de conferencias del Hotel Alimara, durante el evento.

El valor de ser

Remarcando que en el corpus bíblico algunos textos promueven el sistema retributivo y otros lo cuestionan, Muller-Collard sostiene que es en el libro de Job donde “se juegan todas las posibles fricciones provocadas por el sistema retributivo, tensiones, contradicciones reunidas tras la experiencia del ‘justo sufriente’, y la resistencia que esta experiencia despierta en las mentes religiosas que han hecho del sistema retributivo un dogma tranquilizador que les permite sentirse a salvo de la Amenaza”.

De ahí que la teóloga proponga una relectura del libro de Job para mostrar “cómo la cuestión de la Amenaza, de nuestra capacidad de aceptarla o de nuestros intentos religiosos de contenerla, determinan nuestra relación con la existencia y lo que el teólogo Paul Tillich llama el valor de ser”. 

Para Muller-Collard, la definición de la fe que se desprende de la “teología de la amenaza” planteada en el libro de Job se resume en que el creador no niega la persistente Amenaza. “El Creador luchó para garantizarnos no recintos protectores, sino espacios habitables donde la vida es posible. La vida es posible allí, pero no está a salvo de la Amenaza porque la Amenaza es absolutamente inseparable del ser: el ser está constantemente amenazado por el no-ser, así como el ser amenaza constantemente al no-ser oponiéndose a él”, detalló. 

"El Creador luchó para garantizarnos no recintos protectores, sino espacios habitables donde la vida es posible"

En la resistencia y el coraje para hacer frente al caos, en la promoción incondicional del ser, en la pugnacidad de lo vivo: ahí radica la fe, según la ensayista marsellesa. “El credo de la fe es sencillo: es el credo del propio Creador al final de cada uno de los siete días de la creación: es bueno. Es bueno que haya algo en lugar de nada. Este compromiso absoluto con el ser nos compromete tal vez más que todos los dogmas y todo el sistema moral que hemos construido sobre él, pero sin que esa base sea suficientemente sólida”.

La ilusión de controlar la amenaza

La pandemia global de coronavirus demuestra, a juicio de la teóloga francesa que nuestra sociedad, al igual que las religiones de antaño, afirma poder controlar la Amenaza. “Los dos últimos años han demostrado que esto es de nuevo una ilusión. Independientemente de lo que creamos, ya sea en Dios o en el progreso humano, si nuestras creencias nos lleva a la ilusión de que podríamos estar a salvo de una Amenaza que ha estado con nosotros desde el principio del mundo, es que ‘creemos mal’”. 

La última reflexión que dejó Muller-Colard puso el foco en el efecto paradójico del desarrollo. “En términos de ‘seguridad’ y de esperanza de vida, el progreso nos lleva a una intolerancia de la desgracia que es tanto mayor cuanto que nuestra vida occidental nos da la ilusión de estar a salvo. ¿La rareza de las manifestaciones de la Amenaza no nos ha hecho paradójicamente mucho más vulnerables cuando llega? Esta es una cuestión para las religiones, para una redefinición de la fe, y para todas nuestras sociedades contemporáneas”, concluyó la teóloga. 

Unas 115 personas participaron en la XVI Jornada Sant Jordi.
Unas 115 personas participaron en la XVI Jornada Sant Jordi.

Conversión a la misericordia

En una jornada llamada “a reflexionar sobre la situación humana más radical”, no menos decisiva resultó la ponencia del sacerdote vasco Peio Sánchez, titulada ‘Conversión a la misericordia’, con la que el rector de la iglesia de Santa Ana de Barcelona propuso como camino de cambio el compadecimiento de los sufrimientos y miserias ajenas. 

Sostiene Peio Sánchez que los estragos provocados por la crisis pandémica han sumido a la sociedad en un proceso de quiebra que indica que las cosas han cambiado irreversiblemente. “Volveremos a viajar, volveremos a consumir, pero no podremos seguir viviendo como lo hemos hecho hasta ahora”, aseguró.

