La sucesión del abad Josep M. Soler llega en vísperas de la celebración del milenario del monasterio Montserrat camina hacia la “celebración herida” de sus mil años de historia

Montserrat camina hacia la “celebración herida” de sus mil años
Montserrat camina hacia la “celebración herida” de sus mil años

Símbolo indiscutible de Cataluña, la Abadía de Montserrat se acerca a la conmemoración del milenio en medio de una severa crisis social y económica agravada por la pandemia de coronavirus

La inminente sucesión de su abad, Josep M. Soler, cierra una etapa de más de dos décadas marcada por acontecimientos que han puesto a prueba a un monasterio que es epicentro de un legado espiritual, cultural y natural que irradia al mundo

Un sentido espiritual de la medida justa y la renovación de una comunidad donde se respira serenidad y paz son algunos de los legados que, en opinión de Peio Sánchez, deja Soler tras su mandato como abad

Se avecinan cambios en Montserrat. La renuncia del abad Josep M. Soler pone fin a un período de 21 años en que la abadía ha evolucionado al compás de acontecimientos a veces más o a veces menos favorables. Entre los mejores momentos de este tiempo destacan el Congreso Internacional de Santuarios del año 2002 o la construcción de un nuevo órgano en 2010. Los peores, las desastrosas inundaciones en el monasterio en el año 2000 o las denuncias de abusos sexuales producidos en el seno de la comunidad. 

El relevo de Soler llega en vísperas de la celebración del milenario del monasterio, que tendrá lugar en 2025. Antes, durante el próximo mes de septiembre, los 55 monjes con derecho a voto (la comunidad está compuesta por un total de 60 miembros) estarán llamados a elegir un sucesor en una votación secreta que tendrá lugar en la sala capitular y que contará con la presencia del Padre Abad Guillermo Arboleda, presidente de la Congregación Sublacense Casinense de la Orden de San Benito. El abad saliente, que tomará posesión del cargo ipso facto, será, por tanto, el encargado de conducir los actos de conmemoración del milenio.

El Santuario de la Mare de Déu de Montserrat, patrona de Cataluña, es el principal centro de peregrinaje del país y tiene, como es sabido, una gran importancia para la sociedad catalana. “Montserrat es un símbolo indiscutible. No es sólo un santuario. Representa cultura, espiritualidad, naturaleza. Es una potencia espiritual catalana que irradia al mundo. Su fuerza no reside sólo en los miembros de la comunidad, que custodian este legado”, subraya Míriam Díez Bosch, directora del Observatorio Blanquerna de Comunicación, Religión y Cultura

Montserrat, símbolo de la sociedad catalana.
Montserrat, símbolo de la sociedad catalana.

“Un cambio natural de liderazgo”

Para Díez Bosch, estas elecciones significarán un cambio de liderazgo natural. “Se escogerá, previsiblemente, a un monje que llevará años siguiendo los pasos de la comunidad al lado del actual abad, que sabrá los entresijos de la vida comunitaria pero también de la importancia exterior que tiene la abadía, de su rol, de las relaciones institucionales de alto nivel, de su papel mediador en conflictos, de su presencia en el mundo”, explica.

Un sentido espiritual de la medida justa y la renovación de una comunidad donde se respira serenidad y paz son algunos de los legados que, en opinión de Peio Sánchez, deja Soler tras su mandato como abad. “También el hecho de haber profundizado en lo institucional del monasterio-santuario puesto en función del servicio de acogida a los visitantes y a la presencia en el diálogo social, cultural y religioso, así como en los medios de comunicación”, agrega el rector de la parroquia de Santa Anna-Hospital de Campaña

“En cuanto al nuevo abad —prosigue Sánchez— creo que en este momento se hace más importante la comunidad que la persona. Si bien no hay que perder de vista que la figura del Abad de Montserrat es un símbolo religioso y de país, habitualmente su servicio se refiere más directamente a la comunidad, pero en esta hora, y dado que los dinamismos de participación comunitaria permiten delegar, probablemente la misión del abad estará bastante ligada a la irradiación del monasterio. En este cambio de agujas en el que estamos, la comunidad-misión monástica reviste un nuevo impulso de referente espiritual y el abad deberá servir a este empeño de ser guía espiritual, no solo personal sino de toda la comunidad cristiana y del pueblo encomendado”.

Josep M. Soler durante una homilía.
Josep M. Soler durante una homilía.

El impacto de la pandemia 

El último lustro ha sido convulso y los acontecimientos han puesto a prueba a la comunidad. Un año y medio después del estallido de la crisis social y económica derivada de la pandemia de coronavirus, la afluencia de visitantes, sobre todo extranjeros, ha mermado la economía del santuario y una parte de la plantilla permanece en situación de ERTO, en espera de que amaine el temporal y se pueda volver a una situación de relativa normalidad que no llegará, como mínimo, hasta el año 2023. 

Sin embargo, pese al zarpazo de la crisis, a lo largo de este tiempo Montserrat se ha esforzado por permanecer accesible, por todas las vías posibles, a las personas necesitadas de ayuda espiritual. Desde las plegarias que han podido seguirse vía streaming, hasta la posibilidad de estar en contacto con monjes para poder encender una vela o encargar una misa; todas estas actividades se han podido llevar a cabo a través de la web del santuario. “En circunstancias difíciles como las que vivimos, es muy importante disponer de ayuda espiritual, por eso la gente valora muy bien este servicio que hemos dado de forma telemática”, comenta Òscar Bardagí, director de Comunicación del Santuario desde 2001. “Uno de los valores que hay que reconocer al abad Soler es precisamente la potenciación de la plataforma comunicativa de Montserrat”, apunta. 

Misa retransmitida por via 'streaming'.
Misa retransmitida por via 'streaming'.

La lacra de los abusos

Destapados a inicios de 2019 a partir de la denuncia de Miguel Hurtado al monje Andreu Soler, ya fallecido, los abusos a menores han sido uno de las problemas más graves que ha afrontado y afronta la comunidad benedictina. A la sucesión de denuncias presentadas tras la de Hurtado por otras presuntas víctimas siguió la creación ad hoc de un comité encargado de investigar lo sucedido en las últimas décadas en relación con los abusos. Tras seis meses de pesquisas, se confirmó que Soler, director de los ‘boy scouts’ del monasterio a quien el propio comité calificó de ‘depredador sexual’, habría abusado impunemente de jóvenes durante unas cuatro décadas

La última denuncia por abusos se produjo en junio de 2021. En esta ocasión, la víctima tenía 17 años en el momento de los hechos, que habrían tenido lugar en 2019 fuera del monasterio. Fue un nuevo jarro de agua fría para la comunidad, que abrió al monje acusado un expediente canónico “implacable”, lo apartó de toda actividad pastoral y le prohibió cualquier tipo de contacto con menores. En el comunicado emitido el 1 de julio, la abadía aseguró su plena predisposición a colaborar con las autoridades policiales y judiciales para aclarar los hechos.

“Los procesos de selección en la vida religiosa son cada vez más acertados, aunque la condición humana es la que es, y abusos, los hay y los habrá, en las comunidades y en las familias, porque es un mal endémico del que ninguna comunidad está exenta”, reflexiona Díez Bosch. “En la Abadía de Montserrat este tema no es sólo un foco de preocupación en la misma comunidad, sino que tiene una derivada importante: en Montserrat hay una de las mejores Escolanías del Mundo, viven decenas de niños que dedican años de su adolescencia al canto y a la formación. Es imprescindible una política muy atenta a protegerles, y así se está haciendo”, asegura la periodista.

Escolanía de Montserrat.
Escolanía de Montserrat.

La relación de la sociedad catalana con la abadía ha ido cambiando con el tiempo y son muchas las familias que, siendo religiosas o no, tienen lazos con el monasterio por distintos motivos. La gente acude a Montserrat bien para conectar con la naturaleza, hablar con un monje, comprar productos típicos, visitar el museo de arte, escuchar a los niños cantores o decirle algo a la Virgen, la Moreneta. “Montserrat tiene la virtud de ser un monasterio hacia fuera: es un interlocutor con la sociedad, no es un ente que se olvida de lo que pasa en el mundo. El abad habla, recibe, interlocuta. Y con él, toda la comunidad, que se mueve. No olvidemos el enorme peso intelectual también de la abadía”, enfatiza Díez Bosch.