Como no podía ser de otra manera, la disertación del padre Peio estuvo marcada por su experiencia al frente del Hospital de Campaña con las personas sin techo de la ciudad condal. “Cuando veo una ‘procesión de zombis’ que vienen a refugiarse tras una noche de frío, comprendo la fuerza que debe de tener la vida para que una persona tenga el valor de levantarse en semejantes condiciones. En este sentido, nuestros amigos que están en la calle son un modelo”, explicó. 

Levantarse significa no volver a estar de la misma manera. Solo quienes se levantan es posible que sean encontrados. Y esta es precisamente la clave, según Peio Sánchez, para construir la misericordia. “No podemos educarnos en la misericordia si no vivimos de ser levantados para ser encontrados”.

Peio Sánchez.
Peio Sánchez.

Amar hasta el extremo

Dar primero permanentemente, como se hace en el ejercicio de la maternidad y la paternidad, es la idea que mejor explica, para Peio Sánchez, lo que es el amor asimétrico. “El dar va antes que el recibir —apuntó—. Esta es la relación asimétrica que aporta la misericordia, que es también una relación de inversión en que los últimos son los primeros. La misericordia supone invertir el orden natural y es la única forma de hacer la justicia. Solo el amor se hace extremo en la medida en que coloca en primer lugar a los más rezagados”.  

Hogar para quienes carecen de él, el Hospital de Campaña de Santa Ana es por antonomasia el lugar donde los últimos siempre son los primeros. En su claustro, cada día se ponela mesa de la fraternidad, donde se sirve algo más que comida. “Sentarnos a compartir la mesa”, aseguró Sánchez, es recobrar nuestra condición fraterna. No se trata solo de dar alimentos sino de sentarnos juntos a compartir lo mismo para ser iguales. El problema no es el hambre: el problema es que no están los otros”, resumió el párroco antes de hacer referencia a un sistema que en el caso de España, a través de la ley de extranjería, niega a tantas personas el derecho y la posibilidad de ser reconocidas como tales. 

La mesa de fraternidad del Hospital de Campaña Santa Ana.
La mesa de fraternidad del Hospital de Campaña Santa Ana. Jose L. Gómez Galarzo

“La tradición cristiana siempre ha defendido la importancia que tiene defender, promover y acompañar la libertad”, dijo el padre Peio, “pero estamos en un momento en que la libertad es especialmente sospechosa porque su ejercicio se convierte en algo dramático cuando se olvida de la dimensión del amor”. En el fondo, según Sánchez, no hay libertad si antes no hay un don, porque la libertad nace del amor y de la misericordia. “No podemos, por tanto, pensar en la libertad sin pensar en el don que la precede. Cuando la libertad no tiene en cuenta la misericordia, queda cautiva, porque olvida su origen y su destino”, sentenció. 

Debidamente situada en el contexto actual, esta reflexión en torno a la libertad y la misericordia se convierte, según el párroco de Santa Anna, en una reflexión “claramente contracultural” ya que supone un cambio de perspectiva en tanto que hasta “los pensamientos más socialistas han potenciado la libertad y rifado la compasión y la misericordia”.

“La misericordia ha de estar ligada a la denuncia de la injusticia, es decir, ha de convertirse en una exigencia de justicia”

La justicia sin la misericordia es crueldad, pero la misericordia sin la justicia es disolución del vínculo social, dijo Peio citando a Santo Tomás de Aquino. “La misericordia ha de estar ligada a la denuncia de la injusticia, es decir, ha de convertirse en una exigencia de justicia”.

Cinéfilo y alma de la Muestra de Cine Espiritual de Cataluña desde su creación en 2004, Peio Sánchez recurrió en la recta final de su discurso a una secuencia de Il viaggio di cartone, film italiano que cuenta la historia de un párroco anciano que, a punto de tener que cerrar su iglesia por falta de fieles, se ve sorprendido por la llegada de un nutrido grupo de migrantes en busca de cobijo. 

“Tenemos la experiencia que si en una iglesia que está vacía dejas que entren las personas más vulnerables, luego se llena, y especialmente de creyentes. Porque donde se verifica el evangelio, entonces es el propio Evangelio el que convoca”. 

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