Sin embargo, cabe hacerse la pregunta de si esta relación ha podido verse afectada de algún modo por la lacra de los abusos. “Las denuncias de abusos han sido dolorosas para las víctimas y también para la comunidad, que se ha sentido traicionada en su misma fuente, que es el cuidado de las personas. Pero no creo que esto suponga ni deba suponer un juicio de condena hacia toda la comunidad monástica y su historia de fidelidad. Una vez puestos los medios preventivos, los retos fuertes vienen de otros frentes y no son autorreferenciales. La capacidad de acoger a las personas con heridas existenciales es un desafío en un mundo donde tantos no logran flotar en medio de la tormenta”, argumenta Peio Sánchez.

“El monasterio es un lugar donde la búsqueda de Dios ocupa el centro orante y litúrgico, donde la vida fraterna es un anticipo ejemplar y donde el encuentro con la Creación desde la lejanía del mundo urbano supone una denuncia y anuncio de otra vida posible. El que algunos jóvenes encuentren allí su lugar en el mundo, en esta forma de vida, supone un ejercicio de Iglesia en salida que para un monasterio implica abrirse para mostrar la luz y atraer hacia la luz”, añade. 

El monje Andreu Soler, durante un viaje a Roma en 1999.
El monje Andreu Soler, durante un viaje a Roma en 1999.

Celebrar los mil años

A pesar de estos últimos tiempos tan convulsos e inciertos, Montserrat sigue siendo un referente de primer orden en el panorama religioso y cultural catalán. Un templo que, en palabras de Díez Bosch, “camina hacia el milenio con esmero, a sabiendas del tesoro que tiene entre manos, y que es de todos”. “Montserrat afronta la celebración con ilusión matizada: no es la alegría inconsciente de la fiesta por sí sola, sino la celebración herida: sabemos que pasan cosas, que la vida tiene trajines y sufrimientos, pero también que este guión ya estaba escrito así. El Evangelio que se lee y reza diariamente en el monasterio no es un manual de vida plácida y fácil. La fiesta será una ocasión para recordar la fidelidad a los orígenes, la importancia de ser un santuario mariano y lo que implica para el pueblo —universal—, y la fuerza del testimonio personal que se declina en una buena acogida, formación y acompañamiento”, zanja.

Peio Sánchez, por su parte, conviene en que celebrar mil años de andadura no ha de ser solo una efeméride. “Como para toda la iglesia en esta hora, debe ser, intuyo, una ocasión de nueva fundación, lo que viene de atrás nos impulsa en una tradición asentada, pero lo nuevo y el futuro no será lo mismo. Supongo que esto puede resultar algo inquietante para un árbol milenario, pero su fuerza está en las raíces. Probablemente a los monasterios les va bien la metáfora del papa Francisco del Hospital de Campaña, con algunas peculiaridades. La hospitalidad será la marca de la iglesia en un mundo demasiado hostil. Los heridos se van a multiplicar y los monjes y monjas benedictinos del futuro han de poner altar y mesa en lo escondido, donde se da tanto razón inteligente como experiencia sintiente de Dios”, concluye. 

“Para la iglesia y el pueblo de Cataluña, el monasterio y la montaña de Montserrat seguirán siendo fuente de unidad tanto pastoral como social, para asumir en comunión con las iglesias locales el futuro y para ofrecer una propuesta espiritual que oriente a su pueblo. Sin duda, la Madre de Dios de Montserrat bajo su manto azul seguirá guiando a la comunidad y a su nuevo abad, como lo ha hecho hasta ahora”, concluye Sánchez.

Imagen del Concurso de Fotografía del Parque Natural de Montserrat.
Imagen del Concurso de Fotografía del Parque Natural de Montserrat. Dídac García Castañeda.

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